C’mon C’mon

¿Cómo se vive la soledad y el aislamiento? ¿De que forma incide en esas situaciones el estado mental de los que las sufren? Johnny (Joaquín Phoenix) es un periodista para la radio, que viaja por los EE. UU. entrevistando a niños (incluyendo adolescentes) sobre cómo se relacionan con los adultos y cómo se ven en un futuro que siempre es incierto. El guion de Mike Millis, quien también dirigió, provee una serie de opiniones sobre esas situaciones en las respuestas a las preguntas que se formulan, pero estas nos convencen de que son contestaciones que ha recogido de entrevistas reales. Ciertamente, tienen gran sentido y nos hacen comprender el porqué de algunas reacciones que tienen niños y adolescentes hoy día.
En Detroit, Johnny, quien ha peleado con su hermana Viv (Gaby Hoffmann) por una de esas cosas sin importancia real ni duradera que surgen entre hermanos, pero que tiene que ver con la muerte de su madre, decide que un año sin hablarle es demasiado, y la llama. Es una llamada oportuna porque Paul (Scoot McNairy), el marido de Viv, ha sido recluido en un hospital psiquiátrico en Oakland, y ella tiene que ir a cuidarlo por un tiempo. Por eso le pide a Johnny que si puede venir a Los Ángeles a cuidar de su sobrino Jesse (Woody Norman), que tiene nueve años.
Lo que era un arreglo temporal se prolonga por razones médicas y según se van conociendo mejor, Johnny y Jesse se hacen amigos. No sorprende

Johnny (Joaquín Phoenix) es un periodista para la radio, que viaja por los EE. UU. entrevistando a niños (incluyendo adolescentes) sobre cómo se relacionan con los adultos y cómo se ven en un futuro que siempre es incierto en C’mon C’mon.
que el niño haga de su tío una figura paterna que, es evidente, necesita ya que echa mucho de menos a su padre. Aunque todo esto se puede imaginar con los ojos cerrados, desde el principio, Millis y su camarógrafo, Robbie Ryan, nos los han abierto a la belleza de la cinta en blanco y negro que se despliega suntuosamente ante nuestra mirada y que realza sin interferir las conversaciones entre sobrino y tío. Resulta que Jesse es un súper dotado que, ante la situación entre sus padres, ha desarrollado una serie de protecciones psicológicas complejas.
Los intercambios entre los dos principales son tiernos, graciosos y profundos. Jesse fluctúa entre nene y Platón, y su tío entre asombrado y nene. Son diálogos que nos hacen repasar en la memoria de qué hablábamos con nuestros hijos y de qué hablamos con nuestros nietos. Por supuesto, entrenado para su trabajo en tener que prestar atención a lo que dicen los mucho más jóvenes, Johnny es el perfecto recipiente de las genialidades de su sobrino, quien, de paso, puede ser ¡demasiado!
Un tema que no se trata tanto como me hubiese gustado es el del invento de un alter ego por parte de Jesse. Lo saca de su memoria cuando menos se espera y resulta ser un huérfano que pide albergue en su propia casa con su madre y, desde que llegó el tío, a veces se comunica con él. Las interrogaciones de Johnny por Jesse y su forma alterna sobre por qué está solo, revelan su preocupación por la soledad y la marginalización. Es curioso que el tío le da el equipo de grabar las entrevistas para que vaya inscribiendo los sonidos de los ambientes en los que se encuentran. El niño goza de ese elemento porque va descubriendo cosas inesperadas y sorprendentes. Esas sorpresas se agudizan y se expanden cuando Viv permite (para ella poder estar con su marido más tiempo) que Jesse se vaya con su tío a Nueva York.
Por supuesto que un niño de nueve años con cociente de inteligencia superior da qué hacer y causa problemas; Jesse no es una excepción. Sus travesuras, sin embargo, tiene un cariz que, como es de esperarse, asombran por su inventiva, y, al mismo tiempo pueden sugerir peligro.
Sorprende que no se le haya dado a este filme la atención que merece por sus actuaciones, su guion y cinematografía. Que en este último renglón ganara ese aburrimiento llamado Dune, solo evidencia que los presupuestos gigantes le llenan el ojo a los miembros de la Academia que dan los premios técnicos. Mas, bien sabemos que mucho y más grande no siempre es mejor. Y ¿qué mejor prueba de pequeño y excelente que el niño actor Woody Norman?, cuya actuación y presencia hace que, cuando no está en escena, notemos que el gran Joaquín Phoenix está desarrollando pipa.