Alberto Pérez Pérez: otro periodismo
A lo «público» nos lleva hoy la navegación virtual privada. Cada cual navega en su tiempo individual y su espacio íntimo. Accedemos a las imágenes y discursos políticos, si nos interesan, desde el aparato electrónico personal que hemos comprado.
Pero participamos cada vez menos de lo público a pesar de, y gracias a, la multiplicación exponencial en internet de innumerables mensajes, gráficas, empresas noticiosas y espacios publicitarios e interactivos. Se reduce el mundo público y político.
Crece el universo de relatividades individuales. Con la virtualidad el yo se expande, quizá más entre clases educadas, profesionales y altas, y regiones bajo mayor influencia estadounidense. Los medios, textos e imágenes que circulan en la red son liberadores y a la vez generan individualismo y fragmentación.
En consecuencia el poder se concentra más en el imperialismo global. El estado y el capital tienen ahora más control sobre una población atomizada, pues la información noticiosa es necesariamente organizada por intereses políticos e ideológicos de clases sociales determinadas.
Alberto Pérez Pérez (1945-2016) fue uno de los que abordaron la cuestión crucial de las informaciones que pueblan nuestra vida, su calidad y función organizadora, y cuáles instituciones las seleccionan y difunden. Vio la importancia de la lucha mediática por la información, hoy quizá el terreno más importante de las luchas de clases a escala global.
Pérez fue un intelectual y organizador independentista y socialista. Entre sus variadas tareas asumió, y disfrutó, la de crear un sistema de difusión alternativo a la censura diaria de la prensa colonial y capitalista en Puerto Rico. Estuvo entre quienes configuraron esta tarea con particular ingenio.
Alberto fue periodista, analista y editor. Trabajó en el periódico Claridad, que el Movimiento Pro Independencia (MPI) desarrolló a partir de los años 60. En 1971 el MPI se transformó en Partido Socialista Puertorriqueño (PSP). Pérez fue miembro de la dirección del MPI-PSP; destacó en organización y análisis político; fue representante del PSP en Cuba por algunos años.
En ese espacio social había periodistas, escritores y artistas. Claridad pronto alcanzó alta calidad noticiosa, literaria y gráfica.
Claridad impartía organización y dirección a los militantes y simpatizantes del MPI y PSP, y acercaba a muchos otros a un espacio amplio y pluriclasista. Organizaba, primeramente, al producir noticias. Incluía otros géneros periodísticos —reportaje, investigación, entrevista, producción fotográfica, comentario, análisis—: pero la noticia es unidad básica de la modernidad. En cierto modo produce la realidad misma.
Los periódicos generan información, educación, propaganda y organización. Estas palabras de alguna forma significan lo mismo, son dimensiones de la misma relación. La información que recibimos cotidianamente organiza nuestra vida práctica. A su vez está cargada de la ideología —visión de mundo— que el medio difunde «espontánea» e «inconscientemente», y en este sentido es propaganda. Todo ello es educación: nos hace «cultos»; nos ubica en relaciones de trabajo, estudio, de mercado, privadas, familiares, intelectuales, etc.
La verdad se construye a partir de la hegemonía que clases sociales dirigentes imparten a la sociedad. De aquí resulta el entramado de relaciones que forma un universo significativo.
No se trata tanto de manipulaciones o trucos engañosos como de una lucha entre puntos de vista por informar la realidad social: unos deben demostrarse moral, intelectual y económicamente superiores a otros.
Unidad productiva de la información moderna ha sido la empresa comercial que vende noticias y reportajes a periódicos, estaciones de radio y televisión y a medios virtuales: la agencia de prensa.
Las agencias de prensa producen las noticias que transmiten los medios globales, nacionales y locales. Aumentaron su importancia y número desde principios del siglo XX, según crecieron en el mundo el mercado de noticias y la cantidad de medios. Son conocidas, digamos, la estadounidense Associated Press (AP), la inglesa Reuters y la Agence France Press (AFP).
Los estados más poderosos establecieron pleno control sobre ciertas agencias de prensa, que así se han hecho compañías comerciales y a la vez reproductoras de la ideología y los intereses estratégicos de esos estados. Nutren la prensa, radio y televisión de múltiples países. Son parte del imperialismo.
Los cuerpos de inteligencia del estado establecen su control de la agencia noticiosa —y otros medios— ubicando allí periodistas y directivos; éstos podrían ser agentes a sueldo, pero por lo general meramente participan en la ideología dominante y «nacional», y la reproducen espontáneamente en su labor periodística. Los servicios de inteligencia sólo deben asegurar que cada cual cumpla su función y la selección y estilo editoriales sigan el rumbo deseado.
Por «inteligencia» entiéndase cuerpos dedicados a acumular, analizar y difundir información, de forma mayormente secreta o al menos discreta. No sólo los gobiernos, también movimientos políticos poseen sistemas de inteligencia. Los aparatos de inteligencia tienen a menudo estrecha relación con los cuerpos militares y paramilitares del estado, o del movimiento político que organice sus cuerpos armados.
Los estados socialistas —que también incluyen aparatos de inteligencia— han montado sus agencias noticiosas y medios de comunicación. Por ejemplo Cuba, después de la revolución, creó la agencia noticiosa Prensa Latina. En el mundo actual hay medios noticiosos no occidentales de muy diversas corrientes alternativas.
En Puerto Rico, baluarte del imperialismo norteamericano en el Caribe, los periódicos principales y los noticieros de radio y televisión difunden lealmente el punto de vista ideológico y los datos y énfasis que el gobierno de Washington interesa y las agencias noticiosas estadounidenses escogen y circulan.
Entre los independentistas ha habido pocas dudas de que la CIA, la inteligencia de la Marina y otros aparatos han ejercido control directo o indirecto sobre los diarios El Mundo (1919-1986), The San Juan Star (creado en 1959), El vocero (1974) y El nuevo día.
Como empresas privadas estos medios han tenido empleados y periodistas de diferentes ideologías, incluso de inclinación izquierdista. Pero en la producción noticiosa diaria prevalece la óptica norteamericana. El estado busca que su línea oficial siente la pauta de lo que se entiende normal, informado, verdadero, lógico, razonable, deseable y «natural».
Junto a otros periodistas revolucionarios, Alberto Pérez intentó un sistema noticioso alternativo, de contenido radicalmente diferente a los aparatos imperialistas, que produjera otra verdad, otra visión del mundo, y contribuyera a un espacio político que creciera progresivamente. Claridad sería punto de partida de este espacio.
Pérez creyó en la posibilidad de armar, con perseverancia, instituciones que persistieran a través del tiempo y se hicieran nacionales y populares. Vincularían diversas formas de lucha, medios de prensa y sistemas puertorriqueños de análisis de información e inteligencia. La acción política a veces estaría al margen de las leyes coloniales, pero siempre articulada a la gestión cultural y mediática del conjunto del movimiento.
Un movimiento político estructurado y disciplinado sería el núcleo de donde crecería el espacio, más grande aún, de un estado paralelo al estado colonial, un conjunto de instituciones de una nación puertorriqueña en construcción eventualmente capaz de independizarse (si alcanzaba suficiente legitimidad y poder).
Las comunicaciones que integrasen el movimiento —o «partido»— con el proto-estado nacional, y éste con las clases populares y la sociedad en su extensa complejidad, existirían a partir de medios de prensa que, a su vez, estimularan la creación de otros medios. Idóneo sería tener al menos una agencia de prensa revolucionaria, de alta calidad, que nutriera tal red de difusión.
Estas posibilidades implicaban que los independentistas produjeran instituciones —organizaciones y espacios permanentes— que proveyeran estructura a muchos individuos.
Pero este reto generalmente choca contra la recurrencia independentista (y del país) a tener como medios de difusión sólo unas pocas personas destacadas. La comunicación se recluye en círculos íntimos, con poca expansión entre el pueblo y sin incluir a éste en la producción de instituciones, que por tanto no existen. Se reproduce, pues, una pobreza cultural. Se tiende más al espectáculo y a mirar nostálgicamente al pasado que a la persistencia organizativa y formar intelectuales para un estado alternativo.
Esta tendencia centrífuga ha frustrado la perspectiva orgánica y colectiva que Alberto tenía y representa.
En los 70 Claridad transformaba el periodismo y el tejido cultural de Puerto Rico. Producía noticias y reportajes sobre las condiciones de vida populares, generalmente invisibilizadas en los grandes medios. Desarrolló periodismo investigativo sobre corrupción gubernamental y una amplia gama de temas. Tuvo corresponsales en la Isla y otros países, y una edición de Estados Unidos.
En los conflictos y huelgas Claridad cubría los distintos puntos de vista y especialmente de obreros, estudiantes, marginados, comunidades y otros que la prensa capitalista omitía o disminuía. Informaba la situación del propio movimiento, ignorado por la gran prensa.
La cubierta internacional era importante, pues la colonia sufre aislamiento y ausencia de información sobre las historias y luchas de otros países. El periodismo imperialista evita el por qué de los sucesos, y repite imágenes reduccionistas (los africanos sufren hambre, Latinoamérica significa corrupción y estancamiento, el Caribe es turístico y alegre, los comunistas siempre son poquitos).
Durante la época de Claridad diario, entre 1974 y 1976, su sección internacional sobresalió en calidad, por mucho, respecto a los demás periódicos. Usaba —mediante el télex— los servicios de AFP, Prensa Latina, la agencia española EFE y la soviética TASS. Incluía análisis de periodistas de Claridad y otros puertorriqueños.
Alberto estuvo varias veces a cargo de la sección. Dedicaba atención a República Dominicana y Cuba, y también a Indochina, África del norte y subsahariana, Europa del oeste y del este y América Latina, donde se libraban luchas anticoloniales y las luchas de clases adquirían formas peculiares.
Siendo presidente de la FUPI, alrededor de 1966, Alberto mismo fue objeto de vituperios de los periódicos coloniales; éstos narraban a la FUPI como un grave peligro y exageraban con estridencia su actividad. «Pérez Pérez» fue durante años nombre e icono del terror comunista y la amenaza castrista que desde el recinto universitario de Río Piedras acechaban esta pacífica isla.
Miguel Santín y Combas Guerra, columnistas de El Mundo que cultivaban la desinformación y la calumnia, acusaban sin cesar a la FUPI y a Juan Mari Brás, dirigente del MPI y luego del PSP, atribuyéndoles conspiraciones y conductas de todo tipo.
Era una época en que los grupos independentistas conformaron un movimiento inédito de militancia y protesta —que sacudió el miedo del país a expresarse— especialmente contra el servicio militar obligatorio, la guerra de Vietnam y el ROTC. Retaban el poder sobre los espacios públicos, fuesen físicos o sociales.
En la universidad se produjeron no pocos disturbios y motines al enfrentarse estudiantes anticolonialistas contra grupos anexionistas promilitaristas y la Fuerza de Choque de la policía (creada en 1967).
Cada semestre la FUPI realizaba mítines, conferencias y foros, y todas las semanas repartía masivamente hojas con noticias y análisis sobre la UPR, Puerto Rico y otros países. También otros grupos izquierdistas distribuían puntualmente medios impresos en la universidad, escuelas, barrios, caseríos y centros de trabajo.
El punto de partida de Alberto era decir la verdad, y que la verdad no era neutral. La verdad de quienes luchaban por una justicia al servicio de las mayorías populares y de los pueblos oprimidos era distinta —y opuesta— a la que circulaban los medios de difusión colonialistas, y era justo comunicarla.
No era cuestión de ser imparcial, sino objetivo. Esto es, abordar los fenómenos como objetos de observación, con sus contradicciones y diversos ángulos. Decir la verdad implicaba denunciar la mentira, y mostrar la estructura histórica de poder que reproduce lo que se da como normal. Y enfrentar las consecuencias.
Lector voraz desde niño y de agudo criterio independiente, Alberto se inició políticamente en la escuela secundaria —la Central de Santurce— donde organizó un capítulo de la Federación Estudiantil Pro Independencia (FEPI). En los años 60 y 70 la FEPI reclutó cientos de estudiantes de escuela superior e intermedia a través de la Isla y entrenó jóvenes en periodismo popular y confección de hojas periódicas que tuvieron impacto en las escuelas y sus comunidades.
La FEPI provocó una nueva relación entre estudiante y maestro, y ayudó a que muchos adolescentes como Alberto Pérez, y no pocos viejos, salieran del sitio fijo y domesticado que suele asignarles la cultura de mercado, colonial y salarial.