Archipiélagos de arena: entre cajas perdidas y corazones de mar

Nota de mamá
La caja Perdida
“Como si la isla, el caserón y la biblioteca, flotaran sobre pilotes de pino, a su vez enterrados en archipiélagos de arena…” (15)
—Manuel Ramos Otero, “La otra isla de Puerto Rico”
La partida de mi madre ha sido una experiencia completamente devastadora en maneras que me resultan simplemente inexplicables. Mi colega Donette Francis describió este momento en nuestras vidas como una pérdida fundacional. Y ciertamente de eso se trata, pero no necesariamente porque perder a mamá fuese inesperado, o intensamente perturbador, sino todo lo contrario. Al igual que en el caso de mi padre, yo estaba preparándome y me consideraba lista para enfrentar la muerte. Pero en el caso de mamá hubo dos diferencias fundamentales: primero, que mamá pensó que había preparado todo para su partida, pero final la desmemoria de la demencia senil o del Alzheimer deshicieron todos sus esfuerzos. La nota que sirve de epígrafe a este ensayo apareció en su apartamento y fue su intento de guiarnos en el proceso de organizar sus asuntos una vez ella no pudiese hacerlo El problema es que la caja que dice AQUÍ nunca apareció. Por ello mi hermana y yo tuvimos que lanzarnos a reconstruir un relato de sus deseos finales con los retazos dispersos de cuentas, recibos, cartas y notas que mi madre dejó dispersas en un apartamento que después de pasar 110 días sin luz ni agua tras el huracán María se le había transformado en un espacio difícilmente habitable. La crisis tras el huracán le había quitado a mi madre la estructura mínima de sus rutinas vitales, y con ello se perdió en los vericuetos de la desmemoria y un día ya no pudo vivir sola. Intuyo que en esas semanas en que el mundo se deshacía a su alredor con la falta de los apoyos más básicos, mamá terminó por deshacer la caja que había preparado para guiarnos tras su partida. Sin el “aquí” que mi madre nos anunciaba, mi hermana y yo nos quedamos más o menos al garete durante su año final de vida y las dos intensas semanas que antecedieron su partida. Durante ese tiempo habitamos lo que Ramos Otero describe como esos archipiélagos de arena, o el terreno movedizo en el que flotan los pilotes o pilares de lo fundacional: el país, la casa, el archivo. Sin aquí y sin mamá, lo que resta es la deriva, y es difícil imaginar un duelo sin dirección.
El asunto es que mamá se nos fue yendo poco a poco, primero a través de la desmemoria, y luego en las dos semanas de su transición en completa inconciencia. Mamá estaba, entonces, con nosotros, pero al mismo tiempo una parte muy importante de ella ya había partido. Este es el tema que aborda Edwin Figueroa Berríos en su libro de poemas Memoria del olvido (2004), dedicado a la experiencia de perder a su esposa por los estragos del Alzheimer. Mi madre pasó por la misma experiencia con nuestro padre, y por ello un día me contó cómo al leer estos poemas se sintió retratada en la sensación de lo que lo que Pauline Boss denominó como una pérdida ambigüa. Quince años más tarde, mi hermana y yo nos encontramos en la misma encrucijada. Mamá se fue desdibujando gradualmente y se nos deslizó por entre los recovecos de la desmemoria. Nos tocaba a nosotros cuidar de su bienestar. ¿Cómo respetar sus principios? ¿cómo procurar que estuviese lo más cómoda posible durante un proceso en el que todo lo que era su vida autónoma se escapaba gradualmente hacia una dependencia total en nuestro criterio?
En ese momento, mi hermana y yo teníamos un solo norte: honrar los deseos de nuestra madre a partir de nuestra lectura de un mismo texto: las voluntades y los principios que esta mujer entrañable para ambas había expresado en vida, porque ninguno de esos deseos se encontraban consignados por escrito en ninguna parte de los documentos legales o privados de mi madre. Esa madre compartida nos sirvió de pretexto para poder tomar toda una serie de decisiones con las que todavía estamos intentando de darle cierre a su vida material.
El día de su funeral –que demoró todavía dos semanas más tras su muerte, porque el Puerto Rico después del huracán María era un país todavía aún más difícil y precario– traté de reconstruir a la madre que mi hermana y yo recordamos en unas palabras de despedida que compartí con los amigos y familiares que nos acompañaron en ese momento.

Yolinda San Miguel
Yolinda San Miguel (1932-1919)
Ortodoxia
Mamá era una mujer de convicciones fuertes y claras. Creía en que había modos correctos e incorrectos de hablar, de comer, de dormir, de vivir y de pensar. Por ejemplo, a mamá no le gustaba que le dijeran mami, o mamita. Ella era “mamá.” Amaba ser San Miguel, y ser de Ciales. Amaba la poesía de Antonio Corretjer, pero yo creo que lo amaba más por ser de Ciales. Y amaba a sus hermanos (como es de esperarse) pero yo creo que los amaba más porque eran de Ciales.
Su dedicación y fervor hacia el buen hablar eran ejemplares. Mi amigo Gil Blasini dijo al conocerla que mamá hablaba con todas las eses al final de las palabras. Muchos recordamos sus legendarios ejercicios gramaticales, entre ellos los ejercicios de acentuacion, el análisis gramatical de oraciones como “Dime, elefantito, ¿tú sabes bailar?”, su bolígrafo rojo en el aire…
En casa mamá protegía la expresión correcta (aunque no necesariamente formal) aún en medio de una discusión acalorada. Aprendí a escribir con ella, sobre todo leyendo las correcciones que hacía a sus estudiantes en exámenes de gramática que tenían 15 oraciones y sumaban a ¡1,247 puntos! Para su clase de “Redacción y Estilo” diseñó un ejercicio autobiográfico, escrito en entregas a lo largo del semestre. Y junto con el amor a la buena escritura la vi enseñarle a sus alumnos a amar sus historias de vida, a apreciar el español de Puerto Rico, y a valorar las trayectorias complejas y simples de sus experiencias individuales.
Durante mis años de escuela graduada y luego durante mis primeros años de enseñanza la invité a viajes de investigación en México, República Dominicana, Cuba… Siempre recuerdo que en uno de nuestros viajes a Cuba armamos una discusión sobre el modo correcto de escribir “al revés”…. discusión que culminó con una llamada a mi casa en New Jersey en la que obligamos a Eugenio a buscar la respuesta en el diccionario a toda carrera, porque la llamada costaba un dólar por minuto, pero no podíamos esperar al final del viaje para resolver el asunto.
Mamá también era amante de la buena dieta, la medicina natural y la comida orgánica. Se hizo vegetariana primero y vegana después. Iba al mercado orgánico cada semana, se preocupaba por la salud de todos y tenía siempre consejos sobre cómo curar enfermedades con suplementos, vitaminas, hierbas. Repetía con frencuencia varias frases: La combinación de alimentos es clave. Había que tomar agua destilada ionizada con unos granitos de sal céltica. La cúrcuma y la piña, son anti-inflamatorias. Su pasatiempo favorito: quedarse en un establecimiento naturista el día entero, leyendo las etiquetas de los suplementos y enterándose de todo lo nuevo. El cuerpo tiende a la sanación… decía a menudo. Su cocina legendaria se transformó, pero su gusto por el buen comer no cambió nunca…
Heterodoxia
Pero a pesar de sus muchas reglas y ortodoxias, mamá siempre fue una mujer muy libre. Creyente ferviente en la libertad de este país, y en su libertad personal. Crecimos con una madre que nos enseñó la virtud del pensar y ser diferentes. Crecimos con una mamá que nos atendía, pero nos recordaba que ella tenía cosas que hacer y por ello no estaba siempre disponible para nuestros caprichos. Mamá tenía sus amistades propias, su vida propia, su cabeza propia. Sus amigos del mercado orgánico, sus amigos del mundo de la política, de la universidad, del Condominio Borinquen Towers. Algunos llegaban al espacio de la familia y de la casa, pero otros eran de ella y sólo de ella.
Mamá inventó sus propias tradiciones en casa. En casa no venía Santa Claus, sino el Niño Jesús. Los Reyes Magos amaban a los nenes de la calle 6 en Víctor Braegger. Ese día era un gran día en casa. El 4 de julio, acción de gracias, y muchas otras fechas adoptadas del calendario angloamericano, en casa se transformaron en otras celebraciones en las que aprendíamos algo chévere de nuestro país.
Un día, mamá se cambió el nombre de Yolanda a Yolinda. Al principio resistimos el cambio. Al final no quedaba otra que conceder, porque ése era realmente su nombre. No había de otra. Mamá era bastante firme con sus ideas. Compartía sus opiniones, hacía siempre muchas preguntas, y no dejaba de discutir y preguntar hasta que quedaba satisfecha de que había considerado todas las posibilidades.
A mamá le encantaba bailar, pero no con pareja. Tenía su propio estilo de moverse y no le interesaba seguir pasos, reglas o doblegarse a las direcciones de una pareja. Era muy sociable y comunitaria, pero muy independiente a la vez. Vivió muchos años sola y los disfrutó plenamente. Ni después del huracán María quiso dejar su apartamento en un piso once a cambio de agua o electricidad. Pasó 110 días sin luz pero no dejó su casa porque su libertad era más importante que más nada.
Pero sobre todas las cosas, mamá amaba la naturaleza, amaba la libertad de movimiento y pensamiento y amaba este país. Leía vorazmente sobre la historia de Puerto Rico, sobre el Caribe, sobre latinoamérica. Pero también salía a la calle a protestar para proteger la naturaleza y la libertad del país, para defender la Universidad de Puerto Rico y sobre todo a sus estudiantes, para oponerse a los cierres de urbanizaciones, o al incinerador, para salvar el Bosque Urbano de San Patricio, o para celebrar iniciativas comunitarias como Casa Pueblo. Y era incansable. Consistente. Aspiraba a ser equitativa, honesta, directa, clara.
Cierro con un cuento sencillo que creo ilustra su gran sentido de libertad. Un día mamá logró convencerme de que fuera con ella a verme con un doctor naturista creo que en Arecibo. Salimos al amanecer para llegar temprano a hacer turno. A media mañana el doctor aún no llegaba y yo estaba impaciente, pero yo no me atrevía a decir nada porque tratándose de su devoción naturista me sentía sin otra opción que esperar. Como a las 12 del mediodía mamá estaba indignada. Pero en vez de pelear con la secretaria (que en realidad no tenía la culpa), decidimos escaparnos de la oficina y mandar la cita al traste…. salimos sin decir nada ni cancelar. ¡Escapamos! Para la hora en que empezamos el regreso de Arecibo a su casa, nos dio hambre. Paramos en un restaurante pequeño… ella hizo mil preguntas sobre el menú para evitar la oleomargarina, los aditivos, el caldo de carne en todo, etc. Pedimos algo de comer, pero ya era tarde ya y no había otros comensales en el restaurante… Esperamos y esperamos… y en un momento el mesero se fue a quiénsabedónde, pero de repente nos quedamos solas en un restaurante vacío sin ninguna señal de que nos iban a servir un almuerzo pronto. En un instante nos miramos y supimos. Ibamos a escapar otra vez. Nos escabullimos velozmente al carro, y huimos. Traviesa, indómita, libre. Ese fue un día muy divertido que luego recordé a menudo con ella.
Coda
Haciendo uso de su libertad para inventar tradiciones, hoy me invento, que mamá ha decidido escabullirse de todas las reglas y ataduras de esta vida con nosotros. Ese es el paso lógico. Ella tenía que hacerlo. Y ahora les pido que imaginemos que mamá está libre, bailando sola, en su propia casa, la casa que le haremos ahora todos nosotros día a día con nuestros recuerdos.

Yolinda y Yolandamaría
Todo lo que busquen…
El único temor que abrigo es que la muerte
sea un insomnio eterno en un país fatal
sin cigarrillos, en un lecho sin fin
habitado por nadie, sin que nadie me clave,
como al otro, en un cielo que quiere ser cuneta. (47)
—Manuel Ramos Otero, Invitación al polvo.
En los meses que sucedieron a encontrar la nota de mamá y empezar los complicados trámites para darle clausura a sus asuntos, he pensado mucho en los muchos significados que puede tener el “aquí” invocado por mamá. Evidentemente en esta frase el aquí apuntaba hacia una caja en la que mamá había estado organizando todos los documentos que podríamos necesitar tras su partida. Pero en la mente y en el tiempo del luto, ese aquí se fue transformando en muchas otras cosas…Porque mi hermana y yo entramos a casa de mamá buscando documentos legales (actas de nacimiento y defunción, escrituras, declaratorias de herederos…) y documentos administrativos (las cuentas de banco, los impuestos pagados y por pagar, recibos médicos, etc.) y encontramos recuerdos, cartas, notas, fotos, diarios, confesiones, interrogantes, silencios. Encontramos también momentos de clausura y desconsuelo…
Ese intento fallido de facilitar un proceso legal y administrativo se tradujo sin embargo en la dificultad para procesar la muerte en todas sus dimensiones. Se trata de eso que Barthes describe como lo irremplazable: “It is said that mourning, by its gradual labor, slowly erases the pain; I could not, I cannot believe this; because for me, Time eliminates the emotion of loss (I do not weep), that is all. For the rest, everything has remained motionless. For what I have lost is not a Figure (the Mother), but a being; not a being, but a quality (a soul): not the indispensable, but the irreplaceable.” (75) [Se dice que el luto, por medio de su labor gradual, borra lentamente el dolor; no podría, no puedo creerlo; porque para mí, el Tiempo elimina la emoción de la pérdida (no lloro), eso es todo. Por lo demás, todo ha permanecido inmóvil. Porque lo que he perdido no es una Figura (la Madre), sino un ser; no un ser, sino una cualidad (un alma): no lo indispensable, sino lo insustituible].
En el mundo en que vivimos, la muerte es un trámite administrativo lento, complicado, y desesperante. A mi hermana le tocó la difícil tarea de decidir los asuntos materiales del bienestar de mamá durante su último año de vida. Yo solo pude ofrecerle compañía, desde acá en Miami donde vivo. Pero los papeles, hospitales, formularios, cajas, y casas que vaciar y arreglar fueron todas tareas que ella se echó encima sola. Yo fui y vine tanto como pude, pero la que estuvo siempre allí fue ella.
Hay otra dificultad diferente con la muerte que es la del proceso emotivo y cognitivo de manejar la partida y la pérdida. El mundo en el que vivimos no sabe hablar de la muerte, la enfermedad, o las pérdidas. La insistencia en el estar bien oblitera la necesidad de procesar momentos dolorosos que no se resuelven con el paso del tiempo. A medida que pasa el tiempo, estas pérdidas duelen menos, pero siempre permanecen como una cicatriz. ¿Sabría mamá qué era lo que mi hermana y yo buscaríamos para entender su ausencia? ¿Sabríamos o sabremos nosotras cómo despedirnos de la persona con quien sostuvimos la relación más larga que tendremos en nuestra vida entera? Porque en nuestro caso eso es lo que significa mamá: nuestra relación afectiva de más larga duración reside en ella, en un afecto completamente único que no se acaba ni siquiera con la muerte. Quizá la parte más difícil de esta partida es que con la muerte de mamá desapareció de nuestras vidas una afectividad que nadie podrá ofrecernos nunca. Por eso, en cierta medida, la partida de mamá se siente como una orfandad, a pesar de que tengo a mi hermana para compartir la experiencia.
…está en la caja…
“Las casas clausuradas siempre poseen puertas largas. No he abierto la casa porque aún me queda melancolía que hurgar. Sin embargo, ya removí las vigas que cruzaban la puerta. Se puede decir que desclausuré la casa clausurada. Pero el paso definitivo de tomar la perilla con la profunidad circular de la mano y volver hacia la derecha, empujar la puerta con el pie y cierta presión del hombro aún no ocurre” (71).
—Manuel Ramos Otero, “La casa clausurada.”
Desde mi infancia aprendí a cultivar y valorar los rituales y las ofrendas, aunque en mi casa la naturaleza de esas prácticas fue usualmente bastante heterodoxas y anti-institucionales porque mis padres se habían distanciado de la iglesia y de las posturas políticas mayoritarias en el país. Tanto mi padre como mi madre fueron los primeros en su familia en ir a la universidad, y con ello su visión de mundo fue diferente a la de la mayoría de los miembros de la familia de generaciones anteriores. La fiesta de fin de año, que se aproxima en estos días, era una ocasión ocupada en casa, llena de objetos y rituales que se traducían en preparativos para el día completo. Las predicciones de Walter Mercado para el año entrante, así como sus recomendaciones de qué hacer y cómo vestirse, estaban entre las costumbres más o menos lite de mi familia. Pero estaban también comerse una uva por cada mes del año entrante durante los primeros segundos tras la media noche, el balde de agua con el despojo que había que echar a la calle, y el brindis de fin de año que tenían que ocurrir justo a la media noche. En la casa de mi infancia las despedidas de año eran asunto serio, y los minutos finales de un año y el principio del otro eran un momento muy atareado. En mi casa de adulta que se convirtió un día sin darse cuenta en parte de la diáspora boricua, la fiesta se ha transformado en un día ajetreado con gestiones múltiples, que incluye lecturas y ofrendas para el año entrante, y una fiesta a la que se invita a todos aquellos que no tuvieran familia cerca o planes. Y la ofrenda al mar se mantuvo siempre, incluso en medio de los inviernos crudos de New Jersey.

Ofrenda del 1 de enero de 2013, New Jersey.
Durante gran parte de mi vida adulta he realizado mi propia version de las ofrendas en el mar, mezclando intuiciones mías con prácticas de espiritismo y santería sobre las que he aprendido como parta de mi vida académica como caribeñista. A mamá le divertía acompañarme a hacer ofrendas a Yemayá, en parte porque era una oportunidad de hacer algo juntas, y en parte porque la ceremonia era un momento muy lindo de comunión con la naturaleza. Durante las últimas horas de vida de mamá, mi hermana y yo hicimos una ofrenda en la playa, pasamos horas alrededor de su cama tomando sus manos, hablando con ella, diciéndole que estaba todo listo, que ya todo estaba en orden, que estaríamos bien. La última noche que mamá estuvo con nosotros, mi hermana y yo vimos su película favorita, mientras nos despedíamos de ella.
Emisario solícito que vienes
con oculto mensaje hasta mi puerta,
sé lo que te propones
y no me engaña tu misión secreta;
me llaman desde allá
pero el amor dormido aquí en la hierba
es bello todavía
y un júbilo de sol baña la tierra.
¡Déjeme tu implacable poderío
una hora, un minuto más con ella!
—Luis Palés Matos, “El llamado.”

Ofrenda a Yemayá, en Puerto Rico, ventana al mar.
Por eso este año ha estado repleto de rituales y ofrendas para ir poniendo a mamá en un lugar donde su recuerdo no duela tanto. El primer ritual en gran medida se generó espontáneamente. Durante las primeras semanas de la cuarentena (en marzo y abril del 2020) fue que tuve tiempo de empezar el duelo. De muchas maneras, la pandemia me regaló la posibilidad de pasar el luto sin tapujos, porque podía dejar que mi tristeza habitara todo el espacio que quisiera ocupar. Como trabajaba de mi casa, no tenía que pretender que ya me había recuperado de su partida. En medio de ese proceso de duelo, encontré unos collares que hizo la mamá de mi amigo Ben. Sifuentes Jáuregui para mí y noté que uno de ellos estaba roto. Decidí pedirle a Graciela Sifuentes, la mamá de Ben., que me hiciera otro collar, pero en ese momento recordé que recientemente dos colegas habían perdido a sus madres. Estas dos mujeres me habían acompañado durante el último año de vida de mamá, pero también habían estado muy cerca durante el proceso de mi duelo. Entonces, decidí preguntarle a Ben si su madre haría tres collares, uno para cada una de mis hermanas de duelo, y eso fue lo que hicimos. Tener hermanas de duelo fue importante, porque de ese modo el ritual de despedida no era un acto solitario, sino un acto comunitario.

Hermanas de duelo. Collar y corazón de mar.
Del mismo modo en que compartí el duelo con mis “hermanas” en Miami, también participé en una ofrenda de despedida en la playa con una amiga y en otra ceremonia de despedida con mi colega Patricia Saunders y su hija Imani Saunders. El ritual de despedida, con sus detalles compartidos y privados, nos ayudaron a conversar sobre la muerte y el duelo, mientras celebrábamos las vidas y legados de nuestras madres.

Ceremonia para Shirley Blackman en Blackpoint Marina, Florida (con Pat e Imani Saunders).
El próximo paso en el proceso del duelo incluyó preparar el terreno para un ritual simultáneamente privado y compartido. Cerca del aniversario de la muerte de mamá, me comuniqué con una colega para que me ayudara a tramitar otra dimensión del duelo. Ella organizó y ofició una misa espiritual, en la que participaron dos mujeres: una fue mi amiga entrañable Jossianna Arroyo, la otra mujer fue una ahijada de la colega que ofició la misa espiritual. Los preparativos de la misa me sirvieron de pretexto para dedicar un par de días a diseñar rituales de recordación, y a confeccionar el altar donde estaban algunos de sus objetos y alimentos preferidos de mamá, así como algunas de sus fotos.

Rituales: Ofrenda privada.
Lo interesante de ese día dedicado a los múltiples rituales que antecedieron a la misa espiritual es que en el proceso la ausencia de mamá se transformó en una suerte de impulso creativo. Aunque la tristeza aún estaba conmigo, también estaba el deseo de producir un espacio en el que yo volvía a sentirme a gusto a pesar de la ausencia de mamá. Con la recolección de objetos y materiales estaba ocurriendo también un diálogo muy privado con las memorias de una vida compartida con mamá que continuaba, por medio del proceso de internalización emotiva y corporal (Freud) de gestos, modos de ser y estar, que sé que aprendí o heredé de mamá.

Altar y misa espiritual.

Baño de Obatalá y Oshún (cabeza y corazón).
Quizá el momento más significativo de este proceso de los rituales fue que me di cuenta de que para poder tramitar el luto tenía que despedirme de la madre que conocí en vida, para darle paso a otro modo de relacionarme con la afectividad materna. Parte de ese proceso había comenzado en vida, porque durante el último año había aprendido a acoger una parte de mi madre que era diferente a la mujer que conocí cuando Yolinda estaba en control de todas sus facultades. De ese modo, el momento de las despedidas resultó ser al mismo tiempo un momento de transformación de mis narrativas, para pasar de la clausura al goce de una relación con lo materno que hasta ese momento me había resultado completamente ajeno.
…que dice AQUÍ
Quando tu finisci le parole
Sto qui
Sto qui
Forse a te ne servono due sole
Sto qui
Sto qui
—Laura Pausini y Niccolo Agliardi, “Io sì”, composición musical de Diane Warren.
Despedirse es un modo de dejar que las personas a quienes amamos y extrañamos se transformen en pretexto y motivo. Me parece que esto es lo que hacen Barthes en Camera lucida y Manuel Ramos Otero en El cuento de la mujer del mar (1979). La pérdida se transforma en móvil intelectual y creativo… que lleva a toda una meditación sobre la fotografía y la ficción respectivamente y su frágil y compleja relación con la muerte. En los dos casos, Barthes y Ramos Otero encuentran en la imagen y la narración modos de desafiar y realzar el límite que nos impone la mortalidad materna y propia. Estamos aquí nuevamente ante de la pérdida fundacional a la que se refería mi colega.

Portada del libro El cuento de la mujer del mar de Manuel Ramos Otero con la foto de su madre.
La muerte de mamá fue traumática por otras razones. Las últimas dos semanas en el proceso de su transición incluyeron muchos impensables. Mamá estaba inconsciente en el hospital, y mi hermana y yo no estábamos en Puerto Rico cuando la ingresaron en el hospital… Aunque mi sobrina Leisa y Eugenio estuvieron todo el tiempo a su lado, como no había familia inmediata presente al momento de la admisión al hospital, los médicos tomaron decisiones… que contravenían el modo en que mamá quería que se le cuidara. Aunque mi hermana y yo regresamos a la isla el mismo día en que mamá entró al hospital, ya para ese momento los médicos de la sala de emergencia la habían entubado a pesar de que el neurólogo que examinó el caso de mi madre nos dijo que se trataba de un “sangrado catastrófico.” Aunque mamá fue muy clara y enfática en su resistencia a todo el sistema médico tradicional (muchos conocían a Yolinda como una vegana muy estricta, quien además estudiaba medicina natural) no teníamos con nosotros ningún documento en el cual ella hubiera expresado sus deseos con relación a qué tratamientos médicos resultarían adecuados o aceptables. Al igual que la elusiva caja que decía AQUÍ, mamá no pudo nunca hablarnos de cómo quería que tramitáramos su transición. Quería prepararnos para ese momento, pero se le hizo imposible hablarnos de sus deseos y prioridades. Y la consecuencia de esto fue que tuvimos que batallar contra algunos de los médicos quienes anteponían sus creencias religiosas a su conocimiento como profesionales de la salud. El proceso legal fue un laberinto con sus propios traumas y escollos guiado por una normatividad de la salud y la creencia en el carácter sagrado de la vida que en ocasiones no reconoce otros modos de pensar lo que puede ser una muerte con dignidad. Sin la ayuda de un neurólogo y una enfermera que estuvieron dispuestos a escucharnos, no hubiéramos logrado honrar los deseos de nuestra madre.
Y con todo lo difícil que fue tramitar la transición de mamá durante sus últimas dos semanas de vida, todavía siento que tuvimos mucha suerte de que todo este incidente familiar ocurrió antes de que estallara la pandemia del COVID-19. Mi hermana y yo, mi sobrina Leisa, Eugenio, mi prima Cuqui, y los hermanos de mamá pudieron estar con ella durante su estancia en el hospital y su funeral. Pudimos reunirnos alrededor de su cama para despedirnos de ella y hacer lo que ella hizo para muchos miembros de su familia: acompañarla y prepararla para partir. Pudimos celebrar su vida en un acto de recordación al que asistieron muchos de sus amigos y de nuestros familiares. No me puedo ni quiero imaginar cómo hubiera sido su muerte si no hubiéramos podido estar con ella, experiencia que sí han sufrido tantas familias en los últimos meses.

Despedida.
Corazón de mar (para Mereche y Leisa)
I cannot pretend I am without fear. But my predominant feeling is one of gratitude. I have loved and been loved; I have been given much and I have given something in return; I have read and traveled and thought and written. I have had an intercourse with the world, the special intercourse of writers and readers.
Above all, I have been a sentient being, a thinking animal, on this beautiful planet, and that in itself has been an enormous privilege and adventure.
[No puedo fingir que estoy sin miedo. Pero mi sentimiento predominante es de gratitud. He amado y he sido amado; se me ha dado mucho y he dado algo a cambio; he leído y viajado y pensado y escrito. He tenido una relación con el mundo, la relación especial de escritores y lectores.
Por encima de todo, he sido un ser sensible, un animal pensante, en este hermoso planeta, y eso en sí mismo ha sido un enorme privilegio y aventura.]
—Oliver Sacks, “My Own Life”
Mi padre también coleccionaba objetos que hoy me sirven para recordarlo. Uno de ellos es el fascinante corazón de mar (también conocido como Entada gigas) que son unas semillas que flotan en el agua y permanence viables hasta por dos años, de manera que esta liana puede sobrevivir y reproducirse tras largos viajes acuáticos. Esta semillita es un corazón marítimo y diaspórico. Recuerdo que cuando tenía como 5 años encontré una de estas semillas entre las cosas de mi padre y le pregunté qué era, y me dijo de lo más campante que esa semilla era su corazón… respuesta que me pareció lógica y que acepté haste recientemente, cuando decidí que había llegado el momento de educarme más allá de los saberes familiares. Mi fascinación aumentó al aprender sobre la tendencia del corazón de mar a sobrevivir a la deriva. La última sección de este ensayo es mi corazón de mar…

Corazón de mar…
Si algo se ha convertido en un tema urgente durante esta pandemia, es que temenos que aprender a planear la muerte con la misma dedicación que le ponemos a planear otros eventos cruciales en nuestras vidas. Aunque mamá fue bastante clara acerca de sus preferencias sobre cómo manejar sus momentos finales, jamás puso nada por escrito que pudiera ayudarnos a honrar sus deseos. Ante la ausencia de un documento que validara sus convicciones, tuvimos que recurrir al tribunal para conseguir un permiso de extubación. En octubre del 2019 ese trámite se hacía en persona, y la petición se tenía que completar en manuscrito… y se tenía que oficilizar con unos sellos de rentas internas. A mí me tocó escribir el texto, y a mi hermana le tocó ir a buscar los dichosos sellos… Este proceso me recordó los muchos casos inquisitoriales y legales que he leído como investigadora del periodo colonial latinoamericano. Vivir el proceso, sin embargo, fue otra cosa muy diferente, porque en el documento que se presenta al tribunal uno debe expresar convicción y certeza en un momento de mucha conmoción e incertidumbre.

Petición al tribunal, para honrar los deseos de mamá, 7 de octubre de 2019.
Nuevamente, mi hermana y yo dejamos de lado lo que cada una piensa y cree sobre el tema, y nos aferramos al texto compartido de la vida de mi madre y de sus múltiples expresiones sobre cómo debía tratarse la muerte de un ser humano. Parte de nuestro conocimiento lo obtuvimos observando a mamá tomar decisiones al cuidar a nuestro padre, quien murió el 7 septiembre de 2004, así como sus gestiones para acompañar a familiares y amigos en sus momentos de transición.
La pandemia ha hecho muy patente la importanica de prepararnos para enfrentar la muerte como un tema cotidiano. Desde el encierro de tantos meses, hemos presenciado la muerte de más de un millón y medio de personas en el mundo entero como consecuencia del virus (la cifra en el momento en que escribo estas palabras –hoy es 5 de diciembre a las 11:17 am en Miami, Florida –es de 1,521,066 muertes, y se están reportando más de 10,000 muertes diarias). Muchos hemos perdido amigos y familiares que han muerto solos en un cuarto de hospital, o sin la posibilidad de una despedida en comunidad como un funeral… La precariedad de ciertas muertes que resultan invisibles o descartables ha sido un tema muy discutido entre los expertos que piensan el tema de la necropolítica (Mbembe) y para quienes están involucrados en el movimiento global de Black Lives Matter. Pero el asunto es que en realidad la muerte misma es un innombrable. Urge que nos atrevamos a hablar de la muerte más a menudo, como tema cotidiano, como acto de amor para con aquellos a quienes les toca hacerse cargo de estos trámites y de cuidarnos en los últimos momentos… a veces cuando nos resulta imposible estar presentes para guiar a nuestros seres queridos sobre cómo queremos que se maneje nuestra transición. También es importante aprender y estar dispuestos a cuidar de otros en sus momentos finales, y de procurar educarse sobre cómo desean morir aquellos a quienes queremos.
Tras la muerte de mamá me prometí que tenía que hacer mis trámites para ayudar a mis familiares, como un acto de solidaridad y de generosidad con ellos. El proceso legal es una conversación muy particular, que tiene que ver con proteger derechos de sucesión y propiedad privada. Se trata sin duda de una conversación importante, y he pasado las últimas semanas completando esos documentos. Pero hay otra parte aún más delicada y urgente, que tiene que ver con compartir con las personas inmediatas una guía para ayudarlos a tomar decisiones por nosotros en caso de que ya eso no nos resulte posible. Esa conversación presupone reconocer que aunque el acto de morir tiene un componente esencial solitario, hay otro componente que comparrtimos con quienes se quedan tras nuestra partida para completar todos los otros trámites que quedan pendientes después de que uno ya no está. Hay varios lugares donde uno puede educarse para poner por escrito lo que uno desea. Incluyo aquí algunos enlaces que pueden ser útiles, y el tercero ayuda a generar un documento que se puede utilizar en Puerto Rico:
Five Wishes: https://fivewishes.org/docs/default-source/default-document-library/product-samples/fwsample.pdf?sfvrsn=2
National Hospice and Palliative Care Organization-Advanced Directives: https://www.nhpco.org/patients-and-caregivers/advance-care-planning/advance-directives/
Puerto Rico Advanced Directive: https://www.nhpco.org/wp-content/uploads/2019/04/PuertoRico.pdf
En todos estos documentos se incluyen una serie de preguntas para ayudar en el proceso de consignar los deseos y preferencias de cada persona sobre cómo manejar el cuidado médico, la transición, y los rituales funerarios. Para quienes quizá necesitan empezar el proceso por medio de una conversación, hay también alternativas: Let’s have dinner and Talk about Death.
En casi todos estos websites se sugiere, sin embargo, puesto que es imposible preveer todos los posibles escenarios, que es una buena idea escribir algo para ayudar a los familiares a completar el proceso de transición con una suerte de compañía y guía de la persona que ha partido. En las últimas semanas he estado conversando con mi hermana Mereche y mi sobrina Leisa sobre lo que me gustaría decirles en caso de que les toque a ellas ayudarme a concluir con mi existencia humana. También me gustaría saber qué querrían ellas que hiciese yo, si me tocase a mí encargarme de su transición…
Me gustaría concluir este ensayo con lo que podría ser parte de ese texto:
Agradezco mucho que cuiden de mí en estos momentos finales, y confío plenamente en que harán lo mejor posible dentro de las circunstancias. Sigan su intuición, y sus recuerdos de las varias ocasiones en que hemos conversado sobre este momento, pero aquí van algunas ideas para ayudarlas en el proceso:
—Mis dos padres desarrollaron demencia senil o Alzheimer, lo cual significa que yo tengo un alto riesgo de desarrollar la misma condición. En ese caso, trataré de ayudar lo más posible en el proceso de mi incapacitación, pero en caso de que no logre completar los trámites a tiempo, me gustaría que se me pusiese en una facilidad donde se me cuide, y que se pague el costo de esa facilidad con mis fondos personales. Si alguien puede visitarme periódicamente, para asegurarse de que se me mantiene en condiciones dignas, lo agradeceré.
—Si estoy consciente y capaz, quiero saber los detalles de mis condiciones de salud y participar en el proceso decisional. Si carezco de mis capacidades mentales, quiero de todos modos que me cuenten los detalles de mi condición de salud, para ayudarme a estar de algún modo presente en mi proceso de transición.
—No me interesa prolongar mi vida artificialmente si la prognosis no es buena. El uso de resucitación cardiopulmonar, ventilación mecánica o alimentación por medio de sonda solo deben utilizarse si el propósito es ayudarme a recuperarme para tener una vida consciente y digna. Por ejemplo, durante la pandemia del COVID hemos aprendido que una persona puede necesitar estar en un ventilador por un período de tiempo a fin de permitir que el cuerpo se recupere del virus, de modo que resulte posible reanudar una vida relativamente independiente. En ese caso, tiene sentido usar un ventilador y alimentación artificial. Pero si los médicos estiman que las posibilidades de sobrevivencia son de menos de un 30%, o si la condición que me lleva al hospital es de naturaleza “catastrófica,” es mejor buscar el modo de permitir que la naturaleza siga su curso.
—Si me encuentro en coma, prefiero que se utilicen cuidados médicos siempre y cuando no haya daño cerebral y solo mientras haya esperanza de una recuperación significativa a una vida independiente y funcional.
—Estoy de acuerdo con que se me someta a operaciones, diálisis y transfusiones si existe una posibilidad real de que me recupere a una vida funcional y consciente.
—Si he perdido mis facultades mentales y me encuentro gravemente enferma, prefiero que se me provean medicamentos para aliviar el dolor y facilitar la muerte natural.
—De ser posible, no me gustaría morir en un hospital. Tan pronto como ustedes lo estimen apropriado, me gustaría estar en casa recibiendo cuidado de hospicio, y rodeada de mis familiares.
—No soy creyente ni practicante de ninguna religión. Por lo tanto, no quiero que se me hagan rituales religiosos, pero sí me gustaría que mis familiaresy amigos me acompañen en el proceso de mi transición.
—La enfermedad y la muerte son eventos comunales. Me gustaría que se le dejara saber a mis familiares y amigos que estoy enferma y que se nos dé la oportunidad de despedirnos, mientras yo esté en una condición digna de ser compartida con mis amigos y allegados.
—Mis órganos pueden ser donados a quien los necesite y mis restos utilizados para avanzar nuestros conocimientos científicos.
—Deseo que mis restos sean cremados y que mis cenizas sean depositadas en el mar (si posible, en una zona tropical), usando una urna biodegradable. Si alguien quiere quedarse con parte de las cenizas de mis restos en una urna pequeña, puede hacerlo.
—Les dejo una caja electrónica (mi AQUÍ), confirmando estos y otros detalles sobre lo que creo que preferiría que se hiciera durante mi transición y funeral. Ustedes tienen copia de todo, pero entiendo que puede que tengan que tomar decisiones sobre aspectos que no he imaginado o contemplado. Confío plenamente en su criterio.
—La literatura, el cine, y el arte han sido mi casa. La imaginación ha sido mi refugio. La escritura mi móvil. Hice lo que me gustaba muchas veces, y llegué a conocer el afecto en muchas de sus fascinantes dimensiones. Nunca quise tener hijos, pero he tenido el privilegio de tener dos sobrinos increíbles: Leisa y Luis Andrés. Hubiera querido ser amiga de ambos si no hubiéramos sido familia porque me gusta las personas que son y cómo piensan. Siempre tengo ganas de aprender más, y aunque creo que nos acabamos después de la muerte, confío en que nos visitaremos a través de los sueños y recuerdos. Hagan lo que les dé la gana siempre y cuando no lastimen a nadie. Disfruten de los buenos cuentos y de su imaginación, no tengan miedo a ser estrafalarios o excéntricos, es más divertido… y en caso de que todo aquello en lo que no he creído exista, nos vemos al otro lado, en los archipiélagos de arena…Lo demás, como diría Guillén, es “en fin, el mar.”

Mereche…Leisa… AQUÍ. (Arbolito de Navidad inspirado por las tradiciones heterodoxas de Yolinda San Miguel).
Referencias
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Barthes, Roland. Camera Lucida. New York: Hill and Wang, 1981.
Boss, Pauline. Ambiguous Loss: Learning to Live with Unresolved Grief. Harvard University Press, 2000.
“Entada gigas.” https://en.wikipedia.org/wiki/Entada_gigas
Figueroa Berríos, Edwin. Memoria del olvido. San Juan: Ediciones Mairena, 2004.
Freud, Sigmund. Mourning and melancholia. Standard Edition 14:243-258. 1917.
Guillén, Nicolás. Tengo. Santa Clara Universidad Central de Las Villas, 1964.
Mbembe, Achille. Necropolítica. Melusina, 2011.
Palés Matos, Luis. “El llamado.” https://ciudadseva.com/texto/el-llamado-2/
Pausini, Laura y Niccolo Agliardi, “Io sì.” Composición musical de Diane Warren. Simili. Milano: Warner music, 2015.
Ramos Otero, Manuel. El cuento de la mujer del mar. Río Piedras: Ediciones Huracán, 1979.
—. Invitación al polvo. España: Editorial Plaza Mayor, 1994.
—.“La otra isla de Puerto Rico.” Página en blanco y staccato. Madrid: Editorial Playor, 1987.
“Sea heart” https://www.backyardnature.net/yucatan/seaheart.htm