Condenados y espías: The Mauritanian; The Courier
Con la excepción de yihadistas, no creo que haya nadie que no considere el ataque a las Torres Gemelas (septiembre-11) como un ruin asesinato en masa. Ciertamente el ataque ha pesado en la psique norteamericana desde entonces y causó una ola de sentimiento anti musulmán de grandes proporciones. Pero mucho peor fue el deseo de venganza y la injustificada —porque no tenía nada que ver con ella— campaña contra Sadam Hussein por el derrumbe de los edificios. El gobierno de EE. UU. había respaldado a Hussein y ayudado a armarlo contra sus vecinos e, indirectamente, dado la luz verde para su invasión de Kuwait. El gobierno de George W. Bush se dio a la tarea de buscar a toda costa los secuaces de Bin Laden para traerlos a la justicia. Mas la venganza interfirió con la justicia y desembocó en detenciones de sospechosos que fueron encarcelados en la base de Guantánamo, Cuba, sin que mediaran cargos o acusaciones. En vez de procesos legales, el ejército, respaldados por la CIA y el departamento de justicia, procedieron a permitir torturas y barbaridades contra prisioneros cuyos derechos básicamente fueron tirados a la basura. ¡Claro que había que atrapar a los perpetradores de la fechoría y el asesinato! Pero extraer confesiones de crímenes con el uso de tortura sabemos que son ilegales y llevan a conclusiones inventadas que solo satisfacen las fantasías de justicia de los que quieren asignar culpa no importa que sea cierta o no.
The Mauritanian cuenta la historia de Mohamedou Ould Salahi (Tahar Rahim) y está basada en su libro Diario de Guantánamo, en el que delató todas las barbaries que tuvo que sufrir durante su detención por su supuesta participación en la operación de 9-11. La oficialidad comandada por Donald Rusmfeld, secretario de defensa bajo el Bush joven, responsable de las guerras de Afganistán e Iraq, y estableció las políticas de la administración Bush de «técnicas mejoradas de interrogatorio», que son ampliamente consideradas como tortura. La película, con un guion magnífico de M.B. Traven, Rory Haines y Sohrab Noshirvani, presenta el tema de la justicia y los derechos de prisioneros, los abusos que se cometen en nombre de la “seguridad nacional” y, simultáneamente, el hecho de que hay personas que están dispuestas a cumplir la ley y proceder justamente basándose en el procedimiento legal. Por los derechos de los prisioneros tenemos Nancy Hollander (Jodie Foster) y con el deseo inquebrantable de enviarlo a Mohamedou su muerte al teniente coronel Stuart Couch (Benedict Cumberbatch) de parte del gobierno y las fuerzas armadas.
La cinta, filmada en Suráfrica (las montañas lo delatan) se va contando con una serie de flashbacks sobre la vida del Mauritanio y sus torturas. La crueldad inhumana no tiene límites. Estas últimas a veces son prolongados innecesariamente, (como dicen en Yauco: “we get it”), pero dejan claro la situación en la que se encontró Mohamedou y las vicisitudes tanto de la defensa como del fiscal para encontrar la evidencia que les permitirá hacer su trabajo.
Actuada magistralmente por todos sus actores, el filme resta en los hombros de los tres principales. Foster, brillante como siempre, es una mezcla de fortitud y asertividad; Rahim una amalgama de estoicismo, resistencia física y resignación; Cumberbatch, con acento, sureño, un pilar de lo que debe de ser un buen abogado. Es una de las películas sobresalientes del año pasado.
Hablando de Cuba y de Cumberbatch, el Sherlock Holmes de la TV en “The Courier” es Greville Wynne, un hombre de negocios británico que fue reclutado por MI6, el equivalente británico de la CIA, que también tuvo que ver con su reclutamiento, para que fuera a Moscú y contactara un oficial ruso que quería pasarle secretos a los gobiernos ingleses y norteamericanos. El ruso Oleg Penkovsky (Merab Ninidze) cuyo código era “Ironbark”, ocupaba un alto cargo en la oficialidad soviética y usó a Greville como “mula” para enviar secretos sobre la planificación de la movida del gobierno comunista de Nikita Khrushchev hacia el hemisferio occidental.
Diseñada por su director Dominic Cooke y el camarógrafo Sean Bobbitt para que semeje uno de los filmes que recordamos de la época de la Guerra Fría (es después de todo la época en que se desarrolla la cinta, basada en hechos reales) el filme es un buen thriller y servirá de material educativo a los que no vivieron uno de los momentos más tensos en la historia del globo: la crisis de los misiles en Cuba. La ambientación y la música sublime de Abel Korzeniowski completan el atractivo de esta entretenida y bien actuada película.
Lo más interesante para mí, y por eso la junto con la que comenzó este escrito, es que las escenas de tortura de la prisión en Moscú que figuran en la película son muy parecidas a las de Guantánamo. Ambas experiencias están basadas en las descripciones provistas por los que las sufrieron en carne propia. En un caso, cometidas por una dictadura comunista, en otro por la “democracia más grande que jamás ha existido”. Imaginen a Putin y Trump controlando el mundo.
Vayan a ver estas dos buenas películas. Son las primeras dos películas que he visto en el cine en un año. Las filas de butacas están bien diseñadas y se les dan instrucciones a los asistentes sobre el uso de mascarilla (por supuesto), distancia y como desalojar la sala. En vez de mirar el celular, léanlas y cumplan. Háganlo por el bien común y por la familia y los amigos que les esperan. Gracias.