Avistamientos de monstruos en el abismo de la superficie: Las grietas en el agua, de Dafne Elvira
Ya se ven los tigres en la lluvia
Luis Alberto Spineta/Los libros de la buena memoria
Eso es un monstruo”, fue lo primero que pensé y le dije a Dafne Elvira cuando ví el cuadro sin terminar guardado en su estudio de la playa. Un fondo rojo y una silueta oscura de criatura marina sinuosa. Una mancha que era una cola enorme. Un fenómeno todo aleta parda y sinuosa chapoteando en un mar de sangre. ¿Una cola? Una mancha amarilla, incendiaria desde entonces y que aún perdura. ¿Un desastre?
Es casi seguro que Pintora no vio ese monstruo cuando plasmó aquella silueta sombría en el lienzo sobre un fondo rojo, cómo es posible que no lo vea aún. Pintora estaba ocupada contemplando otros monstruos, otros desastres existenciales más imaginarios, pero no por eso menos reales, menos acechantes, menos atroces. En aquél tiempo el cuadro era otro cuadro y podría especularse que era “el pasado” de lo que hoy es este cuadro que se llama Las grietas en el agua, pero eso ni yo, ni Pintora ni el mismo cuadro lo sabríamos hasta luego. En aquel momento era a todas luces un cuadro inconcluso. Almacenado. Abandonado. Dejado de lado hasta tiempo después, cuando su Pintora decidió rescatarlo del fondo para traerlo a la superficie de la actividad, del trabajo amoroso y terrible, haciéndolo regresar al mundo de lo estético. ¿Para terminarlo?
¿Es una sirena enorme aquello que se vislumbra sinuoso por entre las grietas enchumbadas de agua? Es un monstruo grande que se escurre fuerte y sinuoso, escapándose por entre las grietas del agua. Está captado en plena fuga del lienzo, – ¿huye de una red? – hacia la izquierda del cuadro, desbordándose del borde como el agua se desborda de los bordes de los recipientes. Se escapa hacia atrás, hacia el fondo del fondo y hacia el “detrás” del cuadro. ¿Está ella misma, él mismo, eso mismo hecho de agua? Otra agua. Más densa. Más oscura. Una mancha de agua en el agua. ¿Qué hay más allá? El cuadro es un trompe d’oleil conceptual. Desprovisto de marco, el lienzo se estira y se entiesa por el lado del bastidor como el cuero de un tambor -piel de animal cazado- extendiéndose hacia atrás en el espacio real del mundo tridimensional hacia más al fondo del fondo pictórico. La mancha se escurre y se desborda. ¿Qué carajos significa este escándalo? Quizás se asome al dorso, al reverso del cuadro, y allí descubrirá un misterio. Una escena prohibida. Al dorso está garabateado otro espiral, otro caracol formado por las letras que conforman el nombre de la artista, y unas fechas. ¿Qué hay más allá, más a la izquierda? ¿Más atrás? Todo y nada. El cuadro es un universo en expansión elástica. Una zona cuántica en estado de inflación. Un resultante. Una emergencia.
¿Me lo mostró entonces, antes, en aquél entonces Pintora, aquél cuadro, este cuadro, el que vendría a ser este cuadro? No lo creo. Yo lo miré furtivamente, sin permiso. Estaba alojado junto a otros lienzos a medio hacer que se recostaban el el taller playero de Pintora. Lo ligué como se asoma uno a una escena prohibida. Como ligué una vez a Pintora desnuda en la playa.
Antes: una escena prohibida: Pintora -¿desnuda?- chapoteando entre las grietas espumosas del agua. Una sonrisa enigmática, cerrada, infantil, alienígena, hecha para no ser atestiguada por nadie. Ni por ella misma. Una escena atávica. Un avistamiento. Era una escena escandalosa. Como aquella escena del monstruo marino que surge de las aguas del mar en una película de James Bond.
Soy un testigo. Tengo una experiencia de avistamiento: cómo se avistan los ovnis, los fenómenos atmosféricos anómalos, las personas muertas y/o desaparecidas. Elvis. Fidel. Hoffa. Las Santas y Los Santos. Fátima. La Virgen Del Pozo. Congomayumba. Como se es testigo de las apariciones de los seres enumerados en los bestiarios antiguos y los manuales apócrifos de criptozoología. Sasquatch, el Chupacabrás. El monstruo del lago Ness. El Vampiro de Moca. El Garadiábolo. Libros de monstruos.
Una escena mitológica – El monstruo es lo que regresa distinto. El cuadro hoy es aquello que regresa distinto, como aquél pescador mitológico japonés que zarpó hacia mares prohibidos a cosechar peces y regresó convertido en sirena. La momia monstruosa de aquél pescador transfigurado existe. Se halla encapsulada como una reliquia dentro de una capilla localizada en una ladera del monte Fuji. Tenshow-Kyonsha, es el nombre de aquél templo. Guguléese. Allí está para verse, para avistarse, para ser contemplada por devotos y turistas morbosos como un fenómeno. O como se exhibe, se muestra un cuadro en una galería o un museo. Las sirenas son seres monstruosos. Eso se sabe.
El cuadro exige un modo de contemplación fluctuante, consistente en movimientos sucesivos de alejamiento-acercamiento para ver en los detalles de la factura otras tramas que se asoman entre las grietas del agua. Un método de ecolocalización. Está formalizado en estratas. Grietas geológicas. Arqueológicas. Pero este cuadro es un proceso de arqueología submarina. Hay que imaginar el cuadro en dos ejes. Verticalidad variable y profundidad. Estos dos ejes son independientes. El “fondo” del cuadro es lo que queda “detrás” del monstruo y y de la sirena encaracolada, como dicta la pictórica tradicional. El “fondo” espacial-narrativo es lo que está “abajo”, imaginando que esto es un mar, imaginando que esa oscuridad nubosa es el fondo marino.Una niebla submarina. El monstruo parece estar hecho de la misma sustancia. Atraviesa el cuadro de derecha a izquierda en pleno movimiento de fuga.
Entonces el cuadro regresa. El cuadro surge, emerge, es rescatado de las redes del olvido. Es recuperado. Restaurado. ¿Revivido como un zombie? Pintora regresa al cuadro, a “terminar” de pintarlo. La pintora que regresa al cuadro después de abandonarlo -abandonar es dejar inconcluso un ser- es distinta a la que lo abandonó atormentada por sus propios monstruos que después y felizmente la abandonaron. El cuadro que resulta de ese reencuentro es un cuadro distinto. El cuadro regresa distinto. No otro. Distinto. Pintora me lo muestra luego -después- el cuadro, en su estudio de la playa donde chapoteó desnuda una vez. El cuadro aún no está terminado. Lo está trabajando. Soy testigo del proceso de presdigitación a la inversa. De la visibilización de lo invisible. De lo que se asoma por entre las grietas en el agua. Esto ha pasado antes. La primera vez. La vez cuando Pintora pintaba otro monstruo. Otra sirena.
Antes: una escena primaria – cuando me reencontré con ella, Pintora me invitó a su casa-estudio sanjuanero. Ella pintaba sirenas. La ví con una falda de mahón pintorreteada -luego supe que a veces limpia su pincel en su ropa misma- danzando descalza sobre un lienzo tirado en el suelo a modo de tapiz-action painting que nada tenía que ver con el lienzo que tenía al frente y sobre el que estaba trabajando. Era una sirena monumental. Estas adentro, me dijo entonces. Caí en cuenta de que Pintora no me estaba mostrando aquél cuadro hermosísimo. Ella me estaba dando permiso para verla trabajar. Atestiguar aquél acto sagrado. Me muestraba el acto sucesivo y performativo de pintar su cuadro. Era una escena escandalosa. Contemplar a Pintora en su faena es avistar un bello monstruo chapoteando entre las espumas del agua.
Este es el centro de este texto. En el centro del lienzo, acariciando el dorso del costado del monstruo profundo, un mancha-destello amarillo. ¿Un tigre avistado por entre las grietas del agua? Esa mancha que acaricia otra mancha estuvo ahí desde el principio. Desde antes del abandono. ¿Qué significa? Un monstruo primigenio. Un misterio inescrutable.
Bajo la cola-aleta del monstruo, justo en la frontera difusa entre el fondo oscuro y la zona ocre, un vestigio.
/enroscada
/encaracolada
/enquistada
/encapsulada
/enconchada
/emburbujada
Una/otra sirena antigua se halla redondamente enterrada en los estratos arqueológicos entre las grietas del agua. Aquella sirena está pintada con los rasgos distintivos de las sirenas que la pintora pintó antes, aquellas en las que trabajaba años antes en la escena primaria. La pintura monstruosa entera entonces es un esquema donde se condensan las “etapas” estéticas de la artista. Es escena submarina y es corte longitudinal geo-arqueológico y es una historia pictórica del arte. ¿La silueta monstruosa que se escapa: augurio de lo monstruoso por venir? Entonces, la pintura es un enigma y una profecía.
Ella, la sirena, el monstruo sinuoso y oscuro está enredado. Hay asomos de una parrilla, de un cuadrángulo -¿una red?- formada por unos hilos de pintura acuosa que chorrean lentos por la superficie abismal del lienzo. Las cuadrículas se forman cuando estos hilos líquidos se escurren por la superficie halados gravitacionalmente en dos direcciones aparentes. Dos fondos antiguos. ¿Cómo es esto posible? El cuadro ha sido manipulado. Torcido. Virado. ¿Escapa de la red que trata de aprisionarlo, aprisionarla? ¿Escapa de los límites, los bordes del cuadro? Estamos ante la escena -también primaria- de una fuga.
En movimiento de acercamiento al lienzo, pueden verse las grietas del agua. Líneas que conforman rostros indefinibles, apéndices, mosáicos quebrados, ramas y protuberancias vegetales, organismos unicelulares procariotas y eucariotas, setas y hongos, ramas rizomas, lianas y raíces, algas, seres informes de las profundidades, criaturas horrorosas, híbridos e injertos… acercarse y asomarse por entre las grietas del agua es avistar formas orgánicas e inorgánicas invisibles desde la lejanía, justo como cuando uno asoma el ojo al objetivo de un microscopio. A la vez, es atestiguar la vastedad sideral y sus contenidos como por un telescopio inhumano. El cuadro muestra lo monstruoso infinitésimo y descomunal. Un gabinete de curiosidades teratológicas.
Pintar entonces es rasgar el velo acuoso de la invisibilidad para mostrar lo que viene. Lo que se adviene. El acontecimiento radical. El monstruo. Aquél epígrafe de Spinetta. Monstruosa ella misma, Dafne Elvira agrieta el abismo de la superficie como con dientes o con garras. Desgarra, y de la raja -¿aquél destello amarillo? ¿Aquél tigre?- abismos surgen, se escapan y se fugan los monstruos y bellos portentos. Pinta un monstruo profundo que se escurre por entre las grietas del agua, escapando al mundo. Aquellos versos bellos y terribles de Yeats: And what rough beast, its hour come round at last / Slouches towards Bethlehem to be born?
La obra “Las grietas en el agua” de Dafne Elvira se exibirá en la exposición colectiva del espacio a inaugurarse el 12 de noviembre de 2022 de 2 a 6 PM en el 1155 de la Avenida Ponce de León.