De película: viruses, conspiraciones y opiniones

Outbreak (1995)
1.
Es curioso como las situaciones que requieren cierta preparación educativa para que podamos entenderlas, tienen la capacidad de convertir en expertos a todo ser viviente. Antes eso no era problema porque lo más que podía suceder es que, en la casa, el, las y los habladores, podían decir lo que les viniera en gana y nadie se enteraba. Ahora, en la era de los medios electrónicos, el asunto se ha convertido en: ¡sálvese quien pueda! Vuelan las opiniones, no hay control de lo que se cita y la mayoría de las veces, dependiendo del tema, estas provienen de fuentes sospechosas, erradas o ficticias. O, peor, de creencias ideológicas ancladas en la superficialidad de afiliaciones políticas o fanáticas.
2.
En el filme “Outbreak” de 1995, el desarrollo de una infección letal traída accidentalmente de África genera una conspiración cuyos adornos tiene la pátina de algún “resort” de esos de Trump: sabemos que detrás del brillo hay podredumbre. El general demente Donald McClintock (como siempre, encarnado en un magníficamente siniestro como Donald Sutherland) quiere esconder el antisuero que se desarrolló 28 años antes de cuando se desarrolla la historia, porque piensa que el letal virus Motaba (ficticio)de Zaire se puede usar como un arma biológica en el futuro. Por esa razón toda la información sobre la eliminación de la aldea (el ejército la incineró) en la que se descubrió el virus, y de su existencia y antídoto, ha sido sepultada.
Dijo Oscar Wilde que la vida imitaba al Arte, y, para empezar, es curioso que el villano de Outbreak se llame Donald y esté interpretado por un actor de nombre homónimo. Además, que sea un personaje que pretende ocultar la verdad de toda la Nación, con el aparente respaldo del presidente de Estados Unidos. Oculta, una vez que comienza una mini epidemia, la posibilidad de contagio y de propagación de la enfermedad al público y a los residentes del pueblo más afectado, y que existe un antisuero. Aunque no todo es como ha sido el caso con el coronavirus, las semejanzas erizan los vellos. En su momento la película, popular y súper taquillera, causó temor por la idea que en las junglas del continente africano hubiese viruses que podían eliminar la población en un santiamén y que fuera a viajar a los Estados Unidos. Poco se podía predecir que estaban por venir Ébola, MERS y SARS, y que entrarían en el lingo y en el subconsciente del mundo entero cuando estas enfermedades surgieron de África (República Democrática del Congo), el mediano Oriente (Arabia Saudita), y Asia (China). La primera causó un pánico en EE. UU. cuando tres pacientes con la enfermedad fueron detectados en suelo norteamericano y una persona se contaminó (en el CDC en Atlanta). Pero la situación se contuvo sin mayores consecuencias. Las otra dos son coronaviruses, parientes del nuevo.
Outbreak refleja otro asunto importante relacionado a la pandemia del COVID-19 que nos asedia. Los trabajadores de la salud, en particular los que trabajan directamente con los pacientes o en el laboratorio con el virus, tiene y se exponen a un riesgo intenso y alto de contagio. En el filme los investigadores incluyen a Dustin Hoffman, Rene Russo, Kevin Spacey y Cuba Goodging, Jr.; dos de ellos se contagian. Su servicio a la humanidad conlleva, como en la película se muestra, sacrificios enormes. Además, el ejercito (aunque es ficción, de alguna forma me lo creo) tiene más interés en la guerra (no en sus soldados) que en el bienestar de los civiles. A nombre de “seguridad nacional” las intenciones funestas del general van camino a cumplirse: incendiar el pueblo afectado para reservar el antídoto para cuando se use como arma de guerra inmunizar al ejército. Que se estén asesinando personas inocentes no parece hacerle mella. La situación me parece una referencia obvia al hecho histórico de las consecuencias nocivas sobre la salud de miles de norteamericanos a quienes el polvillo radioactivo les llovió como resultado de las pruebas atómicas en Nevada.
Lo notable de la cinta es que transcurre en la época antes de que las redes sociales se multiplicaran exponencialmente y que hubiese hecho casi imposible contener lo que ocurría en el pueblo ficticio de Cedar Creek. Hoy día no solo se sabría todo, sino que TODO el mundo estaría dando opiniones de qué hacer y cómo solucionar el problema. En un solo día, la cantidad de mala o pobre información de lo que está ocurriendo o ha de ocurrir con el coronavirus es avasalladora. Las opiniones van desde miedos (con razón) por la posibilidad de contagio, hasta tratamientos que pudo haberse inventado o mercadeado un buen chamán. Los que vean Outbreak en Netflix podrán ver que, entonces como hoy, se recomienda ¡QUEDARSE EN LA CASA!, y no congregarse en grupos grandes, lo que puede propiciar el contagio. Que la rapidez con la que la cantidad de enfermos se manifiestan pueden sobrecargar el sistema de salud. Es básicamente las curvas que circulan en FB y en las redes que todos deben de ver y analizar y, si no, preguntar qué quieren decir y cómo se interpretan.
3.
Si es cierto que en Outbreak hay una conspiración, el colmo de las coincidencias es que no tardó mucho, después de emerger el COVID-19, para que una teoría de conspiración apareciera en línea y que muchos se la creyeran como cierta. Según varias personas citan de la red o de FB sin verificar, el autor estadounidense, Dean Koontz “predijo” el brote de coronavirus en 1981. En su novela The Eyes of Darkness, Koontz hizo referencia a un virus asesino llamado «Wuhan-400». No cabe duda de que es una coincidencia sorprendente que el virus de Koontz fuera de la misma ciudad que el COVID-19, pero las similitudes terminan ahí. El Wuhan-400 (repito, es FICTICIO) tiene una tasa de muerte del 100%, y fue desarrollado en laboratorios fuera de esa ciudad como el arma biológica «perfecta». Por supuesto, algunos comenzaron a decir en las redes que el virus se estaba usando por los chinos “para dominar el mundo”. ¡Patrañas! Sin embargo, la cantidad de tinta derramada por los susceptibles a las conspiraciones fue casi un maremoto.
4.
Otras opiniones de qué es lo que funciona para mejorar, evitar o remediar COVID-19, no pasan de ser eso. Los remedios que mucha gente comenta anecdóticamente son únicamente eso: remedios. Si no hay un estudio sólido que incluya controles, no sabemos si ayudan o no. No es que a lo mejor las cosas que se dicen, como el uso de vitamina C y D, de antivirales para otros viruses, drogas que inhiben la enzima que convierte angiotensinógeno a angiotensina, no puedan tener algún efecto. Pero NO SE SABE NADA a ciencia cierta. No están probados. ¡Las vitaminas C y D no son medicinas! Sí, deficiencia de ambas, causa enfermedades (escorbuto y raquitismo, respectivamente), y reponerlas revierte esas enfermedades, pero no curan otras enfermedades. Sí tienen que ver con el sistema inmunológico, pero no lo pueden reponer. De hacerlo curarían infecciones como el SIDA, lo cual no ocurre. Lo mismo se puede decir del zinc, del magnesio y de otras cosas que muchos usan para ser inmortales. No hay evidencia de que modifiquen el curso de la enfermedad con COVID-19. Algunos reclaman que les reduce los síntomas del catarro común y la influenza. Me parece bien, pero son anécdotas, y la ciencia funciona a base de estudios que puedan tener significado estadístico.
5.
Sigan las directrices del CDC, NIH y WHO, y si alguien dice algo sobre curas o remedios, pregunten en qué revista médica o fuente fidedigna han salido los resultados. Si no ha sido objeto de estudio, no hay evidencia de que funcione. Y por favor, distingan de estudios en animales y en células, de los que habría que hacer en humanos. Aquellos sugieren; los otros son la mayoría de las veces los que establecen las pautas terapéuticas.