#Artelibrepr
Son casi setenta testimonios de artistas y cientos de firmas que respaldan el Proyecto de Ley 1302 para que se enmiende la Ley de Actores de Puerto Rico y para que sea voluntaria la colegiación de actores en Puerto Rico. La Ley vigente obliga desde 1986 a TODOS los actores del país a pertenecer al Colegio de Actores y también a certificarse por una Junta Acreditadora nombrada por el Gobernador que establece quién es actor.
La polifonía de voces de actores en su carácter individual y en grupos, de músicos, escritores, artistas plásticos y cineastas aboga por un arte sin ataduras tanto en espacios cerrados como al aire libre. También exige que el derecho a la libre expresión sea el que anime toda la creación artística. Hemos seleccionado doce de los setenta para compartirlos esta vez.
Estos son algunos de los contundentes testimonios:
Myrna Casas: actriz, directora, dramaturga y productora.
Me parece bien que tengamos un Colegio de Actores cuya misión primordial sea procurar el bienestar de sus miembros y el defender sus derechos. Por otro lado, no creo que deba ser compulsorio el pertenecer a dicha entidad. Tengo mis reservas ante esa palabra. Me suena a falta de libertad. No se le pueden poner riendas a ningún artista, no se puede encajonar la creatividad.
Antonio Martorell: artista plástico, escritor y performero.
Yo no soy pintor, yo pinto; yo no soy grabador, yo hago grabados; yo no soy dibujante, yo dibujo; yo no soy escritor, yo escribo; yo no soy actor y danzante, yo actúo y danzo. Yo defino lo que hago, el estado no me define a mí. Me definen mis actos, no el sueldo que recibo. El arte, por definición, no acepta definición. Está más allá de la razón, más allá de la norma, más allá de la ley. El arte es transgresor por naturaleza porque inventa e imagina mundos posibles. Un actor porque esté dormido o desempleado, ¿deja de ser actor? Una cosa es la ley y otra la justicia. La Colegiación compulsoria es injusta.
Teresa Hernández: artista independiente, y activista de la autogestión.
Soy una artista del escenario; creadora-intérprete y gestora de mi propuesta artística desde hace casi veinticinco años. Egresada de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, institución con la que llevo una estrecha relación como artista invitada a diversos eventos y proyectos artísticos-académicos.
Fui testigo y participante del Colegio de Actores desde sus comienzos, cuando la mayoría confiábamos en que podría servir como un organismo que protegiera nuestras condiciones de trabajo y desarrollo profesional y educativo. En estos veintitantos años reconozco algunas buenas intenciones e iniciativas del colegio sobre todo cuando trabajadores del teatro en el pasado, seriamente comprometidos por el bienestar laboral de los que hacen y quieren dedicarse a ello trabajaron con disciplina y ahínco.
Sin embargo, también he visto y vivido que las expectativas que el colegio se impusiera y divulgaba no se cumplieron. A tal punto que la participación de los que hacemos, investigamos y promovemos las artes teatrales disminuyó considerablemente en las asambleas y actividades, siendo estas muy poco concurridas. Era evidente que no bastaban sólo buenas intenciones. En los últimos cinco años aproximadamente, tal organismo se ha convertido en un obstáculo para los que hacemos un teatro fuera del ámbito oficial y/o comercial, hasta el punto de ser casi un organismo de represión. La visión del teatro que el Colegio promulga es una retrógrada y poco inteligente. No aporta nada al bienestar de los que con pasión y precariedad nos dedicamos al quehacer teatral, que si bien es cierto que nos dedicamos a él como una manera de vivir la vida en su amplitud, también estamos más que conscientes que el teatro nos pertenece a TOD@S.
La opción de establecer la colegiación como un acto voluntario acabaría con una disputa y controversia de más de diez años y promovería un ambiente más justo e inclusivo, pues quienes entiendan que es necesario y beneficioso que se colegien, y quienes no lo creemos que no se nos penalice por no pagar cuotas que no devienen en ningún provecho, y peor aún, son otro escollo para el quehacer teatral.
Queda entonces aquí mi apoyo al movimiento de los artistas del teatro que entendemos que la colegiación debe ser voluntaria.
Gil René Rodríguez: actor, dramaturgo y director; CARNET #390
Pertenezco al Colegio de Actores desde sus comienzos. He creído siempre en la unión de fuerzas; como también respeto las diferencias que ello pueda generar. El colegio a lo largo de su trayectoria ha intentado colegiar a la mayor parte de los actores, pero existe una resistencia de parte de un nutrido grupo de colegas que no han encontrado en La Ley del Colegio de Actores, tal y como está redactada, un vehículo para querer aglutinarse, sumarse y por ende, ser representados. Reconozco la labor de excelentes compañeros y compañeras en pro del Colegio de Actores; siempre han contando conmigo y podrán contar. He gozado del apoyo de los miembros de este colectivo a lo largo de mi carrera; hemos batallado muchas luchas juntos, me he formado por medio de sus talleres, he compartido mis conocimientos con su matrícula, pero no debemos penalizar al que no se quiera colegiar. Debemos convocar; pero la decisión final debe ser una muy personal. Siempre me he reafirmado en que no se puede representar a quien no quiere ser representado.
Rafael Sánchez: actor, director, y miembro de Tantai Teatro
En mi carácter personal, podría, aunque me niego, hablar y victimizar la precaria situación económica que, en muchos casos, pasamos los artistas para vivir de nuestro trabajo. Podría contar las miles de batallas burocráticas con que lidiamos productores y teatreros que sólo queremos transmitir nuestro arte. Podría contarles cómo, en innumerables ocasiones, la colegación obligatoria ha puesto en riesgo que nuestros elencos pudieran realizar sus trabajos. Podría explicar cómo en proyectos titánicos, de equipos de treinta artistas al servicio de poco más de cien espectadores, trabajando prácticamente por el deseo colectivo de compartir una experiencia artística, hemos sido amenazados con no subir el telón o quitarme parte de mis fondos otorgados por entidades públicas si mis artistas (sólo los actores, porque los bailarines, los músicos, los dramaturgos o los escenógrafos no necesitan carnets para trabajar) no pagaban su cuota. ¿Cómo yo defino quién en mi elenco es bailarín, quién cantante y quién actor? Si el artista que prepara mi espacio escénico, además hace un performance diario en mi espectáculo, ¿le colegio o no? Me han cuestionado incluso si uno de mis artistas, que generalmente se desempeña en la danza, iba a seguir actuando en su carrera porque, al tener un monólogo en mi espectáculo, necesitaban saber si pedir un permiso transitorio o colegiarle de forma regular. Señores, somos artistas. Yo no sé cómo los demás vayan a seguir sus carreras. Yo no sé si mañana vuelvan a subirse a un escenario. ¡Yo ni siquiera sabía cuando estudié que en algún momento iba a dedicarme a producir! No nos definen las etiquetas, los salarios, los patrones ni las críticas, si no las sonrisas, las emociones y las reflexiones que le llevamos al pueblo. Y hasta donde yo sé, no somos abogados que tengamos un examen que nos certifique como actores aptos o no aptos o cuán bien lo hacemos. Y tranquilo todo el mundo, tampoco somos médicos: nadie morirá en caso de que alguno que otro haga un mal trabajo.
Hay decisiones que se toman en el pasado que se hacen con la intención de proteger a un gremio, pero eso no quiere decir que al día de hoy estén bien hechas. Si bien, hace años, se intentaba proteger a una industria puertorriqueña del talento extranjero, ahora la imposición nos castiga funcionando más como un impedimento creativo y un debate que segrega a la comunidad artística. Conozco la buena intención de muchos miembros colegiados y miembros activos de la directiva, pero con la intención equivocada luchamos por leyes erradas que acaban con nuestra libertad de expresión por no pensar las cosas bien. Un carnet no te defiende para tener la libertad de hacer teatro en la calle frente a las autoridades; un carnet le da espacio a la arbitrariedad, al juicio, a decidir quién sí y quién no. ¿Cómo yo le voy a decir a un joven que empieza a descubrirse como artista si lo que hace es válido o no? ¿Cómo le voy a pedir créditos y experiencia para ver si le permito ser ARTISTA, ser ÉL? Eso nos llevaría a la era de las castas, de las élites, de los que deciden, de lo que se puede y lo que no… de la censura.
Como artista mitad español, mitad puertorriqueño, viví los primeros años de mi carrera en un país donde la Unión de Actores defiende nuestros derechos sin imposiciones: el que quiera se une para obtener los beneficios que ofrecen. El que no, no obtiene los servicios como unionado. Yo SÍ creo en las uniones, en los derechos laborales, en protegernos como profesión, y seré el primero en colegiarme cuando me permitan hacerlo de forma voluntaria. Mientras tanto, lucharé con todas mis fuerzas contra una obligación que atenta contra mi libertad de expresión como artista, y como productor seguiré llamando a trabajar a los actores que demuestren serlo en las tablas, no en un carnet.
Ramón Albino: actor puertorriqueño y catedrático asociado City University of New York; miembro activo de SAG y Equitity.
Durante el montaje de “Mariana o el alba” de René Marqués en 2009 la presidenta del Colegio de Actores, intentó en más de una ocasión obstaculizar el proceso de producción y poner en riesgo el éxito del proyecto, producido por Manuel Fernández Cortines en conmemoración del 50 aniversario del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Al día de hoy aún no sé cómo consiguió mi número de teléfono privado para llamarme una mañana a mi casa y amenazar con detener el estreno de la obra si este servidor junto a otros actores del elenco no nos colegiábamos. La noche del último ensayo general la presidenta del Colegio llegó a la puerta de los actores en Bellas Artes de Santurce para personalmente entregar cartas a cada uno de nosotros reiterando su intención de, si no pagábamos la iniciación y cuotas atrasadas, según fuese el caso, cerrar la obra si fuese necesario, añadiendo incertidumbre y más ansiedad y estrés al que tradicionalmente existe en momentos como éste, la noche antes de apertura. Cuando surgió un conflicto presupuestario, ventilado en la prensa, entre los productores, Fernández Cortines y el ICP, nadie del Colegio de Actores hizo nada por que se honrara el contrato por escrito con los actores. Excepto uno que otro actor, todos perdimos dinero. Desde su aprobación en 1986, la ley del Colegio de Actores ha fallado consistentemente en responder a las necesidades de la clase actoral en Puerto Rico. La insistencia impertinente de los representantes de este colegio en que los actores estén obligados a pagar por pertenecer a una entidad que no defiende sus derechos básicos es irreal y no debe tolerarse más. En lo que se legisla por la creación de un sindicato que verdaderamente vele, proteja y beneficie nuestra clase actoral en el país, la colegiación debería ser voluntaria.
Mayra Santos Febres: escritora.
Apoyo totalmente el proyecto de Ley 1302 en contra de la colegiación compulsioria para el gremio de actores. Creo que si cientos de actores y actrices se sienten coartados por dicha Ley, nosotros, los otros artistas del país, escritores, pintores, bailarines, escultores, no podemos hacer menos que apoyar sus reclamos de justicia y libertad creativa. Sólo los actores de Puerto Rico, en plena conciencia de sus necesidades y de las condiciones del campo teatral actual, tienen derecho a organizarse de la forma que más atienda sus intereses, y sobretodo su capacidad de seguir creando. El Estado no debe mantener vigente una Ley que los penaliza por buscar libertad para crear y de gestarse como actores.
Carola García: actriz y profesora universitaria.
Me llamo Carola García, llevo más de 20 años siendo actriz para teatro, cine y TV. Además escribo, performeo, canto y dirijo mis proyectos. También soy locutora de radio, TV y cine. Imparto clases en el Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras, hace más de dos décadas. Me opongo a la colegiación compulsoria y a las regulaciones de una Junta o del gobierno para poder hacer espectáculos al aire libre. El arte es a veces incómodo, resbaloso, escurridizo se cuela por las rendijas de la sociedad, muestra lo que no se ve. Llevo como docente muchos años y puedo decir que un carnet , un título universitario no te hace necesariamente un buen actor, como estudiar literatura, o escritura creativa, no te hace necesariamente escritora. Cuántos actrices y actores llevan trabajando toda su vida creando, haciendo, sin necesitar un papel o tarjeta que los avale. Un actor es lo que hace, un performero, músico o bailarín. Obligarlo a colegiarse antenta contra uno de los principios básicos de la democracia que es la libertad de expresión. Regular las manifestaciones callejeras artísticas fulmina las alas inconmensurables del arte en cualquiera de sus manifestaciones. No sigamos mutilando esta raquitica democracia en la que vivimos, cuando el arte, la música, el baile, el performance, la cultura en general es la que nos salva del horror.
Mike Phillipe Oliveros: actor, productor y director de Teatro Breve.
(fragmento de su ponencia en el Foro del ICP sobre la Colegiación de Actores en P.R.)
Este proyecto lo titulan “La Ley de las Artes Representativas en los Espacios Públicos Abiertos de Puerto Rico” y es una propuesta solicitada por el Colegio de Actores de Puerto Rico y presentada por la señora González López con la cual se pretende controlar la participación de los artistas representativos en los espacios abiertos o públicos. La fiscalización del artista ahora se extiende más allá de los escenarios y producciones teatrales incluyendo a todos los representantes del arte: los músicos, bailarines, cirqueros, actores/actrices, instrumentalistas, coros, elencos teatrales, mimos, titiriteros/titiriteras, estatuas vivientes, payasos (as), artistas plásticos, malabaristas y comparsas, performeras y perforemos en general, entre otras expresiones del arte performativo. En teoría el objetivo es regular el contenido que se ofrece en este tipo de presentación y yo puedo entender como mucha gente se puede identificar con este fin, pues en efecto, los espacios abiertos son de todos, no del artista para hacer lo que su creatividad le dicte. Pero si leemos bien la propuesta sugiere unos requisitos para que al artista representativo pueda hacer uso de los espacios públicos, entre los que figura la expedición de un carnet por parte de la Compañía de Turismo sobre la cual también recae la responsabilidad de crear un reglamento que el solicitante debe cumplir para poder estar inscrito entre los cuales figura cumplir con la ley 134, conocida como la mencionada Ley de Actores de Teatro de Puerto Rico. La ley que acabamos de tildar de irresponsable, innecesaria e inconstitucional. Más allá de que la expedición de un carnet para poder hacer arte me resulta impensable, el detalle que más afecta la posición de protestar esta propuesta es la inclusión del Colegio de Actores en el proceso de, nuevamente, regular el arte.
En resumen, el colegio crea una ley para regular la participación de los actores, a la cual nadie le hace caso, enfrentándose a una merma considerable de su matrícula y 30 años después se les ocurre crear un proyecto de Ley vinculando las artes representativas al Departamento de Turismo, el cual no tiene absolutamente nada que ver con la disciplina de las artes representativas, para así tener el respaldo del gobierno mezclando los intereses.
Básicamente la Ley de las Artes representativas en los espacios públicos abiertos es un caballo de Troya confeccionado por el Colegio para lograr su objetivo principal que es poder aumentar significativamente su matrícula con un argumento irrefutable: estar colegiado es ley y el que no cumpla con la ley será castigado.
Personalmente, y creo que hablo por muchos de los que están aquí presentes, estoy dispuesto a escuchar y a dialogar posibilidades para aumentar los beneficios de los artistas, siempre y cuando sea libre y voluntariamente.
Inés Mongil: cineasta
La colegiación en los tiempos del ‘selfie’
La sola idea de una ley que regule las expresiones artísticas en áreas y espacios públicos es tan atroz como querer silenciar el canto de un pájaro o detener un atardecer. El ser humano, por naturaleza, usa su cuerpo como herramienta de expresión y se mueve libremente por esos espacios que, siendo públicos, nos pertenecen a TODOS.
En la historia del cine, si a alguien se le hubiera ocurrido semejante barbaridad, jamás hubiera existido el neorealismo italiano, un estilo cinematográfico que recreó la realidad de la post guerra en escenarios reales y cuyos personajes eran representados por gente real, “actores naturales”, el término mismo, no existiría.
Nuestro cine nacional más importante, el cine de la División de Educación de la Comunidad jamás hubiera tenido el efecto que tuvo en la sociedad puertorriqueña al verse a sí misma retratada y proyectada en una pantalla de cine. Ese auto-retrato del Puerto Rico de los 50 movió al puertorriqueño a resolver por sí mismo muchos de los problemas que aquejaban a sus comunidades. Y ¿porqué funcionaba tan bien? Porque los actores eran gente de la calle, como tú y como yo, que hablaban y reaccionaban espontáneamente, como todos los demás. Si hubieran estado forzados a contratar sólo actores con carnet, no existiría la heroína feminista MODESTA ni el emblemático JUAN SIN SESO.
En esta época histórica, donde la tecnología pone recursos creativos en el bolsillo de tantos, es inútil intentar evitar que la creación artística se manifieste y surjan espontáneamente escritores, videoartistas, camarógrafos, editores, y claro, cientos de miles de actores.
Cada “selfie” que se sube a las redes sociales y cada chamaquito que se convierte en “youtuber” manifiesta una intención de expresión pública, la genial actuación de sus propios personajes.
No hay Colegio ni ley que detenga al creador que siente la urgencia de crear.
Seremos un ejército de criminales culturales pintando con latas en las paredes,
recitando a viva voz en los trenes, haciendo música con tambores de lata,
recitando a viva voz en los trenes, haciéndo música con tambores de lata,
invadiéndo los espacios públicos para representar nuestras verdades, sin carnet.
Colegiación: ¡VOLUNTARIA o NINGUNA!
Rafael Trelles: artista plástico y del performance
A quién pueda interesar:
A través del presente documento hago constar mi respaldo al proyecto de Ley del Senado de Puerto Rico 1302 que propone la colegiación voluntaria de los actores. Además expreso mi rechazo a la ley 134, vigente desde 1986 y al Proyecto de Ley del Senado de Puerto Rico 1247 que requiere un carnet para todos los artistas.
La ley 134, vigente desde 1986 atenta contra el derecho a la libre expresión de los ciudadanos que deseen utilizar la actuación para comunicar sus ideas y opiniones.
Esto es así, sobretodo, si tomamos en consideración que las corrientes artísticas contemporáneas se han abierto a la posibilidad de que cualquier persona pueda ejercer como artista en algún momento. Grandes maestros del teatro y la plástica del siglo 20, como lo fueron el brasileño Augusto Boal y el alemán Joseph Beuys se manifestaron sobre esto. El primero cuando afirmó: “Todos pueden hacer teatro ¡incluso los actores!”; y el segundo al proclamar: “Todo ser humano es un artista, un ser libre, llamado a participar en la transformación y la reorganización de las condiciones, el pensamiento y las estructuras que dan forma e informan nuestras vidas”.
Otro elemento a considerar, que a mi juicio hace obsoleta la ley 134, es el carácter multidisciplinario que caracteriza a buena parte de la actividad artística contemporánea. Hoy en día muchas de las fronteras entre las disciplinas de las artes se han borrado, de tal manera que a menudo los artistas plásticos recurrimos al “performance” y otras manifestaciones teatrales como recurso expresivo. El cuerpo del artista se ha convertido en uno de sus principales instrumentos de expresión y el espacio público el lugar idóneo para su representación. Siendo esto así, la ley 134 podría ser utilizada por el Colegio de Actores para intervenir en un evento generado por un artista plástico si lo considera de carácter teatral.
Los eventos artísticos contemporáneos con un perfil performático o teatral, no pueden estar sujetos a colegiaciones y carnets que limitarían el derecho del artista a expresarse con libertad cuando quiera y donde desee. Además, estas leyes pueden ser utilizadas por el estado y/o por grupos particulares para coartar la libertad de expresión que es uno de los derechos garantizados en nuestra Constitución.
Maite Rivera Carbonell y Maximiliano Rivas, Compañía M+M: productores del CircoFest
No apoyamos la colegiación obligatoria para artistas, ni carnet, ni licencia para poder presentar nuestro arte en cualquier espacio.
Como compañía trabajamos tanto en teatros como en la calle. Llevamos casi 20 años desarrollando esta profesión. Nos hemos radicado en Puerto Rico a finales del 2012. Hemos formado parte de diferentes asociaciones de actores que serían el equivalente al Colegio de Actores de PR tanto en Argentina como en España.
Conocemos muchos sistemas de trabajo en diferentes partes del mundo, y todos los que han funcionado ha sido porque no existía una imposición para lograr un cometido.
No creemos que haya un comité capaz de evaluar quién es artista o quién no lo es.
Es importante la libertad de expresión y el fomento de esta libertad. Colegiar por imposición es restringir, es oprimir. Trabajar en la calle es la forma de expresión más auténtica y más democrática.
El artista se ve obligado a seducir al público para poder realizar una presentación, el público re-descubre un espacio que transita a diario pero que esta vez se transforma en un espacio mágico. No se restringe a nadie para que forme parte de este evento, ya que no hay una taquilla que impida el acceso de quien que no cuente con dinero para poder presenciar la obra.
Muchos de los artistas que utilizamos la calle como espacio de representación lo hacemos por elección y sabiendo que tendremos un momento de sinceridad y conexión con los espectadores en el que podremos transmitir nuestro mensaje.
Para aquellos que nunca lo han probado, los invitamos a que investiguen este mundo. Invitamos a la comisión del Colegio de Actores a que pruebe el trabajo en la calle, para que entienda que no es necesario intentar controlar todo, lo importante es generar alternativas que unan y eduquen. La decisión de obligar a alguien a hacer algo, es negativa por donde lo quieran ver.
Si realmente quieren ejercer como “Colegio de Actores”, desde nuestra humilde opinión, creemos que es el momento que escuchen las voces de sus compañeros, los mismos que justifican la existencia de esta institución. Sin actores el «Colegio de Actores» no existe. Si realmente lo que buscan es apoyar el arte y fomentar el crecimiento de artistas en PR, aprovechen la ola que se ha generado con proyectos como Circo Fest, la Titeretada, la Campechada, las Fiestas de la Calle Loiza, el Adoquin Jamming Nights, Santurce es Ley, y tantos otros eventos que están surgiendo para plasmar el arte en la calle. Estimulen a los artistas a que se sumen a estas iniciativas que son generadas por compañeros que buscan de manera profesional, con mucho esfuerzo y compromiso que se abra un nuevo mercado en la Isla. La calle es de tod@s y para tod@s.
Nos gusta la idea de pensar que puede existir una institución que vele por los derechos de los artistas en P.R., no de unos pocos, sino de la mayoría, pero si para que esto sea un hecho es necesario obligar a los individuos a que formen parte de la misma, ese proyecto nunca funcionará.
Deborah Hunt: maestra titiritera.
Yo, Deborah Hunt, he presentando mi trabajo teatral en espacios públicos y privados desde 1972 en distintas partes del mundo y desde 1990 en Puerto Rico. Me opongo a la Ley 1247 porque la misma pretende regular, restringir y controlar el trabajo artístico en las calles y todo tipo de espacio público. La creación de un carnet que nos dé permiso de realizar nuestro trabajo artístico en la calle es un atentado nefasto contra nuestra libertad de expresión. Esta colusión con el Departamento de Turismo es una mal pensada y gestionada. Me uno a todos los artistas que por otro lado favorecen la LEY 1302 que propone la colegiación voluntaria de los actores y la eliminación de la Junta Acreditadora. ¡Arte libre al aire libre! ¡Sin licencia, colegio, carnet!
Omar Silva: músico, integrante de Cultura Profética.
Un domingo de 1994, salía de mi trabajo: tocar en la misa dominguera de la Catedral en el Viejo San Juan. Todas las semanas veníamos a musicalizar la misa para cobrar una tajada de las ofrendas de los feligreses, gracias a la amabilidad del entonces Padre Ricky, un hombre con visión… Guitarra, violín y oboe era el conjunto de tres chamaquitos músicos que hoy representan y dirigen proyectos musicales de la más alta envergadura en el País, incluso en los escenarios más importantes de América Latina, Europa y los Estados Unidos.
Ese domingo era especial… Teníamos otro toque más tarde en la antigua ciudad y estábamos de camisa de manga larga, pantalones de salir y zapatos lustrados… ¡incluso correa y algo de gel en el pelo! Acicalados como estábamos, se nos hizo lógico aprovechar esa no acostumbrada elegancia para deleitar a nuestros turistas en el Paseo de la Princesa con nuestro repertorio de danzas puertorriqueñas, Rafael Hernández y Pedro Flores, entre otros. Nos acomodamos bajo la sombra de un árbol, abrimos el estuche del violín para recibir propinas y comenzamos con Impromptu. Al final de la pieza teníamos ya un buen público aplaudiendo con delicadeza. Seguimos con Campanitas de cristal. Nunca olvidaré el respetuoso silencio y las caras maravilladas de las familias extranjeras y locales que se susurraban a los oídos mientras tocábamos… Y llegó un guardia: «No pueden tocar aquí». Yo le contesté: «Pero mira esta gente, estamos mostrando nuestra cultura con una combinación de instrumentos preciosa, todos estamos felices…» Y la irracionalidad me tronchó: «Es que después vienen los rumberos con tambores a hacer alboroto… si no pueden ellos, ustedes tampoco», dijo el guardia. Frustrados e indignados, recogimos. Contamos 13 dólares en el estuche. No había ni una moneda ¡¡¡TRECE DÓLARES EN SEIS MINUTOS!!! ¡Qué sueldazo en el ’94! (Aún dividido en tres).
Censura, reglas, leyes, autoridad del Estado, las cuatro en total asincronía con el fluir de lo humano, lo bello y lo orgánico. Todavía no entiendo lo que pasó aquella tarde. Nunca lo entenderé: no teníamos permiso para hacer arte en un espacio público, a espectadores claramente conmovidos con nuestra interpretación…
Hoy se discute la posibilidad de hacer la colegiación de actores compulsoria. ¿Y mañana, me pedirán carnet de agricultor para sembrar mis alimentos y especias en mi huerto casero? La historia de la humanidad nos cuenta que a las leyes caprichosas que atentan contra la más pura libertad, como a la anacrónica ley 134 de 1986, les espera un final común: la también irreprimible desobediencia civil.
Por eso, me hago solidario (qué hermosa palabra) con mis colegas actores en total rechazo al proyecto de Ley del Senado de P.R. 1247 que propone un carnet a los artistas. En cambio, favorezco y respaldo al proyecto de Ley del Senado de P.R. 1302 que propone la colegiación voluntaria de los actores. Y esto lo escribe un músico-teatrero-musicalizador de cine colegiado.
Mi Colegio: Cultura Profética. Mi cuota: la renta para poder ensayar 4 horas, 5 días a la semana ¿Cómo me representa?: Regresando a mi País con las gaviotas de Plata y Oro del reciente 56vo Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar, Chile.
¡El Colegio de Actores debe ser una opción y no una obligación!