Carta a Don Angel F. Rivera
Mi querido y siempre apreciado don Angel F. Rivera:
Primero que todo quiero disculparme por no haber ido a despedirme personalmente a su velorio. No pude asistir pero lo acompañé en ese tránsito con mis oraciones y mi agradecimiento sincero por todo lo que le dio a nuestro país. Por tantos años de dedicación desde todas las labores que tuvo a bien desarrollar con excelencia. Por su apoyo incondicional y tan solidario siempre a nuestra labor mientras estuvimos realizando Cultura Viva. El brillo de sus ojitos cuando le pedíamos ayuda y su rapidez en conseguir lo que necesitábamos nunca los olvidaré…
Le escribo estas líneas casi un mes después de su partida de este plano terrenal indignada, triste y avergonzada. Vergüenza ajena realmente pues no fue a mí a quien se le ocurrió la atrocidad de borrar sin miramientos gran parte de nuestra historia televisiva, parte de aquellos tesoros que usted celosamente tenía bajo su cuidado más esmerado. ¡Sabrá Dios y la gente que dio esa orden cuántos programas, además de Cultura Viva, se han perdido para siempre! ¿No le parece que lo menos que deben hacer l@s responsables es contestar estas interrogantes?
¡Que vergüenza siento, don Angel, que tristeza escribir estas líneas, que coraje! Como usted, me siento orgullosa de ser puertorriqueña pero me dan vergüenza las acciones de muchos puertorriqueños que no reconocen el valor de preservar el fruto de los y las que nos anteceden. Que piensan que lo que se hizo desde 1954 hasta el presente no tiene nada que enseñarnos… Cuando veo las porquerías que se producen hoy en nuestra televisión me reitero en lo equivocados que están…
Puedo imaginar su sorpresa cuando, luego de nuestra salida de Cultura Viva en el 2005, no se utilizara nada de ese excelente material archivado. Había mucho y bueno en esos cuatro años de trabajo diario, diversidad de reportajes atemporales que fácilmente pudieron nutrir los siguientes seis años que duró el espacio. Simplemente con volver a grabar las locuciones hubiesen evitado escuchar las voces de Millie Gil, de Welmo Romero o de esta servidora y le hubiesen alargado la vida a piezas excelentes, instructivas y bien hechas. Pero el Presidente de la Corporación para la Difusión Pública de Puerto Rico en ese momento, el Sr. Víctor Montilla y sus sub-altern@s decidieron que esa parte de la historia había que ignorarla, aunque el espacio llevara el mismo nombre.
Ya luego bajo la incumbencia de Ray Cruz le quedaban pocas esperanzas al espacio cultural, que había reducido su frecuencia a dos veces a la semana y que finalmente desapareció para dar paso a una programación inconcebible que prefiero no comentar en este reducido espacio… Además que usted fue testigo de eso.
¡Tanto que insistía Millie para que nuestro archivo estuviera siempre en orden, con su contenido detallado y exacto escrito en la tapa de cada cinta! Seguramente usted fue su mejor ejemplo de la importancia que esa insistencia tenía… Al irnos dejamos cuatro años de la mejor televisión que se ha producido en este país y nunca nadie la ha vuelto a ver. Y parece que algunos directivos y ejecutivas del canal decidieron que no se verían nunca más. ¿Cómo esta gente no aprendió nada con su ejemplo, don Angel?
Yo sé que usted murió porque ya no le quedaban fuerzas para seguir luchando. Que se mantuvo yendo al canal 6, las emisoras del pueblo de P.R., su casa, su taller más amado, hasta tres semanas antes de morir a los 90 años porque sabía que una vez usted no estuviera, ese material tan preciado y parte sustancial de la memoria visual de Puerto Rico corría peligro de desaparecer. ¡La ofensa es peor que eso! Lo cierto parece ser, don Angel, que empezaron a disponer de las cintas que guardaban esa memoria televisiva mucho antes de usted morir. Y usted parece que lo presintió y empezó a morir de a poquito… con dolor.
Si eso es cierto, si se ha perdido material valioso, no hay nada que se pueda hacer. Solamente nos restan dos cosas, en honor a su memoria y a su incansable trabajo en el canal 6: primero, velar por lo que se haya salvado de ese Archivo Histórico Angel F. Rivera que es su más valioso legado a nuestra memoria colectiva y segundo, exigir a los señores Víctor Montilla y Ray Cruz que contesten públicamente cuántos y cuáles programas hemos perdido para siempre. Esas emisoras, WIPR-TV y WIPM-TV, son patrimonio de nuestro pueblo. Son las emisoras del pueblo de Puerto Rico. Son de cada uno de nosotros y nosotras. Y como tal las tenemos que defender. ¡Hay tanto que defender en Puerto Rico! Parece increíble que tengamos que defendernos de nosotros mismos…
Me tengo que despedir, don Angel pero probablemente le vuelva a escribir en otro momento para contarle si llegan las respuestas que busco. Lamento tanto todo lo que he contado como lamento a veces el país en el que vivo… Y más coraje me da no haber sido más valiente para ir en contra de la ley y haberme llevado sin permiso alguno esos cuatro años de trabajo incansable para mi casa. ¡Que coraje me da no haber sido más valiente!
Hasta luego, don Angel. Siempre trataré de seguir su ejemplo profesional y actuar a la altura de su integridad, entrega y respeto por el trabajo creativo de excelencia en la televisión puertorriqueña… si es que logramos rescatarla de los tentáculos de mediocridad e ignorancia en los que se encuentra atrapada.
Con respeto y agradecimiento,
Magali Carrasquillo