Breve nota sobre la poesía de Ida Vitale
Sólo el equívoco
y dulce disparate
pone el caos en orden…
–Ida Vitale, “Perturbar abejas”

Ida Vitale. @PABLO BIELLI
Así llegué a la poeta uruguaya Ida Vitale (1923), ganadora del Cervantes del 2018. Había oído su nombre y creo que había leído uno o dos poemas suyos en antologías. Pero en el fondo era para mí una desconocida, un mero nombre. Así que cuando me enteré de que le habían otorgado el Cervantes de inmediato mi superego cultural se puso en función y encargué a España un libro que recoge gran parte de su obra poética: Poesía reunida (Barcelona, Tusquets Editores, 2017). A principio, como buen niño que tiene que cumplir su deber, comencé a leer esta antología de casi quinientas páginas que recoge solo parte de la obra de Vitale. Tras la lectura de unos cuantos poemas el sentido del deber desapareció y el pleno goce se apoderó de mi lectura. No me cabía duda de que leía a una gran poeta cuya obra hacía eco de mis propios gustos estéticos.
Explicar la complejidad y la riqueza de la poesía de Vitale llevaría páginas y páginas y, además y sobre todo, presupondría un conocimiento detallado de las letras uruguayas, mucho mayor que el que tengo. No pretendo, pues, hacerle aquí plena justicia a esta importante poeta. Pero si estas páginas llevan a una lectora que desconoce la obra Vitale a su poesía me sentiré más que satisfecho y hasta me sentiré justificado. Mi objetivo es, pues, llamar la atención de los lectores a la obra de Vitale. Y para hacerlo concentro mi atención en un hermosísimo poema suyo que encierra, para mí, un caso de intertextualidad muy revelador y significativo.
Pero antes de llegar a ese poema, apunto unos pocos datos sobre la poeta y sobre el libro que me sirvió de introducción a su obra. Dos lugares, además de su Montevideo natal, marcan para mí su obra: la Ciudad de México y Austin, Texas. En 1973 Vitale y su segundo esposo, el poeta Enrique Fierro (estuvo primero casada con el crítico Ángel Rama), salieron de Uruguay tras el golpe militar: “Agradezco a mi patria sus errores, / los cometidos, los que se ven venir…” (“Agradecimiento”). La pareja se estableció en México donde ella se ganaba la vida como traductora y pronto se incorporó al grupo de poetas e intelectuales comandado por Octavio Paz. Y allí —punto importante para mí ahora— Vitale se familiarizó con la gran poesía mexicana del siglo XX. En 1989 Fierro y Vitale se instalaron en Austin, Texas, donde él comenzó a enseñar en el Departamento de Español de la universidad estatal. En Austin permanecieron hasta 2013, cuando Fierro se jubiló. (“¿Es la encina de Orlando o son éstas de Austin?”) Regresaron a Montevideo donde este murió tres años más tarde. De estos esquemáticos datos biográficos me importa por el momento la fructífera estadía de Vitale en México.
Poesía reunida, la antología de su obra que leí, está organizada en orden cronológico inverso: comienza con la obra más reciente y termina con la más temprana. La organización, que no es totalmente de mi agrado, nos hace sentir que vamos de lo más sencillo a lo más complejo, aunque en verdad es a la inversa. La obra más reciente de Vitale es de una falsa sencillez que me hace pensar en la de Emily Dickinson. Es de una sencillez escueta que esconde una gran complejidad ideológica y estética. Por el contrario, la poesía temprana parece ser más compleja, sobre todo por el impacto del surrealismo en la poeta. Pero, en el fondo, no se hace tan difícil descifrarla y apreciarla una vez se descubren las claves de esos textos. No cabe duda de que su obra tardía es la que me llamó más la atención. Leerla primero, por el orden de la antología, le quitó cierto méritos a mis ojos a la obra temprana que leí al final. Hubiese preferido que la antología presentara la obra de Vitale de manera más convencional o haber leído el libro de atrás para adelante. Pero, a pesar de no ser así, la lectura de Poesía reunida resultó ser el descubrimiento de un tesoro.
Por ella descubrí que hay temas que se repiten frecuentemente en la poesía de Vitale. Dos me llaman la atención: los pájaros y la creación de poemas a partir de versos de otros poetas. Las aves aparecen frecuentemente y con su nombre preciso y exacto: colibrí, gavilán, golondrina, gorrión, jilguero, paloma, ruiseñor, sinsonte, vencejo… Cada uno se convierte en una metáfora particular y concreta que va más allá del mero y viejo símbolo del ave, más allá de esa amplia metáfora ya manida. Para Vitale los pájaros son entidades propias que encierran un sentido específico y, por ello, hay que explorar detalladamente el poema donde aparecen para entender su sentido y su función. En su poesía no es lo mismo, por ejemplo, una paloma que un gorrión. La poeta va más allá del empleo del viejo símbolo del ave que en otro contexto parecería un recurso repetido, muy repetido, y ya gastado. Los pájaros en su poesía son metáforas muy concretas que hay que explorar con mayor detalle y precisión.
Además y sobre todo, Vitale es lectora de poesía y a partir de su lectura de poetas específicos —Cavafis, Paz, Lewis Carroll, San Juan de la Cruz, René Char: la lista es larguísima— la poeta crea una obra propia. No esconde en muchos casos el nombre del poeta que sirve de punto de partida para su obra y hay hermosos poemas en lo que se vale directamente de un verso ajeno para construir su propio texto; parte de la apropiación de un verso ajeno para crear un poema completo y propio.
Pero no en todos los casos el poeta que emplea como base para sus poemas aparece directamente nombrado. Vitale nos obliga a leer su poema y hallar en el mismo el origen de su texto en otro texto. Pero podemos apreciar el poema aunque no conozcamos la fuente ya que el poema suyo es de por sí una obra poética de valor.
Me detengo en un caso concreto de este tipo de apropiación o intertextualidad; examino el poema de Vitale titulado “Grillo”:
En la claridad de la noche
canta el grillo, no el hombre,
por cualquier jardín
donde se asoma el paraíso.
Ríspida sal sonora
y también jazmín dulce
que crece y crea el vaivén del horizonte;
es la estrella y su eco
silencio y clamoroso cántico,
secreta coincidencia
donde todos los límites concuerdan.
Creo que aquí Vitale hace una reescritura de otro poema del gran poeta mexicano José Gorostiza:
No canta el grillo. Ritma
la música
de una estrella.
Mide
las pausas luminosas
con su reloj de arena.
Traza
sus órbitas de oro
en la desolación etérea.
La buena gente piensa
– a sin embargo –
que canta una cajita
de música en la hierba.
(Pausa II)
Por supuesto, esto nada, nadísima, tiene que ver con plagio, como llama a sus poemas la gran poeta mexicana Ulalume González de León. Se trata de un caso de comunidad o afinidad estética y de creación poética a partir de la poesía misma. Este es un proceso muy común en toda la poesía desde la antigüedad, pero abunda en la poesía del siglo XX. No es un caso de agotamientos estético ni de juego posmoderno, sino ejemplo claro de un sentido de comunidad y de solidaridad estética.
Vitale, como Gorostiza, parte de la idea de las correspondencias de los simbolistas, “secreta coincidencia”: el mundo completo es una entramada de relaciones y el grillo se comunica con las estrellas (“Ritma / la música / de una estrella”) y reproduce en su canto —sí, es canto; no es ruido— la música de las esferas. Ya Pitágoras así lo proponía y esta idea estética es central a la poesía del siglo XX. Gorostiza y Vitale, entre muchos, muchos otros y otras poetas, comparten esta visión del mundo y de la poesía. Por ello no es casualidad que el poema de Vitale aparezca en un libro titulado Léxico de afinidades (1994). Así es porque los poemas de este libro van declarando las conexiones o las afinidades de la uruguaya con otros grandes poetas. Para mí no cabe duda de que en “Grillo” Vitale hace un pequeño homenaje a Gorostiza y que reescribe el aparentemente sencillo poema del mexicano. Tampoco podemos decir que esa coincidencia sea mero azar—“Pero uno llama azar / a la imaginación insuficiente”, aclara por otras razones Vitale— que los dos poetas comulguen estéticamente y compartan un mismo símbolo: el simple grillo que se convierte en clave para entender la poesía y, por ella, el cosmos.
Poesía reunida de Ida Vitale nos sirve de puerta a un complejo mundo donde caben múltiples pájaros con identidad precisa y un simple grillo, entre diversos otros puntos de partida para crear, a partir de ellos, gran poesía. Doy en esta nota un ejemplo de la compleja y hermosa obra de Vitale. Para muestra, creo, vale este botón.
Espero que esta breve nota lleve a otros lectores a la obra de una escritora que definitivísimamente se merece su Cervantes.