Cáncer, fake news y un libro reparador

Katherine Streeter
El caso de «Consejos de cabecera» de Fernando Cabanillas
Nos ha pasado alguna vez: la traumática experiencia de pedir una explicación médica, de compartir nuestras dudas y ansiedades con un doctor o doctora, y encontrar a un individuo hostil, o simplemente cansado, mortificado o torpe, que explica como mejor puede y no puede mucho. En esos momentos pienso que habría que entrenar al personal médico en comunicación interpersonal, pero también pienso en la necesidad de incluir instrucción médica básica en nuestra educación, al menos los nombres de los huesos y los músculos, algunas nociones del funcionamiento del sistema inmunológico, qué es eso de sistema linfático, en dónde exactamente están el hígado, el vaso, el páncreas, los riñones, cómo funcionan los dichosos glóbulos blancos, qué es una infección…
Qué mucho tiempo y energías se malgastan en la escuela, con tanta cosa útil que necesitamos aprender. En esos momentos siento que nos han privado de algo, nos han engañado. Cómo es que hemos llegado hasta aquí, tan ignorantes sobre nuestro propio cuerpo a pesar de los títulos y los muchos años de dedicación al conocimiento. Lo peor es cuando es cuestión de vida o muerte, cuando necesitamos tomar una decisión y de momento toda la inteligencia que ejercemos día a día se desvanece en un balbuceo bobalicón. No entiendo nada. Pero bueno, al menos nos queda la internet, y ya ven, hasta en eso hay que ir con cuidado.
Por otro lado, lo habrán notado, últimamente la profesión médica también está pegada a la red, ya sea a su vieja computadora, su ipad o su teléfono (ya sea en formato común o a lo Dick Tracy), lo que provoca algunos malos entendidos y miradas estrábicas que aportan poco a la serenidad del paciente (¡y a la del doctor!). A mí me enternecen estos esfuerzos por modernizarse, pero echo de menos, sobre todo en momentos críticos, la mirada compasiva. Ya sé que lo hacen por exigencias de los planes médicos, que tienen muchos pacientes esperando afuera, pero, en algunos casos, quisiera que se tomaran un momento, me engañaran y me convencieran de que de veras les importa mi bienestar.
Es significativo que, según estudios de varias instituciones sanitarias europeas, quienes buscan información sobre su salud acudan cada vez más a googlear y navegar en la red que a consultar a su médico de cabecera. En el caso de Puerto Rico, ya ven, no debe sorprendernos, si consideramos el costo de los planes médicos, la carencia de días por enfermedad en muchos de los contratos y las dificultades para hacer una cita médica, factores que desalientan una relación saludable entre pacientes y “proveedores” de salud. Es más fácil —y pensamos que más seguro— consultar las autoridades en la pantallita del teléfono. Al menos eso creemos.
El problema es que hay mucho paquete rondando por ahí. Es tan alarmante la situación que (según he averiguado de pasada en internet, precisamente) la sociedad médica internacional ha preparado páginas de rectificación científica desde sus centros de investigación, como por ejemplo saludsinbulos.com y tumoremaeveroche.it, manejadas por profesionales de la medicina española e italiana, respectivamente. Sospecho que debe haber muchas más, y detengo mi búsqueda antes de caer en uno de esos hoyos negros de la red plagados de noticias y datos tan supuestamente contundentes como alarmantes.
Los puertorriqueños exploramos páginas en inglés y en español, sobre todo las de centros médicos que podrían estar a nuestro alcance (si es que tenemos seguro médico), según la localización de familiares y amigos de la diáspora. En español, además de las versiones traducidas de muchas de esas mismas páginas, les podemos echar un vistazo a páginas españolas, mexicanas, colombianas, etc. No sé si esto sea una ventaja o una sobrecarga informativa perjudicial para nuestra salud mental. Ya los doctores se están quejando, siempre en guardia contra las páginas médicas equivalentes al rincondelvago.com, preparadas por individuos irresponsables, posiblemente buenas almas que pretenden ayudar al prójimo y a la prójima con su excelsa sabiduría y su exceso de iniciativa. Muchos de sus pacientes, antes de llegar a la oficina, buscan información en internet y los bombardean (así parecen percibirlo algunos) con preguntas (muchas veces las mismas preguntas) que ponen a prueba su paciencia (de la que carecen algunos de estos profesionales). No ayuda a las largas esperas en las salas de consulta, por supuesto.
Salud Sin Bulos (es decir, sin embustes), una iniciativa de la Asociación de Investigadores en Salud (AIES), es, según informa la prensa, “un observatorio que nació de una inquietud al detectar sus integrantes que la respuesta a los engaños de salud por parte de organismos científicos se producía solo en algunas ocasiones y muy tarde.” Intentan rectificar, pues, la desinformación provocada, ahora a mayor velocidad debido al fácil acceso de buena parte de la población a la internet, y dan como ejemplo un bulo que todavía está haciendo de las suyas: la falsa noticia propagada por un presentador de televisión de que las vacunas producían autismo.
Sucede, sin embargo, que es en el ámbito del cáncer donde se producen más fake news, y ha llegado al punto de que Salud Sin Bulos y la Asociación Española contra el Cáncer firmaron un convenio de colaboración para combatirlas. Creo que es provechoso que cite lo siguiente, para beneficio de las desorientadas:
“Los engaños sobre este tema son frecuentes: que el sujetador con aros aumenta el riesgo de cáncer, que los móviles lo provocan o que calentar comidas y bebidas en recipientes de plástico está tras la causa de hasta 52 tipos de enfermedad. Asimismo, existen falsas creencias sobre el componente emocional, de forma que algunos bulos defienden que una actitud positiva o negativa puede determinar las posibilidades de curación de un cáncer, algo que han aprovechado algunos gurús para enriquecerse.”
Estos profesionales de la salud, entre médicos y comunicadores que componen el equipo, se encargan de difundir las correcciones de los disparates que pululan en la red, analizan titulares alarmistas sobre salud así como los argumentos pseudo científicos viralizados por la internet.
En Puerto Rico, con parecido propósito, ha estado publicando sus columnas sobre salud (primero en Claridad y luego en El Nuevo Día, valga apuntar) el Dr. Fernando Cabanillas, director del Centro de Cáncer del Hospital Auxilio Mutuo, y hace unas pocas semanas acaba de editar una colección de ellas bajo el título Consejos de cabecera. Prevenir y tratar: alimentos y vitaminas contra el cáncer. Cúrcuma, Guanábana, Ajo, Probióticos, Vitamina D, Moringa, Cannabis… Las ganancias del libro están destinadas a apoyar a los pacientes del Centro de Cáncer del Hospital Auxilio Mutuo en el pago de costos no cubiertos por los planes de salud, y se consigue en las principales librerías del país y en la farmacia del hospital.
Cabanillas es una personalidad respetada en la comunidad médica y por los miles de pacientes que pasan por sus manos. Titulado por el Recinto de Río Piedras y la Escuela de Medicina de la Universidad de Puerto Rico, se especializó en medicina interna y hematología-oncología en el Hospital Universitario y terminó su subespecialidad en oncología médica en el MD Anderson Cancer Center de Houston. Desde 1977 hasta su jubilación trabajó en esa prestigiosa institución, donde fundó y dirigió, de 1984-2002, el Departamento de Linfoma y Mieloma. Hemos tenido la suerte de que hizo el viaje de ida y vuelta, y después de pasar décadas en el hospital de Texas, regresó a Puerto Rico a continuar su labor profesional y fundó el Centro de Cáncer del Hospital Auxilio Mutuo. Llegó justamente para los inicios de la crisis, cuando más lo necesitábamos.
En este libro, Cabanillas demuestra la maestría de un verdadero educador. Impresiona su lista de reconocimientos y publicaciones internacionales, pero es más reveladora su palabra informada y ágil, atenta a la amenidad que, tal como reconocían los antiguos, es fundamental para la enseñanza. Aprendemos mejor cuando la pasamos bien. En su prólogo, “Santo Tomás y el valor de los sensatos”, Mayra Montero, destaca estas virtudes del libro:
“Rehuir de la especulación, educar en el sentido más ameno de la palabra, es el propósito evidente de estos escritos por los que corre una vena humorística que, de vez en cuando, llega a ser vitriólica. La medicina también es ingenio: el guiño inteligente que nos provoca risa. Una puya por aquí, un consejito irreverente por allá, un chiste que de pronto alivia la tensión extrema de la enfermedad, la fatiga visceral del miedo: el autor sabe ponerse en la piel del paciente, una destreza de la que no todos pueden presumir.”
Por otro lado, el autor aprovecha la tribuna que le ofrece la ocasión y toca base con temas que trascienden los asuntos médicos: la precariedad del país, la rampante corrupción política, la Junta de Control Fiscal… Aquí algunos ejemplos reveladores:
“Y la Junta de Control Fiscal, en vez de seguir recortando el presupuesto de nuestra universidad nacional y eliminando leyes favorables a la clase obrera, quizás pueda añadir el cultivo de la moringa a nuestro presupuesto gubernamental, como misericordiosa alternativa para combatir el hambre que eventualmente se genere. ¿Qué tal sabrá un arroz con moringa? Pero gente, no se sienten a esperar que esto ocurra. No podemos depender del Gobierno y mucho menos de la Junta.” (96)
“La Ley PROMESA promete causar depresión a un sinnúmero de personas y, desde ese punto de vista, se le puede considerar como potencial “cancerígeno”. Los próximos meses en Puerto Rico prometen ser turbulentos. Confiemos que esto no se acompañe de un alza en la incidencia de cáncer en la isla.” (186)
“¿Y el costo? Pues muchísimo menos que los $16.9 millones que totalizó el contrato para las cartulinas infantiles de valores cívicos de Julia Keleher con sus jirafas, leones, camellos, elefantes y osos. ¿Qué si es más útil que ese librito? El método Wolbachia, no solo salva vidas, sino que le ahorraría al país y a la economía muchos días de ausentismo, además de reducir el uso de insecticidas tóxicos. Cuesta solo $1 por persona, lo que en Puerto Rico equivale a $3.32 millones, y su eficacia está comprobada.” (238) [1]
En entrevista con Rosanna Cerezo, acepta Cabanillas que hay un gran vacío de información sobre el cáncer, que ciertos “artículos científicos son impenetrables”, y las dudas suelen ser parecidas: “qué podemos comer y qué debemos evitar para evitar el cáncer”. Supo de colegas que en lugar de conversar con sus pacientes, les pasaban copia fotostática de sus columnas. Por otro lado, varios pacientes le sugirieron que publicara sus columnas. De manera que decidió recopilar las primeras 53 y armar un libro de forma coherente en cinco partes: (1) Tratamientos y modalidades aceptables y recomendables; (2) Tratamientos no comprobados científicamente; (3) Tratamientos peligrosos o fraudulentos; (4) Mitos y leyendas; (5) Otros temas de interés.
El libro interesa a quienes viven con la ansiedad de comprobar qué está pasando con sus propios cuerpos, pero también a los profesionales de la salud. Ofrece explicaciones sencillas que además nos aleccionan sobre la complejidad y lo fascinante de la ciencia curativa. Da cuenta de fake news, fraudes médicos y faltas de supervisión como para poner los pelos de punta. Denuncia estas prácticas, sobre todo la de la mal llamada “medicina alternativa”, y, en todo caso, aboga por los probióticos y el vino tinto: “y que conste que no soy de ese culto cuasi religioso «pro todo lo natural», ni tampoco soy enemigo de todo lo artificial.” (247) Sus denuncias también rebasan el ámbito exclusivamente médico, como hace con “Las cenizas tóxicas de Peñuelas” y la curiosa historia de la bacteria Wolbachia y los mosquitos, “¿Una infección venérea contra el dengue?”, importantísimos artículos cuyos planteamientos, fundamentados en datos científicos, bien merecen la pena retomarse.
El libro aclara muchos mitos muy divulgados sobre el cáncer. Apunta Cabanillas que no se trata de una sola enfermedad, sino de cientos de enfermedades de distinto carácter y prognosis. El cáncer, explica, ocurre cuando hay errores en la división de la célula: se reordena el ADN de forma diferente y aparece la enfermedad. Lo raro, señala, es que no sea más común. Ahora mismo nuestro sistema inmune puede estar matando células de cáncer sin que nos enteremos. La dieta es sin duda importante para la prevención: 25% de estos padecimientos son debido a cancerígenos ambientales (incluyendo la comida), pero otros son hereditarios y algunos son “una lotería”. No hay nada que nos pueda garantizar inmunidad. Se puede evitar la obesidad, mantener una dieta vegetariana orgánica (preferiblemente “mediterránea”), hacer ejercicio, y con todo y eso, sufrir de cáncer.
Es evidente a través del libro que algunos asuntos son una obsesión para el galeno: el fraude médico, el abuso de las aseguradoras y farmacéuticas, los beneficios del vino y los probióticos, y los fake news sobre las vitaminas, con la excepción de la vitamina D que sí puede tener un efecto anti-tumoral y cuya deficiencia se ha detectado en 68% de la población puertorriqueña. Aparte de esta salvedad, arremete contra la industria de las vitaminas que en EE. UU. “alcanza un total de $37,000 millones anualmente, equivalente a la mitad de deuda de Puerto Rico.” (7)
De hecho, debe apuntarse que Cabanillas aprovecha para dejar su comentario político, especialmente al final de sus columnas, como quien no quiere la cosa, como una guiñadita para los lectores avisados, si consideramos que muchas veces comparte la página con los demagogos politiqueros del país. Se presenta en sus comentarios, sin embargo, como un individuo preocupado por los otros, desde su posición de médico, como cuando sugiere usar los $245,000 del “polémico, lujoso y doblemente blindado automóvil” para ayudarlo “a enfrentar la ira de los manufactureros de quimioterapias” (22), aunque en ocasiones se expresa como cualquier ciudadano desesperado por las barbaridades de los políticos: “Un dato curioso es que los genes humanos son 98% similares a los de un chimpancé y 75% parecidos a los de un ratón lo cual indica que unos pocos genes pueden hacer una gran diferencia. ¿Será esta la explicación para la conducta ratera de ciertos especímenes de nuestra fauna política nacional e internacional?” (70) Es muy crítico de la ciencia como negocio, como empresa de explotación económica, y asume la defensa del paciente y de la dignidad de su profesión: “Pero no voy a perder la esperanza de que en un futuro podamos curar con un trasplante de células madres cerebrales a estos médicos que padecen, entre otras cosas, de delirios de grandeza.” (69)
La sobre información y la ansiedad nos pueden llevar a la perplejidad y el terror. Como Cabanillas, soy escéptica y necesito pruebas, pero soy, como toda hija de vecino, susceptible a las advertencias, amenazas y consejos que andan por ahí. Necesito certezas para algo que sigue siendo un misterio. Me declaro navegante de internet, y muchas dudas las resuelvo con una búsqueda disciplinada de páginas que supongo autorizadas (medlineplus.gov, cancer.net, cancer.org, mayoclinic.org, entre otras) pero el libro de Cabanillas tiene un efecto cercano y familiar en mí, como si a alguien le importara mi bienestar, como parte de un país que también padece graves enfermedades.
El libro de Cabanillas deja la impresión de que hay no sólo un contingente de científicos en un afán constante por encontrar remedios a todos nuestros males, sino también un grupo de gente compasiva, preocupada por la salud de un país muy maltratado, que busca soluciones. Y esto, a veces, nos tranquiliza de una forma que ningún portal cibernético y lejano podría.
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[1] Cabanillas se refiere aquí al embeleco de “Mis valores cuentan”, ahora mismo bajo investigación del FBI. Por otra parte, el método Wolbachia, según explica, podría reducir significativamente varias enfermedades propagadas por mosquitos como el dengue, el zika, el chikunguya y la fiebre amarilla, sin afectar el ecosistema, al inocularlos con una bacteria inofensiva para los insectos, pero que interfiere con estos virus.
Bibliografía
Asociación de Investigadores en eSalud (AIES). Salud sin Bulos. Observatorio de los Bulos de Salud en Internet. https://saludsinbulos.com/
Fernando Cabanillas. Consejos de cabecera. Prevenir y tratar: alimentos y vitaminas contra el cáncer. Cúrcuma, Guanábana, Ajo, Probióticos, Vitamina D, Moringa, Cannabis… Publicaciones Puertorriqueñas, 2018.
Rosanna Cerezo, “Causas y curas del cáncer y prometedoras investigaciones en la medicina contra el cáncer”, programa radial Dialogando con Benny, con el Dr. Fernando Cabanillas y el Dr. Federico Goodsaid. Radio Isla 1320 AM (710 AM zona oeste) 21 de octubre de 2018. http://www.radioisla1320.net
Fondazione AIOM (Associazione Italiana di Oncologia Medica). Tumore, ma è vero che..? https://www.tumoremaeveroche.it/
López y N. Tirado. “Salud sin bulos: tras la fake news que campan a sus anchas”, Heraldo.es, 29 de octubre de 2018.