Tarjeta de presentación
Hace unos años que los vengo escuchando repetir el mismo comentario: “los discos se han convertido en una tarjeta de presentación”. Lo dicen desde jazzistas virtuosos hasta algunos artistas pop con fama de vender bastante. Las grabaciones dejaron de ser la fuente principal de ingreso de los músicos. Salvo en casos aislados como los de las estrellas que venden miles o millones de copias, la mayoría de los músicos a duras penas recupera la inversión de las producciones que sí sirven para repartirlas por ahí y conseguir guisos, cual “business card”. Pero la gente sigue grabando, y mucho. Los discos independientes –los que se hacen sin el apoyo de una disquera- son una industria en crecimiento.
“Cualquiera graba un disco”, dice Ramón Martínez, ingeniero de sonido y propietario de Playbach, estudio predilecto de muchas bandas independientes incluyendo las más conocidas, como Cultura Profética y las no tan independientes como Calle 13. “El negocio de la música no tiene que ver con la calidad musical, tu puedes tener una calidad musical excepcional y no saber venderla. El mercadeo, la radio, la promoción eso es otro mundo”, dice Martínez. En Playbach se graban en promedio nueve proyectos completos cada año, pero mucha gente va allí a grabar parte del disco que luego terminan en un estudio más pequeño y más barato.
La tecnología ha facilitado el proceso abaratando los costos y permitiendo que cualquiera produzca un disco. “También se ha creado mucho proyecto mediocre. Es como el karaoke que ahora todo el mundo canta”, dice el percusionista Paoli Mejías, que ha grabado tres discos independientes, uno de ellos, Mi tambor, nominado al Grammy. La nominación confirmó el prestigio entre sus pares y lo catapultó a una carrera internacional pero no provocó que firmara con una disquera, sigue siendo independiente.
El proceso de grabar un disco con todos los hierros sigue siendo caro, rondando los $25,000 si todo el mundo cobra. “Simplemente voy pagando la deuda poco a poco y luego cuando me siento preparado económicamente comienzo con el próximo. A veces con préstamos o con el dinero que puedo ganar como músico”, explica Paoli sobre el aspecto económico de las producciones. La música independiente, salvo en contadas excepciones, suele convertirse en un hobby caro en el que los productores/músicos terminan ganando nada o muy poco. Paoli, un músico consagrado de talento indiscutible, siempre recupera la inversión, pero enfatiza en que vende el producto “agresivamente” en sus presentaciones.
La tarea de grabar es tan administrativa como creativa, un proceso que resulta drenante para los “creative kind” que suelen ser los músicos. Hay que hacer un presupuesto, conseguir el dinero y organizar las fechas de entrega de cada cosa, conseguir precios para la impresión del disco, componer las canciones, hacer los arreglos, ensayar, conseguir los músicos, llevarles comida, organizar un itinerario de trabajo y, con suerte, organizar una fiesta para el lanzamiento. La tecnología ha provocado la compresión de tareas en todos los oficios que la involucran. Esta historia, por ejemplo, va acompañada de fotos y videos malos, hechos por mí. Se acabaron los especialistas. Los músicos con proyecto propio tienen que producir, ingeniárselas para tocar, distribuir y mercadearse, tienen que tener sus páginas de Facebook y Twitter al día. La libertad creativa que podría darle el no rendirle cuentas a nadie se la quita el tener que cuadrar las cuentas propias.
El boom de las producciones independientes ha traído la aparición de una industria dedicada a la distribución cibernética. CdBaby, probablemente el sitio de música independiente más grande del mundo, tiene 360,000 discos para la venta, tres millones de canciones y, según los manejadores de la página, le han pagado más de $100,000,000 directamente a los artistas por sus ventas.
“Existe una industria de música independiente, nuestra empresa es muestra de eso”, dice Paco Parés de Representaciones Borinqueñas, compañía distribuidora de libros y discos que tiene casi todo el mercado de los discos que llegan a las librerías Borders de la Isla. “Y la cantidad de CDs que se trabajan sin distribuidores es mayor aún”. En promedio la empresa trabaja unos 75 discos al año. Algunos grupos venden 20 discos al año en Borders, venden más copias electrónicas o por su cuenta, y otros, como el guitarrista Pancho Irizarry, venden entre 1,500 y 2,000 copias anuales. Los géneros varían, van del pop y el rock a la música típica y el jazz. “Cuando un producto recibe buena promoción la venta se incrementa proporcional a la promoción”, asegura Parés. Es como un círculo vicioso porque la promoción cuesta y lo que no tienen los músicos independientes es precisamente dinero.
Si bien muchos músicos y conocedores coinciden en que con el advenimiento de ProTools y lo fácil que es conseguir una Mac y dos micrófonos se producen muchos trabajos de mala calidad, también es cierto que la existencia de las bandas que funcionan a modo de pequeña empresa –que suelen invertir en sus grabaciones- enriquecen el panorama musical con sus sonidos.
En Puerto Rico esas suelen ser las bandas que le dan alivio al odio interesado en salir del tumbao monocromático de la radio. Las grabaciones permiten una conversación de ideas musicales dentro y fuera del país y hay un público ávido de comprarlas. Quizás es posible un proyecto de vanguardia para el financiamiento de música independiente, distribución y mercadeo incluido. Los fondos pueden provenir de un sello tipo Smithsonian Folkways, una cooperativa o de una APP, ya que estamos en las de reinventarnos.
¿Vale la pena el sacrificio para el músico/productor? “Sí”, contesta sin chistar el baterista Henry Cole, quien acaba de terminar de grabar su primer disco como líder, “el proceso es intenso y al final, cuando se acaba, uno se queda como con un vacío”. Henry ha tocado en muchos proyectos independientes: Superaquello, La PVC y con reconocidos jazzistas: David Sánchez, Miguel Zenón. Recientemente grabó en Playbach su proyecto de tributo al nigeriano Fela Kuti que todavía está en posproducción.
Paoli, ya más experimentado en el asunto de producir, opina más o menos por la misma línea: “Para mí es una obra de arte, cuando se hace con esmero y dedicación”.