¿Paso histórico o fracaso épico?
Una lectura crítica del acuerdo de cambio climático de París
parte 1
Completado el pasado 12 de diciembre el acuerdo global de París sobre el cambio climático entre los 195 países miembros de las Naciones Unidas, los dignatarios no esperaron para auto-felicitarse y proclamar su gran logro: un “giro en la historia de la humanidad”, un “paso histórico”, un “salto gigante”, monumental, “el fin de la era de los combustibles fósiles”. Estas palabras fueron repetidas en los titulares de los grandes medios de comunicación, e incluso entre un grupo de las principales organizaciones ambientales del mundo. No faltaron además las celebraciones de ciudadanos/as en los medios sociales, en donde, por ejemplo, una madre comentó que ahora estaba menos preocupada por el futuro de sus hijos.
Siento no poder compartir el ánimo festivo de quienes aplauden desde las gradas (y sobre todo de los que se aplauden a sí mismos). Pero cuando llevamos más de veinte años de negociaciones fallidas (¡desde 1993!)1, con promesas falsas y compromisos incumplidos; cuando vemos que el cambio climático –y en términos generales la cuestión ambiental– se han mantenido en la trastienda de la agenda de los países más adinerados, mucho más enfocados en guerras y en imponer políticas de austeridad neoliberales y acuerdos de ‘libre’ comercio internacionales–; cuando la desigualdad, la marginalidad y el estado de excepción son la orden del día, no es fácil mantener el optimismo por un pedazo de papel.
Pero no es solo pesimismo por la situación actual. Es que, en términos realistas,una lectura al texto del acuerdo no ofrece mucho para celebrar. James Hansen, uno de los padres de la ciencia del cambio climático, llamó al acuerdo un “fraude, una farsa, palabras que no valen nada”.2En esos mismos términos se expresó la organización ambiental Amigos de la Tierra.3 Kevin Anderson, otro científico prominente y subdirector del Tyndall Centre for Climate Change Research de la Universidad de Manchester, lo describió como una “pantomima”4 y lo calificó con un ‘10 de 10 en presentación, 4 de 10 en contenido’. George Monbiot, periodista ambiental de The Guardian, concluyó que “en comparación con lo que pudo haber sido, [el acuerdo] es un milagro; en comparación con lo que debió haber sido, es un desastre”. Y la revista New Internationalist lo catalogó como un “fracaso épico”, al comparar el texto con cuatro criterios establecidos por una coalición de organizaciones de la sociedad civil en el llamado “Examen del Pueblo” (People’s Test):(1) Catalizar reducciones de emisiones inmediatas y dramáticas; (2) Proveer apoyo adecuado para una transformación sistémica; (3) Proveer justicia a los pueblos impactados por el cambio climático; y (4) Enfocarse en acciones genuinas y efectivas en vez de en soluciones falsas.5
Ciertamente el Acuerdo de París es histórico en el sentido de que los países del mundo por primera vez han logrado un consenso sobre ciertos aspectos básicos sobre el cambio climático y sobre la necesidad de actuar (aunque esos puntos de consenso ya existían desde hace mucho tiempo en organizaciones ambientales y científicas). Pero su carácter histórico no debe confundirse con su trascendencia. Como demostraré en este ensayo de dos partes, el Acuerdo de París no contribuye en nada a solucionar el problema de cambio climático, y además representa una barrera alas soluciones reales. En esta primera parte, me enfoco en dos de los problemas principales del documento: carece de compromisos o planes reales para reducir las emisiones de gases de invernadero, y esconde la falta de acción y las políticas contradictorias que predominan en torno a este asunto en los países líderes en emisiones.
Compromisos contradictorios, sin vinculación, ni planes concretos para reducir emisiones
El Acuerdo de París establece como compromiso principal mantener la temperatura del planeta ‘significativamente por debajo’ (“well below”) de los 2 grados centígrados de calentamiento. También establece un compromiso secundario de “perseguir esfuerzos para” (que no es lo mismo que comprometerse a lograr) limitar el calentamiento a 1.5 grados.
Ignoremos por un momento el hecho de que el compromiso de 2 grados no es algo positivo, porque de acuerdo a la ciencia más actualizada, un aumento mayor a 1.5 grados causaría grandes cambios en el clima y tendría impactos muy significativos en la vida humana. El problema es que el Acuerdo no establece ningún compromiso de acciones concretas ni legalmente vinculantes para lograr este objetivo (o sea, para reducir emisiones), sinconsecuencias para su incumplimiento. La base para lograr este compromiso son los planes de reducción de emisiones sometidos por cada país (llamados Intended Nationally Determined Contributions, INDCs) ante las Naciones Unidas (ONU) como preámbulo a la Conferencia de París. Estos planes tendrán vigencia solo a partir del año 2020 y deberán ser revisados cada cinco años, con la meta de ir reduciendo gradualmente las emisiones. El lenguaje del acuerdo final eliminó del borrador del documento fechas y porcentajes específicos para cumplir con la meta de estabilizar las emisiones globales de gases invernadero. En vez, el compromiso final es de detener el aumento de emisiones “tan pronto sea posible” y estabilizarlas en “la segunda mitad del siglo 21”, frases ambiguas que implican que esto podría ocurrir en cualquier momento entre 2050 y 2100. Pero si consideramos que ya alcanzamos un calentamiento global de 1 grado C y que se necesita acción inmediata –en especial para lograr la meta final de 1.5 grados– estos ‘compromisos’ vagos no ofrecen mucho para celebrar. De hecho, el análisis científico es que con la trayectoria actual, para el 2020 ya habremos emitido demasiados gases invernadero como para poder lograr esa meta.
Pero no es solo un problema de falta de concreción: el Acuerdo de París además contiene compromisos enteramente contradictorios, según evidencian los INDCs presentados por los países firmantes. Y es que, según un análisis de la propia ONU, estos compromisos no son suficientes para mantenernos por debajo del aumento de 2 grados centígrados, sino que nos llevarían a un calentamiento global de entre 2.7 y 3.7 grados C, un punto en que el planeta no sería ya habitable.6 Otro análisis denominado el Climate Action Tracker del Potsdam Institute for Climate Impact Research destaca que los INDCs de la Unión Europea y Estados Unidos –los que se supone lideren el esfuerzo de reducción de emisiones y que se pintaron como héroes en París– presentan compromisos inadecuados (entre muchos otros países) para lograr una distribución global justa de la carga de reducción de emisiones (los de China, India, Rusia, y Japón, los otros líderes de emisiones de gases invernadero, son igual de insuficientes). Mientras, son los países menos ricos y con menos emisiones los que se han comprometido a tomar las acciones más abarcadoras.7
Acciones ausentes e incompatibles para una transformación sistémica
Aun asumiendo que los INDCs establecieran (en papel) una reducción de emisiones suficiente para contener el calentamiento global, hay un problema mayor recurrente en las negociaciones globales del cambio climático: la voluntad política y económica para implementar acciones concretas que lleven a esas reducciones. Como han apuntado diversos estudios, para alcanzar la meta de 2 grados C se requieren acciones drásticas e inmediatas, una transformación total en nuestra forma de producción y consumo, de un sistema capitalista que depende de un crecimiento continuo, destruyendo recursos y quemando combustibles fósiles.8 Y esto a su vez requiere de un compromiso político y financiero sin precedentes. No obstante, si miramos hacia los países ricos y con mayores emisiones (repito: ¡luego de 20 años de hablar de atajar el cambio climático!), con contadas excepciones, vemos muy poca acción donde han puesto la palabra. En general, las políticas climáticas oficiales de los países líderes en emisiones de gases invernadero (responsables del 70% de las emisiones globales) permanecen hoy día “débiles” en comparación con lo que debieran ser.9
Uno de los pasos necesarios es una moratoria a la extracción de combustibles fósiles. Se estima que para lograr contener el calentamiento global se necesitaría dejar de extraer cerca del 80% de las reservas globales de estos combustibles (80% de carbón, 50% de las reservas de gas y 33% de las reservas de petróleo) – las fuentes primarias de energía hoy día.10 En países líderes en producción de energía de carbón, como Estados Unidos, Australia y Rusia, el 90% de las reservas de este mineral tendrían que mantenerse bajo el suelo. De ahí que uno de los lemas del movimiento ambiental global sea “keep the oil in the soil, and the coal in the hole”.
Para hacer esto efectivo, hace falta (entre otras cosas)11 una transición masiva y a corto plazo a fuentes de energía renovables, lo que a su vez requiere de una cantidad de inversiones (en energías renovables) y desinversiones (en energías fósiles) enormes. No obstante, los flujos actuales de dinero de los países ricos (del llamado Grupo de los 20) muestran un compromiso con la continuación de la economía fósil. En el Acuerdo de París, los países ricos se han comprometido a “movilizar” $100 billones al año para apoyo a los países menos ricos para reducción de emisiones y acciones de adaptación a los efectos del cambio climático. Esta cantidad palidece en comparación con los $5,300 billones anuales en subsidios que los países del G-20 ofrecen a las corporaciones de combustibles fósiles (China, Estados Unidos, India, la Unión Europea, Rusia y Japón lideran estos subsidios).12 De estos subsidios, $88 billones anuales son solo para exploraciones de nuevas reservas;13 mientras que las corporaciones mismas gastan cientos de billones anuales ($679 en 2013) en estas exploraciones. Los $100 billones del Acuerdo de París tampoco comparan con los $600 billones anuales que gasta Estados Unidos en su ejército, o los más de $2 mil billones ($2 trillones) que ha gastado dicho país en salvar a los bancos. Más importante aun, los $100 billones no son ni una quinta parte de los $800 billones anuales que se estima que se necesitan para reducir emisiones con proyectos de energía renovable ($670 billones/año) y para adaptación a los impactos inevitables del cambio climático ($100 billones/año). En resumen, en una economía donde “el dinero habla”, los países ricos han dado un grito: tienen muy poco interés en financiar la transición energética, mucho menos la adaptación.
El tema de los subsidios es solo un ejemplo de cómo las políticas nacionales de muchos países hoy día contradicen directamente sus compromisos de reducción de emisiones de gases de invernadero. Como observa Monbiot:
“Progressive as the outcome is by comparison to all that has gone before, it leaves us with an almost comically lopsided agreement… In Paris the delegates have solemnly agreed to cut demand [of fossil fuels], but at home they seek to maximize supply.”14
En Estados Unidos, por ejemplo, mientras celebrábamos la victoria contra el proyecto Keystone XL (un supertubo que llevaría alquitrán o brea (tar) de Canadá a Estados Unidos), la Administración de Obama estaba calladamente aprobando otros proyectos similares. De hecho, en los últimos años, este país ha tenido un “renacer” de la producción de petróleo y gas natural,15mientras la energía renovable produce menos de 10% de su electricidad. Y en diciembre pasado, el Congreso aprobó eliminar la prohibición legal de exportar petróleo de Estados Unidos a otros países. Esta movida llevaría a un aumento de producción nacional de 3 millones de barriles de crudo diario.16 En este contexto, un estudio reciente concluyó que las acciones tomadas al momento en ese país son insuficientes para que el país pueda cumplir su compromiso de reducción de emisiones,17 un compromiso de por sí débil (solo 27% reducción de emisiones en comparación con el año 2005).
Por lo que respecta a Europa, la región ha fracasado en cumplir sus metas del Protocolo de Kioto, y continúa siendo altamente dependiente de los combustibles fósiles. Al día de hoy menos de 13% de la energía de esa región es de fuentes renovables. En antesala a la Cumbre de París, los gobiernos de la Unión Europea fijaron como meta tener apenas 27% de su energía de fuentes renovables para el año 2030, un objetivo sumamente inadecuado para lograr una reducción sustancial de emisiones de gases de invernadero.18 Los planes nacionales sobre mitigación de emisiones de la Unión, desarrollados para cumplir con los compromisos de Kioto, han sido catalogados como un ejercicio de “llevar cuentas” más que políticas de gobernanza del cambio climático.19 Holanda tiene una de las economías con mayor intensidad de uso de combustibles fósiles en el mundo; mientras que Noruega, país percibido como líder ambiental global, es antes que nada líder en producción de petróleo y gas natural, que exporta a otros países europeos.20 Inglaterra, por medio de su Ley de Infraestructura, estableció en 2015 un mandato legal de maximizar la recuperación económica de la producción de gas y petróleo. Y Francia es líder mundial en energía nuclear (cerca del 75% de la electricidad del país), una fuente sumamente problemática, pero que el gobierno francés continúa ofuscado en promover y fortalecer.
Entre los llamados países emergentes, Brasil, que ha hecho alardes de su compromiso de reducir la deforestación, lleva años siendo el país con más asesinatos de personas defensoras de esos mismos bosques y tiene planes de construir cerca de 250 represas hidroeléctricas en el Amazonas (con financiamiento europeo y norteamericano), inundando millones de hectáreas de dicho ecosistema. Y en México –uno de los supuestos líderes latinoamericanos contra el cambio climático– una reforma energética del 2014, lograda en gran parte gracias al fuerte cabildeo del gobierno y corporaciones estadounidenses, tiene como objetivo incrementar masivamente la producción de petróleo y gas natural.
El clima contra el libre comercio
Un ejemplo claro de cómo las políticas gubernamentales actuales contradicen directamente los objetivos del Acuerdo de París es la política y régimen internacional del mal llamado ‘libre comercio’ entre países, representados por los acuerdos que rigen la Organización Mundial del Comercio, y por acuerdos regionales, como el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica. Y es que hoy día, cualquier acción gubernamental en el marco del Acuerdo se enfrentará a este régimen internacional que tiene mucho más peso legal, político y económico. Contrario al de París, los acuerdos de libre comercio son legalmente vinculantes, contando incluso con tribunales internacionales que dirimen diferencias entre países y ordenan acciones. En los últimos cinco años los países más ricos han comenzado a usar estas reglas comerciales para atacar programas de sus competidores que buscan combatir el cambio climático.21 Entre estos programas están aquellos que buscan apoyar la energía renovable. En 2010, por ejemplo, Estados Unidos retó los programas de subsidios de energía renovable de China e India argumentando que eran barreras al libre comercio. China, por su parte, retó legalmente en 2012 varios programas de energía renovable de la Unión Europea. Mientras, la Unión Europea y Japón lograron invalidar un programa de apoyo a empresas de energía solar en Ontario. Corporaciones también han utilizado estos acuerdos para demandar a países por “inversiones perdidas” cuando no les han permitido extraer combustibles fósiles.22 En 2012, por ejemplo, una compañía petrolera llevó un caso contra la provincia de Quebec por su moratoria contra el fracking de gas natural. Ese mismo año Ecuador fue ordenado por un tribunal internacional comercial a pagar $1.8 billones a una empresa petrolera por cancelarle un contrato, mientras que El Salvador se encuentra en un litigio similar por $284 millones, más del total de ayuda foránea que recibió en 2014. Y apenas comenzó el 2016, TransCanada -empresa que buscaba desarrollar el Keystone XL- demandó a Estados Unidos por $15 billones por sus inversiones y ganancias futuras perdidas en el proyecto.23
De este modo, los acuerdos comerciales internacionales tienen un claro efecto de inhibir acciones para combatir el cambio climático. Más aún, al promover mayor movimiento de carga internacional y el movimiento de empresas a lugares con estándares ambientales más laxos, estos acuerdos facilitan un incremento en las emisiones;24 el transporte internacional es responsable de 33% de las emisiones globales relacionadas al intercambio comercial, y 75% de las emisiones de la manufactura.25La hipocresía de países como Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea es que mientras dedicaron unos meses a hablar bonito sobre la necesidad de atender el cambio climático, por la puerta trasera han estado impulsando tres grandes acuerdos comerciales: uno entre Estados Unidos y un conglomerado de países asiáticos (el ‘Trans-Pacífico’, TPP), uno entre la Unión Europea y Estados Unidos (el TTIP) y otro entre la Unión Europea y Canadá (el CETA). De ser aprobados, estos acuerdos crearán condiciones aún más difíciles para atender el cambio climático.
En el caso del TTIP, crearía la ‘mayor zona de libre comercio del mundo’. A pesar de que las partes han intentado mantener el documento en secreto (en un obvio intento de coartar la participación informada de la ciudadanía), se han obtenido borradores de los cuales se desprende que el TTIP: facilitaría aún más las demandas de corporaciones contra países por regulaciones ambientales, incrementaría el comercio internacional (y por tanto, las emisiones de gases invernadero de dicho sector), aumentaría la producción, consumo e intercambio de combustibles fósiles, y promovería la desregulación ambiental.26 El acuerdo de hecho ya ha discutido eliminar la prohibición que existe en Estados Unidos a la exportación de petróleo; así como una directiva europea sobre la calidad del combustible de transportes, que busca reducir las emisiones de gases invernadero de ese sector. Esos dos cambios abrirían la puerta para poder usar el altamente contaminante alquitrán (producido en Canadá y procesado en Estados Unidos) en Europa. El TPP, que fue negociado de forma igualmente secreta y aprobado el pasado octubre por las partes (ahora en espera de ratificación), tendría los mismos efectos.27
Estos casos nos muestran además la influencia de las corporaciones petroleras y entidades aliadas en negociaciones internacionales. Menos de un mes antes de la Cumbre de París, una investigación del periódico The Guardian reveló que la Unión Europea ha estado colaborando estrechamente con el sector petrolero para que el capítulo sobre energía del TTIP sea hecho a su medida.28
En conclusión, el Acuerdo de París promete muy poco en comparación con lo que se necesita hacer para atajar el cambio climático, y esas promesas quedan en entredicho al observar las acciones de los países, que valen más que mil palabras. En ese sentido, podría decirse que el Acuerdo fue más un espectáculo mediático, una pantomima, dirigido a pretender hacer algo para acallar críticas y hacer muy poco o nada. En la segunda parte del ensayo, argumentaré que el Acuerdo además establece soluciones probadamente fallidas para atender el calentamiento global, impidiendo la implementación de soluciones efectivas. En adición, por las razones antes expuestas, celebrar el Acuerdo de París hace daño a la estrategia política necesaria para atender el cambio climático. Hace falta, por el contrario, expandir las voces y acciones del movimiento de justicia climática global que cuestionan los falsos consensos en los que se fundamenta el Acuerdo y que proponen una transformación de raíz del sistema que nos ha llevado a la crisis actual.
- En 1992, en Río de Janeiro, se creó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC por sus siglas en inglés) para organizar los trabajos conducentes a un acuerdo que atendiera el problema del cambio climático mediante una reducción de las emisiones de gases de invernadero. Como parte de dicha Convención se establecieron conferencias anuales de las partes (Conference of Parties, COP). En la tercera COP, en Kioto (1997), se firmó el Protocolo de Kioto, en donde 37 países del llamado Anejo 1 (los países más ricos) se comprometieron a reducir sus emisiones en un 5% por debajo del nivel de emisiones de 1990, en el periodo de 2008 a 2012 (un compromiso sumamente inadecuado, pero que aun así no cumplieron). En 2012 estos países se comprometieron a una reducción de 18% por debajo de las emisiones de 1990 en el periodo de 2013 a 2020. [↩]
- Milman, O. “James Hansen, father of climate change awareness, calls Paris talks ‘a fraud’”, The Guardian, 12 de diciembre de 2015. La cita completa lee: “It’s a fraud really, a fake…It’s just bullshit for them to say: ‘We’ll have a 2C warming target and then try to do a little better every five years.’ It’s just worthless words. There is no action, just promises. As long as fossil fuels appear to be the cheapest fuels out there, they will be continued to be burned.” [↩]
- Véase también Roos, J. (2015), “Three reasons why the Paris climate deal is a fraud”, ROAR Magazine,14 de diciembre [↩]
- Anderson, K. (2015) “Talks in the city of light generate more heat.” Nature News, 528, 437. [↩]
- Véase también McKibben, B. (2015) Falling Short on Climate in Paris, New York Times, diciembre 13. [↩]
- Harvey, F. (2015) “World’s climate pledges not yet enough to avoid dangerous warming – UN”, The Guardian, 30 de octubre. Véase además el análisis de Climate Action Tracker: http://climateactiontracker.org/countries.html [↩]
- Varios (2015) Fair Shares: A Civil Society Equity Review of INDCs. [↩]
- Véase: Klein, N. (2014) This Changes Everything: Capitalism against the Climate, Simon & Schuster; Local Futures (2015) Climate change or system change; O´Brien, K. and Sygna, L. (2013) “Responding to climate change: The three spheres of transformation.” Proceedings of Transformation in a Changing Climate, junio 19-21, Universidad de Oslo, Noruega (pp.16-23); Pelling, M., Manuel-Navarrete, D., y Redclift, M. (Eds.). (2012). Climate change and the crisis of capitalism: a chance to reclaim, self, society and nature. Londres/Nueva York: Routledge. [↩]
- Compston, H., y Bailey, I. (2014). “Climate policy strength compared: China, the US, the EU, India, Russia, and Japan.” Climate Policy, en prensa, 1-20. [↩]
- McGlade, C. y Ekins, P. (2015), “The geographical distribution of fossil fuels unused when limiting global warming to 2 °C”, Nature 517 (7533), 187-190. [↩]
- También se requeriría transformar el sistema de producción agro-industrial global (responsable de cerca de 33% de las emisiones globales de gases de invernadero) y reducir sustancialmente los niveles de consumo y de exportación e importación internacional de bienes. Sobre el problema de la agricultura y el modelo agro-industrial en referencia al cambio climático, véase GRAIN (2015) The Great Climate Robbery. Sobre el asunto de la transportación internacional como fuente de emisiones –otra gran fuente contribuyente del cambio Cadarso, M.A., López, L.A., Gómez, N., y Tobarra, M.A. (2010). “CO2 emissions of international freight transport and offshoring: measurement and allocation.” Ecological Economics, 69(8), 1682-1694; Cristea, A., Hummels, D., Puzzello, L., y Avetisyan, M. (2013). “Trade and the greenhouse gas emissions from international freight transport.” Journal of Environmental Economics and Management, 65(1), 153-173 [↩]
- Coady, D., Parry, I., Sears, L. y Shang, B. (2015) “How Large Are Global Energy Subsidies?” IMF Working Paper 15/105. [↩]
- Bast, E., Shakuntala Makhijani, S., Pickard, S. y Whitley, S. (2014) The fossil fuel bailout: G20 subsidies for oil, gas and coal exploration. Overseas Development Institute y Oil Change International. [↩]
- Monbiot, G. (2015) “Grand promises of Paris climate deal undermined by squalid retrenchments.” The Guardian, diciembre 12. [↩]
- IEA Country Fact Sheer: United States [↩]
- Lee-Ashley, M. y Cassady, A. (2015) “The Environmental Impacts of Exporting More American Crude Oil”, Center for American Progress, agosto 21. [↩]
- Hausker, K., K. Meek, R. Gasper, N. Aden, y M. Obeiter (2015) “Delivering on the U.S. Climate Commitment: A 10-Point Plan Toward a Low-Carbon Future.” Working Paper. Washington, DC: World Resources Institute. [↩]
- Levy-Abegnoli, J. (2014) “MEPs highly critical of new EU climate and energy targets”, The Parliament Magazine, octubre 27. [↩]
- Casado-Asensio, J., y Steurer, R. (2015). “Bookkeeping rather than climate policy making: national mitigation strategies in Western Europe”. Climate Policy (en prensa): 1-21. [↩]
- Véase los análisis del sector energético de los países miembros de la IEA: http://www.iea.org/countries/membercountries/ [↩]
- Klein (2014), op. cit. Cap. 2. [↩]
- Provost, C. y Kennard, M. (2015) “The obscure legal system that lets corporations sue countries”, The Guardian, 10 de junio. [↩]
- King, C. y Mauldin, W. (2015) “TransCanada Starts Legal Actions Over Keystone XL Pipeline Denial”, The Wall Street Journal, enero 6. [↩]
- Véase: Peters, G., et al. (2011) Growth in emission transfers via international trade from 1990 to 2008. Proceedings of the National Academy of Science, 108(21): 8903-8908; Arto, I., et al. (2012) “Global Resources Use and Pollution, Volume 1 / Production, Consumption and Trade (1995-2008)”. JRC Scientific and Policy Reports. Bruselas: Comisión Europea. Estas investigaciones demuestran que la gran mayoría de la (pequeña) reducción de emisiones en los países ricos se ha debido, no a acciones reales de esos países, sino a una transferencia de emisiones hacia países menos desarrollados por medio de la migración de industrias contaminantes y, más recientemente, por la crisis económica global. [↩]
- Véase: Cristea, A., Hummels, D., Puzzello, L., & Avetisyan, M. (2013) “Trade and the greenhouse gas emissions from international freight transport”, Journal of Environmental Economics and Management, 65(1), 153-173; Schmitz, C., et al. (2012), “Trading more food: Implications for land use, greenhouse gas emissions, and the food system”, Global Environmental Change, 22(1): 189-209; Bows-Larkin, A. (2015) “All adrift: aviation, shipping, and climate change policy”, Climate Policy 15(6): 681-702. [↩]
- Véase: Transport & Environment (2015) Trade and Energy — Looking beyond hydrocarbons.Nelsen, A. (2015) “TTIP: EU negotiators appear to break environmental pledge in leaked draft”, The Guardian, octubre 23; Dear, M. (2015) “EU-US trade deal will unleash oil sands and fatally undermine climate efforts” The Guardian, noviembre 27; GRAIN (2015) “The secretive trade agreements that could scupper climate change action”, The Guardian, noviembre 30. [↩]
- Véase: Sierra Club (2015) A Dirty Deal: How the Trans-Pacific Partnership Threatens our Climate. Washington, DC: Sierra Club; Page, S. (2015) “Environmentalists: The Trans-Pacific Trade Agreement Is A Disaster For Climate Change” Climate Progress, octubre 5. [↩]
- Nelsen, A. (2015) “TTIP talks: EU alleged to have given ExxonMobil access to confidential strategies”, The Guardian, noviembre 26. [↩]