Deambular por otras calles
Relectura de Family Installments de Edward Rivera
Creo que la literatura de los hispanos o latinos en los Estados Unidos, lo que prefiero llamar las letras latinoestadounidenses, ha alcanzado un punto de madurez que permiten y hasta imponen la revisión del canon ya establecido. Por ello me embarco en la necesaria relectura de Family Installments: Memories of Growing up Hispanic de Edward Rivera, libro que apareció en 1982, en la prestigiosa editorial William Morrow and Company. Este tuvo una buena acogida; “it drew attention as a groundbreaking book”, dice sobre el mismo la esquela aparecida en The New York Times (1 de septiembre de 2001) a raíz de la muerte del autor. Pero la escaza producción de Rivera – ese mismo obituario menciona que además de este libro sólo llegó a publicar un puñado de cuentos, algunos de los cuales eran capítulos del libro, y un número aún menor de ensayos – y su relativamente temprana muerte, el 25 de agosto de 2001 a la edad de sesenta y dos años, ha hecho que su obra en general y este texto en particular no le hayan asegurado una firme posición dentro del canon de las letras latinoestadounidenses. Por ejemplo, Lisa Sánchez González en su Boricua literature: A literary history of the Puerto Rican diaspora publicado el año de la muerte de Rivera y el texto más abarcador que tenemos como historia de esa literatura, sólo menciona a Rivera en un párrafo donde aparece con otros autores – Ed Vega, Esmeralda Santiago y Soledad Santiago, entre otros – que produjeron textos que son “new utterances of minority sensibilities” (134, énfasis en el original). El comentario de Sánchez González es válido, pero no deja de ser una injusta mención superficial sobre un artista que merece un lugar más destacado y firme en la historia de las letras boricuas en los Estados Unidos.No cabe duda que el trabajo más completo y de mayor envergadura sobre la obra de Rivera que tenemos es el capítulo que Lyn Di Iorio Sandín le dedica en su libro Killing Spanish: Literary essays on the ambivalent US Latino/a identity (2004). El capítulo está muy acertadamente titulado “Latino rage: The life and work of Edward Rivera”. En este Di Iorio Sandín ofrece importante información sobre la vida del autor. Ella fue su colega en el City College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York y allí establecieron una fuerte amistad. El hecho le abrió las puertas a la autora a cierta intimidad con Rivera, a quien muchos describen como una persona tímida y hasta huraña. Di Iorio destaca en la obra de Rivera una profunda rabia escondida contra la sociedad dominante que discrimina contra las minorías étnicas. Pero, sobre todo, destaca más aún un fino sentido del humor y, sobre todo, una inmensa pasión por la literatura que impartía en su persona y en su obra un vasto sentido de erudición, pero una erudición juguetona.
Di Iorio Sandín califica el libro de Rivera como una novela, aunque también establece que el autor se identificaba con Santos Malánguez, el protagonista del libro, lo que la hace una novela autobiográfica. Otro dato revelador que nos ofrece Di Iorio es que fue la casa editora la que impuso el subtítulo al libro: Memories of growing up Hispanic. Rivera, a quien le tomó diez años escribir este libro, como establece su hermano Richard en el citado obituario de The New York Times, concebía su obra como una novela, y no como un libro de memorias. Pero la editorial insistió en esa clasificación porque decía que nadie iba a comprar una obra de ficción de un escritor de origen puertorriqueño de Nueva York, pero sí unas memorias suyas.
Detrás de este argumento se halla la fuerte presencia de Down these mean streets de Piri Thomas, novela autobiográfica publicada en 1967. Quince años después, cuando Rivera publicó su libro, el de Thomas ya se había convertido en una pieza canónica. Se puede decir aún más: Down these mean streets se convirtió en el modelo casi único que debía ser el patrón para cualquier nuevo texto que presentara la vida de los puertorriqueños – y hasta cualquier otro latino – en los Estados Unidos.
Esa imposición, esta especie de lecho de Procusto literario, no sólo determinó que en el subtítulo apareciera el término memoria sino también el adjetivo “Hispanic”; todavía no circulaba en esos medios editoriales el de latino o latina. Pero ambos términos, “memories” y “Hispanic”, reflejan la duda de los editores sobre la venta de un texto donde no se explorara el mundo de las drogas, la sexualidad y el crimen entre los latinoestadounidenses.
Es que el mundo que se retrata en Family Installments… tiene muy poco que ver con el de Down these mean streets. La comparación entre estos dos textos forma gran parte del capítulo dedicado a Rivera por Di Iorio Sandín y yo mismo, años antes, en la reseña que escribí cuando apareció el libro de Rivera, apuntaba que, contrario al Piri del libro de Thomas, el protagonista del libro de Rivera “se mantiene dentro de las normas de conducta aceptadas por la sociedad” (66). Lejos, muy lejos, estamos del modelo establecido por Thomas y aceptado por el mundo editorial estadounidense como norma exclusiva para un personaje latino, especialmente para un personaje masculino. Pero el fantasma del modelo establecido por Thomas marca toda la primera lectura de Family Installments…, como lo comprueba la necesidad de hacer la comparación tanto en el capítulo de Di Iorio Sandín como en mi reseña. Comparar a Rivera con el escritor chicano Richard Rodríguez era también razonable y válido; así lo hacía Luis L. Pinto en su reseña de la obra de Rivera. Pero el peso de la presencia de Thomas es más evidente aunque sea por una reacción negativa o una ruptura con el modelo por él establecido con Down these mean streets.
Pero han pasado treinta y siete años desde la aparición del libro de Rivera y dieciocho desde su muerte. Mucho se ha escrito desde entonces. Otros libros han abierto nuevos caminos en las letras latinoestadounidenses, caminos abiertos, por ejemplo y como se apunta en el obituario de The New York Times, por escritores como Abraham Rodríguez y Junot Díaz, escritores para quien Rivera sirvió directamente de mentor. A pesar de ello, el libro de Thomas sigue siendo un texto canónico dominante, pero ya no hay que seguirlo como modelo único. En parte esa apertura a nuevos caminos se la debemos a Rivera. Por todo ello creo que es válida y hasta necesaria la relectura de Family installments…. Comenzar esa relectura es mi propósito. Digo comenzar porque sé que la labor es amplia y, bajo ninguna circunstancia pretendo completarla de una vez y solo.
¿Cómo logra Rivera romper con Thomas? La respuesta es a primera vista tan fácil y obvia que parece una perogrullada descartable por ello mismo: Rivera logra romper con Thomas siendo él mismo. Y el rasgo más preciso de esa autodefinición es su gran apego a la literatura, apego que puede servir para alcanzar logros como para marcar fallas en el texto. Pero la literatura – y no me refiero al texto mismo que obviamente es en sí literatura – está presente de muchísimas maneras en la obra de Rivera. Veo en el texto de Rivera la literatura ajena, que le sirve a apoyo y hasta modelo.
Ya Di Iorio Sandín nos apuntaba el amor de Rivera por las letras. Hasta nos dice que su autor favorito era García Márquez, pero que devoraba libros y libros y que sus gustos eran eclécticos. Guiado por esas declaraciones de Di Iorio me acerco a Family installments… pensando en el concepto de intertextualidad y las posibles funciones que este recurso literario tiene en la obra de Rivera.
Aclaro que no exploro el tema partiendo de la visión de la intertextualidad de Julia Kristeva, la creadora del término y para quien todo texto literario, en su totalidad, es el producto de la intertextualidad. Me aproximo al tema desde un acercamiento más cercano, aunque no idéntico, al que propone Roland Barthes en S/Z. En otras palabras, intento ver cómo los intertextos empleados por Rivera le sirven para hacer un autorretrato indirecto, para definir su estética y para darle, así, un carácter propio a su novela que, aunque no son memorias, sí presentan un retrato indirecto del autor o, al menos, más directamente, de sus intenciones estéticas. Este recurso literario, sobre todo, le sirve a Rivera para establecerse como artista y así romper con el modelo propuesto por Thomas e impuesto por las editoriales para todo escritor latinoamestadounidense.
Uno de los empleos más obvio de la intertextualidad en la obra de Rivera son las referencias literarias en los nombres de sus personajes. Por ejemplo, aparecen en la obra personajes menores que se llaman respectivamente Maritornes y Calpurnia. La posibilidad de que en el campo puertorriqueño hubiera mujeres que llevaran esos nombres son remotas, muy remotas. Pero, más que inverosímil, el empleo de esos nombres evidencia la estima de Rivera por la obra de Cervantes y Shakespeare. Y estas no son las únicas intertextualidades tomadas de estos dos autores canónicos. Las que hallamos referentes a Shakespeare son particularmente abundantes. En el caso de este hay un extenso homenaje al escritor inglés en la ingeniosa recreación de Julio César por medio de un examen de comprobación de lectura que el protagonista tiene que tomar en la escuela secundaria. La tragedia de Shakespeare queda ahí transformada por Santos en un conflicto de jóvenes latinos en la ciudad de Nueva York. El personaje ve en la tragedia shakespeariana también un conflicto sexual y por ello la llama “Don Julio César y las Mariposas” (134).
Este es el ejemplo más evidente de intertextualidad en la obra de Rivera y evidencia el conocimiento y aprecio que este sentía por este autor canónico y por la literatura inglesa en general. Los intertextos tomados de Dickens, por ejemplo, también abundan. No intento hacer un catálogo de todos los que hallamos en la obra de Rivera. Creo, eso sí, que hay que apuntar dos en particular. Son los epígrafes que abren la obra: uno tomado de la Biblia (Génesis 47: 29-31) y otro de Ulysses de James Joyce. El primero alude indirectamente al problema de la relación del puertorriqueño de la diáspora con su isla de origen. El segundo, aunque también hace referencia al conflicto de la separación por el viaje, hay que verlo como la declaración de un principio estético ya que Rivera, como Joyce, privilegia los juegos de palabras y la mezcla de erudición y cultura popular.
Pero el empleo de las intertextualidades en Rivera es amplio y no se limita a los clásicos: Cervantes, la Biblia, Dickens, Joyce y Shakespeare. Para mí son especialmente importantes las que apuntan a las letras puertorriqueñas insulares porque retratan a un autor latino consciente de sus orígenes, en los que busca apoyo para definirse como individuo y como miembro de una comunidad en la diáspora. El más importante novelista puertorriqueño del siglo XIX, Manuel Zeno Gandía, aparece muy diluido en los primeros capítulos de la novela que se sitúan en las montañas del interior de la Isla. Más evidente es la intertextualidad sacada de la obra de René Marqués: “Chuíto took an oxcart with us to San Juan…” (68). Frecuentísimas son las que se hacen a Rafael Hernández, específicamente a su “Lamento borincano” que aparece en el texto erróneamente como “Lamento jíbaro” y es la canción favorita del padre del protagonista.
Sorprenden los intertextos de El jíbaro (1845) de Manuel Alonso (1822-18989), la obra que marca, según muchos historiadores, el comienzo de la literatura puertorriqueña. Esas intertextualidades abundan al final de la obra cuando se dice que Santos lee la obra de Alonso para mejorar su español y que traduce ese texto canónico en las letras boricuas. El homenaje a Alonso es evidente y sirve para destacar la conciencia que tiene el autor de sus raíces en las letras isleñas. Un poco más arriesgado es identificar lo que creo son intertextualidades tomadas de La guaracha del Macho Camacho (1976) de Luis Rafael Sánchez. Hallo las mismas en tres páginas al final de la novela (245-248) donde Rivera recrea un diálogo entre el padre del protagonista y un locutor de una estación de radio hispana a quien el narrador llama el Locutor, así, con mayúscula. Este incidente rememora la estructura de toda la novela de Sánchez. Confieso que es arriesgada esta propuesta, pero, creo, sirve también para afincar más aún mi argumento.
¿Qué función tiene el uso de las intertextualidades en Family installments…? Resumo: por un lado, estas sirven para construir un retrato del protagonista que se identifica con el autor y quien se presenta como un erudito y juguetón lector, especialmente de la literatura inglesa. Por otro, sirve para hacernos ver que el protagonista –y por él, el autor mismo– tiene plena conciencia de sus raíces culturales. Y en el fondo estos dos rasgos sirven para crear un cuadro tanto del protagonista como del autor que conscientemente se distancian del modelo impuesto por los editores, la obra de Piri Thomas. Rivera quiere que sepamos que un latinoestadounidense puede también jugar con Shakespeare, Cervantes, Dickens, pero también con René Marqués, Alonso y Rafael Hernández. Es que Rivera no quiere deambular “down these mean streets” sino “down these literary streets”. Y lo hace muy bien. Por ello mismo, entre otras razones, hay que volver a leer y estudiar Family installments….
Referencias
Barradas, Efraín, “Family installments: Memories of growing up Hispanic”, Revista Chicano-Riqueña (University of Houston), vol. XIII, núm. 2, 1985, pp. 66-67
Barthes, Roland, S/Z: an essay (traducido por Richard Miller), New York, Hill and Wang, 1974
Di Iorio Sandín, Lyn, “Latino rage: The life and work of Edward Rivera”. En: Killing Spanish: Literary essays on ambivalent US Latino identity, New York, Palgrave, 2004, pp. 83-100
Kristeva, Julia, Desire in language: A semiotic approach to literatura and art (Traducido por T. Gora), New York, Columbia University Press, 1980
Pinto, Luis L. “Family installments: Memories of growin up Hispanic”, Ethnic Studies Review (University of California Press), volumen 5, número 1, 1985, pp. 66-68
Rivera, Edward, Family installments: Memories of growin up Hispanic, New York, William Morrow and Company, 1982
S.f., “Edward Rivera, 62, writer and teacher”, The New York Times, 1 de septiembre de 1982 (https://www.nytimes.com/2001/09/01/arts/edward-rivera-62-writer-and-teacher.html) Consultado el 14 de octubre de 2019
Sánchez González, Lisa, Boricua literatura: A literary history of the Puerto Rican diáspora< New York, New York University Press, 2001
Thomas, Piri, Down these mean streets, New York, New American Library, 1967