Cuestión de piel
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Tras alertar que la princesa está triste Rubén Darío formula una pregunta en ánimo de inquietar al lector. Al lector y al oyente, que siglo y pico después de componerse Sonatina se sigue oyendo, si bien se le intenta lijar la eufonía y economizar la ritmicidad. ¿En nombre de qué? Dizque en nombre del repudio al verbo florido en los tiempos del tuit.
Lijarle la eufonía y economizarle la ritmicidad a cualquier poema de Prosas profanas, libro del cual forma parte Sonatina, equivale a dinamitar un patrimonio de la humanidad. Ni la consonancia y la aliteración, la ocasional cacofonía y el saboreo del lenguaje altísono deben negociarse cuando se declama Sonatina. Pues dichas modernidades y profanaciones hicieron monumental el poema. Uno infaltable en las ceremonias que juzgaban la declamación como enalteciente y fina.
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Las ceremonias de graduación y las ceremonias fúnebres -la ceremonia democrática por antonomasia. Las bodas de papel y las bodas de cristal y las bodas de oro. Las jumetas hasta caerse de culo en el nombre sacrosanto de la bohemia. Las rupturas amorosas que inspiraron a un poeta muy leído y muy ninguneado: Pero te digo adiós para toda la vida, Aunque toda la vida siga pensando en ti.
Ninguneos aparte, irracional me luce la alusión a toda la vida en el poema más famoso de José Ángel Buesa. De las tormentas por venir nada sabe el navegante hasta que el viento ulula y el cielo se aborrasca.
Desde luego hay caricias fugaces que se recuerdan toda la vida, pese a ser caricias sin lijar y ajenas a la ritmicidad que les negaron la ocasión y la prisa. Y hay cautelosas miradas declarantes de interés que se añoran toda la vida, quizás porque a nada llevaron.
Amarga escribir que nada es para siempre. Ni la caricia atropellada ni la mirada náufraga ni el deseo. Bueno, tal vez el deseo sí es para siempre, siempre y cuando se lo procure en nuevo cuerpo y nueva habitación.
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Tantísimo entusiasmo suscitaba la declamación in hilo tempore que las multitudes abarrotaban los estadios y los teatros con el propósito de disfrutarla. Apoteósicas resultaron las comparecencias de la legendaria declamadora argentina Berta Singerman al teatro de la Universidad de Puerto Rico. Fueron apoteósicos los recitales del poeta ruso Eugeni Evtuchenko en los estadios de Leningrado: ningún totalitarismo acontece huérfano de poeta.
Hoy el reguetón sustituye la declamación. En concordancia hoy la declamación se juzga artesanía mohosa o cursilería. Dicho juicio errado y abusador ofende a más de uno. A Juan Peineta digamos, recitador de oficio y personaje harto ridículo de Cinco esquinas, otra novela buffa de Vargas Llosa: en Cinco esquinas se intercambian a perfección la hilaridad que emana de las lágrimas y el dramatismo que la risa corrompe.
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Luego de alertar que la princesa está triste, luego de inquietar con la pregunta ¿Qué tendrá la princesa?, el nica inmortal desglosa la sintomatología de la tristeza. 1. Los suspiros se escapan de su boca de fresa. 2. Ha perdido la risa. 3. Ha perdido el color. 4. Quiere ser golondrina. 5. Quiere ser mariposa. 6. Quiere tener alas ligeras y bajo el cielo volar.
¿Cómo que qué tendrá la princesa? Tiene una depresión crónica, aunque siglo y pico atrás le diagnosticarían tedio, melancolía, aburrimiento, esplín. Ergo, la curación de la princesa no se le encargaría al antidepresor Prozac, sí a la boca del feliz caballero que la adora sin verla y le encenderá los labios con un beso de amor.
El poco original happy ending lo augura la enfermera que maneja tales asuntos. Una enfermera disfrazada de hada madrina. Porque Sonatina, a más de patrimonio intangible de la humanidad, constituye un poetizado thriller en formato de cuento de hadas: avisado quedas Guillermo del Toro.
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Por la encendida calle británica, entre dos filas de blancas caras, va majestuosa la mulata Meg. Por megamami y por megasensual la mulata Meg podría ser chozna de Tembandumba.
¿Qué significa chozna? Chozna significa tátaratátaratátara bisnieta. ¿Quién es Tembandumba? Tembandumba es la majestad negra que Luis Palés Matos fue a buscar a la Quimbamba, región de la jungla africana.
Tembandumba de la Quimbamba avanzaba culipandeando por la encendida calle antillana, entre dos filas de negras caras. Tembandumba de la Quimbamba enardecía a los cocolos con los meneos del caderamen.
Unos cocolos de Haití y Jamaica que la motejaban Flor de Tortola mientras discutían cuándo olerla y por dónde tocarla. Unos cocolos de Cuba y Puerto Rico que la apodaban Rosa de Uganda mientras le rogaban estoicismo al animal insomne entre las piernas.
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La duquesa está alegre. ¿Qué tendrá la duquesa? Para empezar tiene una piel canela que enardeció a un príncipe de la dinastía Windsor, así como Tembadumba de la Quimbamba tenía una piel prieta que enardecía a los cocolos. Lúcido hasta deslumbrar André Gide preceptúa: La piel es lo más profundo.
La duquesa está alegre. ¿Qué tendrá la duquesa? Pues tiene alegría de sobra. En el plazo de una mañana pasó de ser la correcta actriz Meghan Markle a princesa real en tanto que mujer del Príncipe Harry. A los pocos minutos de ser princesa real pasó a ser Duquesa de Sussex porque la abuela hizo Duque de Sussex a su nieto, el Príncipe Harry.
El Príncipe Harry es el auténtico personaje central de este cuento de hadas que escribió la realidad. Transgresor, con los gemelos en su sitio, el príncipe Harry renegó de la pendejada antihistórica de la sangre azul. Y le dio de codo a las princesas europeas. Y rompió con la tradición de casarse para quedar bien con los demás a riesgo de quedar mal consigo mismo. Y se casó con una hembra de pelo amenazador, como sataniza el pelo grifo el excepcional escritor y repulsivo negrófobo caribeño Vidiadhar Surajprasad Naipaul. Caribeño sí. Que en el Caribe, donde abunda la raza negra, la negrofobia se niega a morir.
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Los negrófobos caribeños están que trinan con el bodorrio del Príncipe Harry y la mulata Meg. Lo constato mientras viajo a Old San Juan en la guagua que atraviesa por Puerta de Tierra, barrio habitado en su gran mayoría por vulnerables, como la clase gubernativa actual rebautiza a los pobres y los menesterosos y los que nunca sabrán de puestazos y sueldazos. A menos que se emputezcan desde luego.
Iza el banderín de la negrofobia la señora negra con quien comparto asiento guagüil. Sin dirigirse en particular a ningún pasajero la señora negra vomita su rabia negrófoba: No quiero saber de esa jodía negra que no fregará un jodío plato el resto de su jodía vida.
Malhumorado también, un hombre que viaja con una caja de cartón dentro de la cual lleva un perro, corrige el rechazo:- A mí me enchula la jodía negra porque tiene un jodío tumbao.
Volveré a ver al hombre y su perro. Ambos mendigan por la calle Recinto Sur de Old San Juan. El perro, simpática bola de nieve, opera como anzuelo.
Como nadie responde al rechazo de la señora ni a la corrección hecha por el hombre con perro, evoco a Celia Cruz cantando el megaéxito de Fernando Osorio La negra tiene tumbao. Celia reinaba cuando guarachaba. Corrijo, reinaba e imperaba como reina y como impera la abuela del Príncipe Harry. El escenario le valía de imperio a Celia.
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Ya en La bombonera, mientras aguardo a que el camarero Ricky me prepare el café, rumio para mis adentros ¿con qué tiempo esa jodía negra va a fregar plato alguno cuando la abuela del marido le ha impuesto un jodío seminario de refinamiento y protocolo con duración de medio año?
Medio jodío año recitando La sopa se trae a la boca, la boca no se lleva a la sopa. La sopa se trae a la boca, la boca no se lleva a la sopa. Medio jodío año combatiendo su manera natural de existir. Medio jodío año menguándose para lograr la estatura de duquesa. Medio jodío año desvirtuándose a cambio de ser bienvenida en la jaula de mármol del palacio real.
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¿Qué pasaría si cuanto atrajo al Príncipe Harry de la mulata Meg, descontada la piel canela y descontado el pelo rizo, fuese el ímpetu espontáneo de su persona plebeya? ¿Cómo conciliaría el Príncipe Harry su enamoramiento de la marginalidad seductora que la mulata Meg encarna con la caricatura tipo Xica da Silva que podría causar el jodío medio año de lija y arritmicidad? En fin, allá ellos.
Qué pena no poder decir Allá ellos que son blancos y se entienden. Qué bueno poder decir Allá ellos que siendo príncipe y mulata se entienden. Qué sabroso poder recordar los versos del inglés John Donne: Los misterios del amor se escriben en el alma, pero el cuerpo es el libro en que se leen.