Arturo Torrecilla disecciona el dilema de los profesores
Publicado: 25 de febrero de 2011
Sugerir que la huelga de estudiantes del verano de 2010 convirtió al Recinto de Río Piedras en un “parque temático” donde lo menos importante era el conocimiento o que en el “Primer centro docente” se banalizó el principio de mérito, requiere un buen equipaje teórico y una notable capacidad de riesgo. Arturo Torrecilla, profesor del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Puerto Rico desde hace 31 años, lo hizo en su libro más reciente, La Universidad de Puerto Rico: El Theme Park del intercambio imposible (Ediciones Puertorriqueñas, 2010), una obra publicada recientemente en la que también efectúa una radiografía del sector docente y de la vulnerabilidad de los intelectuales en estos tiempos hipermodernos. Enigmático, agudo y provocador, Torrecilla conversó con 80 grados sobre su libro y las ansiedades en la UPR.La huelga estudiantil de abril y el verano pasado te llevó a producir una obra en la que utilizas la metáfora del parque temático para interpretar las complejidades y las tramas de la Universidad de Puerto Rico. ¿Por qué recurriste a la idea del theme park?Cuando ocurre la situación huelgaria yo estaba investigando el tema de los parques temáticos. Entonces propongo, para escándalo de unos y sorpresa de otros, que la huelga estudiantil de aquel momento funcionó como una especie de “parque temático”. En términos sociológicos, para que se constituya un parque temático es necesario que se manifieste una curiosidad ciudadana; que haya una comunidad aburrida con su existencia y una sociedad en un estado de relativa abundancia. También tiene que haber gente con tiempo libre. Todo lo anterior, sumado al proceso de tematización de un carácter, como lo fue el caso de los estudiantes en huelga, y la articulación de un hábitat (el campus), dio paso al parque temático de la Universidad. En Puerto Rico ya tenemos la experiencia de las peregrinaciones a “Disney World”, donde la gente va a disfrutar de las tonterías del simpático roedor (Mickey Mouse). Antiguamente teníamos el parque temático en el “primer Hollywood de la crueldad”, la arena romana, donde se iba a observar el suplicio y el tormento de los gladiadores en contra de aquellos que morían en favor de una fe, como pasaba con los cristianos. Allí funcionaba una exhibición de la crueldad en función de un destino que iba a reivindicar a las víctimas. Un parque temático hereda, pues, de ese mundo antiguo. También de la primera modernidad, cuando lo excéntrico, lo raro, los circos y los zoológicos llamaban la atención de las personas. A mi juicio, eso es lo que ocurrió con la huelga del verano en la UPR: se articuló un parque temático en el cual los estudiantes se constituyeron en figuras protagónicas.En el “parque temático” de la UPR sugieres que el recurso de la huelga –que describes como una “depresión colérica”-, se ha convertido en un fin en sí mismo. En un “objetivo” que afecta la producción intelectual y académica en aras de un sentido sindical en el espacio universitario. ¿Entiendes que ambos discursos, el intelectual-académico y el sindical –en términos de la reivindicación de unos derechos laborales- no se pueden compatibilizar?Escribo el libro porque deseaba reflexionar sobre lo que es una huelga y sobre la deseabilidad de que en la academia cohabite, como una especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, un intelectual y un militante en la versión que fuera: sindicalista, político o anarquista. La academia, que históricamente nos permitió llegar al conocimiento desarrollado por los más antiguos, es un vivero de saberes, de inteligencia, de creación cultural y científica. Se funda para que el conocimiento acumulado sirva a las generaciones posteriores para que no repitan los errores de los anteriores. Y cualquier tipo de paralización de ese vivero pone en riesgo la capacidad de prodigar ese conocimiento. La huelga se ha convertido en un fin en sí mismo. De hecho, el profesor Milton Pabón, a quien denominábamos como el “Rector moral”, sugirió en la década del ochenta que poco a poco se había manifestado una migración del lenguaje sindicalista u obrero al mundo de la academia en tanto cerebro social. Por otro lado, sobre la dualidad de los profesores (¿intelectuales o militantes?) creo que somos, ante todo, profesores, pero profesores producto de una historicidad, de un concordato (acuerdo implícito) que data de dos generaciones. En la época de Jaime Benítez, que para muchos fue un “tirano ilustrado”, teníamos una Universidad abierta al mundo, prestigiosa, con una gran editorial, gracias, en parte, a los muchos académicos visitantes que se habían instalado aquí para buscar cobijo y producir obra. Sin embargo, como consecuencia de una serie de factores sociales, políticos e institucionales (como el desarrollo de las clases medias, por ejemplo), hubo una mutación: termina el período de la Casa de Estudios y se pasa del académico-intelectual al profesor-militante. El “acuerdo” –“concordato”- está relacionado con la búsqueda de una paz institucional que no pusiera en riesgo el desarrollo del país. Un ejemplo de eso es el “melonismo”. En ese camino muchos académicos cedieron unos principios ideológicos en aras de una estabilidad (plazas, espacio para publicar, etc.). Es decir, muchos intelectuales militantes fueron cooptados. Y el ideario del académico militante quedó como un culto de memoria… que de vez en cuando se reactiva. Bien sea para negociar asuntos o para fortalecer el gremio. Pero para mí el último fin de la huelga, siendo la UPR un santuario de la izquierda del país, es el reclutamiento de la militancia, no la reivindicación. Porque un día puede ser la cuota y otro día el estacionamiento.En el ensayo eres particularmente severo en torno al papel de los medios de comunicación y de las representaciones que hacen del conflicto en aras del espectáculo. Y hablas del conflicto universitario como un “reality show”, un “freak show” o un “living museum”, en el que lo relevante se trivializa y se simplifica el problema. ¿Crees que se trata de una responsabilidad exclusiva de los medios? ¿Acaso estos no se limitan a “mostrar” lo que ha ocurrido en la institución?El libro sugiere unas pistas al respecto. Fíjate, décadas atrás el imaginario que existía con respecto al militante era el del héroe. Esto, a pesar de que los medios no reflejaban una imagen positiva de los que protestaban. La prensa no favorecía la conflictividad. Por otro lado, en aquella época los estudiantes militantes tampoco salían a las primeras de cambio a buscar a un abogado. Pero ahora estamos en la época de la víctima. Y ahí hay dos actores fundamentales: el campo de los medios de comunicación y el de los abogados. Hoy en día tanto la prensa como los abogados buscan víctimas, tal y como hacen las compañías de seguros. El media se nutre de esas “víctimas” para articular sus relatos. Eso lo saben los militantes, los abogados perversos y algunos sectores de la prensa. Por eso tanto la huelga del verano pasado como el segundo acto que hemos vivido en las últimas semanas es una especie de “Truman Show”, un “reality show” que se ha mantenido por el foco mediático que ha recibido el conflicto. Ahí tienes, por ejemplo, la versión interesada de los periódicos del clan Ferré Rangel (propietarios de El Nuevo Día y Primera Hora), representantes de una burguesía global-provinciana muy nuestra. En resumen, el modo en que los medios representaron el parque temático de la huelga generó, hasta cierto punto, una simpatía generalizada, independientemente de algunos actos violentos de ciertos militantes.Me llamó la atención la parte que dedicas a explicar cómo la “lucha por lo igualitario” ha devenido en lo mediocre. Y sobre cómo, en términos generales, la institución ha dejado a un lado el principio de mérito a la hora de considerar el trabajo de acádemicos, estudiantes y hasta de los no docentes. Ahí hablas de la Universidad de Puerto Rico como una “forma condensada” de Estado de Welfare. Sin ánimo de ser sarcástico, ¿entonces estás convencido de que hemos pasado del principio de mérito al “acomodo razonable” en nuestra institución? ¿Cuánta responsabilidad tiene la dirección de la UPR en ello?La modernidad nos trajo la paradoja de la igualdad, de la sociedad de iguales. Pero ese intento de homogeneizar los grupos sociales también trajo el peligro de la mediocridad. Yo creo que se tiene que abrir la puerta a aquellos que son excelentes en lo que hacen, a aquellos que son remarkable, extraordinarios, que pueden aportar en las artes, las ciencias o el deporte. Esa es la distinción del mérito. El intercambio posible sería aquel en el que a partir de lo que uno aporta en términos de conocimiento u obra recibe un premio. Y ese premio, simbólicamente, es el mérito, es decir, la devolución del privilegio logrado a partir de un producto, de un gesto de creación. Y eso es lo que hace loable una institución de selección de los mejores, como es la universidad. Claro está, la selección de los mejores debe venir acompañada de un impulso democrático, pero siempre desde la idea del mérito. Desde el punto de vista de la Administración, ésta participa de una lógica que sugiere que uno puede tenerlo todo a la vez, cayendo en ese discurso del “acomodo razonable”, literal y metafóricamente hablando. Es decir, que toda persona, no por el mérito, sino por su condición tendría derecho a entrar a la educación superior, un enfoque heredado del populismo del Partido Popular Democrático. Pero aquí el problema es que el mérito se percibe como un elitismo. Para los “militantes” el mérito tiene que ver con el carisma de sus líderes, no con la obra intelectual o la creación científica. Y ha habido una complicidad entre la Administración, que apostó por un rol providencial, de Welfare, y el mundo de la militancia estudiantil, que hizo lo mismo, abandonándose el principio del mérito. Sin embargo, fíjate que en la huelga pasada vimos a los atletas estudiantes reivindicando el mérito (y las exenciones de matrícula). Pero eso no es lo mismo que aquellos que estudian aquí con exenciones de matrícula sólo porque sus padres son profesores o trabajadores. Pero insisto: el problema en la UPR es que hoy en día el principio de mérito se ve como un elitismo.Por otra parte, sostienes que hoy, más que nunca, el intelectual se encuentra en una situación de gran fragilidad. ¿Intuyes alguna salida a ese problema? ¿Cuál debe ser la hoja de ruta?La opción es una convocatoria a pensar nuestra circunstancia. Reconocer el callejón sin salida que significa querer ser profesor e intelectual y a la misma vez querer seguir siendo militante, un “jacobino” (radical y exaltado). También reconocer sin complejos que uno es, ante todo, un intelectual de la academia. Hoy más que nunca la sociedad contemporánea gira en torno al conocimiento. No obstante, hay una gran contradicción: se reconoce el valor del conocimiento pero hay mucho antiintelectualismo, incluso en la universidad. Los académicos también enfrentamos el problema de tener como estudiantes a muchos jóvenes adultos que piensan que se lo merecen todo, personas que pretenden acceder a un saber sin sacrificio y que nos ven a los profesores como mayordomos. Por otro lado, la alta Administración tiene un concepción errónea del aula, viendo al estudiante como un “cliente”. Eso es una aberración del ámbito universitario.Tu libro es sugerente, provocativo e invita a la reflexión crítica. Sin embargo, a mi juicio tu escritura es muy barroca y, hasta cierto punto, hermética. ¿Se trata de una apuesta estética? ¿Acaso la “forma” pretende decirnos algo del “contenido”?Tomo la pregunta con mucho agrado. Te diría que… es mi naturaleza, no puedo evitarlo. Lo más difícil que hay en la vida es uno entenderse. Lo que yo puedo decir con respecto a esa selección de escritura, es que se trata de una reacción a unos modos de redacción muy rígidos y lineales sedimentados en el ámbito de las ciencias sociales. Por eso apuesto por una “ciencia de las soluciones imaginadas”, por una “teoría ficción” o por la articulación de unos “cuentos teóricos”. En el texto no identifico a los “santos”, pero sí describo “los milagros”. Por otro lado, desarrollo un lenguaje en el que el oximoron (combinación de palabras que significan lo contrario, que juntas brindan un nuevo sentido) está muy presente. Conceptos como “Narciso hinchapelotas”, que uso para describir a los estudiantes militantes, están relacionados con ese deseo de interpretar nuestra alucinante complejidad.Finalmente, sé que muchas veces has tenido problemas con sectores de la academia por expresar tus puntos de vista con respecto a la Universidad de Puerto Rico o en torno al nacionalismo en la isla. ¿Cómo te sientes con respecto a ello?¿Qué decirte? En Berlín viví la experiencia del Muro; también viví en Nueva York; en Europa tuve que trabajar como obrero para poder estudiar; fui alumno de grandes maestros; es decir, compartí con gente que arriesgó en favor de un saber. Cada humano tiene su estrategia de inmortalidad. La mía sería aportar esa experiencia en el saber y la vida para que las otras generaciones venideras, que también abrazan el intelecto, puedan fructificar la civilización y hacer que en un país como este, con acceso a la tecnología y al mundo global, pero muy provinciano, logre abrirse a la anchura del mundo. Si eso significa aumentar el número de enemigos, pues, que al menos éstos sean de nivel..google {left:100%;display:inline-block;position:fixed}
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