Cicatrices literarias: sobre los Diarios de Piglia
Todos los acontecimientos tienen fecha, aún el momento en el que uno se encuentra por primera vez cara a cara con la literatura. En la entrada correspondiente al lunes 27 de septiembre de 1965 de Los Diarios de Emilio Renzi: años de formación, primer tomo de los míticos diarios del argentino Ricardo Piglia, encontramos una declaración sencilla pero contundente: “Encuentro con Borges”. Inmediatamente después, leemos una frase magnífica: “Sensación de estar frente a la literatura, o mejor, de ver funcionar una maravillosa máquina de hacer literatura”. Se trata, sin lugar a duda, de una escena fundacional: el aprendiz de escritor sentado frente al escritor que representa, para él, la esencia misma de la literatura. El escritor en formación frente a la literatura hecha cuerpo. La anécdota que procede a narrar en esa entrada el joven escritor de veinticinco años que por primera vez conoce a su ídolo resulta reveladora: impúdico, el viejo Borges le pide a Piglia que palpe su rostro en busca de la cicatriz que dio lugar a su cuento “El Sur”. Incapaz de hallarla, el joven comprende que aún ese momento, ese supuesto momento de experiencia pura, ha sido convertido por el maestro en ritual. Es decir, en literatura. Aún ese instante, íntimo y carnal, en el que Borges intenta demostrar que detrás de la escritura hay experiencia, le pertenece al régimen de la ficción. Los Diarios de Emilio Renzi guardan un encanto similar: al igual que Borges, Piglia parece invitarnos a explorar de cerca la vida que dio paso a la literatura, solo para luego demostrarnos que detrás de ese gesto se esconde, desde siempre, la omnipresencia de la ficción. Vida y literatura se entremezclan y se confunden hasta la perfección en estos diarios que demuestran que tal vez la vida no sea sino – como decía el propio Piglia al conocer a Borges – “una maravillosa máquina de hacer literatura”.
En sus ensayos críticos, Piglia suele poner énfasis en lo que le gusta llamar el mito de origen de los escritores: la forma en la que los escritores construyen ficciones desde las cuales narran su entrada al mundo literario. Podría decirse que los diarios han sido, para el escritor argentino, su mito de origen. Más de una vez, Piglia ha dicho que si no fuera por ellos, nunca hubiera escrito la obra que ha terminado por consagrarlo como uno de los escritores de referencia en lengua castellana. Escrito a lo largo de casi seis décadas, desglosado en 327 cuadernos, el diario de Piglia se ha convertido, para muchos, en el equivalente a la cicatriz de Borges: la huella que rinde testimonio al hecho de que detrás de la literatura hubo una vida, una vida dedicada a pensar la literatura. No extraña entonces que en el primer tomo de Los Diarios de Emilio Renzi, titulado precisamente Años de formación, nos encontremos con una serie de imágenes fundacionales. Abunda este primer tomo en memorables escenas de primeras lecturas, como aquella que lo ubica en la casa de su abuelo en Adrogué, con un libro al revés entre las manos, incapaz de entender lo que lee, pero dispuesto a imitar la solemnidad con la que ha visto a su abuelo leer horas antes. Escenas de primeras lecturas como aquella que lo ubica comprando su primer libro, El Extranjero de Albert Camus, con la única intención de demostrarle a una chica bella que él también lee. Memorables escenas que poco a poco comienzan a internarlo en el núcleo de lecturas que lo ha acompañado por más de medio siglo, ayudándolo a construir una de las poéticas críticas más singulares del continente. Faulkner, Pavese, Borges, Macedonio Fernández, todos desfilan desde muy temprano por estas páginas, dándonos a entender que el Piglia que encontramos en los diarios es, desde el puro principio, el Piglia que terminaría por consolidarse con la publicación en 1980 de su gran novela Respiración Artificial. Si algo nos choca en una primera lectura es esa impresión de continuidad, esa voluntad de pensar la literatura como un proyecto de vida. Por decirlo de otro modo: desde que comienzan los diarios en 1957, Ricardo Piglia ya es Emilio Renzi.
A los miles de lectores que siguen a Piglia desde hace años no les extrañará que sus diarios estén narrados precisamente desde la perspectiva de su alter-ego literario Emilio Renzi, protagonista de muchas de sus novelas más conocidas tales como Respiración Artificial, La Ciudad Ausente o Blanco Nocturno. No les extrañará ya que, tal y como explica el propio autor, la literatura es la posibilidad que se abre cuando la vida se vuelve algo ajeno. Volverse otro, como sugería Rimbaud, siempre ha sido una gran tentación literaria. En el caso de Piglia, un desplazamiento mínimo – aquel que convierte a Ricardo Emilio Piglia Renzi en Emilio Renzi – ha sido suficiente para ayudarlo a indagar en un territorio en el que la autobiografía se confunde con la ficción, forzándonos a cuestionar las movedizas fronteras de los géneros literarios. La literatura, para el argentino, es precisamente ese constante movimiento entre historias privadas e historias públicas, entre relatos familiares y relatos históricos. Allí, en ese abismo que se abre dentro del propio nombre, la literatura surge como un llamado político a repensar la estructura de lo social. Los Diarios de Emilio Renzi no son en este sentido la excepción: desde el comienzo encontramos la figura anárquica de un Piglia que busca distanciarse del peronismo de su padre. Un sujeto crítico e indomable que busca encontrar, en la literatura misma, una postura política frente a una situación que a veces parece atraparlo. Su valentía, la valentía de Renzi, recae en apostarlo todo por la literatura: saber desde un principio que la lectura es un gesto subversivo y que allí se juegan las utopías posibles.
Todo relato cuenta dos historias, ha declarado el escritor en múltiples ocasiones. Toda ficción cifra una historia íntima, ha manifestado recientemente. Leyendo el primer tomo de Los Diarios de Emilio Renzi me pregunto cuál será ese relato secundario que corre paralelo al registro de vida que allí se desglosa. ¿Cuál será el relato que se esconde, contemporáneo y subversivo, al retrato del artista en formación? Como siempre con Piglia, la mejor respuesta se encuentra en las páginas de su propio libro, en esas páginas finales en las que aparece la voz del Piglia actual declarando, con furia y voluntad, que todavía hoy sigue pensando lo mismo que hace cincuenta años, que todavía hoy sigue defendiendo los mismos principios. Los Diarios de Emilio Renzi es el relato de una apuesta, una apuesta total por la literatura como el espacio desde el cual, algún día, llegaremos a coincidir con ese cuerpo ajeno que nos persigue y nos condena. Como el propio Piglia ante el maestro Borges, el libro incita a los lectores a tocar las cicatrices de un cuerpo que ha vivido, en carne y hueso, la literatura. Como Piglia ante Borges, sabemos que todavía lo que está en juego es la literatura y es precisamente eso lo que nos llena de alegría y nos hace celebrar la publicación de este gran mito.