A Victor Lafontaine y Gabriela Torres Rodríguez, agradecido
Yo sé cuando Chofer Discurso viene conduciendo la guagua de la AMA número 91 porque esas mañanas el vehículo viene bajando por la cuesta de la avenida Laurel como un alma poseída por los demonios. Decir la avenida Laurel en Bayamón es como decir cualquier cosa. No significa nada. Tendrías que decir por el regional o mejor aún por frente al Burger King. En Bayamón hay 2,681 BK. Pero en Bayamón, cuando tú dices el BK, o el Walgreens o la gasolinera Puma, si la persona con la que tú estás hablando es local esa persona sabe. De alguna manera incógnita sabe. Y tú deberías saber que no es imposible que esa persona vaya a asaltarte. Eso puede decirse/escribirse de casi cualquier sitio y persona, pero digamos que también es cierto en Bayamón. Yo –de más está decir/escribir– no soy de Bayamón. Pero no nos distraigamos con generalizaciones ni estereotipos por más útiles que a veces puedan ser para la sobrevivencia. El que sabe, sabe, dicen en Bayamón. Vamos a lo que vinimos. Yo vine a contarles las costumbres heterodoxas del Chofer Discurso.
…bajando la cuesta por la avenida Laurel…
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En las mañanas yo me convierto en un reloj solar. Al igual que pasa en la Luna, donde dicen que en la sombra (de una roca, de un risco, al borde interior de un cráter etc. porque todo el mundo sabe que en la Luna no hay árboles) la temperatura desciende centenares de grados Fahrenheit o Celsius bajo cero y si te mueves unos centímetros más allá o más acá, donde no hay guarecimiento del sol, la temperatura alcanza temperaturas de incineración, en la parada no exactamente al frente del BK –sino más allá o más acá según sea el caso y el paso– la sombra del caserío (de uno de los 11, 309 caseríos que hay en Bayamón) te cobija hasta cierta precisa hora de la mañana que va cambiando según la época del año. Luego de ese instante y sin ningún aviso ni amago de transición el Sol te ataca termonuclearmente y te achicharra. Para evitar esa muerte humeante hay que cruzar la avenida Laurel y cobijarse bajo la sombra de un árbol grande que está frente al parking del regional que ya no es el regional. Bayamón es un lugar olvidado por Dios pero allí, a diferencia de la Luna, sí hay árboles.
…y cobijarse bajo la sombra de un árbol grande…
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Chinas por botellas. Una muerte por otra. Una vez se halla uno a salvo temporeramente de la radiación solar bajo la sombra del árbol, es necesario estar atento a que venga la guagua 91 bajando por la cuesta para cruzar otra vez la avenida y regresar a la parada cosa de que el chofer se detenga en ella y te recoja. Generalmente da tiempo más que suficiente para realizar este traslado, pero ese no es el caso cuando quien viene conduciendo la guagua es Chofer Discurso. Entonces la guagua es un cohete y uno tiene que cruzar la avenida corriendo como un loco y es el alma de uno la que lleva el diablo. Ahí uno arriesga la vida otra vez porque vienen carros con tablillas robadas conducidos por familiares de Chofer Discurso. Es Bayamón, recuérdese. Es un juego similar a la ruleta rusa cruzar la avenida ahí, y es muy triste pensar que lo último que vas a ver en tu vida es la fachada y el letrero de un Burger King. En todo caso, es una suerte que estás a pasos del regional que ya no es el regional ahí mismo, pasos que tendrás que dar si te atropellan porque yo llevo tiempo viviendo aquí en mi prisión sin límite que radica en los predios del hospital y nunca he visto una ambulancia entrar o salir de este lugar. Algunas veces algunos conductores samaritanos, aguzados e imagino parientes más lejanos de Chofer Discurso se percatan del thriller y aminoran su movimiento desaforado para dejarte cruzar. Las madres de esos buenos reciben flores anónimas esos días. Nadie sabe el porqué.
…uno arriesga la vida otra vez porque vienen carros con tablillas robadas…
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La maniobra deportiva que voy a descubrir a continuación tiene que ocurrir en cuestión de segundos o estás frito. Esto es una metáfora. Frito estabas antes cuando estabas esperando bajo el sol implacablemente bayamonés frente al caserío. Más bien te arriesgas a morir aplastado. Esto no es una metáfora. Es un ejercicio de agilidad y precisión como una pirueta de ballet o una kata de artes marciales en fast forward. Tienes que correr como alma que lleva el diablo, cruzar la avenida Laurel en un curso más bien a la diagonal, alcanzar la parada y pararte justo detrás de ella. No un paso adelante o un paso atrás. Si te posicionas un poco más allá o un poco más acá de la parada, esta infracción puede costarte tener que esperar sabrá dios cuántas horas o milenios a que pase la próxima guagua si esa guagua que viene a todo fuete viene conducida por chofer discurso. Y no es imposible que esa otra guagua venga también conducida por Chofer Discurso.
Si te posicionas un poco antes o un poco después de la parada…
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La última fase de esta coreografía veloz y necesaria requiere análisis. Una vez parado en la parada frente al caserío hay que extender el brazo con la palma de la mano mirando hacia la guagua que se avecina vertiginosa. Hay que cerrar los ojos, aguantar la respiración y rogarle a aquel Dios aquejado de Alzheimer en lo que aquello referente al pueblo de Bayamón se refiere que la guagua no te lleve el brazo. Por suerte, el regional que ya no es el regional está justo enfrente al otro lado de la avenida y tu brazo afortunado llegará en la guagua a tu destino primero que tú gracias a Chofer Discurso. El resto de tu cuerpo seguramente terminará alojado en el regional que ya no es el… y bueno. El que sabe sabe.
Una vez parado en la parada frente al caserío…
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Yo comprendo la necesidad de estar parado en la parada cuando venga la guagua. Que tenga que ser justo frente a ella y no unos pies de más o de menos me parece un poco excesivo en su rigor. Pero que haya que sacar la mano para detener el bus a riesgo de amputación brutal y terminar tullido o al menos manco es algo que desafía la lógica por las siguientes razones: la ruta 91 es la única guagua que pasa por frente a (ese) BK. Por allí no pasa ninguna pisicorre. Ningún tren. Ningún avión. Ninguna ambulancia. Yo debo recordar que, aunque esta parada queda ubicada justo al frente del hospital regional (que ya no es regional y que se llama Hospital Ramón Ruiz Armau, aunque este dato no le importa a nadie o simplemente nadie se ha enterado, ya que en el imaginario colectivo bayamonés Dios nos coja confesaus sigue siendo el regional y que se joda, esto es Bayamón recuérdese), yo nunca he visto ambulancia alguna salir o entrar a/de sus predios. Tampoco he visto nunca una carroza fúnebre pasar por allí aunque hay 18 caseríos a la redonda y claro, está el regional que ya no es el…ya se dijo y se sabe. Cómo sacan a los difuntos que fallecen en el hospital es un misterio, pero el hecho de que nadie se pararía allí en esa parada bajo el sol terminator si no fuera a esperar la única guagua que pasa por allí no lo es. Todo el mundo sabe que la única guagua que pasa por esa ruta es la 91. Pero no importa que solamente haya uno o que haya hasta 37 pasajeros parados justamente frente a la parada (esto último es una hipérbole y conlleva su dificultad), si nadie extiende la mano para llamar su atención, Discurso no parará. Es la regla. ¿Por qué? Nadie parece poseer la respuesta a esa pregunta.
…no importa que haya uno o que haya hasta 37 pasajeros en la parada…
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Una vez me pasó que la guagua pasó endemoniada por la parada y yo me quedé parado como una estaca bamboleándome en la estela de polvo y humo tóxico que dejó el bólido tras de sí. Yo no sabía las reglas. No soy de Bayamón recuérdese. Debo confesar que ese día no desee lo mejor a la progenitora de quien fuera el chofer de aquella guagua devenida infernal. Tampoco sabía que Chofer Discurso estaba tras el volante, pero ese día la madre de Chofer Discurso sufrió un derrame cerebral diminuto. Nunca se supo porqué. La excelente escritora y mejor amiga Margarita Pintado tuvo la amabilidad de venir a rescatarme en su carro sin marbete en aquella ocasión. Ella sí es de Bayamón.
…y yo me quedé parado como una estaca bamboleándome…
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La siguiente vez que me monté en la guagua 91 y era Chofer Discurso quien la manejaba le pregunté si su madre estaba bien de salud. Para ser justos, debo aclarar que Discurso siempre ha sido amable conmigo y con los demás pasajeros hasta lo que yo sé. Me respondió que qué curioso que yo preguntara, porque casualmente su progenitora había estado indispuesta por aquellos días. Yo no creo en las casualidades, y menos en Bayamón. Le dije que lo lamentaba mucho pero confieso que no dije la verdad. Me senté en la cocina de la guagua y esa mañana fue la primera vez que ocurrió lo que ocurriría de vez en cuando en el futuro y que le ganó a Chofer Discurso su apodo secreto en mi discurso interior. Discurso detuvo la guagua entre paradas poco después del caserío La Ele (mentado así porque desde arriba tiene la forma de la duodécima letra del alfabeto) y antes de la luz intermitente. En Bayamón hay exactamente 11,309 caseríos y todos los semáforos flashean intermitentes pero si eres de Bayamón sabes donde fue que se detuvo Discurso. Mi querido amigo y mejor escritor Luis Othoniel dará fe de lo que digo. Él es de Bayamón. Habiendo parado la guagua entre paradas, por así decirlo, Discurso se paró de su sillón y nos informó a los pasajeros que si nadie extendía el brazo en las paradas él no se iba a detener. Uso más palabras que esas –muchísimas más; pronunció lo que me pareció más bien un corto discurso– pero ninguna de ellas explicaba el porqué de aquella ley algo arbitraria a mi entender. Chofer Discurso clavó su mirada en los ojos de todos los ocupantes de la guagua para asegurarse de que todos habíamos comprendido su discurso. Yo soy del pensar que nadie había entendido nada. Al menos puedo afirmar que yo no entendí tres carajos. Pero debo admitir que pude haber sido el pasajero más obtuso aquella mañana.
Chofer Discurso clavó su mirada en los ojos de todos los ocupantes de la guagua…
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Luego de esta intervención abrupta e inusitada y al parecer satisfecho de que todos los que íbamos en las guaguas habíamos comprendido su admonición, Chofer Discurso regresó a sentarse en su butaca y seguimos la ruta sin mayores contratiempos lo cual no significa que no los hubo menores. Contratiempos, quiero decir/escribir. Es Bayamón, recuérdese. Luego de esa vez, me percaté de que Chofer Discurso paraba la guagua en cualquier sitio sin previo aviso y pronunciaba unos anuncios. Una vez detuvo la guagua justo en medio de la intersección del Walgreens. En Bayamón hay 5,297 Walgreens pero si eres de Bayamón, tú sabes. Se levantó de su butaca, y con mirada torva dictó lo siguiente:
/que no pensaran que él era Pendejo
/que él sabía quién echaba el menudo completo y quién truqueaba
/que lo sabía por el sonido que hacían las monedas al desbocarse por el embudo de peaje
/Y hasta sé exactamente cuánto menudo echan los tráfalas, añadió
/cantidad exacta, precisó
/¿Estamos?, concluyó
Ahí algunos pasajeros se pusieron nerviosos inexplicablemente. Los tecatos de la cocina se indignaron. El que no tiene hecha no tiene sospecha dije yo. Nadie me hizo caso, excepto dos tecatos que gritaron Quiñones cállate la boca al unísono. Eran vecinos míos de la prisión sin límites. Yo pensaba que lo que pasa en la prisión sin límites se quedaba en la prisión sin límites, les respondí bajito. No me hicieron caso. Lo digo en plural, aclaró Discurso sobre su advertencia, recurriendo a la gramática para justificar su ética. Pausó los segundos de rigor, miró a cada pasajero con su mirada de rayos laser, asintió para sus adentros y regresó al volante. Satisfecho de los efectos de su discurso, Discurso continuó con el periplo hasta que llegamos al terminal sin contratiempos mayores. No significa que no los haya habido menores, claro está. Estamos en Bayamón. Recuérdese.
…hasta que llegamos al terminal sin contratiempos mayores.
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Con el tiempo pude confirmar que estas inexplicables interrupciones y discursos ocurrían sin previo aviso, como si una inspiración o voz trascendental le dictara a Discurso cosas que eran de imprescindible conocimiento según el orden de otro plano que no era este y le exigiera compartir con nosotros aquellas noticias enigmáticas y abruptas. Confieso que empecé a desear que ocurrieran, pensando que algún día podría transmitir un mensaje fabuloso o extraordinario. Estas son algunas instancias que recuerdo:
/la vez que, por razones que solamente el Chofer Discurso conocía, detuvo la guagua para informarnos que la ruta 45 de San Juan a Loíza está desviada y no pasaría por la Ponce de León. Estamos en Bayamón, recuérdese. ¿Qué carajo…?
/aquella vez que se paró otra vez entre paradas justo donde se había parado la primera vez que conté al principio, justo frente al hospital regional que ya no es… para preguntar si algún pasajero necesitaba ir a la sala de Emergencia. Que si alguien tenía alguna emergencia en la guagua, él podía virar en U, entrar al hospital y depositar al pasajero justo en el vestíbulo de la sala de emergencias. Está abierta 24/7, detalló. Yo alcé la mano y dije pues yo tengo un marcapasos. Lo dije bajito. Discurso no me hizo caso. Parece que no me oyó. Se sentó en su butaca y arrancamos.
/la otra vez que frenó de golpe en la luz intermitente de la avenida Los Millones para anticiparnos que la máquina de refrescos del terminal no tiene pepsi.
/la vez que se trepó en la isleta que divide la avenida Santa Juanita atravesando la guagua en medio de esta e interrumpiendo el tránsito en ambas direcciones para advertirnos que el Tren Urbano no estaba parando en la estación de Las Lomas hasta nuevo aviso. Puñeta, dijo la señora que estaba sentada a mi lado, bajito. Usted iba para Las Lomas, le pregunté. No me hizo caso.
/la vez que paró la guagua dentro del Recinto de Bayamón de la UPR para anunciar jubiloso que el gobernador Ricardo Rosselló había renunciado. Pendejo junior, recuerdo que le llamó. Esa tarde todos en la guagua vitoreamos y aplaudimos, hasta los tecatos de la cocina.
Y así otras veces.
…él podía virar en U, entrar en el hospital y depositar al pasajero…
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El Chofer Discurso parece ser una persona buena gente. Sí hay que decir/escribir/admitir que guía un poco demasiado rápido. Y que si no te paras justo frente a la parada… Y que si no extiendes el brazo para señalar que… Y que este gesto necesario puede costarte no un ojo de la cara pero si un brazo… ¡Qué suerte que el hospital regional que ya no es el… está al otro lado de la avenida! Pero estas minucias se le perdonan. Además, él nos informa de diversas cosas de vez en cuando, cuya importancia y pertinencia varían según el caso. Nadie conoce el porqué. Pero después de todo, él es el Chofer Discurso.
a.k.a. “La prisión sin límites”
Las fotos que acompañan este texto son el resultado de una excursión experimental que hice junto al extraordinario fotógrafo Doel Vazquez en abril del año en curso (2021). El objetivo de ese viaje fue repetir y documentar el recorrido que yo hacía en la guagua de la Autoridad Metropolitana de Autobuses Ruta 91 en Bayamón para transitar por el mundo durante mi estadía en el hogar transitorio (valga la redundancia) Vuelta a la vida (a.k.a. “La prisión sin límites”) donde me hospedé durante un año y tres meses (septiembre 2018-diciembre 2019). En la parte inferior derecha de la foto de arriba pueden verse las ventanas Miami de mi Suite en el Hotel Dulce Hotel, justo bajo el árbol y al lado del letrero que dice NO PARKING FIRE LANE. Escribí el texto casi en su totalidad en mi telefonito iPhone 6 esperando la 91 alguna mañana incandescente en la parada donde se desarrolla parte del relato y documentada por el lente fiel de Doel en las fotos. Algún cambio de edición en el texto hice posteriormente y alguna añadidura licenciosa que el lector o lectora sagaz o de Bayamón (el que sabe, sabe) detectará por su imposibilidad cronológica o topográfica, además de la adecuación necesaria para que acompañara las fotos de Doel. Este experimento con el artista es el principio de un proyecto mayor que elucubramos, de próxima aparición en 80grados. Gracias al Maestro Doel Vazquez por prestar su lente a esta aventura autobiográfica.