Ángel Darío Carrero
Quiero compartir con mis lectores de 80grados la presentación del libro «Perseguido por la luz» de Ángel Darío Carrero. «Solo estuvo un poco aquí», pero supo escuchar el silencio de Dios y hablar con quien había perdido las palabras.
Me han pedido un simple testimonio, por suerte nada académico, pero no puedo evitar, aunque no estemos en la IUPI, comenzar con la falsa modestia de rigor: el padre Ángel Darío Carrero, no necesita presentación, pero lo voy a presentar de todos modos.
Superior de los Franciscanos del Caribe1, líder de la comunidad2 y profesor universitario3, el padre Angel Darío Carrero (Rincón, 1965) es un escritor polifacético cuya creación abarca géneros literarios y medios de comunicación diversos; poesía, ensayo teológico, teo-periodismo y guión cinematográfico. Entre sus publicaciones destacan el libro de ensayos Apuntes éticos para la ciudadanía boricua (San Juan: 1988), el poemario Llama del agua (Madrid: Trotta, 2001) y la edición crítica del Canto de la locura, de Francisco Matos Paoli (San Juan: Terranova, 2005). Fue recientemente incluido en la antología Cuerpo y Sangre (Madrid: Siglo XXI, 2002), junto a escritores de la talla de Ernesto Cardenal y Eduardo Galeano, entre otros. Mercedes López-Baralt también incluyó uno de sus poemas inéditos, dedicado al poeta Edwin Reyes, en la Antología de la literatura del siglo XX (San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2002).
Como ya dije en otra ocasión, pienso que el recurso retórico predominante en la obra de Ángel Darío Carrero, es la paradoja. La contradicción aparente atraviesa tanto su actividad poética, como su quehacer religioso; comprometido a fondo con la comunidad y volcado hacia la experiencia mística solitaria. Desde el título mismo del poemario anterior, Llama del agua, asomaba la contradicción. Si bien la llama que atraviesa las aguas sin consumirse nos trae reminiscencias de aquel famoso soneto en el cual Quevedo celebrara la pasión carnal humana, capaz también de trascender la muerte por medio de una memoria que se conserva en el cuerpo (“Amor constante más allá de la muerte”), también nos remite al mito azteca del agua quemada y a aquellas palabras de Jesús en las cuales contrasta el bautismo de agua de Juan con su bautismo de fuego. La imagen de muerte y vida, de una resurrección no solo espiritual sino también corpórea, se funden, entroncando con la tradición amorosa secular y la mística cristiana que celebra la trascendencia del alma y del cuerpo.
La valoración de la carnalidad humana y lo divino reaparecerá en su nuevo poemario, Perseguido por la luz (Madrid: Trotta, 2008). Para dar un solo ejemplo, en el poema DESARBOLADO AMOR, con el apóstrofe de Yalaludin Rumi (“El amor es un árbol,/y los amantes, su sombra”), nos dice el padre Darío con cierta nostalgia: “soy un árbol/ sin sombras/ sin luz/ visitado por el viento/ sin hojas/ sin ramas/ ¿un árbol? (1106)”.
En Llama del agua resultaba, también, paradójico intentar apalabrar la experiencia mística inefable: “Señor, /tú hablas/ y yo lo convierto en palabra. // Mi poema/ es una traición/ que se repite, / un plagio desvergonzado/ al que doy mi firma. // Señor,/ tú callas/ y yo amo las palabras” (50).
Esta imposibilidad de renunciar del todo al silencio, este amor pecaminoso por el lenguaje, renace en Perseguido por la luz de forma angustiada. Si bien el autor quiere obliterar en el prólogo aquello de que la pintura y la poesía estén tres grados alejados de la verdad y el conocimiento (Platón, La república), o que al poeta se le haya caído la aureola en el macadán (Baudelaire), Perseguido por la luz abre con dos apóstrofes resignadamente angustiados, uno de Wittgenstein (“Mis pensamientos llegan al mundo casi siempre mutilados”) y otro de Antonio Machado (“Yo procuro calcar la línea de mi pensamiento y no me asusto de que salga en el papel una figura extraña y deforme, porque eso soy yo”). Este poeta, que predica en el “Prólogo” que la poesía es todavía profética, que el poeta es todavía un vate, que el poeta ve y siente lo que los otros ya no quieren ver, se muestra también angustiado. Perseguido por la luz, el visionario advierte que lo suyo es “Espejo de la poesía”; como quien dice, una imagen invertida de lo que sus ojos ven, algo menos que la luz y más que sombras, siempre imperfecto e incompleto. Angustiado, el profeta se dice ICONOCLASTA: “mi escritura es/ sombra/de/ ninguna imagen”(40). No se resigna, es doloroso que el poeta, por medio del lenguaje, no pueda mostrar luz, sino sombras; como el mito de la caverna de Platón, como la fe, todavía imposible de demostración alguna, del apóstol Pablo: “Ahora vemos por espejo, oscuramente” (1 Corintios 13: 12). Sin embargo, el supuesto iconoclasta cuya escritura es sombra de ninguna imagen, dibuja estos versos sin crear figura extraña o deforme alguna, sino un cáliz; aquel cuyo vino es también la sangre de Cristo, cáliz angustiado antes de la muerte, cáliz por el que se ha derramado tanta sangre, mal que nos pese, inútilmente, imagen que solo se mira por espejo, oscuramente.
Otra paradoja: ¿cómo puede llamarse iconoclasta quien tanto ha visto? ¿Puede el visionario ver la luz sin sombras? ¿Qué imágenes son estas que los demás no vemos? Sin imágenes, según Aristóteles, es imposible pensar. San Juan, el divino, aquel que afirmaba que “en el principio era el verbo”, también decía que “la luz en las tinieblas resplandece”. Palabras y silencio, luz y sombras, amor humano y divino, se muerden la cola en la poesía de Darío Carrero; para alterar el dicho de Cabrera Infante quien decía que “Las virtudes son vicios agarrados por la cola”.
Al Perseguido por la luz, le angustia que el visionario no pueda evitar la inversión del lenguaje ni imágenes sombrías. Más aún, quisiera tener más que fe, más que un espejo con sombras. Quiere conocer, ver cara a cara. Desea conocer de cerca, probar que “tú”, “el que eres”, no es un simple ESPEJISMO:
Si tú eres un espejismo
¿quién se observa en el reflejo
resplandeciente del agua?
¿un capricho escondido
de la luz y de la sombra?
¿una moneda lanzada
al azar del aire?
¿una flecha disparada
sin origen ni destino?
¿puro azar en el viaje
encontrado de los astros?
si tú eres el que eres
entonces es real
que yo también sea alguien
me urge que salgas
húmedo del arroyo
y me engañes claramente. (74)
La fe que duda, por la dolida posibilidad de que “el que eres” sea solo un espejismo, es una reescritura poética de una de las lamentaciones del profeta Jeremías: “¿Por qué fue perpetuo mi dolor, y mi herida desahuciada no admitió curación? ¿Serás para mí como cosa ilusoria, como aguas que no son estables?” Jeremías sufría por el dolor físico, por la enfermedad, Darío Carrero por la insuficiencia del lenguaje para expresar la imagen, perseguido por la luz, mas destinado siempre a la sombra. Contra Novalis, “Los días de la luz”, no “están contados”; pero también hay que admitirlo, “fuera del tiempo y del espacio está el imperio de la noche. El sueño dura eternamente” (Novalis, Himnos a la noche).
Me ha pedido Darío que haga solo un testimonio, que lea este poemario, Perseguido por la luz, desde mi propia experiencia: una cabeza hinchada por el lenguaje, cuya afasia ha olvidado muchas palabras que van recuperándose gracias a una fe tan luminosa como sombría y el poder de pensar a partir de la imagen. No sé si pueda hacer testimonio alguno. Prefiero, simplemente, rememorar tres poemas que se cruzan con mi historia.
RULETA AMARGA
• las palabras
• giran
• como ruleta
• serpentina
• al fin se aquietan
• sobre la página:
• comienzo
• a dar vueltas
Este poema marca visualmente el giro serpentino de palabras sobre la página, dibujando exactamente la forma aterradora de aquel astro brillante que disparó en mi cabeza la afasia del lenguaje, que anticipó una muerte sin sombras.
ANTICIPO
anticipo mi muerte
mi faz hundida aspira
el aroma de los enigmas
mis hojas de sal no son piedra
nadan como peces de papel
en el mar metálico
no hay sombras en el espejo
de plata líquida
sino un rumor de arena
de innúmeros cristales
me desplazo inmóvil
como una nada
• irisada y musical
solo un poco allí
• estuve
frente a su faz de alborada
solo un poco allí. (110)
Estuve solo un poco allí, ahora despierto al amor:
QUIERA AMOR
Quiera Amor
que nunca duerma
despierto frente a ti
la muerte no me ronda
la suerte toda
por ti vivo. (100)
Ha sido un verdadero honor que esta invitación me obligara a girar las palabras, serpentinas, para que empiecen a aquietarse sobre una página. Comienzo a dar vueltas, gracias al “Perseguido por la luz, leve y fugitivo”: Ángel Darío Carrero. Muchas gracias.
- Estudió Filosofía y letras y Teología Sistemática en universidades de Puerto Rico, México, España y Alemania. Se desempeñó, por nueve años, como vice-custodio de los Franciscanos del Caribe y fue teólogo asesor de la vanguardista Confederación Latinoamericana de de Religiosos (CLAR). [↩]
- Fundó hace seis años, junto a sus hermanos de la Orden Franciscana de Puerto Rico, el Proyecto Niños de Nueva Esperanza, cuyo fin es lograr la transformación comunitaria mediante el desarrollo de la espiritualidad y las artes. [↩]
- Enseñó teología fundamental y antropología teológica en la Escuela Graduada de Teología CEDOC de la Universidad Central, así como seminarios de investigación sobre método teológico y análisis de la realidad y perspectivas de una teología contextual puertorriqueña. [↩]