Bachata Times
Me sucedió hace unos días que leí dos artículos medio flojos sobre la polémica que se está desarrollando en Puerto Rico con respecto al IVA, y enseguida compartí en Facebook uno de ellos con una opinión forzuda. A la hora, después de leer más y tener una mejor idea de la complejidad del asunto, no estuve tan segura de mi opinión y removí el link en mi página. Creí estar mejor informada de lo que estaba. Sin duda me parecí a uno de esos analistas profesionales, esos “especialistas” de la televisión y los medios, que al menos a mí me asombran por la inmediata seguridad con que se pronuncian ante cualquier acontecimiento.
Aunque un evento los pille de sorpresa, da la impresión de que estos individuos no sólo lo tuvieran previsto, sino que además le hubieran dedicado de antemano días completos de reflexión. Pontifican con una soltura y una voz solemne escalofriante, como si llevaran toda una vida estudiando sobre el asunto. A casi todos se les nota que no tienen la menor idea de lo que dicen, que se han apresurado a tomar cuatro datos de Wikipedia y otro par de lo que salió publicado la noche anterior en los periódicos más serios, y que con eso se han formado sin demora una opinión contundente. Cuanto más claras aseguran tener las cosas, más farsantes me parecen.
Y cada día nos parecemos más a ellos (o ellos a nosotros). Es muy poco frecuente oír a la gente decir, “no lo tengo claro” o “tengo que reflexionar sobre eso”. No. Todo el mundo tiene una opinión juiciosa y madura a los treinta segundos de enterarse de la noticia.
Tomemos por caso las horas siguientes al anuncio de la propuesta del IVA. Entender la propuesta del IVA no es fácil. En principio uno se opone, no sólo porque el gobierno no puede anticipar sus efectos y por las deficiencias de los cambios que anteriormente se han intentado implementar, sino porque la desconfianza nos lleva a decir siempre «no». Pero, ¿cuántos de nosotros examinamos la propuesta a fondo antes de reaccionar? Y de no ser escogida esta propuesta, ¿entendemos qué alternativas viables existen? Me sospecho que si todos estuvimos, como yo, requete-listos a rechazarla apenas a tres minutos de ser anunciada y con base en dos artículos incompletos, hay un problema fundamental que atender en este proceso.
Otro caso reciente ha sido la propuesta del incinerador de desperdicios sólidos en Arecibo. Ahí, de nuevo, muchos opinan sin haber leído los documentos y con base sólo a lo que dice esta u otra persona en los medios. Como la gente no se responsabiliza de informarse adecuadamente, no se opina con base en los méritos de la propuesta, sino con base en quién la originó, y si se presentó y vendió de forma correcta. Opino (ahora sí opino) que muchos de los opositores a la propuesta del incinerador parecen preferir el status quo, o sea, seguir contaminando los recursos de agua con vertederos que cada día cumplen menos con los estándares, porque ya se acostumbraron a ese status quo, ya hicieron las paces con el status quo. Apoyar un nuevo proyecto que sí, claro, conlleva riesgos, pero no menores a los aceptados actualmente, es de alguna manera peor opción que sacar al país hacia adelante con un plan general de manejo de desperdicios sólidos que contemple, entre sus estrategias, el uso de nuevas tecnologías. La gente se cree que sabe mucho sin leer, sin informarse, sin antes estudiar a fondo las opciones, citando a los «especialistas» que muchas veces tienen intereses propios.
Traigo esto como tema porque me parece que en Puerto Rico y en otras partes donde se viven momentos de transcendencia, se debe crear consciencia sobre el ruido que trae toda esa bachata rabiosa. Ya sé que tiene que haber una forma para que la gente canalice su ira. No podemos callar, ni bajar la cabeza, ni aguantarnos a opinar por pereza o temor. Cada día hay más gente indignada que busca participar en el presente abrumador, para que no se nos dé el futuro hecho, como un destino fatal e inmutable. No queremos que nos ninguneen, que nos traten como espectadores diarios de un show lamentable que parece ya no tener fin, ni conclusión, ni mejora.
Pero, para poder escapar de ese vicio de opinar sobre todo sin saber de nada, pudiéramos ser más conscientes de cuánto sabemos y cuánto nos queda por aprender. En tiempos difíciles el mundo se llena de mentes que se creen preclaras y que presumen entender la naturaleza de todo lo que ocurre. Sería una pena que el bla bla bla sin substancia consuma la proteína en los debates y produjesen una fatiga que aplaque la rebeldía que se siente en el aire. A mi parecer, este es un ejemplo de cómo tenemos que aplicarnos a las cosas concretas y buscar pequeñas victorias. No hay victoria final. Hay sólo pequeñas victorias.