Cine y literatura: el candidato ruso

1.
Sugerir que la presidencia de los Estados Unidos esté en manos de nazis o de dictadores de derecha ha sido una fantasía literaria y cinematográfica de antigua manufactura. Entre las dos grandes guerras el movimiento nazi en el norte era fuerte y altamente organizado. Sinclair Lewis, el primer norteamericano en ganar un premio Nobel (1930), dijo que cuando el fascismo llegara a América estaría arropado con la bandera y cargaría una cruz. A tales efectos escribió una novela (“It Can’t Happen Here”, 1935) en la que un político carismático derrota a Franklin D. Roosevelt con promesas populistas y promulgando un regreso a los “valores tradicionales americanos” y a una economía basada en el “corporativismo” (léase de dominación por corporaciones), nada que no haya hecho Donald Trump. Gana y se convierte en un dictador que maneja una banda paramilitar no muy distinta a las camisas pardas, la Gestapo y la SS nazi. La idea de Lewis no era descabellada, pues en la década del 30 el movimiento fascista iba de costa a costa y pudo, en 1939, congregar un mitin pro-Nazi en el que 22,000 personas ocuparon el Madison Square Garden el día del cumpleaños de George Washington, cuyo retrato gigante estaba rodeado de suásticas intercaladas con banderas americanas. El secretario general del “Bund” saludó con el tradicional saludo nazi a los seguidores llamándolos “mis correligionarios blancos cristianos”, criticó que los medios noticiosos, incluyendo el cine y la prensa, estaban en manos de judíos, y exigió que el país estuviera en manos del “segmento blanco no semita”. Los presentes devolvieron el saludo nazi cuando tocaron el “Star Spangled Banner”. Nada que no hicieran los supremacistas blancos que marcharon en Charlottesville el año pasado.
Bastante después (2004), el gran Phillip Roth escribió la magnífica novela “The Plot Against America” en la que Charles Lindbergh, héroe nacional y un antisemita admirador de Hitler, derrota a Roosevelt como presidente del “America First Party”, que promulga el control del los judíos y condena su influencia monetaria sobre la nación. En el cine, el filme “Keeper of the Flame” (1943), basado en la novela de la escritora I. A. R. Wylie, exploró las maquinaciones de un héroe nacional multimillonario quien, a escondidas, era un fascista, que quería ganar la presidencia de la nación para implantar un sistema parecido al nazi y basado en las riquezas de unos pocos. Nada que no promulgue Trump.
Que un líder popular pudiera amalgamar los pobres abatidos por la depresión de los 30 no sorprende ni en ficción ni en la realidad, pues una de las características de los movimientos fascistas es que surgen de los desastres económicos que afectan a todos o a un grupo que se puede convertir en sus seguidores: el mejor ejemplo son los nazis en Alemania. Además, el movimiento siempre necesita a quién culpar. En la Italia fascista y en la Alemania nazi, los comunistas, socialistas, las uniones y los judíos fueron el chivo expiatorio. Era también lo que predicaban los nazis americanos y los supremacistas blancos de hoy día.
Vemos en los EE.UU. tendencias similares a las que trajeron al poder a los personajes ficticios y a los muy reales Hitler y Mussolini. Estos se manifiestan en los ataques a los emigrantes, a los musulmanes, a las minorías de las ciudades y los oponentes políticos (“lock her up” y “crooked Hillary” son dos de los mejores ejemplos). Además, las corporaciones se han convertido en “personas” con la idea de favorecer a los billonarios que las controlan y otorgarles libertad de acción (desregulación) y reducirles los impuestos (la reforma contributiva de Trump).
2.
Una de las dianas del dictador, sea de derecha o izquierda, es culpar a la prensa, que hoy día incluye radio, televisión, y las redes sociales, de dar información falsa para que los propósitos del jefe de gobierno puedan cumplirse sin impedimentos. Pero está el caso de Fox News que mucho de lo que dicen es falso o medias verdades sacadas de contexto. En “Wag the Dog” (1997), un filme de Barry Levinson, tratando de que el público se olvide de los escándalos sexuales del presidente, uno de sus consejeros hace que un director de cine cree pietaje falso de una guerra falsa. La mayoría se enfoca en la mentira en vez de en el escándalo del dignatario. Algo así como la diversión que ha hecho Trump con su viaje a reunirse con Kim Jong-un, que no produjo nada en particular, para que se olviden del escándalo de Stormy Daniels. Y, como en la película, ha funcionado hasta ahora. Después de Kim vino la visita a Canadá seguida por la cumbre europea y la reunión con Putin en Helsinki. Por ahora, ya no se habla tanto de Stormy porque Trump se encargó de meter la pata (pienso que a propósito) para que su intervención con Putin nos ponga a conversar sobre el excomunista que ha metamorfoseado a oligarca fascista.
3.
Es evidente que la literatura y el cine son visionarios. En el libro de Richard Condon, y luego en el filme clásico “The Manchurian Candidate” (1962), Raymond Shaw, uno de un grupo de soldados que fueron prisioneros de comunistas rusos y chinos, regresa hipnotizado y “brain washed”, y su ambiciosa madre es su manejadora que trabaja para el KGB. El hombre es usado en una conspiración para que su padrastro el senador John Y. Iselin (basado en el infame senador Joseph McCarthy) se convierta en un presidente totalitario y que Rusia maneje los Estados Unidos a través de él. La trama se parece tanto a la intervención rusa en las elecciones para derrotar a Hillary Clinton y ayudar a Trump para poder manejarlo que uno se pregunta si Putin, ex agente del KGB, la está siguiendo al pie de la letra. Una incógnita es ¿quién es el manejador de Trump?, y ¿qué fue lo que lo hipnotizó o lo tiene prisionero del Kremlin? La respuesta de Putin, quien puede ser el manejador, sobre la visita de Trump a Rusia en 2013 y a si ellos tienen material comprometedor fue demasiado perfecta. Cito del pietaje de TV:
«And now, to the compromising material,» he said. «Yeah, I did hear these rumors that we allegedly collected compromising material on Mr. Trump when he was visiting Moscow. Well, distinguished colleague, let me tell you this: when President Trump was at Moscow back then I didn’t even know he was in Moscow. I treat President Trump with utmost respect, but back then when he was a private individual, a businessman, nobody informed me that he was in Moscow.»
No se lo cree nadie. La KGB sabía de todos los que visitaban Rusia. Putin había sido nombrado por Yeltsin como director del KGB en 1999 y dudo que no supiera que un billonario americano, en particular Trump, estaba de visita en Moscú. Insulta la inteligencia que Trump le creyera todo lo que dice Putin y que, contrario a la tradicional tenaz oposición de su partido a todo lo que huela a comunista, esté de verdad buscando que Rusia sea su aliado. No cabe duda de que los rusos tienen mucho que revela a Trump como un tonto vulgar y, tal vez, como un traidor. Todo el asunto sobre qué es lo que mueve el mejunje entre Trump, los rusos y Putin parece ser una patraña concebida y orquestada por los rusos y allegados a Trump ciegos por la posibilidad del poder, tal y como invadía a la madre de Raymond Shaw en la película.
Tenemos una pista de la veracidad de Trump y de Putin en una de las escenas más famosas del filme “The Manchurian Candidate”. El senador Iselin está acusando que el Departamento de Estado está invadido de comunistas (tal y como según Trump las agencias de inteligencia están infiltradas de aliados demócratas de Hillary Clinton). La prensa insiste en que el senador diga cuántos hay. El hombre, que se está comiendo una hamburguesa, responde que 57. Es lo que dice la botella de kétchup Heinz que tiene ante él: “57 Varieties”. Trump y Putin también se inventan las cosas según van hablando. Hoy día está en Casa Blanca el candidato ruso, que abriga en su corazoncito tendencias nazis y está respaldado por un comunista que es ahora un oligarca ruso. Es, sin duda, la vida imitando al arte.1
- Según escribía esto, Michael Avenatti, el abogado de Stormy Daniels, tildó públicamente a Trump de ser un “Manchurian Candidate”. [↩]