Albizu y la calle como escenario de una geografía de ruptura política

Pedro Albizu Campos brindando un discurso
Introducción: La soberanía, el catolicismo y la calle
Como líder y presidente del Partido Nacionalista de Puerto Rico, Pedro Albizu Campos, tenía la costumbre de dirigirse a sus seguidores en diferentes plazas públicas ubicadas en los centros históricos de los municipios del país. En ocasiones, estos mensajes eran precedidos por eventos de misas católicas celebradas en los templos ubicados de manera contigua a estas mismas plazas que Albizu y sus seguidores utilizaban para la expresión política. La utilización de las calles, plazas y otros espacios públicos por parte del nacionalismo albizuista no debe verse como actos políticos aislados o al azar. Por el contrario, estas comparecencias públicas formaban parte de la creencia de Albizu y otros nacionalistas de que Puerto Rico estaba ilegalmente ocupado por el gobierno de los Estados Unidos de América. De acuerdo a este movimiento político antiimperialista, la soberanía era un derecho inalienable de los puertorriqueños que no debía solicitársele a la metrópoli en Washington, sino que debía ejercerse dentro del territorio de Puerto Rico. Esta visión de la soberanía como derecho natural se tradujo en la ocupación constante de calles y otros espacios públicos para fines políticos y como una de varias estrategias para reclamar el derecho a la independencia.

Pedro Albizu Campos
La adopción por parte de la figura de Albizu del principio de reclamar la soberanía como derecho natural de la nación puertorriqueña representó un discurso de ruptura con respecto a otros grupos que también abogaban por la independencia, pero desde un acercamiento más reformista. Sobre este particular, Ayala y Bernabe comentan que “Albizu Campos fue el primero en dirigirse a los puertorriqueños como sujetos capaces de rehacer su gobierno colectivamente, al margen, e incluso contra la voluntad de los Estados Unidos”[1]. Contrario a otras figuras políticas pro-independencia que precedieron a Albizu Campos, el líder nacionalista no creía que la independencia era algo que dependía del interés de los Estados Unidos en otorgarla. Por el contrario, la independencia era un derecho que se ejercía en las calles y en el desarrollo de instituciones políticas. A diferencia de los líderes que promovían una independencia negociada según los escenarios ofrecidos por Washington, el nacionalismo albizuista rechazaba este reformismo y abogaba por una “noción de autodeterminación y autogestión”, representando así “una ruptura radical respecto panorama político puertorriqueño en la década del treinta”[2].
El reclamo de la soberanía política como un derecho natural debe también estudiarse en relación a la fe católica de Albizu Campos. El derecho a la libertad política era visto como una extensión de los derechos de las personas como seres espirituales. El líder nacionalista apelaba constantemente al elemento religioso para otorgarle visos de moralidad al proyecto de independencia para Puerto Rico. Para Albizu, la relación colonial con los Estados Unidos era inmoral por tratarse de la sujeción de un pueblo que debía tener iguales derechos políticos de existencia con respecto a la metrópolis que lo controla.
Sobre esta relación entre el derecho natural a la soberanía y la fe religiosa de Albizu, el académico puertorriqueño Mario Ayala explica que para el nacionalismo albizuista, “la unidad humana, pilar de la filosofía católica y uno de los objetivos principales sobre el derecho de gentes, forma parte no solo de sus discursos, sino que es característica del colectivo nacional que defiende”[3]. Añade Ayala que desde la perspectiva albizuista, “el ideal de la unidad humana, expresada tanto en el catolicismo como en el derecho de las gentes, era un valor absoluto y una característica de la nación puertorriqueña”[4]. De acuerdo a esta visión, el derecho a la independencia emanaba de la ley divina que Albizu profesaba por medio de su catolicismo. Según esta idea, los Estados Unidos no tenían autoridad para apropiarse de este derecho de las gentes descrito como un “valor absoluto”.
Estas nociones que vinculan el catolicismo con los derechos políticos deben ser cuidadosamente analizadas para entender la geografía activista del movimiento nacionalista puertorriqueño bajo el liderato de Pedro Albizu Campos. La politización nacionalista de plazas públicas que incluían la presencia de templos católicos, no solo debe verse como una estampa simbólica del paisaje cultural puertorriqueño de la época. Esta relación espacial entre plaza e iglesia era, además, una contundente expresión política que dejaba en constancia el importante vínculo entre el ejercicio y reclamo de soberanía nacionalista con la fe católica que profesaba parte del liderato de este movimiento antiimperialista. Los discursos de Albizu en las plazas públicas se daban luego de concluidos los servicios de misa católica en la iglesia de la plaza en cuestión. En términos del paisaje cultural de la plaza de recreo, la imponente cruz católica domina la vista panorámica de este espacio de encuentro ciudadano. En ese sentido, un discurso de Albizu Campos en una plaza con el templo alto e imponente como telón de fondo constituía un planteamiento político en torno a la influencia de la iglesia católica como institución de poder y fuente ideológica para el activismo del nacionalismo albizuista.
La calle como espacio de ruptura en el nacionalismo albizuista
La utilización de las plazas, calles y otros tipos de espacios públicos como foros de expresión política y proselitismo partidista ya eran parte de la cultura política de Puerto Rico desde los tiempos en que la isla estaba bajo el dominio colonial español. La valorización del espacio público como instrumento revolucionario cobró notoriedad en el suceso de la revuelta del Grito de Lares en septiembre de 1868. Ese acto revolucionario representó una declaración de soberanía nacional por medio de la toma de calles y edificios políticos vinculados al régimen colonial español. Con el cambio de soberanía en el 1898, la independencia como proyecto político tuvo que encarar nuevos retos en el contexto de un dominio colonial estadounidense que veía a Puerto Rico como un instrumento que posibilitaría sus nuevas visiones geopolíticas en el Caribe y América Latina. En este contexto, el Partido Nacionalista representó una propuesta antiimperialista que en ocasiones distaba de las posturas más reformistas esbozadas por el Partido Unión de Puerto Rico. Sin embargo, en el seno del Partido Nacionalista también existían divisiones entre su sector fundacional vinculado con la capital puertorriqueña y otro grupo con raíces en la Región Sur de la Isla.
De acuerdo al historiador Amílcar Tirado, Albizu destacaba las diferencias entre su grupo con sede en Ponce y el ala ateneísta de San Juan al plantear que él y sus seguidores no acudirían a Washington con el fin de pedir, sino de exigir el derecho a la independencia. Otra diferencia profesada por el líder del sector sureño nacionalista era su visión con respecto a las elecciones. Según Albizu, el éxito de su movimiento no tenía que estar ligado a resultados electorales. De igual manera, el abogado ponceño acusó al liderato nacionalista de la ateneísta de ser muy académico[5].
Las diferencias entre el sector ateneísta vinculado a la capital y el ala revolucionaria representada por el abogado ponceño Pedro Albizu Campos manifestaron sus diferencias de estrategias de lucha en la selección y utilización de aquellos espacios que permitirían difundir el mensaje político en favor de la independencia de su país. Una vez Albizu asume la presidencia y liderato de la colectividad, el Partido Nacionalista comienza su proceso de ruptura con el sector ateneísta del movimiento. El ala revolucionaria liderada por Albizu Campos adopta una postura de categorización de la calle y otros espacios públicos como instrumentos de subversión política y revolución. En muchas ocasiones, la utilización del espacio público por los nacionalistas se llevó a cabo sin que mediara ningún tipo de solicitud de uso a las autoridades gubernamentales de la época. El advenimiento del nacionalismo revolucionario apeló al carácter público de los espacios comunes y plazas en diferentes municipios para reclamar el derecho a la soberanía política. Las autoridades coloniales percibieron esta politización del espacio público como un reto a su poder y respondieron con represión.
Los Cadetes de la República y el despliegue paramilitar en las calles
La ocupación del espacio público también estaba inspirada por el nacionalismo irlandés, el cual, al igual que el movimiento liderado por Albizu, tenía profundas convicciones católicas. Los nacionalistas irlandeses contemporáneos con Albizu utilizaban las calles como medio de expresión en el cual reclamaban su derecho a la soberanía política. Para cumplir con tales fines, los irlandeses independentistas crearon un cuerpo paramilitar de ciudadanos que operaría en las calles. De acuerdo a Sánchez Huertas, “esta fuerza paramilitar debía actuar como si fuera soberana anticipando la soberanía del país. Esto era así porque se entendía que era la voz de una Irlanda soberana”[6].
Este despliegue de fuerzas paramilitares en las calles de Puerto Rico fue emulado por el nacionalismo albizuista con la creación de los Cadetes de la República. Este grupo caminaba libremente por las calles de Puerto Rico. Su indumentaria consistía en camisa de manga larga negra, pantalón blanco y sombrero negro. Al igual que los paramilitares irlandeses, los Cadetes de la República del Partido Nacionalista de Puerto Rico se exhibían con el propósito de declarar el derecho a la soberanía en un territorio que identificaban como ocupado de manera ilegal por el poder metropolitano con sede en Washington. Su proyección y movilidad en las calles también incluía el despliegue de armas. Para Albizu, estas estrategias comunicaban lo que él y su movimiento político entendía como el derecho a la revolución y la soberanía política.
Los Cadetes de la República se reunían en aquellos espacios públicos donde podían ser vistos por las autoridades políticas y la ciudadanía en general. Sus actividades, maniobras militares, demostraciones y piquetes eran previamente informadas a la población[7]. Este cuerpo paramilitar se fundamentaba “en la idea de que Puerto Rico podía actuar como si fuera soberano. Los cadetes con meramente “estar ahí” eran un intento de anticipar la libertad de Puerto Rico”[8]. Contrario a otras organizaciones revolucionarias internacionales que creían en la lucha armada para alcanzar la independencia, el Partido Nacionalista y sus Cadetes de la República no recurrían a un clandestinaje que escondiera sus instrumentos de ataque que formaban de las estrategias en favor de la libertad política para su país. Por el contrario, utilizaban las calles como espacio comunicador de despliegue de un exhibicionismo paramilitar.
Más allá del despliegue público de estos paramilitares, su indumentaria uniforme y las armas que portaban, el Partido Nacionalista también hacía el proceso de reclutamiento para este cuerpo de la manera más visible posible. Los centros de reclutamiento no estaban ubicados en lugares aislados y de difícil acceso. Las oficinas eran en calles o avenidas principales del país. Según se desprende de los documentos del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos, se establecieron varios centros de reclutamiento en horario diurno en lugares de gran accesibilidad, como es el caso de la Avenida Ponce De León en San Juan[9].
El caso de los Cadetes de la República reafirma la creencia del movimiento nacionalista albizuista en ejercer la soberanía política, pero no como una concesión negociada, sino como un derecho inalienable. El exhibicionismo de este grupo paramilitar era cónsono con los postulados del Partido Nacionalista bajo la presidencia de Pedro Albizu Campos. Si esta organización hubiese escogido operar desde el clandestinaje, se hubiese puesto en tela de juicio uno de los principios más trascendentales del nacionalismo puertorriqueño revolucionario de la época: practicar la soberanía públicamente como derecho de la nación y su gente. Sin embargo, la consistencia ideológica del nacionalismo albizuista trajo también consigo el fortalecimiento del carpeteo y el aumento en la represión.
El despliegue de oficiales paramilitares y símbolos asociados a la lucha armada fue interpretado como un reto directo al control político de los Estados Unidos en Puerto Rico. Los movimientos, reuniones y actividades eran ampliamente monitoreadas tanto por las autoridades federales estadounidenses como por los funcionarios estatales del gobierno insular. Ejemplo de esta vigilancia eran las amplias carpetas que el FBI tenía sobre las actividades de Albizu Campos y otros integrantes del Partido Nacionalista. Estos documentos del gobierno federal muestran con exactitud los horarios y ubicaciones de centros de operación, reuniones, eventos de reclutamiento y diversos tipos de manifestaciones por parte del movimiento nacionalista. Una de las manifestaciones más intensas de represión del nacionalismo por su uso del espacio público fue la tragedia conocida como La Masacre de Ponce el 21 de marzo de 1937, donde 19 personas fueron asesinadas.
Reflexiones finales
Para Albizu Campos, la calle era el escenario concreto donde se declaraba el derecho de los puertorriqueños y puertorriqueñas a ejercer su soberanía. De la misma manera que se expresaba la soberanía como derecho y se denunciaba el régimen colonial estadounidense como uno de carácter ilegal, las calles eran igualmente declaradas por el nacionalismo albizuista como zonas que estaban ilegítimamente ocupadas por el poder de la metrópoli. Por tal razón, la ocupación nacionalista del espacio público no dependía de las delimitaciones gubernamentales de aquellos lugares que eran desde el oficialismo declarados e identificados como “espacios públicos”. Si la politización del espacio público era una parte esencial de la declaración de soberanía, la delimitación espacial de este era igualmente un ejercicio ciudadano que no siempre aguardaba por la legitimación del estado colonial. Como centro de encuentro ciudadano e instrumento para el cambio político, el espacio público era lo que el nacionalismo albizuista decidía que era.
Esta delimitación de las geografías soberanas practicadas desde el nacionalismo chocaba con la realidad jurídico-espacial de un territorio que carecía de poderes soberanos ante los ojos de la metrópolis y el resto del mundo. Estas incongruencias entre los activistas nacionalistas y el poder político propiciaron escenarios de luchas territoriales en varias regiones de Puerto Rico. Las autoridades respondieron con actos de represión, que incluyeron la persecución, encarcelamiento y hasta el asesinato de militantes del Partido Nacionalista. Aunque han trascurrido varias décadas desde estos sucesos y confrontaciones, Puerto Rico continúa en una relación colonial de sujeción a los poderes del Congreso de los Estados Unidos. Sin embargo, esta realidad jurídica no le resta valor a la gesta y precedente que Pedro Albizu Campos estableció en términos de reconocer la importancia de los espacios públicos como instrumentos de cambio político y educación popular, al tiempo que se ejercen algunos de los más fundamentales derechos de los ciudadanos y ciudadanas.
Referencias
Carrión, Juan Manuel, Teresa Gracia Ruiz y Carlos Rodríguez Fraticelli. La nación puertorriqueña: Ensayos en torno a Pedro Albizu Campos. San Juan, Puerto Rico: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1993.
Ayala, César y Rafael Bernabe. Puerto Rico en siglo americano: Su historia desde 1898. San Juan, Puerto Rico: Ediciones Callejón, 2015.
Ayala Santiago, Mario. Orden y palabra en los discursos de Pedro Albizu Campos. San Juan, Puerto Rico: Publicaciones Gaviota, 2008.
FBI-Freedom of Information/Privacy Acts Section (1936). “Subject: Pedro Albizu Campos”.
[1] César Ayala y Rafael Bernabe. Puerto Rico en el siglo Americano: Su historia desde 1898. (San Juan: Ediciones Callejón, 2015), pp. 159-160.
[2] Ayala y Bernabe, p. 160.
[3] Mario Ayala Santiago. Orden y palabra en los discursos de Pedro Albizu Campos. (San Juan, Puerto Rico: Publicaciones Gaviota, 2008), p.98.
[4] Ayala Santiago, p. 98.
[5] Amílcar Tirado. “La forja de un líder: Pedro Albizu Campos (1924-1930)”. En La nación puertorriqueña: Ensayos en torno a Albizu Campos. (San Juan: Editorial de la UPR, 1993), p. 70.
[6] Ernesto Sánchez Huertas. “Algunas ideas tentativas del pensamiento social cristiano en Pedro Albizu Campos”. En La nación puertorriqueña: Ensayos en torno a Albizu Campos. (San Juan: Editorial de la UPR, 1993), pp. 154-155.
[7] Sánchez Huertas, p. 155.
[8] Sánchez Huertas, p. 155.
[9] Ver FBI-Freedom of Information/Privacy Acts Section (1936). “Subject: Pedro Albizu Campos”.