2014 ¡Uyyy!
Gracias a Naomi Klein ya sabemos qué esperar de la doctrina del shock: asustarnos para que nos quedemos pasmados esperando porque los que gobiernan impongan las soluciones y nosotros las aceptemos. Te aturden con la calamidad de la situación y te convencen de que la única solución es la que ellos te presentan, tú la aceptas y todos somos felices.
Se amparan en el voto de la masa ignorante para imponer sus reglas de juego. Entonces, los que no somos ignorantes empezamos a trabajar al margen de esas reglas de juego. Son las minorías las que mueven el mundo. Así se escribe la historia.
La eterna optimista me dice que vamos a aprender más de lo que nos enseñan en este año de 2014. La pragmática me dice que va a ser a puro dolor.
Algún resultado va a ser bueno. Ya está siendo bueno. Nunca había visto a tantos puertorriqueños informándose para discutir la economía del país. Nunca había visto a tantos aceptar que el modelo económico de la colonia colapsó. Con pelos y señales: la colonia se jodió. Ese reconocimiento nada más vale la pena. Pero el colapso es desgarrador para los sectores más vulnerables del país.
Ya no estoy para números. Me marean y me llevan siempre al mismo sitio. ¿De qué valen ya los números si no cuadran de todas maneras?
Todas las colonias colapsan. La nuestra no iba a ser la excepción. Mucho tardó. Y tardó porque fuimos creativos para hacer una que pareciera una nación próspera. Mejor dicho, la metrópolis nos ayudó a construir un espejismo que le sirvió tan bien a sus fines que se le olvidó que existía. Lo que queda es «una ruina colonial de Estados Unidos abandonada en el Caribe», al decir del economista lúcido que es Sergio Marxuach.
Ahora tenemos que salir del pasme. Reconocido el problema hay que moverse para resolverlo.
Son muchos los diálogos cruzados en el debate de cómo hacerlo. Los términos “ajustarse”, “reinventarse”, y “sacrificarse” nos acechan por todos lados junto a la sentencia máxima de que nos esperan decisiones difíciles. Solo falta que citen a don Pedro.
Ya lo entendimos. Vamos a la acción. Pero entonces empieza el titubeo de los que gobiernan, las explicaciones a medias, la tacañería informativa y la insinuación de que lo que nos tienen que decir es tan difícil, complicado y técnico que no lo vamos a entender.
Los políticos hablan para el electorado que han manipulado siempre con sus mentiras y promesas. A ese que no le interesa entender sino aplaudir a su bando y confiar en que de alguna manera los salve de la miseria que se avecina. El rebaño no cuestiona.
La sorpresa que se están llevando muchos políticos es que ahora hay más gente esperando explicaciones que las que ellos están acostumbrados a dar. Quieren información. Quieren entender.
Hay sobre la mesa una propuesta para que el gobierno convoque una comisión nacional multisectorial que provea soluciones a la crisis, mediante un acuerdo de gobernabilidad inmediata con el que nos comprometamos todos. El gobernante debía arrancarnos la mano porque la propuesta es buena.
Si el gobierno no la hace, lo hará la sociedad civil y abriremos el camino a un gobierno paralelo. Suena prepotente y ambicioso. No lo es. Otros países lo han hecho cuando no ha quedado más remedio. No somos menos. Si el gobierno no se percata de la necesidad de esa convergencia a tiempo, llegará el momento en que sea la única salida. Y tendría que aceptarlo si la fuerza representativa de esa mesa de trabajo es lo poderosa que se vislumbra. Hay disposición a sentarse en personajes que el gobierno ni presiente. Si lo hacen, van a tener un poder disuasivo arrollador.
La lista de nombres que se está componiendo para una asamblea de concertación es realmente insospechada. Va mucho más allá de los usual suspects. La meta de esa asamblea sería finalmente la descolonización, aunque su fin inmediato sea la conciliación y el rescate de la solidaridad que nos saque del hoyo mediante un pacto de gobernabilidad.
La población educada sabe que el status es la última coca cola en el desierto. A la izquierda y a la derecha hay claridad y consenso. La colonia colapsó porque tenía que colapsar. Al centro hay resistencia porque implica el fin de su estilo de vida, de su proyecto. A la larga no van a tener otro remedio que reconocerlo, pero mientras tanto, bastaría que reconozcan que necesitan ayuda y no precisamente en sus términos. Que no pueden imponer las reglas del juego y llamar a un diálogo. Que una agenda de auxilio tiene que partir de propuestas libres de electoralismo. Nos unimos para salvar el país primero, nos enredamos en las urnas después.
El Post Antillano propone al gobierno una Comisión de Salvación Nacional. El nombre me da gracia porque me suena al Salvation Army, pero no debo reirme porque eso es lo que es.
Aducen al modelo que estableció el gobernador Pedro Rosselló con la Comisión Especial sobre Vieques. La que se reunió, conversó, hizo vistas públicas y produjo un informe en un mes que fue el detonante para el último tramo de la lucha en Vieques que concluyó con la salida de la Marina.
Para refrescarnos la memoria, esa comisión fue nombrada por Rosselló en mayo de 1999 mediante orden ejecutiva y tenía un nombre larguísimo: Comisión Especial de Vieques para Estudiar la Situación Existente en la Isla Municipio con Relación a las Actividades de la Marina de los Estados Unidos. Esa comisión estuvo integrada por Norma Burgos, Charlie Rodríguez, Aníbal Acevedo Vilá, Víctor García San Inocencio, Manuela Santiago, Sila M. Calderón, Carlos Ventura, Mario Gaztambide y Roberto González. Produjo un informe el 25 de junio con trece hallazgos y trece recomendaciones que estremecieron al país, siendo la primera de ellas la que cambió el curso de la historia oficial: Exigir el cese y desista permanente e inmediato de todas las actividades militares de la Marina en Vieques. Recomendamos así mismo el traspaso ordenado con celeridad de los terrenos en posesión de la Marina para el uso y disfrute del pueblo de Vieques, ante la gravedad de los hallazgos analizados en esta Comisión Especial.
Algunos creen que una comisión de concertación no se concretará hasta que toquemos fondo. O sea, que hay quienes piensan que aún no lo hemos tocado. Lo tocaremos, me dicen, cuando el gobierno tenga que despedir a miles de empleaos públicos porque sencillamente no puede pagar la nómina. Cuando se derrumben los servicios públicos. Entonces vendrán las verdaderas confrontaciones. Grecia.
A los políticos en el poder les molesta mucho que comparemos a Puerto Rico con Grecia. Pero no hay de otra. La deudocracia griega es muy similar a la deudocracia boricua. Un país que vivió una estabilidad artificial a base de endeudarse más y más mientras sus gobernantes ocultaban y maquillaban la contabilidad nacional y saqueaban el tesoro. Cuando el país se enteró lo hizo a cantazo limpio. Y se rebeló a lo bruto. No valió de mucho ya. La situación había llegado al extremo de un aumento dramático en los suicidios, la violencia y la delincuencia. Se disparó la corrupción a niveles extraordinarios.
Un hombre jubilado de 77 años se suicidó frente al Parlamento porque “me niego a buscar comida en la basura” y su imagen recorrió el mundo.
¿Tendremos que llegar a eso para emprender una ruta de regreso? ¿Intervendrá el Congreso para obligarnos a cuadrar la caja a como de lugar restregándonos en la cara su omnipotencia?
El gobierno hace todo lo que cree que debe hacer para evitarlo. ¿Lo logrará? Si su éxito depende de la confianza del país en su capacidad, la respuesta es que no. El país le ha perdido la confianza a fuerza de verlo arrodillado ante Moody’s.
Si su alternativa es imponerle las medidas a martillazos al pueblo como lo hizo con el sistema de retiro de los maestros, la respuesta es que no. Ya los otros sectores están esperando su turno al cadalso. Pero esperan con el cuchillo en la boca. No van a rendirse sin pelear. Nadie quiere perder lo suyo.
Si su fe está puesta en Wall Street y no en su país, la respuesta es que no. Wall Street no es un dios bueno.
Si su actitud es sonreir siempre a la cámara enajenado del dolor que ocasiona, la respuesta es que no. Las sonrisas que se sostienen mucho tiempo se pasman.
Si su plan es mantener contentos a los que le prestan para darse gusto en el triste poder del chulo, la respuesta es que no. Se acabó la fiesta.
¿Que no podemos irnos a la quiebra? Claro que no. Ya estamos en ella. ¿Que no podremos pagar la deuda si no complacemos a Moody’s? Claro que no. Ya no podemos. ¿Que nos degradan el crédito a chatarra? Claro que no. Ya es chatarra. ¿Qué yo soy una simplista? Claro que sí. No hay nada complicado en admitir que esto se jodió.
¿Entonces?
Entonces tocaremos fondo, fondo, fondo, y nos levantaremos sin el gobierno. A menos que el gobierno decida admitir la realidad y aceptar la propuesta de convergencia verdadera.
A menos que se reinvente y haga ajustes ideológicos y de principios como le aconsejan desde el poder al país. Porque cada vez que los gobernantes hablan de reinventarse se refieren a los súbditos. No a ellos. Y es el gobierno el que tiene que reinventarse.
¿Y cómo nos reinventaríamos entonces nosotros si el gobierno no lo hace? A puro golpe de necesidad. Y al margen del gobierno.