Chappaquiddick: malacrianza

La tragedia de Chappaquiddick ocurrió hace casi cincuenta años y muchos no lo recordarán; a otros, los que nacieron después de 1969, tal vez no les importe. Pero esa es precisamente la razón para ver este filme basado en hechos reales y que se ajusta a ellos bastante. Lo que se sabe transita entre la verdad y la fantasía, como suele ser en circunstancias que involucran una situación fatal, baches de información, y gente poderosa, famosa o ambas cosas.
Después de haber tomado bastante, el senador quiso llevar, a petición de ella, a Mary Joe Kopechne (Kate Mara) una de las personas que había trabajado en la campaña presidencial de su hermano, el asesinado Bobby Kennedy, a tomar el ferri que la llevaría a su hotel situado en Edgartown, un pueblo en la isla más grande, Martha’s Vineyard. La llevaba de una fiesta que él había planificado en relación a las regatas del club de yates de la isla. Era un situación socialmente criticable: había seis mujeres de menos de 30 años, y seis hombres, de los cuales cinco estaban casados. Pero hubo cosas raras (que se presentan en la película). Por ejemplo, la joven Kopechne dejó su cartera y las llaves de su hotel en la fiesta. En la vida real, sabemos que el cuerpo estaba vestido y la muchacha tenía puesto su sostén pero en el filme no nos dicen que no llevaba bragas. Que haya habido algún tejemaneje sexual entre Kennedy y Kopechne es soslayado en la cinta, pero tenemos que entender que, como no hubo autopsia, no sabemos si hubo actividad sexual entre los dos antes del accidente. Ante ese hecho, los que hicieron el filme tenían que tener cuidado de no reclamar cosas que pusieran en entredicho las declaraciones de Kennedy y los hiciera vulnerables a una acusación de libelo.
Esas declaraciones del senador fueron un desastre, pues hubo un gran titubeo de su parte cuando ocurrió el accidente. No solo no salvó a la chica (aunque vemos en el filme que supuestamente trató de sacarla del auto), sino que abandonó la escena del accidente sin llamar a la policía y, a pesar de los consejos de los amigos que le ayudaron a regresar de la isla de Chappaquiddick a Edgartown, no informó el accidente hasta nueve horas después que ocurrió.
Como no se sabe a ciencia cierta qué fue lo que pasó — Kennedy estuvo solo desde que salió con la muchacha hasta que regresó a Edgartown sin notificar a la policía —, no podemos achacarle a sus decisiones otra explicación que las acciones de un malcriado de pensarse mejor que todos y de estar sobre la ley. Es algo que el guión nos va demostrando en las interacciones del senador con sus allegados y su primo Joe Gargan (Ed Helms) quien era su mano derecha, su protector, y la persona que lo sacaba de apuros. Con gran destreza la película nos muestra el abuso verbal y psicológico del viejo poderoso Joe Kennedy (el estupendo Bruce Dern, en una actuación loable y llena de pathos) quien pensaba que su hijo menor era incompetente y así se lo decía. Al mismo tiempo vemos que no le dejaba vivir su vida porque él quería manifestar su deseo de poder y su ambición de tener a los EE.UU. a sus pies. Casi lo tuvo con su segundo hijo John, alias Jack, que fue presidente. El primero, Joe, quien era su favorito y su verdadero candidato para presidente, murió en la segunda guerra cuando su avión explotó. Cuando John Kennedy fue asesinado, vio la posibilidad casi certera de que su tercer hijo Robert (Bobby) fuera presidente, ambición que también fue frustrada por un asesino.
Con la tragedia de Chappaquiddick1, la posibilidad de que Ted fuera presidente sufrió la misma suerte que Mary Jo Kopechne: se hundió en el agua bajo el puente Dike. La parte política de la cinta es estupenda y muestra hasta dónde puede llegar la influencia de los ricos y poderosos, y cómo pueden tergiversar lo que sucede. Vivimos hoy día unos momentos en que la verdad se quiere ocultar y que el comportamiento, de nada menos que el presidente de la nación más poderosa del mundo, es cuestionado cada día, y su veracidad puesta en duda. La película puede que no sea perfecta en divulgar qué exactamente sucedió en ese puente y en las aguas oscuras en las que se precipitó el auto. Pero lo que nos dice es que la corrupción y la integridad de las personas tiene que ser tomada en cuenta siempre, pero en particular cuando se trata de alguien en el que el pueblo ha depositado su confianza.
Ted Kennedy confesó que abandonó la escena del accidente y que no lo reportó, y se ha dicho que esas nueve horas que transcurrieron entre el accidente y la acción policial contribuyeron a la muerte de Kopechne. No importa que después de esto Kennedy fuera un magnífico senador y que tuviera su corazón en buen sitio (a favor de los negros y discriminados, a favor de que las causas deben de ser por el bien común, que se ama al padre, la madre y la familia sobre todo), fue malcriado por sus orígenes, por su poder y por la idea que era superior a otros y se podía salir con la suya. En la experta actuación de Clarke, todo está a la vista: hay que enseñarle a la gente humildad y responsabilidad, no importa cuán importante e influyentes sean.
- Les recomiendo la estupenda novela de Joyce Carol Oates sobre el tema: “Darkwater”. [↩]