Abracadabra al rescate: “Nuestra Señora de las Nubes”
Por suerte viene al rescate el “counter café” Abracadabra y su producción de la obra del dramaturgo argentino-ecuatoriano Arístides Vargas, ya reconocido como una de las voces dramáticas más importantes del teatro latinoamericano.
Siempre pensé que este trabajo teatral sobre la emigración y el exilio (como uno de los tropos principales de la modernidad, y especialmente de América Latina) conllevaba rasgos particulares isleños. La acción física-metafórica-polirrítmica está escrita no «para» sino «del» trabajo actoral, no «para» sino «del» espacio escénico, y se expresa a través del lirismo, juegos, el espacio esculpido, hilos de sentido y sensibilidad, cuadros vivos y provocaciones a la imaginación que representan un teatro total en escena.
Anteriormente presencié “Nuestra Señora de las Nubes” actuada por Vargas y su compañera Charo Francés –dos cuerpos, con abrigos y maletas de tránsito, en moción sincrónica y diacrónica. Sacan de las maletas todo lo necesario para transformar el escenario abierto en una poesía de sentidos compartidos por todos los que se han traslado, no importa si las razones son políticas, económicas o de otra índole, legal o ilegalmente, de un país o de un continente a otro. Llevan solamente el imaginario de cuentos, memorias y sueños que ya constituyen un hogar cada día menos recuperable, aún cuando fuera posible el regreso.
El montaje de “Nuestra Señora de la Nubes” de La Pata de Cabra está dirigido por Rosa Luisa Márquez. Israel Lugo y Jessica Rodríguez actúan en los papeles principales y hay participación musical y artística de Rafael Martínez y una breve intervención actoral del técnico de escena Héctor Torres. La obra sigue el proceso que el grupo ya antes desarrolló en “¿Cortadito o Capuchino?” (basada en “Los de la mesa diez” del dramaturgo argentino Osvaldo Dragún) que se mantuvo en cartelera por más de un año y medio al ofrecer funciones los miércoles por la noche.
En este caso, en vez de los espacios abiertos que Vargas y Francés llenan de metáforas afectivas, la acción se mueve entre y alrededor del público. Hay una plataforma cerca de la entrada del restaurante en que se encuentra una bicicleta, y un pasillo corre desde allá entre las mesas para llegar al pequeño escenario elevado al fondo del restaurante. La mayoría de la acción se desplaza en esa línea. No obstante, los actores también utilizan el espacio frente al “counter” y, en una breve escena, encima del “counter” mismo como lugares de actuación.
Esta fragmentación del espacio subraya la diferencia principal entre los montajes de Vargas y Francés, y el actual: el espacio abierto se presta a una interpretación más universal. Los viajeros emigrantes pudieron ocupar espacios y encontrarse en casi cualquier centro metropolitano de América Latina, Europa o América del Norte. Su pueblo u hogar —Nuestra Señora de las Nubes—pudiera ser lo mismo o diferente, porque la experiencia es casi igual.
Pero todo dentro de la puesta en escena actual apunta al mismo patrón de migración: puertorriqueños hacia los Estados Unidos y el vaivén identitario de la doble negación de vivir entre un país que deja de existir y otro que roba esa existencia. Por eso esta versión nos presenta una genealogía de dependencia política y también la nueva sección sobre Filiberto Ojeda Ríos y su compañera Beatriz que Vargas escribió específicamente para esta puesta en escena.
El uso de múltiples objetos grandes como la bicicleta y de mano —muñecas, carabelas, candungos, mantas y gorras— también distingue este montaje de los de Vargas. Es un técnica que Rosa Luisa Márquez ha desarrollado luego de varias décadas de ser la directora de escena más meticulosa e innovadora del teatro comprometido y estético en Puerto Rico. Sus trabajos anteriores con obras de Vargas —“Jardín de Pulpos”, “Donde el viento hace buñuelos” y “La razón blindada”— muestra estas características de retar al maestro por insistir en que Puerto Rico luzca tan latinoamericano como los países continentales donde habita la creación teatral de Vargas, Dragún, Yuyachkani y otros dramaturgos y grupos que ella ha presentado a los públicos puertorriqueños.
En este recuento particular de las memorias, historias, personajes y sueños compartidos que constituyen la patria en el exilio, una vez más Israel Lugo nos asombra con la amplitud de sus talentos y destrezas como performero y comediante y su poder magistral de tocar hondamente la crisis existencial de personajes que paulatinamente pierden la memoria del centro de su mundo, su pueblo y hogar. Lo interesante de esta puesta en escena es darse cuenta que esto no requiere la emigración física, que esta pérdida también pasa in situ.
Jessica Rodríguez trae talentos iguales a sus transformaciones de emigrante a abuela, a observadora del pasado y presente de la política colonial. Tal vez aún más que Israel, es su cara que queda como el resplandor crepuscular la imagen que más luce a través de la rueda de la bici, cuando salimos de teatro para re-entrar en las calles de Santurce después de la obra. El sentido de bohemia musical que crea la presencia del músico y a veces actor y pirocoptero Rafael Martínez es muy bienvenido, como es el omnipresente técnico de escena Héctor Torres que también hace su intervención actoral en la obra.
“Nuestra Señora de las Nubes” se presenta en Abracadabra cada miércoles a las 8:00 pm mientras haya público. Anteriormente “¿Cortadito o Capuchino?” se quedó así en escena por un año y medio y, aunque diferente en su tono por tocar más hondamente la tragicomedia cotidiana de la puertorriqueñidad en tránsito, esta nueva obra debe recibir la misma respuesta de públicos hambrientos por un teatro que crea comunidad en la sala y nos permite, como diría Bertolt, “compartir una experiencia”.
Porque Abracadabra también es un ambiente especial, un lugar de compartir con comida buenísima –comí un panini de salmón exquisito—y buena bebida y conversación. Además, todos los empleados del restaurante, incluso Israel Lugo y su compañera como co-dueños, intervienen en el proceso de ambientar y permitirnos habitar cómodamente el espacio. “Abracadabra al rescate” porque nos deja escapar de la neveras, cajones y jaulas de la experiencia teatral normativa. Gracias a todos por liberar y deleitarnos.