¡Cuidado!
¡Cuidado! Esa palabra nos alerta cuando estamos en riesgo. Nuestras madres nos la gritaron infinitamente para guiar nuestros primeros pasos y advertir los peligros de la vida. Ahora la decimos a nuestros hijos con igual intención. La escuchamos cuando actuamos distraídos y alguien que nos quiere bien nos despierta del letargo. La leemos en discursos religiosos y políticos que nos meten miedo.
El filósofo brasileño Leonardo Boff, columna de la Teología de la Liberación y quien nos visitará en Puerto Rico a principios de este mayo, nos enseña que el cuidar al otro es la base de la ética en la naturaleza humana. Reflexiona que la causa de la crisis de nuestra civilización es fundamentalmente la actitud de abandono, de desinterés, de descuido que manifestamos los habitantes de este globo hacia prácticamente todo, comenzando por nosotros mismos y terminando por el planeta.
Boff parece gritarnos ¡cuidado! en su libro Cuidado Esencial: una ética de la naturaleza humana, publicado en el 2007 cuyo mensaje muchos seguimos ignorado, al menos a medias. Cual padre amoroso que ve que los pasos de su hijo necesitan corrección de rumbo, Boff nos advierte que estamos en tiempos cruciales que ameritan un cambio de paradigma en cuanto al cuidado se refiere: “… no estamos experimentando el fin del mundo, de hecho, estamos experimentando el fin de un tipo de mundo”.
Observa que el ser humano moderno ha producido lo que llama el “síndrome Dios” pues se comporta como si fuera todopoderoso en su afán por conocer y dominar todo, lo que a su vez pone sobre sus hombros una enorme presión de ejecutar a perfección ante toda la tecnología y desarrollo disponibles. El hombre se ha aislado y ha descuidado lo esencial en la vida: una espIritualidad no religiosa que le invita a ocuparse por el bienestar de todos, no sólo del propio. “Cuidar no es un acto, es una actitud”, nos dice el sabio teólogo.
Esa advertencia de ser cuidadosos ha retumbado en mi conciencia desde que devoré su libro. Escucho su silencioso grito a cada paso que doy, descuidando algo. ¡Y que descuidados somos! La agitada vida nos hace desatender nuestra alimentación, nuestra salud, nuestros pensamientos, nuestras relaciones. Cuidamos de la boca para afuera el planeta cuando lo seguimos consumiendo a plazos cómodos. Descuidamos al prójimo cuando ignoramos la injusticia social en que vive. Abandonamos la verdad cuando nos acomodamos con la ignorancia. Admiramos el tesón de cuidadores de enfermos terminales que con ternura y compasión atienden al desprotegido y tememos vernos en sus zapatos por desconfiar en nuestra propia capacidad de atender a un ser querido en iguales condiciones.
Cuidar es mucho más que hacer un acto de caridad. Cuidar es ser conciente de uno mismo y del otro, buscando su bienestar. Si no tienes claro lo que eres, es difícil saber lo que es bueno para uno. Limitarse al placer carnal y temporal de esta existencia como medida para estar bien, es desconocer la verdadera naturaleza humana. Y tal parece que muchos la desconocen, o la ignoran… o tal vez la desatienden. Cuando logras una verdadera conciendia planetaria, no puedes estar bien si algo está mal en el mundo. Pero todavía estamos muy lejos de alcanzar ese momento.
Cuando vemos las reacciones a desastres como los ocurridos en Haití y Japón, o cuando no vemos las reacciones necesarias a desastres invisibles que ocurren todos los días por la injusticia, nos damos cuenta de lo descuidados que somos como Humanidad. Nos da pena momentánea, pero no va unida a una acción concreta de cuidar, ni a los afectados ni a los nuestros que pueden estar en igual riesgo. Entre los múltiples episodios del tsunami reciente, YouTube nos transportaba a Japón donde un perro callejero se mantuvo cuidando a otro perro herido hasta que pudo ser rescatado. ¿Cuántos humanos hubieramos hecho lo mismo por un perfecto desconocido?
Dicen que lo mejor de uno surge cuando vivimos lo peor. Tener que esperar el desastre para cuidar lo que queremos no es un acto de inteligencia. Si conociéramos la esencia de nuestra naturaleza humana, cuidaríamos de todo para evitar el desastre. De eso se trata el proceso de aprender y evolucionar.
Cuidamos más los objetos materiales que poseemos que los pensamientos que dañamos a diario con nuestros prejuicios. Hoy, dice Boff, “extrañamos la presencia del cuidado dondequiera y su resonancia negativa se muestra en la mala calidad de vida, la penalización de la mayoría de una humanidad empobrecida, mediante la degradación ecológica y a través de la exaltación de la violencia”.
La visita de Boff será después de concluida la llamada Semana Santa de los cristianos, periodo en que se darán cultos, procesiones, abstinencias y vacaciones. Es un tiempo en el cual por tradición, aun aquellos que se van a las playas, tratan de reflexionar un poquito sobre un hombre que caminó la tierra hace dos mil años y que vino a advertirnos justamente sobre lo que debemos cuidar. Un hombre cuyo mensaje de amor al prójimo ha sido descuidado por aquellos que se enriquecen en su nombre.
Leonardo Boff llegará en breve a nuestra tierra con su grave pero amorosa advertencia: tenemos que convertirnos en cuidadores para sacar a flote lo mejor de nuestra naturaleza y así nos recordará el mensaje, el verdadero mensaje de Jesús. A ver si ahora, que estamos sumergidos en la crisis, lo escuchamos.