Cosas que pasan con o sin tormenta
El plan iba según lo acordado. Llegar a las 3:00 pm a la boletería, comprar y regresar a la isla grande en el ferry que salía a las 4:00 pm. Una vez allí fuimos a comprar los boletos de regreso y el funcionario a cargo del puerto nos dice que nos pondría en lista de espera y que no podía vender los boletos. Ya estando en la lista, pasamos a comprar una botella de agua y algún “monchi” el cual nos mantuviera en pie por el hambre que teníamos. Estando en el colmado al lado del puerto había un grupo grande de personas que vestían camisas verdes. A todas luces estaban en la isla municipio siendo parte de una misión de ayuda. Al parecer, terminada su misión, la algarabía y el alcohol era lo que se observaba en el grupo. Pudimos identificar que pertenencía a una avanzada política por el «slogan» en sus tshirts. «El senador que te resuelve».
En un momento nos percatamos de que llegó hasta el negocio un funcionario de la Autoridad de Puertos quien le advirtió al grupo que ya salía el ferry. Salimos detrás de ellos para hacer la fila y poder llegar a Fajardo. Comenzamos a ver cómo la parte de carga se llenaba de carros de los cuales ninguno era el nuestro. Una vez la capacidad de carga estaba al máximo nos movimos hasta uno de los empleados de la Autoridad y preguntamos si salía otro ferry con destino a Fajardo. La cara del empleado nos delató la respuesta. Nos sugirió que habláramos con el supervisor, cosa que avanzamos a hacer. Allí nos encontramos con un señor a quien a todas luces le apestaba la vida. Le preguntamos si podíamos salir en un próximo ferry a lo que nos dijo NO. Le preguntamos qué hacemos nosotros que no vinimos preparados para quedarnos, que nuestra intención era llevar suministros y regresar a Fajardo y sin cruzar miradas nos dijo que «habláramos con la gente a la que llevamos las ayudas y que nos quedáramos en su casa». La temperatura de la conversación aumentó y el funcionario cerró la cortina de la boletería, dejándonos sin respuesta. El coraje llevó a una discusión acalorada a la que los funcionarios de la Autoridad de Puertos respondieron: “ahora por pelearnos tampoco se van mañana». Esa fue la gota que colmó el vaso. De parte y parte nos dijimos sapos y culebras. En un momento uno de los funcionarios de la Autoridad de Puertos me dijo con su boca de comer que «no sabía con quién me estaba metiendo. Que más valía y me escondiera bien en la noche». La amenaza y los insultos hicieron que la policía privada cerrara todos los portones, dejándonos varados en Vieques sin saber si al otro día podríamos salir. Regresamos a casa de Elda Guadalupe, quien permitió que nos quedáramos allí, su residencia prestada, ya que su propiedad se la había llevado el huracán María. Algunos durmieron en la sala y otros dormimos en nuestros carros.
Según lo recomendado por los propios viequenses, llegamos al puerto a las 3:00am para ser los primeros en la lista. Al llegar estaban las otras personas que al igual que nosotros se quedaron la tarde antes. Estas familias tuvieron que alquilar un cuarto de hostal (sin agua y sin luz), solo para usar la cama, incurriendo en un gasto no planificado. Al abrir la boletería los funcionarios públicos de la Autoridad de Puertos nos dijeron que nos pondrían en otra lista de espera, a lo que nos negamos rotundamente. El funcionario nos dijo que no iba a vendernos los boletos por la pelea que habíamos tenido el día anterior. A esto tuvimos que responder que ellos no decidían quiénes se montan en el ferry. Que su responsabilidad es vender boletos por orden de llegada. Nos dijeron que la única forma de vendernos los boletos era si pedíamos perdón. Allí tuvimos que decir que si no nos vendían los boletos, haríamos una querella, a lo que nos contestaron que nos venderían los boletos solo para que acabáramos y nos fuéramos de Vieques y que nunca jamás volviéramos.
La historia de lo que nos pasó no es lo importante. Lo importante es que lo que nos pasó a nosotros es el día a día de los viequenses. Que cientos de ciudadanos están presos en su propia tierra a merced de la decisión de funcionarios que deciden arbitrariamente quién se monta en los ferrys hacia Fajardo. Que al igual que nos pasó a nosotros, están sujetos a que venga un grupo de politiqueros y con gran facilidad los locales queden desprovistos de la prioridad que les da la ley para salir y entrar a su amada isla.
Cosa interesante es que en el caso nuestro fue un grupo que andaba “ayudando” o faranduleando con sus tshirts del «Senador que te resuelve». Senador que luego nos enteramos de que era Eric Correa Rivera, legislador acusado de violencia machista y señalado por los medios como el amigo del alma del fenecido narcotraficante «Coquito» y a quien en tiempos recientes le tirotearon su oficina y quien a todas luces mandó a su gente para no hacer fila, provocando así que nos quedáramos varados en Vieques.
El problema de fondo es que vivimos en un país que tiene dos órdenes (leyes) muy distintas: la de la gente común que tiene que esperar, calmarse y respirar, y la de gente como los amigos de los políticos y ricos del país que violentan los derechos a quien sea, solo para beneficio personal. Al menos de esta mala experiencia se ganan algunas cosas. De allí nos fuimos con la grata sorpresa de que una vez más la gente y sus líderes comunitarios estaban atendiendo la necesidad de su gente, mientras su alcalde, Víctor Emeric, bebía con los carga paquetes del Senador Eric Correa.