Cheo Feliciano… ¡Familia!
“Anacaona oí tu voz”… El areyto a la cacica quisquellana fue tal vez su mejor nota, una de las muchas con las que nos ayudó a sobrevivir nuestros “tristes problemas”. “Familia” su norte y su celebración. Familia puertorriqueña con hamacas, sillones, balcones y patios extendidos desde Ponce hasta el Bronx y el Barrio. Cheo se nos fue y nos deja andando con una pena compartida, tan pública que puedo pensar que todos adivinan cuál es su dolor, pena que signa “un vacío peor que el olvido”.
Su voz, su clave y su carisma nos enseñaron que “el guaguancó es una alborada”; su vida que es mejor “never go back to Georgia”. Si “por ti llueve”, “busca un sombrero, coge una capa” que Juan Albalñil no puede guarecerse en el edificio que construyó. “De cualquier malla sale un ratón” “pa que afinquen” con y sin la guitarra de Jorge “el Malo” Santana. Cheo Feliciano fue una de las voces protagonistas de ese fenómeno musical que dejó una huella definitiva en la cultura de Puerto Rico y el Caribe, conocido como salsa. Su excepcional biografía es parecida a la de cientos de miles que a temprana edad salieron de sus humildes viviendas y se trasladaron miles de millas para hacer cultura en otras latitudes. De adolescente fue de esos chamacos que se colaba en las presentaciones de las Big Bands de Tito Rodríguez, Machito y Tito Puente. Me lo imagino con el güiro bajo el brazo entrando con los músicos, soñando con hacer coro o afincar con güiro y maracas junto a esos grandes. Soñando unirse al corillo para deleitar deleitándose como por décadas hizo cantando los temas de Tite Curet Alonso. ¡Qué bien que lo hizo!
Cheo comenzó su paseo por las alfombras y tarimas de la fama junto al sexteto de Joe Cuba y su voz es uno de los destellos del boogaloo: “Bang bang”, “El pito”. Luego, para que Eddie Palmieri tocara un boogaloo tenía que ser Cheo quien lo cantara: “¡Ay qué rico!” lo hizo. Sin embargo, su afinque mayor fue interpretar las composiciones de Catalino Curet Alonso. Nadie cantó a Tite como Cheo. Gracias a ellos el mundo contemporáneo escuchó la voz de Anacaona, supo de la “Franqueza cruel” de “Mi triste problema”, sintió el orgullo resentido de Juan Albañil y fue a los “entierros de mi pobre gente pobre” con “flores de papel” y “lágrimas de verdad”. Entonando boleros y guaguancós Cheo nos zarandeó por nuestras alegrías y tristezas. Así “de prisa”, “pensando en ti”, en el “Tema de tu regreso” recordaremos a la divina “Salomé”, cantaremos “para olvidar nuestro dolor”, seguiremos dedicándonos “un guaguancó” y haremos furo en su honor: porque “cuando blanco y negro se ponen juntitos, en la salsa, [es] tremenda combinación”.
“Del agua nadie se escapa”. No puedo sino llorar por su súbita partida, “porque un amor de verdad no se puede olvidar”. Sin embargo, “¡Familia!” los caballos se han soltado para ir de paseo por los Campos Elíseos y allí “hacer furo”, “afincar” “más allá del toque de un tambor”, con ¡“Sentimiento, tú”!