Competencia oficial (Official Competition)

Konstantin Stanislavski, un actor ruso de fines del siglo XIX y principios del XX. Su técnica, que ha ido evolucionado a través del tiempo, probablemente es la más aceptada. La idea básica es que un actor debe sentir las emociones que experimenta el personaje, y que esto debe quedar claro para la audiencia cada vez que el actor sube al escenario. El actor debe pensar, actuar y comportarse como lo haría el personaje; tiene que convertirse en el personaje. Por supuesto, sus interacciones con otros personajes en la obra, o como es el caso en el cine, en la película tienen que ser reciprocadas. El método de actuación fue desarrollado aún más y llevado a los estudios de actuación estadounidenses en la década de 1930 por Lee Strasberg (quien en El padrino II representó a Meyer Lansky), y por Elia Kazan (quien dirigió a Marlon Brando, el actor que más se asocia con lo que ahora se llama “el método”).
En esta película, Humberto Suárez (el estupendo, José Luis Gómez) un hombre envejeciente muy rico, quiere dejar un legado que vaya más allá de lo que, según él, es “la usual fundación”. Entre otras cosas, se le ocurre que se haga una gran película que sea recordada “para siempre”. Para ello adquiere un libro escrito por un ganador del premio Nobel y contrata a Lola Cuevas (Penélope Cruz, con una melena roja que la hace ver a veces como una Medusa en fuego; muy apropiado para el papel que desempeña) como directora de la película. Lola ha sido premiada con la Palme D’Or en el Festival de Cannes y, según le han dicho los críticos es “genia”. Ella sugiere que, para los dos personajes principales, dos hermanos, se contrate al actor y estrella del cine Félix Rivero (Antonio Banderas) y a Iván Torres (Oscar Martínez), un afamado actor de teatro.

Cartel del film Competencia Oficial, con Penélope Cruz, Oscar Martínez y Antonio Banderas
El hermano que ha de representar Félix ha causado la muerte de sus padres por estar conduciendo mientras estaba borracho, lo que ha causado una amarga pugna entre los dos hombres. Eso es en la trama de la cinta, pero durante la filmación, la pugna es entre los dos actores por sus estilos diferentes y sus actitudes hacía lo que es ser un actor de películas taquilleras a ser uno de las tablas. Para Iván, los sueldos estratosféricos de Félix son “pornográficos” y, la mayoría de las veces las actuaciones en esas películas son superficiales y banales.
A pesar de la fama de los dos actores, Lola está en pleno control de la producción del filme y de cómo se han de interpretar los dos papeles principales. Cada gesto, cada movimiento, cómo se dice cada palabra tiene que ser según ella los piensa. Después de todo ha escrito el guion y adaptado el libro para que tenga el efecto cinético que muchas veces no tiene la literatura. Sus métodos resultan en una batalla de egos entre los tres que a veces es hilarante y otras absurdas. Absurdas en el sentido de la inflexibilidad de cada uno de los personajes, que toman sus ideas como si fuesen reglas talladas en bronce de las cuales no quieren divergir. Los guionistas Mariano Cohn, Andrés Duprat y Gastón Duprat (Mariano y Andrés dirigieron la película), aprovechan para parodiar y criticar los métodos hollywoodienses, a los espectadores que no entienden lo que ven, y los críticos que rápidamente presumen detectar tendencias ideológicas en las películas que reseñan. Lo hacen con gran sentido de humor y con la convicción de que la película de “arte” es casi siempre superior a la taquillera superficial.
Al mismo tiempo les hacen un homenaje a las cineastas mujeres y a los actores que tienen el talento y la habilidad de hacernos creer que el personaje que representan es real, existe en algún lugar y tiene las emociones que ellos nos están brindando. Algunos de los momentos jocosos son críticas de los personajes que estamos viendo y de sus pretensiones y pedanterías. Sí hay que decir, como crítica a la trama, que algunos de los secretos de la película, se pueden anticipar.
La cinematografía de Arnau Valls Colomer es suntuosa. Ayudan a ella los lugares que se escogieron para filmar. Son de una belleza minimalista que complementa la sencillez de la trama que ha de ser el centro de la película ficticia dentro de la película. Esa idea (un drama dentro de otro), por supuesto, es un legado de Cervantes y de Shakespeare, y, en este caso, tiene un elemento adicional: la directora de la película ficticia nos encara y nos cuestiona. Al principio, para decirnos algo de la trama de su película. Al final, para buscar nuestra opinión sobre qué es y cuándo en realidad termina una película. La pregunta es, por supuesto, retórica, pero, sin duda, una película tiene la vida que resulta porque logra apoderarse de un lugar en el cerebro que no permite que se olvide. En el caso de esta, solo el tiempo dirá.