De la colonialidad de la lucha a la articulación política descolonizada

Lecciones tomadas del movimiento de empresas recuperadas
Luchar, pero más allá de la lucha de clases. Ahí contenida está la crítica y la potencialidad del concepto colonialidad de la lucha, tal cual pensado por la teórica y activista Vanesa Contreras (2019), en el que retoma los principios del llamado “giro decolonial”.En estos días, pienso bastante sobre la relevancia del giro decolonial y la colonialidad de la lucha en el contexto de las actuales políticas de distanciamiento social y el apagón económico (economic shutdown) que han seguido al brote del COVID-19, una enfermedad respiratoria originada en la ciudad de Wuhan, China, que ha probado ser la causa de serias complicaciones de salud e incluso la muerte de un porcentaje significativo de lxs contagiadxs con el virus. Entre diciembre de 2019 y enero de 2020, la enfermedad alcanzó niveles de propagación mundiales, lo que provocó que para principios de marzo la Organización Mundial de la Salud (World Health Organization) declarara el COVID-19 una pandemia (Piper 2020).
Como medida preventiva al colapso de los sistemas de salud ya altamente precarizados en la mayor parte de los países capitalistas, líderes políticos alrededor de todo el mundo han mandatado cuarentenas y aislamientos masivos de la mano del cese de actividades económicas que comenzaron a designarse como “no-esenciales”. Lo que parecía ser una respuesta de contención razonable a las amenazas salubristas de la pandemia se ha tornado rápidamente en una debacle, ya que en tan solo unas semanas el apagón económico comenzó a dejar a millones de personas en el desempleo, provocando una situación aún más precaria de vida en la que las garantías sobre las necesidades básicas de subsistencia se han tornado absurdamente borrosas. Además de estar ante la alarmante y aterradora posibilidad de lo que algunos ejecutivos de las Naciones Unidas han llamado una “segunda pandemia del hambre” (Democracy Now 2020), las altísimas tasas de desempleo nos obligan a cuestionar si, una vez se reactiven las economías del mundo, el mercado laboral será capaz y tendrá la intención de absolver a esta gran masa de trabajadorxs que hoy se encuentran a la deriva.
Sin embargo, más allá de lo que la lógica capitalista disponga, mientras encarnemos (embody) la certeza de que, en primera y en última instancia, el poder es de la comunidad política —o sea, del pueblo— (Dussel 2006), las alternativas económicas se sabrán existentes y viables. Tal como el mandato institucional del distanciamiento social ha sido criticado y respondido popularmente a través de la contrapropuesta del distanciamiento físico y la solidaridad social, la actividad productiva siempre tendrá la capacidad de rearticularse desde abajo. Ejemplos sobran en la actividad económica autogestionada de la que pudiésemos encontrar valiosas ideas en el movimiento de empresas recuperadas en Argentina.
Aunque modalidades de control obrero en el Cono Sur se remontan a mediados del siglo XX, las empresas recuperadas por sus trabajadorxs se hicieron ampliamente conocidas alrededor de 2001. En ese momento, la clase obrera argentina experimentaba un largo y profundo proceso de precarización que venía de la mano de la crisis de un modelo económico financiero instalado en la década de 1970 y que vino a sustituir las políticas económicas de desarrollo productivo nacional más comunes de aquellos años. La precarización que acompañó a las políticas neoliberales de la segunda mitad del siglo XX en Argentina no se circunscribió al contexto del trabajo, sino que afectó las posibilidades de sostener lo que se comenzó a llamar una “vida digna” (Fernández Álvarez 2007). El derecho a una vida digna se convirtió en una de las demandas sociales de 2001 para oponer “la concentración de capitales, la precarización de las condiciones de trabajo y del mercado laboral, y el aumento en los niveles de desempleo, subempleo y pobreza” (Manzano 2009, 23) que se experimentaban en ese momento y que dejaron a miles de personas incapaces de sostenerse a sí mismas ni a sus familias, incluso cuando la voluntad y las habilidades para hacerlo no les faltaban.
En el contexto de esta lucha por las condiciones de vida, algo se volvió particularmente problemático. En medio de la crisis económica nacional, lxs trabajadorxs presenciaron cómo propietarios abandonaban las empresas y fábricas de trabajo, ignoraban los contratos salariales y se declaraban en bancarrota de manera fraudulenta. Conscientes de las dificultades que experimentarían al perder su fuente de trabajo y considerando inaceptable la decisión de los propietarios de cerrar las fábricas, lxs trabajadorxs comenzaron a ocupar sus empresas para continuar la actividad productiva, al tiempo que garantizaban su dignidad a través del trabajo, hacían de sus comunidades nuevas redes de apoyo y elaboraban estrategias para la sustentabilidad de sus empresas y sus nuevas formas de autogestión del trabajo.
En los imaginarios políticos de estxs trabajadorxs, la autogestión productiva tomó diversas formas. No hay, pues, tal cosa como recetas para la recuperación de empresas, lo que me hace considerar radicalmente valiosas las lecciones de estos procesos que fueron gestando lxs trabajadorxs mientras contestaban los retos que les imponían sus realidades más inmediatas. En ocasiones, por ejemplo, la autogestión comenzó por la ocupación de las unidades productivas. Literalmente, lxs trabajadorxs tomaban sus lugares de trabajo por la fuerza y los defendían hasta con sus cuerpos con tal de instalar en los discursos mediáticos e institucionales la lógica de que una vez los dueños habían abandonado o pretendían quebrar las empresas ya no tenían derecho a reclamar la propiedad que ahora ellxs autogestionaban. En otras ocasiones, la autogestión fue producto de negociaciones colectivas entre trabajadorxs, propietarios y los bancos encargados de las bancarrotas para dirimir formas de traspasar la propiedad y las maquinarias de producción a lxs trabajadorxs que se sentían capaces de asumir la actividad gerencial de las empresas además de la actividad productiva. Otras modalidades incluyeron reclamos al estado para que declarara propiedad pública a las empresas abandonadas y autogestionadas por lxs trabajadorxs. La transformación de la propiedad privada se podía obtener por medio de una ley de expropiación sancionada por el estado en la que se resaltara la utilidad pública de las empresas recuperadas; utilidad que lxs trabajadorxs vinculaban a la creación de fuentes de trabajo en tiempos de crisis. Desde la perspectiva obrera, en la medida en que el capital abandonaba las empresas o se declaraba en quiebra estaba incumpliendo con su responsabilidad social frente a la crisis. La frivolidad de dejar a lxs trabajadorxs sin opciones de trabajo legitimaba la toma y el control obrero de la propiedad.
Una última cuestión sobre la autogestión económica. En 2017, ante el repentino abandono y cierre patronal de una emblemática pizzería en el corazón de la ciudad de Buenos Aires, un pequeño grupo de trabajadorxs decidió ocupar su taller de trabajo y constituirse como cooperativa para continuar la actividad productiva de este local gastronómico (De Sousa 2019). ¿Qué les determinó o qué les inspiró a hacerlo? Colectivizar una empresa se trata, sobre todo, de una cosmología de mundo. La actividad productiva autogestionada surge de los imaginarios políticos críticos, de esos que se han atrevido a soñar otros mundos y otras formas de ser en el mundo. La autogestión surge de los imaginarios que se cuestionan la “naturaleza” de una economía basada solo en la relación capital-trabajo, de los imaginarios que asumen como tarea descolonizante el reto de pensar y crear alternativas no-alienantes y verdaderamente equitativas. Que quede claro: pensar y crear alternativas puede parecer y sentirse un reto inacabable cuando nuestro punto de partida es la hegemonía eurocéntrica. Pero una vez rompemos con ella, los otros mundos posibles se tornan infinitos y emocionantes. Hoy estamos una vez más frente a esa tarea. Apostemos y construyamos una articulación política descolonizadora.
Bibliografía citada
Contreras, Vanesa. “Colonialidad de la lucha.” 80 grados (6 de septiembre de 2019). Revisado el 21 de abril de 2020. https://www.80grados.net/colonialidad-de-la-lucha/
Democracy Now. “U.N. Warns Pandemic May Unleash ‘Multiple Famines of Biblical Proportions’.” (April 22, 2020). Accessed April 22, 2020.
https://www.democracynow.org/2020/4/22/headlines/un_warns_pandemic_may_unleash_multiple_famines_of_biblical_proportions?fbclid=IwAR1q9F4LvcrfBEAADjW_0i84r7BwBNsiudXjzQ7kKMHA0qijNNRN2sug6ks/
De Sousa, Florencia. “Tres historias de fábricas y espacios recuperados por sus trabajadores.” Perfil (1 de mayo de 2019). Revisado el 24 de abril de 2020. https://www.perfil.com/noticias/sociedad/tres-historias-de-fabricas-y-espacios-recuperados-por-sus-trabajadores.phtml
Dussel, Enrique. 20 Tesis de Política. México: Siglo XXX y Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe, 2006.
Fernández Álvarez, María Inés. “‘En Defensa de la Fuente de Trabajo’: Demandas y Prácticas de Movilización en una Empresa Recuperada de Buenos Aires.” Avá 11 (2007): 63-85.
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Mahmud, Lilith. “#Eurostop: Toward a Feminist Decolonial Critical Theory of Europe.” In Davis, M.H. & T. Serres (ed.), North Africa and the Making of Europe: Governance, Institutions and Culture (pp. 265-283), London: Bloomsbury Academic, An imprint of Bloomsbury Publishing Plc, 2018.
Manzano, V. “Piquetes y acción estatal en Argentina: un análisis etnográfico de la configuración de procesos políticos.” En M. Grimberg, M.I. Fernández Álvarez y M. Carvalho Rosa, comps., Estado, política y movimientos sociales: enfoques teórico-metodológicos en antropología social (pp. 15-36). Buenos Aires: Antropofagia, 2009.
Piper, Kelsey. “The WHO just declared the coronavirus a pandemic. Here’s what that means.” Vox (March 11, 2020). Accessed April 24, 200. https://www.vox.com/future-perfect/2020/3/11/21175061/who-declares-coronavirus-covid-19-pandemic/