Una casa para Sarín
Sarín ha sido ebanista, artesano, albañil, cantante, agricultor, escritor de obras de teatro, décimas y poemas, y buen vecino a lo largo de sus casi 80 años. Sin embargo, de todas las profesiones que ha ejercido, libretista de dramas radiales es la que más añora. Así lo afirma sin titubear durante un recorrido por su comunidad y dan fe sus vecinos del barrio Sonadora II en Aguas Buenas. No sólo porque recuerdan haber escuchado un drama suyo hace ya más de 50 años por las ondas radiales de WKAQ, sino porque como dice su vecino Rafo “no hay una casa en el barrio donde Sarín no haya puesto un clavo”. Así, aquel viejo pequeño y tímido, es de muchas maneras el juglar de su vecindario.
Es juglar en todo el sentido tradicional de la palabra, aunque no va de pueblo en pueblo, sino de casa en casa, pues Sarín se pasa el día caminando las calles de Sonadora. Las visita en parte para saber que todo está bien, para ofrecer ayuda si es necesario y para tomarse una tacita de café. “Cuando Sarín no viene, uno no se acostumbra”, dice Virginia, otra vecina a quien Gonzalo Santiago Santiago, que es el nombre de pila de Sarín, describe como su madre y hermana, pues es quien más pendiente de él ha estado en el medio siglo que han vivido cerca. Pero en parte, Sarín también visita a otros porque en su casa no puede estar.
Vive en una casa que construyó junto a su padre entre la década de 1950 y 1960, cuya entrada está tomada por un panel de abejas incansables y revueltas. La estructura es todo lo contrario a su dueño: débil y vulnerable al clima de montaña y aunque Sarín no deja que otros entren, de afuera se percibe la penumbra injusta en la que vive. El terreno en el que está erguida la casucha no le pertenece a él, sino a Marcelino Monsón, vecino que le ha dejado vivir allí. Sarín es la segunda generación de una familia de buenos vecinos, pues en Sonadora también se habla de Don Saro, padre de Sarín, como un hombre dado a su comunidad.
Ante esta circunstancia es que la Junta Comunitaria de Sonadora en Acción ha convocado a los residentes del barrio al esfuerzo de recaudar fondos para construirle una vivienda digna. Una casa para Sarín han puesto de nombre al trabajo que llevan a cabo.
El terreno para la nueva casa ya es de Sarín, pues fue de los pocos que otorgó en Sonadora la Oficina de Comunidades Especiales. El terreno vino solo, pues la casa, que era parte de seis viviendas que se construirían en el sector, quedó en el olvido cuando, durante la administración de Luis Fortuño, el gobierno abandonó el proyecto. De aquellas seis viviendas, sólo se construyeron tres, cuyos dueños han muerto todos (incluso antes de terminadas algunas de las estructuras) y la de Sarín, quien hace diez años pensó que compartiría con su madre y su hermana, quedó en promesas. Su madre murió hace unos años con el sueño de tener la casa propia, y no pudo verla. Aunque la administración de turno expesó públicamente que se cumpliría con los compromisos de vivienda de los residentes de las Comunidades Especiales, a Sonadora no le contestan cartas ni llamadas, y el deterioro de la vivienda de Sarín no puede esperar más.
“Yo no tengo tiempo para tener coraje”, dice Sarín sobre el asunto de su casa. No lo dice con resignación, sino con verdad: entre los chivitos que hace en las casas y las canastas artesanales que construye en su tallercito, el tiempo de Sarín se va creando, no en quejas.
Pero la comunidad insiste en darle lo que se merece, y aunque a Sarín no le guste que terceros estén buscando fondos para ayudarlo, la Junta Comunitaria cumplió su deber y consiguió que la administración municipal de Aguas Buenas le donara una casa prefabricada para que Sarín la viva.
Aún con terreno y la casa, el problema no está resuelto, pues el solar donde se colocará la estructura es empinado y requiere construir una zapata, vigas, un muro de contención y el piso sobre el cual se pondrá la casa. Aunque un contratista solidario, Felipe Merrero, se ha comprometido a donar parte de su mano de obra y herramientas, los materiales y el trabajo de construcción tienen un valor de aproximadamente $15,000, que Sarín no posee. Por eso la comunidad, a la que la vecina Toña Nieves describe como “muy servicial, muy cooperadora” ha comenzado una camapaña, para la cual han repartido sobres por las casas del barrio para que los vecinos donen lo que puedan.Pero esta es sólo la primera parte de un esfuerzo mayor para obtener el dinero pronto y ver cumplido el objetivo de la comunidad. También se han propuesto
“Los pobres no podemos sobrevivir” si no es por la solidaridad entre vecinos, dice Nieves. Ayudar a quien lo necesite es lo que les permitirá mejorar sus condiciones de vida, sobre todo porque el gobierno le da largas a los asuntos importantes, según la experiencia de la comunidad.
“Donde quiera lo acogen,” dice Nieves de Sarín, pues con el tiempo que lleva llenando a su comunidad de solidaridad, se ha ganado el cariño y el respeto de sus vecinos. Es sencillo, Sarín es un hombre que quiere a su comunidad y Sonadora es una comunidad que quiere devolver a Sarín la serenata que hace medio siglo éste les pudo haber cantado: “Yo tengo ya la casita que tanto te prometí/y llena de margaritas para ti, para mí./ Será un refugio de amores será una casa ideal/y entre romances y flores formaremos nuestro hogar.” (Ahora seremos felices de Rafael Hernández)