«Contaminados» contra las cenizas de carbón
Me parece pertinente comenzar esta breve reflexión sobre la serie fotográfica “Contaminados”, de Herminio Rodríguez, evocando con ustedes una imagen primigenia. Me refiero a la primera imagen que proyectaron los medios de comunicación masiva sobre las protestas de la comunidad del barrio Tallaboa-Encarnación del pueblo de Peñuelas contra el depósito de cenizas tóxicas en un vertedero muy cercano a ellos.
El periódico La Perla del Sur, y más tarde Noticentro al Amanecer, transmitieron en vivo una línea de piquete compuesta por no más de 10 a 15 personas bastante mayores de edad que solo tenían sus cuerpos para impedir el paso de una enorme fila de camiones, mientras la policía y los choferes exigían el derecho al paso sin contemplaciones, e incluso mediante arrestos.
Recuerdo que también reaccioné extrañado a las fotografías de ese suceso que vi en Instagram y en Facebook. Incluso, confieso que de inmediato tuve que hacerme varias preguntas de rigor, que estoy seguro muchos de ustedes también se hicieron. ¿Dónde rayos quedaba el barrio Tallaboa-Encarnación? ¿Qué cenizas eran esas? ¿Por qué eran peligrosas? ¿Quiénes eran esos miembros de la comunidad tan bravos que se atrevían a pelear solos contra esas máquinas tan intimidantes?
Como a la mayoría de los puertorriqueños, los reportajes que consumí durante esas primeras semanas sobre los enfrentamientos me ayudaron a identificar los protagonistas de la lucha y a formar una opinión en cuanto a sus ideas. También me sirvieron para caer en tiempo y espacio en cuanto a la magnitud del problema ecológico de la quema de carbón, que tarde o temprano nos afectaría a todos en la Isla.
De ahí en adelante, como periodista y como profesor de comunicaciones sobre el tema de la ética mediática y la libertad de expresión, mis preocupaciones se tornaron más precisas y más urgentes.
En una situación como esta el comunicador, el técnico de las comunicaciones, el artista de la palabra y de la imagen, se pregunta: ¿Qué hacer desde nuestra disciplina para que más personas cobren conciencia sobre la destrucción de nuestro entorno y la injusticia? ¿Qué hacer para que esas personas se movilicen, a su vez, masivamente, contra los destructores y los injustos para que cese la contaminación?
Fue en ese contexto que me uní a la propuesta creativa del fotógrafo Herminio Rodríguez para hacer explotar un concepto visual poderoso desde su taller de fotografía, que se tornara viral y circulara a toda velocidad y en todas las direcciones por las redes sociales y los medios de comunicación.
De hecho, es importante destacar que desde el primer retrato que le hizo Herminio al artista Garvin Sierra se comprueba que el propósito de este proyecto ha sido activar a los ciudadanos hacia la órbita de combate social de la comunidad Tallaboa-Encarnación. Pero a esto hay que añadir que nuestro fotógrafo siempre tuvo presente que esa órbita de combate incluye también todos los rincones de la isla que se verían arropados por los terribles efectos de la nube y el ciclo de la contaminación del aire, el agua y la tierra de los desperdicios del carbón.
Quizás por estas razones tan complejas, aunque parezca lo contrario, nuestro profesor de fotografía e iluminación forzó varias rupturas importantes con la tradición, en todos los sentidos de la palabra, para producir esta galería de retratos a pesar de que él declaró a la prensa que el proceso se dio supuestamente de manera “orgánica”.
Nada más lejos de lo “orgánico” que todo el trabajo y el esfuerzo creativo que está detrás la desnaturalización del contexto de los retratados en un fondo negro, una especie de abismo sideral, en el que el fotógrafo nos presenta a los cuerpos inaccesibles, perdidos en un estado futurista desconcertante, que no nos permite identificar claramente la distancia entre su vida y su muerte, ubicados más allá del momento de la destrucción de nuestro hábitat por una hecatombe de cenizas apocalípticas, tanto en poses icónicas que evocan la fijeza escultórica, como en poses dinámicas que en su conjunto hacen referencia a las ceremonias relacionadas con las guerras tribales.
Para muestra de esta tesis no hay más que mirar la foto de la madre perversa que le da de comer a su niña autómata una cucharada llena de cenizas. El artista nos provoca una ruptura con la imagen clásica de la maternidad, de la madre alimentante y la niña deseosa de más vida, y nos mueve hacia el repudio, el asco, la náusea sartreana con el único fin posible: que solo se puede garantizar la fertilidad de la especie desde la posición ético-ecológica.
Entre los retratos que simbolizan la fijeza escultórica se destacan los de los líderes de la comunidad peñolana que para mí muestran un estoicismo muy poderoso que, en arroz y habichuelas, puede ser traducido al orgullo de ser la primera columna o la primera fila de la lucha, listos para la acción contra los abusadores con el camuflaje del “shooting”, a pesar de que el fotógrafo y su equipo los maltrató, entre comillas, llenándoles las caras de polvo, ensuciándolos y provocándoles la incomodidad y la piquiña para simular los daños irreparables a la salud del pueblo.
Por otro lado, entre los retratos que simbolizan el dinamismo, sobresalen los de los artistas del teatro. La desfiguración del rostro de Rosa Luisa Márquez es simplemente impresionante. Tanto, que de su boca parece que sale un material mortífero; como si la ceniza se hubiese transformado en brea al contacto con la saliva. Los gritos encenizados de las actrices Eyra Agüero y Marisé Álvarez son increíbles y la potencia con la cual se sacuden las cenizas de sus cuerpos alude al sufrimiento, a la penitencia, al dolor de tener que soportarlas sobre la piel a pesar de que pelean por sobrevivir.
En conclusión, Herminio Rodríguez nos presenta hoy en formato físico las fotos que en formato digital se hicieron virales en el ciberespacio y que de una manera u otra convocaron a tantos ciudadanos a sumarse al movimiento comunitario que logró paralizar, de momento, los depósitos.
Hoy tenemos la oportunidad, incluso, de profundizar nuestra fragilidad e insignificancia individual ante estos titanes contaminados de 8 pies de alto que nuestro profesor ha colocado en este espacio universitario; titanes que nos observan desde esa dimensión artística y propagandística que él creó mezclando elementos estéticos, faranduleros y políticos no solamente para aterrorizarnos con su belleza sino para movilizarnos fuera de nuestra indiferencia hacia la auténtica convivencia social.
*Esta exposición estará abierta al público en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Bayamón, hasta el 3 de marzo de 2017.