Tejer la voz

Orfeón San Juan Bautista
Curiosamente, y pese al gran legado musical del pueblo mexicano —que se remonta a la época del barroco colonial—, el país tiene muy pocos ensambles corales según nos cuenta Uriel Ortega Ortega, Director del Coro Nacional Esperanza Azteca. Uriel, un hombre joven y comedido que es natural de la capital, lleva nueve años como profesor en ISMEA, siete de ellos en Puebla, donde existe una de las pocas licenciaturas en dirección coral del país. La licenciatura cuenta con 33 estudiantes activos y 3 graduados. Los graduados han pasado a formar parte de la facultad y atienden a los grupos de menor edad como retribución al proyecto y como forma de entrenamiento docente. La meta, según Uriel, es que estos nuevos directores corales se integren nuevamente a sus comunidades de origen, sirvan como mentores y florezcan nuevos coros alrededor del país. Es en ese contexto que llega el Orfeón San Juan Bautista como invitado a ofrecer una charla demostrativa sobre música coral puertorriqueña a los estudiantes de dirección y a tantos otros profesores y estudiantes interesados. En sus diez años de existencia han recibido la visita de otros dos coros, uno cubano y otro alemán. Por su parte, los integrantes de las diferentes orquestas, han tenido la oportunidad de hacer música junto a artistas de la talla de Plácido Domingo, Yo-Yo Ma, Carlos Prieto y Joshua Bell. Y es que para este proyecto es importante conectarse con otras formas de hacer y de expresarse a través de la música académica, aunque lamentan que existen pocas publicaciones de música mexicana, hay pocos compositores y muchos conjuntos que tienden a privilegiar estilos europeos o del repertorio clásico.
Fue justamente el salón de las poleas y los engranajes, que hace más de un siglo sirvió para crear otro tipo de tejidos, el que se volvió en el escenario perfecto para labrar una serie de complicidades culturales que el estudiantado, teléfono celular en mano, esperaba dedicarse a grabar en su totalidad. Vestidos de negro y sin demostrar el cansancio causado por casi quince horas de viaje y menos de cinco de sueño, los orfeonistas entraron junto a sus directores, los maestros Daniel Alejandro Tapia Santiago y Guarionex Morales Matos. El aplauso no se hizo esperar. Fue entonces cuando la profesora de dirección coral, Magdalena Delgado Vargas, ofreció formalmente la bienvenida al conjunto vocal boricua por parte de ISMEA. Para Magdalena, ni el Orfeón ni la Isla son desconocidos. Aunque oriunda de la República Dominicana, estudió en el Conservatorio de Música de Puerto Rico y formó parte del Orfeón como cantante y como maestra de la Escuela Coral. Para su sorpresa, algunas de las que fueron sus estudiantes ahora son parte integral del coro y aún la unen lazos de amistad con quienes fueron sus compañeros corales antes de que se fuera a realizar estudios graduados en dirección a Westminster College en Nueva Jersey. Magdalena relata cómo su experiencia como dominicana en Puerto Rico se modificó positivamente al entrar a la familia órfica. Y es que, los espacios corales tienen un aura de familia extendida donde la inclusión y la celebración de las diversidades son parte integral de la experiencia musical.
El Orfeón San Juan Bautista cumple este año su veinte aniversario y es, sin duda, uno de los protagonistas de la música coral en Puerto Rico y el Caribe. Su distintiva propuesta rompe de entrada con los parámetros tradicionales al tener dos directores con dos lenguajes de dirección a los que los cantantes tienen que ajustarse constantemente sin sacrificar la búsqueda de un sonido particular. De la misma manera, el conjunto está compuesto por un amplio espectro de perfiles de todo tipo que responden a un mismo elemento unificador, el amor y el compromiso con hacer música de calidad. Aunque el conjunto recibe una asignación gubernamental, lanzarse a la empresa de ofrecer diez conciertos anuales en la isla, realizar una producción musical anual y servir de embajadores culturales en el exterior, requiere que sus integrantes, su junta y sus directivos batallen para lograr sus ambiciosos objetivos. Con una situación fiscal precaria, con el escaso apoyo gubernamental y privado para la gestión cultural en el país, con la situación de desasosiego que se vive en Puerto Rico luego de dos huracanes de fuerza mayor y con un organismo externo controlando las finanzas públicas, sería fácil darse por vencido y claudicar. Ese no es el caso del Orfeón, sus integrantes o su sistema de apoyo. Hacer cultura en y desde Puerto Rico es hoy, más que nunca, un gesto de resistencia.
Iniciada la charla demostrativa, los estudiantes olvidaron el uso de los teléfonos celulares y quedaron absortos con los primeros acordes. El entusiasmo y la energía se transformó de inmediato. Atentos, comenzaron a tomar notas que más tarde se convertirían en muy específicas preguntas. En la charla se hizo énfasis en la tradición de puertorriqueña de directores corales que también han incursionado en la dirección o han fungido como arreglistas para ampliar el repertorio a uno más nacional. Tal es el caso de los arreglos de Augusto Rodríguez, Bartolomé Bover, Rubén Colón Tarrats, María Inés Suárez y Evy Lucío. El Orfeón particularmente ha servido de laboratorio para el trabajo de composición de Guarionex Morales Matos, uno de sus dos directores quien cuenta con dos publicaciones de sus composiciones originales y de sus arreglos de música popular puertorriqueña. Para ilustrar el periodo musical de la escuela nacionalista, en la que figuran compositores como Amaury Veray Torregrosa, Rafael Aponte Leddé y Jack Delano, el coro interpretó “La hija del viejo Pancho” que es una composición del maestro Ernesto Cordero que incluye como parte de su fusión de ritmos un solo de rap que estuvo a cargo del bajo Félix Hiraldo. Para muchos de los asistentes, acostumbrados mayormente a piezas del repertorio clásico, ver la incursión de ritmos urbanos en la música coral les pareció una total innovación.
De las piezas más celebradas, a juzgar no solo por el entusiasmo y duración de los aplausos sino porque los escuchas se volvieron bailarines de manera casi involuntaria, fueron “Piel canela” de Bobby Capó con arreglo de Rubén Colón Tarrats y “El cumbanchero” de Rafael Hernández con arreglo de Guarionex Morales Matos. Llamó la atención que la figura de Rafael Hernández es sin duda un punto de encuentro para la música mexicana y puertorriqueña, ya que el compositor residió por muchísimos años en el hermano país; al grado de que algunos mexicanos lo reclaman como suyo.
Una vez iniciada la sesión de preguntas y respuestas, no medio la timidez. La mayoría de los jóvenes se enfocaron en preguntas técnicas, pero sobre todo en el componente humano, tan vital en la gestión de armonizar y dirigir un grupo tan grande y heterogéneo. Si bien muchos conocemos de la maestría musical del Orfeón, no todos intuímos de entrada la gran labor comunitaria que realiza. Aunque hay ejemplos evidentes como lo fueron la Escuela Coral, el programa radial Mayormente a Capella o las becas Abel Di Marco, me refiero aquí al trabajo interno del conjunto. El Orfeón San Juan Bautista es un espacio de encuentro donde coinciden y coexisten muchas puertorriqueñidades que de otra forma probablemente no harían comunidad. La labor de sus directores es armonizar todas esas diferencias vocales pero también las que traen cada uno de los individuos consigo. Es un tejido diverso y plural que se une para tejer una sola voz.