Sobre goces y penas
Afincando sus pasos con los primeros toques, poco a poco la pareja se internaba en la mágica asimetría rítmica de sus cuerpos: sus miradas saltaban de los pies a los ojos para de ahí dispersarse por el salón como si se supieran contemplados en su vuelo. Una vez sus cuerpos sintonizados, la campana soltaba la carrera de giros y vueltas dos segundos antes que el coro proclamara la ceremonia del goce: “Un toque pa’ Yambaó / supo defender lo suyo!”. Los cuerpos se extienden con cada movimiento y capturan el espacio al alargar el brazo, al enlazar el cuerpo, al sincopar el paso: fiesta del exceso, de lo que se está escapando1. El goce se desprende del gesto heroico de su abandono como esa pareja que gira soltando la mano para adentrarse en la pista y así conmemorar a quien “abandonó el bembé pa’ pelear”.
¿Cuál es el sabor particular de la seducción que se resiste al olvido y se erige como memoria de un pasado doloroso? Hay algo en las canciones de Tite Curet Alonso, interpretadas por Pete “el Conde” Rodríguez que insiste en la conexión entre el goce de estos “momentos de libertad”2 y el pasado de la esclavitud; algo que distancia estas composiciones de otras celebraciones de la herencia africana que destacan más lo uno o lo otro. Por ejemplo, una de las críticas que ha recibido la poesía de Luis Palés Matos es su representación esencialmente festiva de la cultura afroantillana como si mediante la celebración de su goce, algunas veces misterioso e inaccesible, se dejara atrás el pasado y el presente de injusticias y explotación3. Sin embargo, la combinación Curet Alonso/el Conde inscribe la memoria histórica como parte del “guaguancó negro” con el que se seduce la audiencia en Nueva York y el Caribe. Este “Primoroso cantar … comenzó en un barracón / cuando mi gente llegó / del África lejana / trayendo un bongó”. Y es allí, en ese cruce de tiempo y espacio, donde se inician estos “momentos de libertad” con los que gozan negros así como también los blancos, según se aprecia mejor en las composiciones de Tite que grabara Cheo Feliciano (“Guaguancó te dedico”). En “La esencia del guaguancó”, por ejemplo, los soneos de Conde continuamente afirman la negritud del ritmo y su traslado hacia Nueva York, como si la conga fuera ese “tronco” africano del Tuntún de pasa y grifería que una vez ‘transplantado’ en las Antillas se traslada al norte: “con la tumba al hombro / llegué a New York”.
Memoria del “pobre Babaila” que “fue vendido en mercado de esclavos […] sin piedad, mi hermano”. “Destino” del cual lo liberaría —“como una gran esperanza”— “La abolición”. Sin embargo, en el mismo recuerdo del acontecimiento que puso fin a esta cruel etapa de la historia, esta combinación martilla su reclamo de que si “La abolición llegó / el negro no la gozó”. Pienso, recuerdo, imagino una, dos, tres parejas gozando mientras bailan y cantan este coro y sus soneos: ¿cómo “vamos a acabar con la descriminación”? Discrimen que en otra canción del mismo disco, y grabada también con las Fania All Stars, se identifica con la situación de los migrantes latinos en Estados Unidos, cuyo pesar el Conde dramatiza al satirizar: “Un perro me dijo a mí, Conde, ¡qué gusto me da el verte!”. El padecer del “Pueblo latino” se presenta como una extensión de la esclavitud y el canto reclama una acción más trascendental que la del goce, pues “Para vivir así, prefiero la muerte”. Y surge de nuevo “el trágico Yambaó”.
“[S]in prisa, pero tu lentitud me encoleriza: es que no bregan con Loíza”. Tego Calderón es quien mejor traduce a ritmos contemporáneos este reclamo en su bomba/rap “Loíza”. Y lo hace con una denuncia que inscribe su desconfianza en todos los políticos, ya que “todos con Vieques, ¿y mi pueblo negro no padece? ¿o es que tú crees que se lo merece?”. Por eso afirma que no pertenece a esa sociedad hispana, hipócrita e injusta. No obstante, luego de una de las canciones de denuncia social más fuerte del hip hop boricua, Calderón puntualiza su orgullo racial afirmando que “ni sufriendo dejamos de ser felices”. ¿Es que dolor y sufrimiento no pueden suprimir el goce? ¿Es este goce más sabroso precisamente porque proviene de ese dolor? ¿es más genuino? ¿más auténtico? ¿Si no se tuvo o se tiene acceso a uno, acaso es limitado el disfrute del otro?
Una mirada al pensamiento filosófico y religioso revela que este vínculo estrecho entre placer y sufrimiento se remonta a los orígenes de las civilizaciones. Desde la antigüedad, se contempla esa relación tanto como resignación, como un carpe diem, incluso del dolor, porque la alegría puede aparecer en cualquier momento. Por ejemplo, son muchísimos los pasajes bíblicos que filosofan sobre esta dualidad del sentir y del ser. Por su parte, Lynne Fauley Emery, en Black Dance From 1619 to Today (Grove Press 1963) observa que a los esclavos se les obligaba bailar en los barcos para mantenerlos en forma. ¿Cuál es el tejido particular de mares y cadenas, barracón y cañaveral, memoria y baile, que conforma la terrible combinación del goce y el dolor de la esclavitud caribeña?
Si ha sido motivo de parábolas y proverbios, de versos y canciones, a lo largo de la historia humana, sería demasiado pretensioso proponer aquí la solución final del dilema. Lo contemplo y me dan ganas de bailar, pues “esclavo del remeneo / así soy yo”4
*En este texto colaboró Puchi Platón
- Georges Bataille, “Prefacio de Madame Edwarda”, El erotismo. “Pido disculpas por añadir aquí que esta definición del ser y del exceso no puede fundamentarse filosóficamente, ya que el exceso excede el fundamento: el exceso es aquello mismo por lo que el ser se halla primero, ante todo, fuera de los límites. El ser se halla sin duda también dentro de los límites, estos límites son los que nos permiten hablar (yo hablo también, pero al hablar no se me olvida que la palabra no sólo se me escapará, sino que se me está escapando)” (Barcelona, Tusquets Editores, 289 [↩]
- Johannes Fabian, Moments of Freedom: Anthropology and Popular Culture, Charlottesville, University Press of Virginia, 1998. [↩]
- Ver, por ejemplo, Jerome Blanche, “Negrismo: hibridez cultural, autoridad y la cuestión de la nación”, Revista Iberoamericana LXV (1999), 483-504. [↩]
- Aquí la nota discográfica en orden de aparición, primero las composiciones de Catalino Curet Alonso interpretadas por Pete “el Conde” Rodríguez: “Un toque pa’ Yambaó”, El Conde Fania Records 1974, ; “La esencia del guaguancó”, Johnny Pacheco con Pete “el Conde” Rodríguez, La perfecta combinación Fania Records 1970; “Babaila”, El Conde Fania Records 1974; “La abolición”, Este negro sí es sabroso Fania Racords 1976; “Pueblo Latino”, Este negro sí es sabroso Fania Records 1976 y Fania All Stars Live at Yankee Stadium (Vol. 1) Fania Records 1975. Interpretada por Cheo Feliciano, “Guaguancó te dedico”, With a Little Help of My Friend Fania Records 1973. Y finalmente Tego Calderón, “Loíza”, El abayarde White Lion Music 2002. [↩]