Carlos Monsiváis o el clóset invisible
Por ello mismo y por su provocador título, traté de conseguir tan pronto supe de su existencia el libro de Braulio Peralta, El clóset de cristal (México, Ediciones B, 2016), libro, desafortunadamente, de poca circulación fuera de México. (Pídanle a su librero favorito que lo traiga…) Sabía que la frase que le sirve de título a la obra había sido empleada en vida de Monsiváis como ataque en su contra de parte de algunos miembros de la comunidad gay y lesbiana mexicana ya que nunca hizo una declaración pública sobre sus preferencias sexuales, aunque era obvio y hasta evidente para todos que él defendía fuerte y constantemente esa comunidad – su apoyo de los enfermos de sida fue determinante y ejemplar – y que la cultura que esta producía era uno de los temas centrales de su propia obra. Por ejemplo, fue Monsiváis quien publicó La estatua de sal (1998), las memorias de Salvador Novo, poeta que desde temprano fue notoria y públicamente gay. Este breve libro de Novo marcó el estudio de la cultura homosexual en México. Más tarde el prólogo del mismo se transformó en un amplio estudio, Salvador Novo, lo marginal en el centro (2000), libro que a su vez ha servido de modelo a otros estudiosos de la cultura gay latinoamericana.
Ya cercano a la muerte, Monsiváis recogió sus estudios sobre temática gay en un libro que no llegó a ver publicado, Que se abra esa puerta: Crónicas y ensayos sobre la diversidad sexual (2010). Dos puntos quiero señalar sobre este texto. Primero, que apareció en una editorial feminista, lo que apunta a la estrecha relación que su autor establecía entre feminismo y liberación homosexual, y segundo, que en el prólogo al mismo, Martha Lomas, importante líder del movimiento feminista en México, aclara:
Carlos se resistía a decir públicamente que era gay no porque quisiera ocultarlo, sino porque hacerlo le parecía discriminatorio. Las personas heterosexuales no tienen necesidad de publicar su orientación sexual. Algunos activistas gay malinterpretaron esta decisión y querían a fuerzas que él hiciera una declaración pública en ese sentido. ¡Qué más elocuencia que sus escritos, su compromiso con la causa, su forma de vida, sus relaciones abiertas! Monsiváis no ocultaba ni exhibía su orientación sexual. (p. 13)
En otras palabras, Carlos Monsiváis no escondía sus preferencias sexuales aunque se le atacara por no declararlas públicamente. Quizás la salida más pública del clóset para él fue impuesta por otros, especialmente por el activista Horacio Franco quien durante las ceremonias fúnebres en el Palacio de Bellas Artes colocó sobre su féretro la bandera del arcoíris que acompañó en las ceremonias oficiales a la de México y la de su alma máter, la UNAM. Pero ese gesto póstumo de declaración de sus preferencias sexuales él no lo determinó; fue lo que llamamos un “outing”. Monsiváis prefería permanecer en su clóset de cristal o, mejor, en su clóset invisible, y desde el mismo quería observar críticamente el mundo gay que se iba creando poco a poco, que él apoyaba y fomentaba.
Braulio Peralta, el autor del libro que aquí comento, vuelve al tema de tanta importancia: salir o no salir del clóset; he ahí el dilema, como diría un Hamlet gay. En toda América Latina, incluso entre nosotros, hallamos casos paralelos y parecidos al de Monsiváis; el fenómeno es común y para muchos tiene sus raíces en diferencias generacionales: los más jóvenes exigen una salida del clóset, mientras que los mayores parecen citar a Cervantes: “mejor es no meneallo”. Pero, como Peralta mismo prueba de manera indirecta, hay muchas maneras de salir del clóset y la que escogió Monsiváis – decir sin decir o vivir en el clóset de cristal – es también una solución posible y hasta moral y políticamente válida. Lo que es válido para Monsiváis también es apropiado para otros. Por supuesto, la polémica persiste y no es el propósito de estas páginas volver a ella. Solo apunto el carácter y la vigencia de la misma porque es central al libro que desde su título hace referencia a la misma. Y no cabe duda que este es iluminador aunque, paradójicamente, no es el más apropiado. Una lectura detenida y crítica de El clóset de cristal así lo comprueba.
Para probar mi punto, fijémonos en un detalle aparentemente insignificante. El libro lleva en la portada una conocida foto de Monsiváis de Lourdes Almeida. Es una imagen que se ha empleado en muchas ocasiones y que también sirve de portada a los dos libros más importantes que se han publicado sobre el autor: el de Linda Egan, Carlos Monsiváis, Culture and Chronicle in Contemporary Mexico (2001), y el de Mabel Moraña e Ignacio Sánchez Prado, El arte de la ironía: Carlos Monsiváis ante la crítica (2007). Parece como si esta fuera la foto oficial del escritor. Pero en el caso del libro de Peralta lo que verdaderamente importa no es que vuelva a emplear la conocida foto sino que esta nos hace pensar que el libro es sobre Monsiváis y la lectura del mismo nos hace dudar que así sea. Aclaro: no creo que se haya empleado la imagen del escritor en la portada como táctica de mercadeo; es que el libro, por su estructura y hasta por su género, es temáticamente ambiguo. Contrario a lo que sugieren la portada con su provocador título y con la foto casi oficial de Monsiváis, este es y no es total o sencillamente un libro sobre él.
Peralta define en varias ocasiones el carácter de su obra: “no es un libro de morbo sobre la intimidad de un personaje público”, (p. 18) declara. Pero, a pesar de ello, sus páginas están llenas de detalles sobre la vida íntima de Monsiváis. Por ejemplo, se enumeran sus amantes y los años que estuvo con cada uno de ellos, se mencionan a personas con quienes tuvo relaciones sexuales pasajeras, se apunta a sus prácticas de ligue y a supuestas venganzas que cultivó a causa de amoríos fracasados. Frecuentemente en el libro el autor mismo se convierte en personaje y la voz que enuncia la crónica le habla o se habla a sí mismo. En uno de esos momentos se explica por qué escribe su texto:
No escribes este libro para hablar de la brillantez intelectual de Monsiváis: eso ya lo han dicho muchas mentes igualmente incisivas. Intentas cronicar una vida personal poco conocida. La del hombre de su casa, solo o acompañado, en un mundo poco difundido, aunque el rumor solo lleve a saber que frecuentaba los Baños Rocío. (p. 164)
Pero, en el fondo, Peralta se da cuenta que su crónica presenta un retrato muy parcial de Monsiváis y que, a pesar de lo que la misma pueda contribuir al estudio de su obra y su persona – no hay dudas de que las hace –, se necesita aún un riguroso y detallado estudio para dar un cuadro completo de este complejo ser humano: “Pero eso [el libro ideal que aún no existe] tendría que ser parte de una biografía y no de esta crónica”. (p. 215) Así Peralta reconoce las limitaciones de su obra. Pero no es el único que no ha logrado dar un cuadro completo del importante escritor. Monsiváis mismo escribió una temprana autobiografía que, en el fondo, poco dice y mucho oculta sobre sí. Peralta, pues, es crítico consigo mismo y está consciente que su libro no es un trabajo definitivo; mucho queda por hacerse.
¿Decimos, pues, que este es un libro fallido? No, digo que es un libro incompleto pero uno que nos ofrece información de valor; es un libro que decide acercarse a su tema desde el género de la crónica y no de la biografía ni del estudio erudito. Pero el problema mayor de El clóset de cristal no es su tono – que a veces puede parecer chismoso – ni su carácter incompleto. El problema está en su estructura, en el género que adopta como medio. Es que, como buena crónica, el libro se vale de diversos acercamientos y de distintas maneras de tratar el tema. En el fondo, más que una crónica sobre Monsiváis el libro es una que ofrece apuntes para una historia de los movimientos de liberación homosexual en México. Por ello en sus páginas se trata la vida y la labor de muchos individuos que contribuyeron al desarrollo de ese movimiento. Cada capítulo comienza recreando un momento de ese complejo proceso histórico. En ese sentido el libro no es sobre Monsiváis y por ello mismo apuntaba a la falsa promesa de una obra que lleva en la portada su foto y una frase que se usó como ataque a su posicionamiento ideológico.
La lectura del libro prueba que ese no es el caso. Los capítulos narran o comentan la historia del movimiento gay en México, pero como Monsiváis estuvo tan directamente envuelto con esa actividad aparece en cada capítulo. En el fondo el libro es una crónica de la actividad de múltiples gais y lesbianas que contribuyeron al desarrollo de la cultura gay mexicana. Por ejemplo, Nancy Cárdenas (1934-1994), amiga y aliada de Monsiváis y quien desempeñó un papel importantísimo en el desarrollo del movimiento de liberación homosexual mexicano, es justamente figura de gran importancia en todo el libro. Y como Monsiváis estuvo siempre tan íntimamente relacionado a todas esas actividades, aparece como personaje céntrico en cada capítulo o cada capítulo, tras presentar un momento de ese movimiento, ofrece el contrapunto de la participación de Monsiváis en el mismo. Objeto al título y a la foto de la portada que, para mí, ofrecen algo que el libro no cumple plenamente. Pero sin duda aplaudo esta crónica del movimiento gay mexicano donde Monsiváis desempeña un papel central. A pesar de las deficiencias o fallas que apunto, el libro es una contribución importante al estudio de la cultura gay de su país. El clóset de cristal será y no será un libro sobre Carlos Monsiváis, pero no cabe duda que es un libro de interés.
Mucho queda por investigar para entender mejor a Monsiváis, un ser complejo que según el historiador Enrique Krause “[t]uvo triple marginación: sexual, social y religiosa” (p. 133). Así fue porque era un hombre poco agraciado físicamente que no dejaba de ser objeto de burla por el mundillo gay donde la belleza física es carta de triunfo; fue un intelectual de izquierda que no comulgaba con ruedas de molino y un hombre de profunda formación cristiana, pero no católica, en un país que mayoritariamente profesa esa religión. Esa complejidad de Monsiváis también contribuye a la ambigüedad del texto de Peralta.
Pero a pesar de la complicación del tema y, sobre todo, a pesar de la fluctuación entre lo colectivo – el movimiento gay mexicano en general – y lo individual – la apabullante personalidad de Monsiváis –, El clóset de cristal es un libro que vale la pena leer porque aporta mucho a ambos campos. ¡Ya quisiéramos nosotros tener una crónica como esta que nos ayudara a entender mejor nuestras propias circunstancias e historia gais! Además y sobre todo, el libro vuelve a establecer muy claramente que, a pesar de sus limitaciones y sus fallas personales, Carlos Monsiváis es una figura imprescindible para entender la cultura gay mexicana y hasta México en general. Quizás por eso mismo – porque no quería que se menospreciara por limitada y por prejuiciada su visión de la totalidad del país por su defensa de sus preferencias sexuales – nunca salió de su clóset de cristal que, en verdad, fue un clóset invisible o inexistente.