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Del cuerpo, la carencia y el tiempo en El mangle rojo de Sabrina Ramos Rubén

Alexandra Pagán VelezAlexandra Pagán Velez Publicado: 23 de junio de 2017



El poeta en la llama con raíz y lelo. El poeta: oxímoron. ¿Qué hacer con los cinco dedos atravesados de una aurora de identidad? La síntesis contra el análisis. El misterio contra la posesión. El águila volando.
–Francisco Matos Paoli

El mangle rojo o Rhyzophora mangle habita en zonas inundadas. Las raíces que le salen de los troncos y las ramas le caracterizan. Los mangles rojos, sin duda alguna, nos trasladan a ecosistemas costeros que, a su vez, nos vinculan con espacios y modos de vida particulares de nuestra Isla. Para Sabrina Ramos Rubén el mangle rojo es el motivo de su primer poemario y encumbra una imagen poderosa del amado y de la poesía misma. Me propongo a mirar este poemario desde los siguientes ángulos: el cuerpo, la carencia y el tiempo.

Me interesa antes que todo detenerme en los epígrafes del libro que, como timones del barco en el que navegamos por canales de hermosos manglares rojos, nos dirigen. El primero lee: “Ante tanto soñarme, me vi,/ la luz de dos palabras/ me descolgó la sombra: animal triste” de Anjelamaría Dávila, que remite a la tristeza; la voz poética es un animal triste que se ensueña. Ese estado de ensoñación estará íntimamente ligado al recuerdo. Asimismo, esa enunciación que animaliza a la voz es coherente con lo que iremos viendo en los poemas: la concepción del recuerdo y de la relación con el amado como un ecosistema en el cual la fauna costera anida, vive y desea. El segundo epígrafe es de Alejandro Zambrana: “Leer es cubrirse la cara. Y escribir es mostrarla” advierte, en cierta medida, que la voz poética mostrará una cara, un rostro. Ante la soledad, los versos darán cara al reconstruir el recuerdo y con él, un universo poético poderoso y honesto; leeremos metáforas que muestran la complejidad de ese sentimiento de pérdida como: “la tristeza hizo sumideros en mis campos” (53).

Sabrina Ramos Rubén leyendo algunos de sus poemas. foto por Editorial La secta de los perros.

El efecto de la carencia, de la falta del amado, se enmarcará en el cuerpo. Desde el primer poema se plantea el cuerpo como un espacio en el que germina el mangle rojo, y así su cuerpo/ecosistema se vuelve una zona de vida. El mangle es el amado, es ese tú al que la voz poética se dirige; rojo por los cabellos del hombre evocado. Los versos muestran una relación amorosa cándida y llena de vida que vemos en las alusiones a la fauna costera, como señalé. Ese tú del poemario, pescador, de pecas en la espalda y mayor en edad es amable, podemos extrañarlo porque sabemos que leemos el pasado, las alusiones a la muerte subrayan que ya no es, que lo que leemos es nostalgia, es pasado. Mas si tengo licencia de decirlo, es una nostalgia bonita y una quietud que raya con lo pleno, a pesar del dolor; hay algo memorable y majestuoso, como el manglar.

Ya en el segundo poema se insiste en la imagen de la oscuridad en la que se enmarca la carencia, de allí que se afirme: “Pienso que el sol es una ficción innecesaria” (8), que se contradice con el verso siguiente: “Aún anhelo la calidez dorada en mi sien” (8). Esto remite al poeta oxímoron que menciona Matos Paoli y que es uno de los paradigmas en las metáforas del poemario: la dualidad. Desde la propia figura del mangle que se planta en tierra y agua; que dicha agua es dulce y salada. El poemario carga en sí con una especie de duelo en el que colisionan gozo y tristeza; compañía y soledad; humedad y sequía. Una de las símiles que en mi juicio presenta concretamente el sentimiento de pérdida, de soledad dice: “como la lluvia limpia el alma en su sequía” (17); puesto que ante ese proceso de duelo surge una poiesis que salva1

y revoluciona. Es precisamente el encararse o dar la cara ante la pérdida, el axioma que empodera a la voz poética: “Ahora solo creo en el alma/ en mi alma” (45).

Los poemas se dirigen al amado como quien recuerda anécdotas, son esos papeles que están “en los almacenes del alma” (11), lo que plantea otra metáfora del cuerpo como espacio, en el cual el alma es un bastimento que guarda memorias. Como resultado, el poemario es una metonimia del alma de la voz poética, es una transfiguración de esa experiencia amorosa y de la experiencia del desamor. Bien afirma Francisco Matos Paoli:

El poeta, siendo relativo, tiene una misión de absoluto. Asaeteado por la circunstancia, aspira a la plenitud del universo. Esta solidaridad con las formas totales lo obliga a recrear la vida continuamente hasta el logro de la transfiguración. (71)

Ese mundo que se construye a través del recuerdo se renueva, se reconstruye, es pues otro mundo, uno en el que nos topamos con los ojos mismos del mangle; la poeta parece sumergirse cuando habla de ellos:

 y tus ojos anidados

en un barullo cálido de arrugas

Tus iris,

las miles algas verdes flotando con la marea (21)

Este último verso presenta (a parte del coloquialismo “las miles”) el carácter pictórico, colorido que permuta a lo largo del poemario. Mencionaré algunas de las alusiones al color más evidentes: el mangle y manto rojo; garzas y cortinas blancas; hojas amarillas; cangrejo, pavimento y labios azules; nubes grises; pestañas naranjas; conchas púrpuras; así como otras imágenes que sugieren lo cromático como fuego, luz, sol, agua oscura, por mencionar algunas. Los colores tienen un valor simbólico que es constante en el poemario; el rojo es el amado mismo y con ello, el deseo, la vida; el blanco alude la soledad; el amarillo a la memoria, el azul a la muerte o más bien a la carencia del amado, así como el gris, pero también a ella misma. Él es el mangle y el sol; ella es trinitaria, es oscuridad, y su piel se quema por la llama del deseo perenne. No obstante, aunque ya la presencia del amado se ve como un imposible, pudiéramos hasta figurar que está muerto, ante el vacío y la angustia que supone no tenerle (se plantea en versos como: “la soledad presiona las costillas” (35); “tu olor a lejanía” (37); “Este frío es testigo cruel de la memoria de tu cuerpo” (49)), el concebirlo imaginativamente la vuelve poderosa “sería inmune a toda la crueldad del mundo” (31)2

Quiero detenerme en la crueldad, aunque sea someramente, en el poemario se habla de la crueldad de los erizos y de las medusas, se menciona en varios momentos directa e indirectamente porque si algo podemos saber del desamor es que nos abarca con crueldad, pero también con una capacidad reflexiva que brinda sentidos de identidad y reivindicación. Sobre esa resiliencia surge la poiesis misma, como en el poema que mencioné:

Cuestionas la existencia de la llama.

Develaré su presencia mediante las

quemaduras de mi cuerpo

Que no te engañe la piel burbujeante

El tejido chamuscado desprendido de

mis huesos

son los

pétalos de trinitaria (34)

Finalmente, asentarse en el recuerdo es ineludiblemente calar en el tiempo como concepto y espacio. Hay, a lo largo del poemario, un placer al recordar, pero que se rechaza en momentos. Esa complejidad se presenta en los versos:

O quisiera ser desmemoriada

quebrar con mis largas uñas las manecillas del

reloj […]

Tragar con satisfacción salvaje un bolo arenoso

y regurgitar

las aguas del río del olvido

y lamer

como

un perro y su vómito (38)

Así cierra el poemario suponiendo una continuidad en el devenir poético y amoroso, pero del mismo modo, subrayando el impacto de la temporalidad:

Franjas de luz quiebran la oscuridad del camino.

El río en donde tantas lavanderas mojaron sus dedos

corre bajo la brea. (55)

De esta manera concibo también la poesía de Sabrina Ramos Rubén como franjas de luz que fluyen a pesar y a favor del tiempo, que seguirán timoneándonos por universos complejos en los que el alma, como gran almacén de recuerdos, se devela y transfigura mundos nuevos.

Referencias
Jiménez Vera, Cindy. “Además es curadora de arte: sobre El mangle rojo de Sabrina Ramos
Rubén”. Apócrifos inflables. Blog de Cindy Jiménez Vera. 11 de abril de 2016: en línea.
Matos Paoli, Francisco. Intelecto en éxtasis (ensayos de poética). San Juan: Poiesis, 2014.
Ramos Rubén, Sabrina. El mangle rojo. San Juan: La secta de los perros, 2016.

 

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  1. Otro elemento que salva, que interviene amorosamente y brinda sentidos de plenitud en la voz poética (pero que no añadí por no alejarme de los planteamientos principales) es la cotidianeidad en el rol de la maternidad a la que evoca en varios momentos. Del mismo modo, la mirada a lo externo que le lleva a denunciar conflictos bélicos y la lucha de clases, como en “¿Qué son las buenas intenciones?”:

    En este mundo, el guerrero afila sus
    dientes con el fémur del niño

    La sopa dorada de los ricos
    es sazonada con sangre de mujeres

    y el esplendor de las lámparas de marfil
    se talla de los huesos de los viejos (42) [↩]

  2. El poema lee:

    Si contara todas las escamas del pez […] Tu lengua pasaría tersa en
    mis pezones.

    Al fin,
    Sería inmune a toda la crueldad del
    mundo. (31) [↩]



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Alexandra Pagán Velez
Autores

Alexandra Pagán Velez

Es profesora de la UPR de Río Piedras, de la UMET de Cupey, y editora en Calamar. Es autora de El diccionario y el Capitán, Del Alzheimer y otros demonios, Relatos de domingos, Amargo y Cuando era niña hablaba como niña, y colaboró en las antologías Plomos, Convocados, Los rostros de la hidra y Los otros cuerpos. También publica en las revistas cibernéticas Cruce y Visión Doble. La Academia Puertorriqueña de la Lengua galardonó su investigación doctoral en Literatura Puertorriqueña, “Apropiación y parodia del discurso mediático en tres poetas puertorriqueños contemporáneos…”. Administra el blog http://alexandrapagan.blogspot.com/.

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