Tomar la democracia por sentado: ¿conciencia política o indignidad?
La catástrofe que fue el huracán María, los actos de corrupción de quienes se aprovecharon de la misma para su beneficio, la falta de empatía ante el dolor y la desesperación del ser humano, así como la coyuntura en la que se encuentran trece almacenes con provisiones que nunca llegaron a quienes las necesitaban –la coyuntura de una secuela de sismos desde finales de diciembre de 2019 que afectó considerablemente el área sur de la isla– son una fehaciente muestra de que al gobierno de Puerto Rico le es indiferente el bienestar del pueblo que tiene la obligación de proteger y, sobre todo, de ayudar a alcanzar esa vida humana digna.
No es un secreto que Puerto Rico ha copiado, en muchos aspectos, lo peor de los Estados Unidos. Muchos legítimamente se preguntarán si habrá alguna cosa digna de imitar de los Estados Unidos. En Puerto Rico, como en los Estados Unidos, se pervierten aceleradamente los ideales básicos de la democracia. La educación, las instituciones burocráticas, el sistema de salud son profundamente antidemocráticos, en un país gobernado por promovedores de la desigualdad, elitistas y clasistas que impúdicamente desprecian a las clases pobres.
La democracia, sin embargo, entraña una concepción participativa de la política que va mucho más allá de ejercer el voto durante las elecciones o poder decirle a Donald Trump por Twitter que es un charlatán imbécil sin que ello tenga repercusiones mayores en nuestra vida. La democracia implica, más bien, conciencia política, descentralización del poder y poder compartido. La democracia no es poder del estado o del gobierno, sino la involucración del pueblo y, por supuesto, la igualdad. Ello supone una real participación democrática. Asimismo, la democracia es antagónica a las corporaciones privadas ya que el poder de las corporaciones es un poder irresponsable, insensible e impermeable. Lo que constituiría una real participación democrática se ha frustrado precisamente porque el poder sigue estando centralizado; porque la participación, la involucración y el conocimiento político o la educación política del pueblo se han socavado.
En Puerto Rico el bienestar público como la educación y la salud han sido casi totalmente privatizados. La Universidad de Puerto Rico corre el riesgo de convertirse en una suerte de NYU en Dubai. Después del huracán María podría decirse que el país se “ha puesto en venta” y tácitamente se ha ido creando “la marca Puerto Rico.” ¿Qué pasará en un Puerto Rico con un Presidente del Senado como Thomas Rivera Schatz que pone el país en venta, una gobernadora como Wanda Vázquez Garced, ex Secretaria de Justicia, que se negó a entablar una acción judicial a todos los involucrados en los actos de corrupción relacionados con el huracán María; un país donde todavía quedan la resaca y las consecuencias de las acciones de un ex gobernador corrupto e inepto como Ricardo Roselló y una ex Secretaria de Educación corrupta, soez y totalmente desentendida del contexto social y cultural del país como Julia Keleher? De hecho es imposible no sólo pensar la democracia, sino además pensar lo político mediante la pobre y restrictiva comprensión que de éstas tiene Rivera Schatz.
En la coyuntura de los sismos en el país y la realidad de quienes perdieron sus hogares, miembros de la clase artística y deportiva le dejaron saber claramente al gobierno que el pueblo no confía en él, mucho menos después de la corrupción y las mentiras en torno al desastre material y el costo de vidas que fue el huracán María. Aquellos que dijeron claramente que los suministros y las ayudas a los pueblos del sur no debían pasar por el gobierno, se involucraron más en la vida política del país, le detentaron un poder al gobierno y, como pueblo, se unieron al pueblo.
Es necesaria una reconsideración radical de muchos supuestos de lo que es la democracia aún cuando la fragilidad de la sociedad del capitalismo tardío nos haya hecho quitarle sentido a las mismas. El poder de un país, de un pueblo, no está únicamente relacionado con la tecnología, el orden económico, o la obtención de destrezas para obtener un trabajo. La educación, la salud, las pensiones, la seguridad social son indispensables para alcanzar la dignidad y el valor de la vida humana; de la misma manera que la democracia (poder compartido, igualdad, libertad) está íntimamente relacionada con las esperanzas individuales y colectivas; con la vida y la protección de distintas formas de vida.