Bergman Island


Cartel de Bergman Island, con Vicky Krieps y TimRoth.
Chris (Tim Roth) and Tony (Vicky Krieps) Sanders, un director y su amiga (más bien su amante o su esposa; no estamos seguros) van a la isla Fårö (Suecia) a visitar el lugar en el que el gran Ingmar Bergman vivió y filmó muchas de sus películas hacia el final de su vida. Él es director de cine y ha sido invitado a proyectar algunas de sus películas y discutirlas con el público; además, está escribiendo un nuevo guion para su próxima cinta. Ella, también está tratando de completar un guion y, simultáneamente, quiere adentrarse en la vida de Bergman visitando los parajes en los que filmó y en donde estuvieron sus platós. Hay cierto paralelismo entre la vida de la pareja “americana” y la vida del director sueco. Chris es obviamente mayor que Tony, como lo era Ingmar de muchas de sus seis parejas. El guion de Tony (¿Será ella como Liv Ullmann?) se trata de una cineasta, Amy (Mia Wasikowska), que va a Fårö a la boda de una amiga y allí vuelve a ver a Joseph (Anders Danielsen Lie). Amy y Joseph tuvieron un affaire cuando eran adolescentes, y ahora reviven su relación. La situación crea una situación ética y moral, porque él está traicionando a su novia. En la vida real, la tensión entre los amantes causa que Tony no de con la forma de concluir su guion. Es peor que Chris no les hace mucho caso a sus señales de auxilio pidiendo que la ayude, que le de sugerencias. Entendemos que es el asunto ético lo que se lo impide.
De pronto, los personajes del guion comienzan a adquirir vida propia y se van mezclando emocionalmente con los reales y resulta que los actores que están filmando el escrito de Tony, ahora se pasean por la isla como si unos fantasmas se hubieran hecho carne. La idea de que la isla esté poblada por los espíritus de las películas de Bergman es mencionada de paso en las conversaciones al principio. De hecho, las citas frecuentes a su obra nos hacen pensar que no es descabellado que los amantes de su obra sientan allí, en la isla, una cercana comunión con sus personajes favoritos. Añade, al misterio de la fina línea que separa la realidad y la ficción, que Mia Hansen-Løve, la directora guionista del filme podría estar contando parte de su vida. ¿Quién sabe?
La cinta tiene cierta fascinación, pero creo que solamente los que recuerdan bien las obras maestras del gran director sueco, han de disfrutarla en pleno. Sí hay que destacar las actuaciones de los principales y deleitarse en las intervenciones de muchos actores que son “accidentales”: parecen vivir en la isla y no saber quién era Ingmar Bergman. Es el colmo de la ironía y creo que la habría encantado al maestro.
Azor
La ética y la moral son, al fin y al cabo, los temas de este filme fascinante y misterioso sobre un banquero privado que va de Ginebra a Buenos Aires a sustituir a un colega en asuntos de su banco. Estamos en 1980, en medio de la dictadura de la junta militar (1976-83) y se nos hace patente que la ciudad –el país–, está en la garra de acciones despiadadas tomadas por gente despiadada. Yvan de Wiel (Fabrizio Rongione), el banquero, está acompañado por su esposa Inés (Stéphanie Cléau), cuya presencia ayuda a suavizar un poco la tensión que sentimos desde que conocemos la pareja y, simultáneamente, a incrementarla: pensamos que él está en peligro, y ella también.
Ese peligro es ominoso y reside en las sombras de la ciudad y en los cónclaves de hombres sospechosos cuyos motivos nunca están claros. De Wiel busca a su socio Keys (¿la llave del misterio?) quien, en ausencia, tiene mil definiciones de parte de los que lo conocían: brillante, distraído, depravado, poco confiable y encantador; y peligroso, añade una mujer. Lo que sí sabemos sin dudas es que dejó sin terminar un importante negocio.
Vamos conociendo personas que han sufrido el efecto letal de la dictadura. Según lo hacemos, el lazo que nos han amarrado en la garganta se tensa y el enigma de la desaparición de Keys se agudiza. Todos los que tenían que ver con él parecen estar controlados por una fuerza superior que controla el país. Un ejemplo es un abogado llamado Dekerman (Juan Pablo Gereto) que representa a un importante cliente, Aníbal Farrell (Ignacio Vila), que amenaza con retirar sus activos del banco suizo. No sabemos si, además de a su cliente, tiene otros “jefes” a quien se debe y, a pesar de su jovialidad, siempre que aparece y dice algo, nos infunde temor.
Escrita y dirigida por el cineasta debutante Andreas Fontana, la película no tiene pretensiones, pero logra crear un suspenso que nos prepara parcialmente para el desenlace inesperado. Es un gran debut para este joven director suizo. Las actuaciones son excelentes, pero, si por nada más, hay que verla por la actuación de Pablo Torre Nilson, como el obispo Tatoski, un cura que invierte en la bolsa con más fervor que el que probablemente usa para rezarle a la virgen, y mucho menos piedad.