Afroboricuas, exclusión y prejuicio
En nuestro país, cada vez con mayor frecuencia, observamos el fenómeno de la trivialización y lumpenización de la comunicación social. A lo anterior contribuyen los llamados “analistos”, de todas clases y tendencias, desde candidatos a un puesto y es de todos sabido, hasta los que dan notas a los alumnos radio escuchas. También están los pagados por el gobierno, quienes critican de vez en cuando al gobernador para hacer cartel, pero son son “tumbólogos” especializados, recipientes de información privilegiada que les facilita el tumbe. Estos no piden nada, sólo que le digan dónde es que hay, de lo demás ellos se encargan. Otros, hasta se cantan patriotas, pero toda su energía y el tiempo disponible lo utilizan para promover los intereses del partido colonial, a pesar de cantarse anticolonialistas. Créanme, no es fácil esta ciencia de detectar “analistos”
Por otro lado, en una variante de la trivialidad está la muñeca, la Comay, que es el programa de TV más visto por nuestro pueblo y se ha convertido en un instrumento importante de creación de opinión pública, utilizado por los politiqueros para aprovecharse de su «rating». Se ha llegado al extremo, que la carta de renuncia del exsenador Arango se presentó en dicho programa como información exclusiva, habiéndosela negado a la prensa, que la solicitó formalmente. Es que no nos gusta el chisme, pero nos divierte y los políticos lo saben. Pero en esta ocasión a Rivera Schatz se le pasó la mano y los periodistas y sus organizaciones tendrán que tomar medidas contundentes sobre este asunto.
En otra manifestación parecida, con alguna variación, lo que botó la bola y rompió el bate fue la portada de El Nuevo Día del viernes 2 septiembre. Se da el manejo de una información tratada de forma mezquina, o quién sabe si por falta de dominio del tema deportivo. Nos presentan la figura monumental de un afroboricua arropado con la enseña nacional, parece más un Dios de ébano africano que un atleta. Está sonriente, jubiloso, así lo estamos todos con su triunfo, pero la mala leche del titular reza «PIERDE EL ORO EN LA META». La maldita costumbre de ver la copa media vacía en vez de medio llena. En el cuerpo de la noticia en las páginas 94 y 95 presentan la fotografía de Javier Culson con las manos en la cabeza, el calce «MIENTRAS EL BRITANICO DAVID GREEN CELEBRA, CULSON SE LAMENTA». Mil veces me he preguntado, si querían convertir un triunfo en derrota.
Un «periodista», en una estación radial, en su inocencia o estupidez, le preguntó al presidente del Comité Olímpico, que si no estaba frustrado, por el desempeño de Culson. “¿Cómo que frustrado? le replicó Bernier, “estamos celebrando”. El tipo que tenía el micrófono, para no llamarle periodista, dijo: «¿Esperábamos oro, no?». Pues, todos queríamos que ganara oro, pero plata a ese nivel es un tremendo logro. No se preocupe que el oro viene porque, como decía mi viejo, el que llega segundo no gana, pero esos son otros 20 pesos.
Este destacado afroboricua de Ponce, nos revive el orgullo nacional, nos da alegrías, nos coloca en el mapamundi, nos ha dado tres medallas de plata a nivel mundial, el único en nuestra historia, con lo que eso significa. Ese muchacho humilde, que viene de una comunidad pobre, la Playa de Ponce, es un héroe deportivo de nuestro país, gozamos sus triunfos y sufrimos sus derrotas.
Javier, proviene y representa a una Nación de 100 por 35 millas, con 4 millones de habitantes. Derrotó a dos gringos y un británico, entre otros. USA nos supera 78 veces en población y Gran Bretaña 12 veces (USA tiene 312 millones de habitantes y Gran Bretaña 49); ambos son países desarrollados e industrializados. Así de grande es el triunfo del representante de la colonia tercermundista.
El negro Javier Culson, ¡y dale con la machaca! permítanme que insista en el calificativo de negro, con una santa «mala» intención. En este país nuestro, racista hasta la médula, se insiste mucho en la TV y en los periódicos cuando un afroboricua es arrestado, se insiste en los calces de las noticias la referencia al color como una rutina para identificar los muertos por igual. ¡Ah! pero no es así cuando le damos los triunfos en el arte (los hermanos Figueroa, Rafael Hernández, Lucecita, Danny Rivera y paro de contar) En los deportes le damos a nuestro pueblo casi todas las alegrías, pero ahí se excluye el color, la «raza», es como si se los quisieran apropiar a través del silencio. Si es importante para unas cosas debiera serlo para las otras también, ¿nos les parece? Lo señalo solo para crear conciencia del fenómeno que vemos como normal pero que no lo es, más bien se trata de una forma de institucionalizar, de afincar aun más un prejuicio una deformación, como lo es el racismo. Igual manejo reciben los homosexuales, los residentes de caseríos y las mujeres aun siendo mayoría en nuestra sociedad, o sea que no solo es un trato reservado para las minorías. Se aplica al sector que ubique, como contraparte al poder económico hegemónico. Hay mujeres burguesas, pero no tienen el dominio y el control de esa clase.
Lo ideal, lo que sería justo, debería ser que la única distinción o referencia que se haga sea a la raza humana, pero no es así y hay doble vara para medir. Cuando se encuentra un tipo acribillado en una cuneta hay que añadirle el colorario “el individuo de tez trigueña”. Ahí te va el eufemismo, pues trigueño es el color del trigo cuando se está secando, es decir, color rubio. En el patrón de exclusión nuestro, todo el mundo entiende que el arrestado o el muerto es un negro o mulato, y nunca falta la coletilla “se presume que el suceso está relacionado con el narcotráfico”.
Ante esta situación de doble vara, los afroboricuas, aunque en forma transitoria, en lo que logramos liberar y transformar esta sociedad, para erradicar todos esos prejuicios y discriminaciones, tenemos que reclamar y resaltar los triunfos de los nuestros, los del pasado y los actuales, porque se les esconden al pueblo con toda intención.
¿Sabía usted que Juano Hernández, fue el primer negro en ser protagonista principal en una pelicula de Hollywood?, luego vinieron todos los afroamericanos que hoy conocemos. Por ejemplo, Sidney Poitier, lo consideraba su mentor y maestro. La orquesta clásica de los hermanos Figueroa, que tanta gloria nos ha dado a nivel nacional e internacional, es una familia afroboricua, de raíz aguadillana por cierto.
Ese mágico compositor de danzas, el mejor de su tiempo, Juan Morel Campos, y otros como Rafael Alers y Juan F. Acosta también lo fueron. Dos grandes pintores de nuestro país, José Campeche, y Pablo Marcano García, para contrastar uno del pasado y uno del presente, son del gajo, como decía mi vieja.
La música popular; que como género no existiría con la fuerza que se manifiesta, sin Rafael Hernández, Pedro Flores, Don Felo (Felipe Rosario Goyco), Catalino “Tite” Curet Alonso, Bobby Rodríguez Capó, Noro Morales, Domingo Cruz, el célebre Cocolía, Lito Peña, Tito Henríquez y paro para no exagerar la nota.
Pensadores y políticos de la talla de Arturo Alfonso Schomberg, que proveyó con sus escritos y su labor de recopilación el material para la serie Raíces, los afroamericanos y lo consideran uno de ellos, pero es nuestro. Ramón Emeterio Betances, padre de la patria, Pedro Albizu Campos, Gilberto, Concepción de Gracia, José Ferrer Canales, Nemesio Canales, el Maestro Cordero, que educó a toda una generación de intelectuales, José Celso Barbosa, Leopoldo Figueroa, Aguedo Mójica, Ernesto Ramos Antonini. Sobre todos ellos, se han escrito libros o se han realizado obras pictóricas, alguna importancia han debido tener.
Una mención aparte requiere Miguel Enríquez. Aquí tenemos que detenernos. Este fue un corsario, que llegó a ser una de las figuras más poderosas económicamente hablando del país en su época; junto a Campeche se le considera las dos figuras más importantes del siglo 18. Enríquez es responsable de que Vieques no sea hoy posesión inglesa. Con su propio pecunio organizó un ejército de negros cangrejeros que rescató a la Isla Nena de los invasores. Supliendo de esta manera las necesidades e incapacidad del estado colonial español.
Poetas y escritores como José Agustín Aponte, José de Jesús Estévez, José de Diego, Enrique Laguerre, nuestro principal novelista, referido como candidato al Premio Nobel, Isabelo Zenón Cruz, que sacudió al país, con su libro “Narciso descubre su trasero”, Luis Rafael Sánchez, Mayra Santos Febres, Jorge María Ruscalleda, todos estos, y los que me faltan, son afro descendientes.
Como se podrá notar no incluyo a deportistas, porque es campo ocupado y recordando que un senador del área este, de cuyo nombre no quiero acordarme, dijo que los negros solo servían para el deporte. Como estoy tocando de oído, sólo con mi mejor recuerdo, mis excusas anticipadas por los que se me quedan, les ruego que la amplíen y no me recriminen, por este somero intento, sé y reconozco que faltan otros igualmente importantes.
Sólo recordarles, por aquello de un toquecito deportivo, que Roberto Clemente, Orlando (Peruchín) Cepeda y Roberto Alomar, todos miembros del Salón de la Fama del mejor beisbol del mundo, son los únicos boricuas en alcanzar esta distinción, nos han dado muchas alegrías y orgullo.
Los afroboricuas somos los primeros puertorriqueños en reconocernos y establecernos como tales en el desarrollo de nuestra nacionalidad, hemos contribuido enormemente a la edificación y desarrollo de este país, desde la construcción de las murallas de El Morro, pasando por la producción agrícola y minera. Hemos ayudado a crear la zapata de nuestros ritmos, música y bailes, la salsa, la bomba y la plena que nos representa en el mundo, teniendo una influencia y una participación muy influyente de los afroboricuas, Maelo, Mon Rivera, Santarosa, Cheo Feliciano, Pete “El Conde” Rodríguez, Cortijo y su Combo, El Gran Combo, con Itier a la cabeza, la familia Ayala.y la Cepeda y otros, se hayan asumido como afrodescendientes o no (ese es otro problema que habría que hilar más fino).
Nuestros triunfos los hemos obtenido con un brazo amarrado y bateando contra un lanzamiento a 95 MPH, no se me ocurre otra imagen para ilustrar el trato de esta sociedad para la población afro. Es tiempo ya de que se nos reconozca y se nos respete. Denunciar el RACISMO, MACHISMO, CLASISMO, es una función obligada de todo aquel que se considere con una conciencia social de avanzada. El peligro que se cierne sobre nuestro pueblo con la tendencia manifiesta a la trivialización y degradación de la información utilizando los medios masivos de comunicación social es real e inminente. No lo permitamos, hay que parar de casco esa tendencia.