Una mirada a Los Botánicos Alemanes, la más reciente novela de la autoría de Marta Aponte Alsina
Mediante un relato de corte fantástico-histórico, esta nueva lectura permite entrar en la historia decimonónica de la isla de Puerto Rico, mediante un enfoque ingenioso asociado a fuentes literarias y documentales que mantuvieron por mucho tiempo su posible complementariedad inexplorada. Los Botánicos Alemanes es la nueva novela recién publicada en el 2022 por la editorial Sopa de Letras, bajo la autoría de Marta Aponte Alsina, prolífica narradora puertorriqueña de quien ya editoriales internacionales reconocen innegables méritos para la difusión de su obra.
La historia relatada en esta ocasión transcurre en la isla natal de la autora durante la década de 1880. En ella se conjuga la intervención de diversos personajes, algunos de naturaleza imaginaria, aunque basados en referentes literarios nacionales o foráneos. Otros, resultan ser figuras de presencia verídica en Puerto Rico mediante vínculos con la historia sociopolítica o natural del país hace más de un siglo. La trama prevalece de la mano con la historia natural, particularmente de la exploración de la flora puertorriqueña, por el paso en la isla de botánicos europeos provenientes de la Alemania de finales del Siglo XIX. El periodo cronológico transcurrido acontece entre 1882 y 1888. Se perfilan diversos escenarios del Puerto Rico decimonónico, incluyendo los paisajes montañosos de lugares puntuales dentro de nuestras cordilleras, incluidas la Cordillera Central y la Sierra de Cayey. A ejemplo de ello, despuntan una hacienda agrícola cafetalera en Yauco y el paisaje forestal que recubre las adyacencias del Cerro Planadas entre Cayey y el llano costero del sursudeste de la isla. Las ciudades de Guayama y San Juan configuran entornos urbanos en donde se narran aspectos de la instalación temporal de los botánicos visitantes durante el tiempo en que atienden sus encomiendas científicas y demás intereses socioculturales o legítimas curiosidades y sus consecuencias. Sus experiencias abarcarán, entre variadas aventuras, enfrentarse al orden represivo español reinante en Puerto Rico en la época relatada, periodo fuertemente marcado por la persecución contra los movimientos autonomistas o separatistas. Los botánicos que el título de la novela enfatiza habrán de relacionarse, en distintas maneras, con distintos personajes nacionales y lo harán como visitantes foráneos, de personalidades contrastantes, puesto que no llegan juntos, ni de similar procedencia en el Viejo Continente, aunque dentro o cerca de las fronteras de tierras germanas entonces.
La novela nos revela a Julia, el personaje adoptado por la autora desde la literatura puertorriqueña del Siglo XIX publicada por Alejandro Tapia y Rivera. Tapia creó e hizo uso del personaje de Julia a través de su revista de enfoque feminista, La Azucena, publicada periódicamente desde la ciudad de Ponce. Tanto la Julia de los textos de Tapia, como la Julia homóloga en el de Marta Aponte Alsina, encarnan roles de narradoras o cronistas del entorno geográfico, la vida del campesinado y las dinámicas y luchas sociales, identitarias o de género que le inquietan o perjudican. Para Tapia, Julia habita en la ciudad de San German, mientras que en la novela Los Botánicos Alemanes, la autora la sitúa, con cuarenta años, en una hacienda de café asentada en el paisaje montañoso de Yauco, habitada principalmente por un grupo de mujeres. Este núcleo femenino se nutre de seres de incuestionable autonomía, de diversas edades y distintos orígenes, talentos, encomiendas y potestades, digamos: la atención de partos, la curación de niños enfermos y la cobertura de ciertos aspectos de la dinámica doméstica, agrícola y hortícola del enclave.
La estructura narrativa de la novela parte fundamentalmente de las memorias escritas y narradas por Julia durante la Cuaresma de 1888. Marta Aponte Alsina conoce y valora muy bien la visión que de Puerto Rico revela la literatura de Tapia. Será a través del personaje de Julia que su texto hará eco del rigor de la moral y la ética identitaria que Tapia interesaría destacar en los asuntos presentados. A través de las narraciones del periodo seco de la Cuaresma de 1888 se nos presenta, como parte del saldo de la lectura, la descripción de alternantes escenarios a través del tiempo, en distintos puntos de la geografía insular de importancia mayor en la muestra del panorama histórico y social de Puerto Rico durante el periodo cubierto.
Las memorias aludidas presentan la hacienda cafetalera en Yauco mediante las labores atendidas en ella por cada una de sus habitantes: la propia Julia, Bonifacia, Lucía, Catalina, Carmen, y Justina. Sus aficiones e inquietudes revelan distintos perfiles del carácter y genio de cada una. Es mediante la visión y los pronunciamientos de parte de estas mujeres que conocemos del discurso ético, social y político de la autora de la novela. Pero la hacienda no es una más entre varias. El latifundio cuenta con la presencia de una especie de jardín secreto, de configuración y composición tangencial con el misterio y los enigmas imprecisables. Un jardín prácticamente amorfo, de poderes no del todo comprendidos, mantenido por la propia Julia, y que el personaje describe, atiende y resguarda como una metáfora pletórica rica en símbolos. Del jardín y Julia afloran aquilatables mensajes ambientales; un espacio que pretende enseñar a cultivar la identidad en plena libertad; la capacidad que tenemos para transformar nuestro entorno cuando le ponemos convicción en algo tan simple como plantar semillas o plantar memorias, semillas de vida que contienen todo el Universo, el mismo que poseemos cada ser.
Será en esta hacienda que el encuentro entre Julia y ambos botánicos alemanes tendrá lugar, por separado cada uno de ellos en el tiempo. Estos personajes son justamente: Hans Adalbert Binder y Paul Sintenis. El primero, de corte imaginario, destella trasuntos de la literatura germana. Su apariencia fisonómica resulta casi imperceptible ante su piel semi invisible y sus ojos azules de penetrante calado. El segundo, por su parte, resulta de presencia verídica en Puerto Rico para el mismo intérvalo cronológico de la novela, justamente entre 1884 y 1887. Sintenis exploró múltiples rutas de la geografía puertorriqueña, cubriendo sus altas elevaciones y coleccionando miles de especímenes botánicos con los cuales se describieron en Alemania decenas de nuevas especies para la ciencia. Sintenis, cuyo nombre completo fue Paul Ernst Emil Sintenis (1847-1907), es presentado por la autora como alguien parco, de apariencia recia, mas con un carácter intrépido.
Ambos visitantes llegan hasta Puerto Rico encomendados por separado por sus respectivos mentores. El Rey Ludwig de Baviera, en el caso de Hans, o el botánico también alemán, Ignatius Urban, vinculado al Jardín Botánico de Berlín, en el caso de Sintenis. Los botánicos arriban con el objetivo de explorar y herborizar en la isla en búsqueda de plantas desconocidas aún por la ciencia, o de particular valor para esta y para la humanidad. En el caso particularmente de Hans, le correspondía encontrar y colectar una planta cuyas infusiones tuviesen la capacidad de producir un efecto de alegría seguido por la ecuanimidad. Pensemos en la planta con la cual lograr el olvido del sufrimiento, una que quizás no hubiese sido descubierta nunca. Ludwig, el rey mentor, interesaba disponer y controlar esta planta narcótica y ponerla a la disposición de personas en Europa pertenecientes a todo tipo de clase socioeconómica. La planta la habría de encontrar Hans, precisamente en Las Planadas, un paisaje montañoso y forestado en la Sierra de Cayey. El texto novelístico describe el hallazgo de la planta narcótico bajo un lenguaje de fuerte visión poética que logra la visualicemos bajo el efecto que la planta irradia ante el particular nivel de vibración difusa y temblorosa que pareciera caracterizarla, semejante a un pequeño liquen sobre rocas donde podría o no encontrarse; y sin un nombre común ni científico asignado más allá del término PLANTA. El ente vegetal descubierto habrá de ser investigado más tarde en experimentos con ratas colectadas en San Juan por Paul Sintenis, confirmándose su efecto esperado una vez colectado por parte de Hans. La planta narcótica de la alegría habrá de usarse en escenas más cerca de la conclusión de la novela con resultados prometedores dentro de las circunstancias de riesgo que habrá de verse implicada la salud de algunos de los personajes, incluido el propio Hans.
Las memorias de Julia brindan también un trasfondo histórico de la figura de Carolus Linneus, el célebre naturalista sueco del Siglo XVIII, bajo cuya labor se crea el sistema de clasificación de los seres vivos del planeta, aún en uso hasta nuestros días. Este sistema de clasificación de toda la biodiversidad bajo varios rangos jerárquicos debería recoger las relaciones filogenéticas entre las especies y grupos de estas como resultado de los procesos evolutivos que la ciencia natural ha planteado por más de un siglo. Mediante la memoria de Julia en torno a Linneus, la autora de la novela brinda un marco referencial para la lectura de su texto con el cual comprender mejor el diario operar de los botánicos taxónomos, como los pertinentes en su novela; sus búsquedas apasionadas de plantas desconocidas, y la preparación de colecciones mediante múltiples especímenes prensados y desecados. Partiendo de este logro programado, los botánicos describirán, nombrarán y documentarán la existencia de las plantas en el planeta, su procedencia o distribución geográfica y colocarán colecciones de referencia en centros de investigación como referentes para el conocimiento de la población humana. Marta Aponte Alsina coloca a Linneo dentro de un relato profuso en temas de incuestionable trascendencia, en que se singularizan su biografía y amplia obra, las particularidades del clima en la Europa en que habitó, así como la historia regional en que su vida en amplia escala tuvo lugar, bajo un marco combinado de fidelidad histórica y científica, tanto como ficción cautivadora.
Las memorias recogidas por Julia en sus apuntes también nos indican la investigación por parte de la autora de la novela con relación a figuras de la historia natural verídica ocurrida en Puerto Rico durante la década de 1880. Julia expone relatos en que destaca a tres figuras alemanas fundamentales cuyas labores en las ciencias guardaron relación con la exploración, identificación y documentación de parte de la biodiversidad macroscópica de Puerto Rico. El previamente mencionado botánico explorador, Paul Sintenis; el curador del Jardín Botánico de Berlín y taxónomo de plantas, Ignatius Urban; y el abogado mercantil, etnógrafo y comerciante, vicecónsul de Alemania y Gran Bretaña en Mayagüez, Karl Wihelm Leopold Krug. Este último, residente en la isla desde 1857, luego de retirarse de su vida de comerciante en 1876, se dedicó a colectar especímenes de plantas e insectos de la isla, y, posteriormente, a financiar la estadía de Sintenis durante sus tres años en Puerto Rico. Muchas de las clasificaciones otorgadas a las colecciones logradas por Krug, al igual que las de Sintenis, prevalecen hasta nuestros días. No obstante, la presencia y méritos de otras figuras históricas nacionales que dedicaran sus vidas al quehacer científico es validada por las memorias de Julia. Menciono a manera de ejemplos a Ana Roque [de Duprey] y a Agustín Stahl, aunque no se obvian otras figuras asociadas a nuestra historia natural durante el periodo cronológico de pertinencia, como el abogado canario residente en Yauco y colector de plantas, Domingo Bello y Espinosa, y la esposa puertorriqueña de Karl Wilhelm Leopold Krug, Gertrudis, conocida bajo el apodo de Tula, compiladora, realmente mientras vivió en Mayagüez, de ilustraciones y datos etnobotánicos puertorriqueños.
Las reflexiones de Julia abarcan diversos temas, entre ellos, el ensamblaje de los procesos y las gestiones que persiguen la documentación de la existencia e identidad de las plantas, y sus servicios para el avance de la ciencia y del bienestar humano. Su juicio ético o crítico en torno a los herbarios y a la geometría rígida y monótona de los jardines botánicos europeos, contrastantes con el propio en la hacienda yaucana, es materia de ponderación cabal. Su pensamiento incide de manera filosófica dentro del discurso del texto, impartiéndole una dimensión de trascendencia y creatividad dentro y fuera de los límites de la historia. La novela incita a cualquier buen lector, detenerse y plantearse, cómo remirar el tema botánico a través de nuevos lentes propios de la creatividad literaria que nos comparte este texto novelístico.
Finalmente, la trama nos presenta aspectos del funcionamiento político y social del Puerto Rico urbano o capitalino, entre 1882 y 1888, bajo el régimen español, como parte de las memorias narradas por Julia. Los personajes de los botánicos alemanes abarcan ámbitos espaciales que trascienden los paisajes silvestres explorados a través de su tiempo en Puerto Rico. La historia narrada los ubica tanto en Guayama bajo el funcionamiento de una pensión familiar en que se hospedan, así como en el San Juan sede de la Capitanía General Española en la isla. De las experiencias vividas en estas ciudades, los visitantes interaccionan con distintos personajes dentro de la plantilla social y económica de cada una de las ciudades. Interesante resulta al lector que la autora traiga hasta la trama a nuestro Francisco Oller y Cestero y nuestro pintor mulato, Pío Casimiro Bacener; del encuentro con estos pintores, los botánicos derivarán su apoyo artístico mediante la confección por ellos de ilustraciones pictóricas para, al menos, parte de su material botánico colectado en Puerto Rico. Asimismo, experimentarán en carne propia el clima represivo reinante impuesto por el poder español. Hans, por ejemplo, será apresado en los calabozos en El Morro por adjudicársele una supuesta misión como espía en la isla contraria a los intereses del orden y progreso del Estado; esto, ante sus rarezas fisionómicas y comportamiento casi taciturno, permanentemente anclado en el pasado. Por su parte, Paul Sintenis, explorara el San Juan de la época, uno al parecer, con una alta densidad poblacional, problemas de control salubrista, y de pobre higiene en las calles. Por su carácter asertivo y diestro, Sintenis logrará burlar la vigilancia militar en El Morro y llegar hasta la celda en que Hans yace casi muerto; lo liberará y devolverá hasta la hacienda en Yauco en que recibirá un cuido reparador especial por parte de la fuerza femenina que en el enclave habita. Entre los alemanes visitantes y la fuerza femenina en la novela se abren matices de romances que no logran alcanzar a cerrar el círculo fielmente concéntrico con el amor correspondido o la pasión en desenfreno. Las distancias culturales e identitarias y la motivación por el cumplimiento con la labor científica pueden lograr ser barreras de fuerza adversas a la canalización del ímpetu carnal.
El epílogo con que cierra la obra actúa de recapitulación reflexiva por parte de Julia, cinco años con posterioridad al tiempo de sus memorias de 1888. Este cierre enfoca la visión amplia del sentido ulterior de cada tema principal de la novela que de alguna forma ha de estar vinculado al mundo de las plantas, sus diásporas o entidades de desplazamiento y ocupación espacial prospectiva y potencial, indetenibles; sus identidades y facultades; las fuerzas que el mundo vegetal ejerce en el jardín sin fijeza o el bosque tropical que le albergue. Un texto atento al proceso humano acarreado por los personajes de la novela, aquellos en búsqueda de la emancipación de sus respectivas tribulaciones, o del logro culminado que enfrentará nuevas fronteras de reto y decepción para la isla en que acontece la historia literaria.
El texto literario Los Botánicos Alemanes es mucho más que un acercamiento de evidente creatividad sobre hechos históricos conocidos hasta ahora principalmente por nuestra población diestra en los antecedentes botánico-históricos de la biodiversidad patrimonial puertorriqueña. Es un texto que nos brinda una visión panorámica elocuente de nuestra isla en un momento cronológico clave en que se perfilaba el desarrollo de relevantes expresiones políticas, científicas y artísticas de nuestra población. La autora nos comparte un testimonio devocional por nuestro lugar de origen; por las luchas y expresiones de la mujer desde antaño; por los valores de la justicia social; por el rol de la naturaleza; por el fortuito rol solidario de las plantas, capaces de sorprendernos infinitamente. Además, el texto contribuye a mejor conocer el legado de los ancestros de nuestro pueblo. Pareciera emitir un canto a la trascendencia de los gestores de nuestro pueblo, nuestros hombres y mujeres precursores en el ámbito de las artes y las ciencias; de la génesis de nuestra literatura, para nada fofa ni invisible; por el prolífico autor Alejandro Tapia y Rivera, padre de nuestra literatura. Permitirnos leer este texto depara navegar bajo el umbral de un texto formal: sensato, consciente, ingenioso, preciso, equilibrado, de una evidente riqueza estética por su lenguaje y sus imágenes adecuadamente logradas y creativamente visualizadas. Destaco creativo, como suele impartirles a sus textos el latir del germen poético en la prosa narrativa de Marta Aponte Alsina. Un hilo narrativo de versátil estructura. Una historia principal nutrida de diversas historias distintas, pertinentes a intervalos por latencia propia, unas dentro de otras, unas de particular carácter íntimo o autonómico, sin que nos desenfoquemos en la jerarquía regente de los escenarios en que debe prevalecer el saldo mayor de la lectura. Saber medir sabiamente cómo sintetizar un relato de esta clase no es un asunto trivial. Prevalece aún en nuestras reflexiones cómo es Marta Aponte Alsina capaz de integrar en su escritura historias de tal complejidad con claras repercusiones en su respetabilidad y la de nuestras letras nacionales. Sintámonos que hemos podido conocer en vida una figura de nuestras letras de talla mayor.