Cuba y Puerto Rico: la alita linda, la alita enferma
Mi ritual dominguero incluye la lectura de la versión impresa del New York Times, acompañada con un café (o dos, o tres.) Por lo general ataco primero (antes de que mi esposo se me adelante) las secciones de Book Review, Sunday Review y Magazine, pero hoy fue la portada (es verdaderamente impresionante, lo invito a pulsar el enlace, parece un cuadro de Oller) la que me capturó e inesperadamente me trajo aquí a la página.
Se me ha enfriado el café. Pero es que me he obsesionado.
En portada aparecen tanto Cuba como Puerto Rico. Esa combinación es inusual. Inusual también es la foto que abre la noticia de Cuba. Está ubicada “above the fold”, por encima del doblez natural del periódico, un espacio reservado para las noticias más importantes del día, un trono codiciado por los y las periodistas y foto-periodistas. Es una fotografía verdaderamente preciosa, artística, que parece una pintura y muestra una escena cotidiana en una barbería cubana. Como tantos otros negocios cubanos, esta barbería es muy pobre y está ubicada en un espacio a la vez derruido y grandioso, de techos altos y piso de tierra. Hay una sola silla, detrás de la cual el barbero, un hombre joven con sombrero de paja, recorta el cabello de un cliente sentado mientras a su alrededor otros clientes esperan. El espejo es demasiado pequeño, los materiales de trabajo pocos, la luz inadecuada–pero hay belleza en esa foto, exuda un no sé qué de que la vida sigue, de que la vida es buena, de que la vida se puede poner mejor. El titular bajo la foto confirma esa impresión. Lee “Cuba on the Cusp”, Cuba en la cúspide o más bien Cuba al borde de algo bueno, algo positivo, algo feliz, en fin algo, como dice más adelante el mismo artículo, como “Cuba on the Edge of Change.”
La noticia de Puerto Rico también está en portada, aunque en nuestro caso estamos “below the fold”. La estética de la foto es muy distinta. Su composición, sus colores, su tamaño, me hacen pensar menos en fotoperiodismo y más en las fotos que tomamos usted y yo con nuestros teléfonos, no para capturar algo bello sino para documentar alguna cosa. Muestra varias mujeres embarazadas, algunas de ellas acompañadas, que sentadas escuchan lo que la leyenda bajo la foto indica es una charla sobre los peligros del virus del Zika. Y ese es justamente el titular: ”Puerto Rico Now U.S Frontline as Zika Spreads.” Puerto Rico la primera línea, la frontera más vulnerable de Estados Unidos frente a la propagación del Zika.
Ambas noticias continúan, acompañadas por más fotos, dentro de las páginas del periódico. En Cuba, la casa empobrecida y medio derruida de un anciano aparece retratada bajo la luz diáfana que ilumina el descascarado pero de algún modo hermoso azul de las paredes, y es descrita como un espacio lleno de “old grandeur”. Una novia camina, linda y luminosa, vestida de blanco, por las calles de la Habana Vieja. Un grupo grande y diverso de hombres cubanos nos sonríe desde una foto amplia, llena de color y de esperanza.
En contraste, las mujeres de la foto en Puerto Rico no sonríen. Sus caras reflejan preocupación, desesperanza. Adentro, el resto de las fotos incluye la imagen grande de unos matorrales con agua estancada, un paisaje particularmente pobre de La Perla, y dos fotos más pequeñas de las actividades del personal en el Center for Disease Control (CDC) local.
La esperanza que domina las fotos de Cuba domina también la narrativa que las acompaña y que nos recuerda que Cuba está a punto de florecer. Esa narrativa nos habla de un país lleno de “belleza, complejidad e idiosincrasia”. Aún cuando se hace referencia a la pobreza en Cuba, ésta es descrita casi como un trampolín, un resorte, una ventaja: “The aching despair of the cities, the untamed foliage of its countryside, the orphaned coastlines…Yet few places in the world brim with so much life. They wait, coiled with anticipation.” La pobreza está presente pero es de alguna manera bella, llena de vida, incluso digna: “From the outside, the destruction is palpable…Look closer, however, at knick-knacks arranged just so…Cracked floors swept clean, plastic flowers perfectly arranged…Quiet pride in every detail.” Orgullo y belleza en cada detalle de la pobreza cubana. Es una pobreza llena de anticipación, de esperanza, de ilusión, de estética, de dignidad y de posibilidades.
La pobreza en la noticia sobre Puerto Rico es descrita en términos muy, pero que muy distintos. La isla es un “warm, wet paradise veined with gritty poverty, the ideal environment for the mosquitoes carrying the virus. The landscape is littered with abandoned houses and discarded tires that are perfect breeding grounds for the insects. Some homes and schools lack window screens, exposing residents to almost constant bites.” La selección de vocablos probablemente no es intencional, pero tampoco es neutral. El vocablo “littered” evoca basura tirada por ahí. Así, las casas abandonadas por los puertorriqueños (que, sabemos nosotros, las perdieron porque tuvieron que irse a la quiebra y entregarlas al banco, o porque tuvieron que irse del país, o porque se les acabaron los chavos para construir o los clientes para comprar) son, de alguna manera, basuritas que hoy sirven sólo para darle vida y albergue a los mosquitos que son vectores del contagio. El virus se transmite también por medio de las relaciones sexuales, y eso nos convierte a nosotros mismos, a nuestros cuerpos, también en vectores del contagio. La nuestra no es una pobreza como la cubana, bonita, luminosa y digna: es retratada como una pobreza peligrosa, sucia, enfermiza.
En contraste con la esperanza y el optimismo que dominan el artículo sobre Cuba, en el de Puerto Rico dominan la desesperanza y el derrotismo. Los líderes locales citados en la noticia advierten que el insecticida que hace falta ya no se produce, y que las reservas no son suficientes para atender a la población. Estiman que una cuarta parte de los 3.5 millones de personas que viven en Puerto Rico se infectará antes de que termine el año, y eventualmente el 80%, si la cosa sigue como va. Anotan que las embarazadas son el grupo de mayor riesgo, y que el 20% de estas embarazadas son niñas de escuela superior. Nos recuerdan que muchas de las escuelas donde asisten esas niñas no tienen escrines. No es fácil ni barato instalar escrines, añaden, porque hacerlo implica ir a las escuelas a medir ventanas, mandar a hacer los escrines, instalarlos…
No hay mención, por cierto, del asunto del Zika en Cuba en este artículo de portada. (La ví al día siguiente, mucho menos vistosa, en otro periódico. Pero Obama fue para allá de todos modos.) Imagino que debe ser casualidad–los autores de estas dos noticias en la versión dominical del NYT no necesariamente están hablando entre sí, y los temas son (para ellos al menos, aunque no para mí) muy distintos. Pero no puedo evitar pensar que la descripción de Puerto Rico como un paraíso caliente, húmedo y pobre le aplica también a nuestra isla hermana. Tampoco puedo evitar especular: ¿será acaso que no quisieron entrar en el detalle de que si hay Zika, el sistema de salud cubano está probablemente mucho mejor preparado que el nuestro, y que el estadounidense, para manejar una epidemia? ¿Será que no desean hablar sobre el cuido excepcional que reciben (o al menos que recibían, hace muchos años que no voy a Cuba) las embarazadas cubanas y sus infantes? ¿Que el sistema educativo cubano, reconocido en tantas partes del mundo, ha producido excelentes y numerosos médicos y que la epidemiología es una de las especialidades del país?
Especular sobre eso me recuerda que en contraste, nosotros en Puerto Rico llevamos varias décadas permitiendo que sucesivas generaciones de gansos se queden con la inversión que estamos supuestamente haciendo en las escuelas pero que de algún modo no llega al salón; que tenemos lo que probablemente es uno de los peores sistemas educativos, al menos a nivel K-12, entre los países llamados “desarrollados”; que hemos logrado educar buenos médicos pero que muchos de esos médicos están emigrando, se van del país; que la “reforma de salud” y su tarjetita encarecieron los servicios y rompieron las posibilidades que tenía el sistema de CDTs para atender casos epidemiológicos.
No tengo hermanas. Pero pensando en el pájaro de las dos alas, y leyendo y comparando esas dos noticias del periódico esta mañana, me siento un poco como debe sentirse la hermana más feíta y menos interesante en una familia con dos hijas. Quiero decir que me alegro por nuestra hermana Cuba, y que a la vez no puedo evitar sentir ciertos celitos y cierta vergüenza. Quiero que a Cuba le vaya bien pero no puedo evitar pensar (esto no es necesariamente lógico, lectora, perdóname lo que es más bien la respuesta emocional de la hermana fea) que su ascenso marca nuestro descenso. Que mientras nuestra hermana linda y talentosa recibe a Obama y se prepara para insertarse de manera significativa en el orden global (espero yo que preservando los logros de la revolución que he mencionado), nosotros apostamos en las últimas primarias, increíblemente, al cubano-americano Marco Rubio, y nos resignamos, mal que bien, a una epidemia, a más migraciones, a más casas abandonadas, a más fealdad, a menos autonomía y a más pobreza. Mientras tanto, el lector del periódico de récord en Estados Unidos, con leer tan sólo la portada, se queda con un mensaje claro: Una Cuba linda y con potencial, un Puerto Rico feo y con mosquitos. Le darán ganas de viajar a Cuba y de cancelar su crucero a Puerto Rico. Querrá acceder a la belleza cubana y controlar al contagio puertorriqueño. Querrá que Cuba se integre al orden económico mundial, y ponerle no sólo un CDC sino una junta de control fiscal a Puerto Rico, no vaya a ser que nuestra pobreza, como el Zika, resulte ser epidémica y contagiosa.
*Fuente: blog de la autora PARPADEANDO