Publicado: 26 de junio de 2020
Mientras comías me decías
que sentías
que la muerte quebraría tus talones de
joven.
Que en tu funeral
la soledad velaría
tu cadáver.
Ayer vi el espejo de
siempre.
Allí
en aquel techo.
Me di cuenta de que el vacío rugía en mis
oídos
que mi vida era lentamente aplastada
entre las grietas grises de
dos paredes.
Entonces dije,
con mi terquedad habitual,
que yo sí te iba a recordar.
Esta memoria,
pobre y triste como el nido
del gorrión sencillo.
Como el tabonuco,
firme y perenne.
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