¿De qué color es la utopía?
“Lo que sucede aquí puede ocurrir en cualquier plaza de Puerto Rico”, dijo Erizo antes de levantarse de la sombra que habíamos compartido frente a la playa, para seguir con sus quehaceres en el campamento de desobediencia civil que se estableció en el 2005 entre el hotel Mariott y el Balneario de Isla Verde.
Era el 24 de enero. Habían pasado apenas veinticuatro horas del segundo encuentro Defiende tu Playa, cuando varios cientos de puertorriqueños se congregaron para compartir conocimientos y celebrar lo aprendido.
El primer Defiende tu Playa fue en diciembre. No pude asistir; pero Valeria, una niña de ocho años, me contó que allí le enseñaron a construir títeres de papel y cartón, y a contar historias con los muñecos.
Al segundo Defiende tu Playa llegué temprano y vi cómo a partir de mediodía fueron llegando gentes de todas las edades. Unos venían en familia, y seguían con sus neveritas hacia la playa, a celebrar un cumpleaños bajo la sombra de los pinos. Otros eran estudiantes de la Universidad de Puerto Rico. Llegaban poco a poco y se apuntaban para aprender la técnica de construcción de máscaras antigás utilizando pañuelos impregnados en vinagre y padrinos –cuyos fondos se reutilizan como tiestos–, con un lúdico e inolvidable maestro llamado Manny; y a participar en un taller de desobediencia civil impartido por Juan Camacho, Carmen Muñoz, los profesores Jorge Colón y José Solís y varios abogados. En este taller se definió qué es un acto de desobediencia civil y se habló de los antecesores: el filósofo estadounidense Henry David Thoreau, el reverendo Martin Luther King, el líder por la independencia de la India, Mahatma Gandhi y la lucha de Vieques.
Tras la teoría, se pasó a la práctica. Los estudiantes aprendieron cómo planificar un acto de desobediencia civil y qué hacer durante el arresto, tanto si se actúa como desobediente –bajar la cabeza para protegerla y encadenarse unos a otros, agarrándose fuertemente de las manos– o si se está en el grupo de apoyo –uso de cámaras y recopilación de información sobre el oficial de más alto rango y el cuartel a dónde se los llevan.
Más allá había una docena de muchachos y muchachas que, por primera vez, practicaban “canoping” o tirolesa; mientras otros aprendían a tallar higüeras. Había de todo para todos.
La gente seguía llegando. Traían calderos de arroz con gandules, perniles para asar, pollo, refrescos… y los compartían. Muchos no nos atrevimos a practicar la tirolesa, y nos concentramos en la exposición de fotografías con la historia del campamento, antes de disfrutar del concierto de trova y de los tres cortometrajes de alumnos del Sagrado Corazón y los vídeos educativos con los que se cerró la actividad.
Al día siguiente volví al campamento para que me explicaran cómo habían organizado aquella impresionante fiesta. Y Erizo, Taína, Paco y Melissa me explicaron que la convocatoria estuvo a cargo de un grupo que se ha propuesto darle proyección a este importante fenómeno comunitario de defensa de las playas públicas, que ya está siendo estudiado en Cornell University.
Hace más de medio siglo, varias empresas hoteleras se fijaron en la larga playa que se extiende desde la calle Violeta hasta Piñones, para construir tres hoteles. Una poderosa voz dio la voz de alarma a través de cientos de artículos donde le recordaba al país la necesidad de conservar sus recursos naturales. Se trataba de Enrique Laguerre. Un día se disponía a comprar un coco, pero el coquero lo reconoció como la persona que estaba defendiendo el litoral y se lo obsequió. Años más tarde recordaba cómo aquel coco fue el mejor premio que recibió por su trabajo. Pero Laguerre no sólo consiguió un coco gratis, sino que logró que no se construyeran los hoteles y se creara el Balneario Público de Carolina. Los esfuerzos, cuando se hacen de corazón, suelen dar frutos.
El tercer Defiende tu Playa será en febrero. Aquellos que quieran aprender a tallar higüeras, hacer títeres, tomar talleres ciudadanos, ver delfines saltando en la playa o simplemente percibir de qué color es la utopía, pueden contactar a sus organizadores a través de Facebook bajo “Campamento Playaspalpueblo” o llamar a Iris al (787) 727 1021. Esperemos que para entonces el problema de la cuota de la Universidad de Puerto Rico se haya resuelto.