De las elecciones 2012 al desenfreno

Cada vez que se produce un señalamiento crítico contra la dirigencia del pepedé saltan frenéticos. A la menor provocación gritan y zarandean expresiones con inusitado desentono, en actitud defensiva.
Gruñen. Sus voces suenan destempladas y pierden el foco de los debates. Sobrevive en ellos un inusual acento de intolerancia ante cualquier comentario adverso hacia sus candidatos. Una conducta que, desde el punto de vista estratégico, no suele encontrarse desde la esquina de un grupo opositor.
Estos personajes ripostan las críticas con injurias y, en ocasiones, con aires de burla. Algo deben saber estos sujetos para andar tan vulnerables. Algo que, quizás, ocultan los balances estadísticos de las encuestas de opinión pública. ¿Será que la cosa no está tan buena como la pintan? ¿A qué se debe el desenfreno?
Entre su ensordecedor recelo, también hemos escuchado expresiones coléricas contra la presencia de nuevos grupos políticos en esta contienda electoral, como el Partido del Pueblo Trabajador (PPT) y el Movimiento Unión Soberanista (MUS). Muchos se refieren a estas opciones electorales con menosprecio; otros, en tanto, no ocultan su miedo.
Aunque se nieguen a aceptarlo, saben que las fuerzas políticas que se arriman por primera vez a estos comicios representan nuevas visiones de futuro y proyectos políticos que rompen con el viejo paradigma del juego electoral, la dependencia y la genuflexión colonial.
Parecería extraña la aversión de estos comentaristas pepedés hacia las minorías, pero es real. Basta escucharlos para ver cómo, concientes o no, develan sus temores ante lo que pudiera ser el camino hacia la ruptura histórica del bipartidismo. Están atormentados aunque gustan vociferar que las encuestas los favorecen.
Su actuación desatinada, que también se escucha en voces de muchos de sus candidatos, pudiera responder a su propia desconfianza política.
Los pepedeístas saben muy bien que en los últimos años han perdido terreno electoral, proyectando una baja significativa en sus votos íntegros. Un examen a los datos de la Comisión Estatal de Elecciones comprueba la fuga continua de votantes que ha sufrido el pepedé entre 2000 y 2008. El balance deja un saldo negativo de 166,227 electores, frente a un aumento de 97,236 votos íntegros ganados por las tropas penepeístas en ese mismo periodo.
Sumémosle a esos números la baja registrada en la tasa de participación electoral versus el aumento vertiginoso en la abstención. Esta relación, en las elecciones de 2008, representó un total de 516,332 ciudadanos inscritos que no comparecieron a las urnas.
Hay más de una decena de hipótesis que tratan de explicar el fenómeno de esta pendiente descendente en el PPD, recorriendo versiones desde las fronteras del centro y la derecha política al interior del liderato de esa colectividad. Pero más allá de cualesquiera de esas formulaciones hay un hecho inescapable que explica, en gran medida, la pérdida de hegemonía de esa institución: el derechismo.
Ese afán por ser conservadores, extremistas e integracionistas está conduciendo al pepedé a su tumba. Si examinamos con detenimiento, por ejemplo, los discursos de penepeístas y pepedeístas en materia de seguridad, educación, salud, energía, ambiente y economía, encontramos que estamos ante un par de mellizos que sólo se diferencian por el color de su corbata.
El País anda mal, nadie lo pone en duda. Las condiciones sociales y económicas van en deterioro y las acciones gubernamentales, en manos del PNP, las ha empeorado.
Mas la hostilidad contra el actual gobierno no puede ser razón para ir tras la falda del pepedé y endosarlo. Ese partido no ha mostrado nada nuevo; su oferta es más de lo mismo y representa otra opción de la derecha política. Por eso gritan.
* Publicado en El Vocero, domingo 15 de julio de 2012.