Capernaum: miseria y pobreza
Conocemos primero a Zain (Zain Al Rafeea) en una corte, a donde acude esposado porque está en la cárcel: ha apuñalado a un hombre. En un largo flashback vemos por qué ese es el caso y cómo Zain ha tenido que confrontar las situaciones extremas por las que atraviesa su familia numerosa y pobre. Presenciamos cómo los hijos del matrimonio que ha engendrado a Zain logran conectar sus deseos con la realidad, y que su precariedad económica no ha evitado que continúen teniendo hijos. Ese, un tema subyacente e importante en la cinta, pasa eventualmente a primer plano porque es la razón que ha impulsado a Zain a llevar s sus padres a corte: Ha demandado a sus padres por haberlo traído al mundo.
Vamos viendo cómo la familia se sostiene y las peripecias que llevan a cabo para sobrevivir. Zain trabaja muy duro y tiene un sentido intenso de que el trabajo es una forma de explotación que usan los más poderosos para controlar a los niños y a los desaventajados. A pesar de su edad, su intuición le permite distinguir las cosas que son pillerías por necesidad (es “shoplifters” de chucherías y de comida basura) de la maldad que se esconde en los corazones de explotadores y abusadores. Acercamientos de naturaleza sexual son rechazados por él sin ambages, y su vocabulario callejero no deja dudas cuando se siente incómodo o molesto por las proposiciones que surgen a su paso.
A pesar de la situación y su juventud, Zain es capaz de asumir responsabilidades que se le harían más difíciles a personas de más edad, y termina cuidando al infante Yonas (el genial dos añero Boluwatife Treasure Bankole) y mostrando su capacidad para contrarrestar las situaciones más complejas e hirientes que un preadolescente puede enfrentar.
Hay tomas de los lugares donde transcurre la acción que muestran la pobreza y la carencia de un lugar como el Líbano, que son un logro del realismo social que hemos visto anteriormente en filmes como “Los Olvidados” (1950) y “Slumdog Millionaire” (2008). A la primera le debe bastante la puesta en escena y la cinematografía de Christopher Aoun que, aunque en colores, capta las situaciones extremas que la falta de medios económicos ejerce sobre los desafortunados. Sin frotarnos la nariz en el pozo de aguas residuales, sabemos que los personajes no están muy lejos de esa situación extrema.
El trabajo de Zain Al Rafeea como el personaje central es una maravilla de entendimiento y comprensión de lo que está representando. Un chico hermoso de doce años que comanda su espacio cinemático con soltura, cierta inocencia y, al mismo tiempo, con gravedad, el joven actor nos lleva de la mano sin titubear en cómo se relaciona con los actores adultos y con los muchos chicos más o menos de su edad. Sus escenas con el dos añero que ya he mencionado son un ejemplo supremo de la paciencia y la habilidad de la directora en conseguir que ambos respondan al momento con la gracia de la espontaneidad que hace las escenas tan fáciles de aceptar, como si se tratara de un documental.
Las prácticas culturales y sociales (muchas deleznables) de otros son traídas sin un enfoque directamente condenatorio por la cineasta. Más bien nos las presenta para que las consideremos en el contexto de cómo impactan al personaje principal y sus circunstancias.
Triste, sobrecogedora, optimista porque muestra que hay quienes, bajo las peores circunstancias, quieren hacer el bien, el filme es un logro artístico de primer orden.