Del gimnasio incierto a la naturaleza
Hacer ejercicios ha sido mi forma esencial de supervivencia desde los 14 años. En Rolling Hills, Carolina, no había gimnasios pero fue suficiente bailar salsa, correr bicicleta y usar los instrumentos de mi hermano mayor, Jorge, quien se entrenaba con pesas para ejercitar los brazos y piernas como pelotero. Al entrar a la UPRRP en 1979-80, corría una hora antes de comenzar mis clases a las 7:30 am. En New York, N.Y., Cincinnati, Ohio, y Pittsburgh, P.A., tuve siempre excelentes gimnasios para ejercitarme, con la posibilidad de nadar con nuestros niños en la piscina después de hacer gimnasia.
Al llegar a Puerto Rico en 1997, no conseguí un buen lugar donde hacer ejercicios en la UPRRP. Contraté maestros de natación para mis hijos y eventualmente conseguí un gimnasio privado. Asistí a Gold’s Gym por doce años, lugar en el cual recuperé el movimiento de la cabeza, los brazos y las piernas después de una operación cerebral en MD Anderson (Houston, Texas, marzo de 2008). Gold’s Gym tenía métodos justos de cobro cada mes. Al trasladarme a Houston para mi operación o viajar para dar una conferencia fuera de Puerto Rico, solo me cobraban un por ciento del cobro mensual para volver a ejercitarme al regresar a nuestra isla.
En el 2015, dos meses después de la muerte de mi esposo, cerró Gold’s Gym y el gimnasio más cercano donde pude matricularme fue HCO Fitness Club de Hato Rey. Me cobrarían $34.94 por emplear el lugar para hacer ejercicios y $196.24 por una clase de ejercicio individual una vez a la semana. El pago total de $231.18 era bastante alto, pero necesitaba ejercitarme para dirigir el Departamento de Literatura Comparada, encargarme de las cuestiones médicas de mi madre y tener la fuerza para lidiar con la reciente pérdida. Tal necesidad me llevó a no escuchar a mi tía, María Magdalena Rabell (Tati), quien me advirtió sobre la terrible poca vergüenza de cobros del HCO Fitness Club.
María Magdalena Rabell (Tati), profesora retirada de la UPR-Bayamón, fue miembro del gimnasio Newladies. Al retirarse, desapareció también el Newladies bayamonés. En el 2015 mi tía Tati se dio cuenta de que su balance del Banco Popular mostraba un pago mensual a algo totalmente desconocido: HCO Fitness Club. Por 15 años HCO Fitness Club empleó el número del Banco Popular de mi tía para realizar un cobro a una persona mayor de edad que nunca en su vida firmó ninguna pertenencia a tal gimnasio bayamonés. Cuando mi tía Tati se enteró de tal poca vergüenza, no permitió que HCO Fitness Club de Bayamón siguiera cobrándole ilegalmente en su cuenta del Banco Popular. Para su gran sorpresa, HCO Fitness Club de Bayamón tuvo la desfachatez de contratar a una compañía para dañarle el crédito. A una profesora retirada, mayor de edad, le cobraron ilegalmente por 15 años, sin que existiera ningún tipo de contrato con HCO Fitness Club de Bayamón y la mala onda de intentar dañarle el crédito.
Debido a que yo tuve bastante claro que no podría seguir pagando $231.18 cada mes durante el 2017, cerré mi contrato el 1 de diciembre de 2016, lo cual implicaba que tanto mi entrada a hacer ejercicios como mi curso individual del mes de enero de 2017 fueron pre-pagados en el mes de diciembre de 2016. Podía asistir a clases privadas o hacer ejercicios en enero de 2017, porque ya estaba pago, pero no hice ejercicios ni en diciembre ni en enero por estar bajo una terapia médica del brazo izquierdo durante la navidad.
Como me había advertido mi tía Tati, este lugarcito no solo pasó por alto la cancelación, sino que usaron mi número de cuenta del Banco Popular; cobraron el 22 de enero, por adelantado, el supuesto cargo del mes de febrero de 2017. Para evitar otros cobros ilegales me vi obligada (el 2 de febrero del 2017) a solicitarle al Banco Popular que no aceptara cargos del HCO Fitness Club mostrándoles la prueba firmada y por escrito de la cancelación de un contrato que no era vigente desde el 1 de diciembre de 2016.
Sin embargo, el viernes 24 de febrero recibí una llamada de HCO Fitness Club Fees (787-240-4366), con el propósito de reclamar el pago de la mensualidad del mes de marzo de 2017. Para colmo, me amenazaron con dañar mi crédito por no pagarles una supuesta deuda.
Le expliqué a la persona encargada que yo había cancelado mi membresía, tanto del entrenamiento personal como la de HCO Fitness Club, desde el 1 de diciembre del 2016. Ellos simplemente no tomaron en cuenta mi aviso de rescisión de nuestro contrato. La Sra. Cristina Arce, recibió y acusó recibo de mi carta de cancelación. Por haber escuchado la historia de la tía Tati, le pedí copia firmada de la carta de cancelación de mi membresía.
¿Por qué diantre no seguí el consejo de mi tía Tati? Un gimnasio experto en emplear por 15 años el número de cuentas de una profesora retirada que nunca perteneció al HCO Fitness Club de Bayamón, es un peligro para cualquiera que pague mediante cobros directos a cualquier banco. Deberíamos escuchar a la profe retirada, por lo cual le conté su caso a la colega Enid Álvarez, profesora de español de Estudios Generales y Humanidades en la UPRRP. Tomando en cuenta la historia de mi tía, al matricularse en el HCO Fitness Club de Cupey, Enid Álvarez decidió pagar mensualmente en efectivo. Le dijeron, sin embargo, que para poder ser miembro de ese gimnasio debía emplear su ATH para realizar el pago por adelantado de su primer mes. El HCO Fitness Club de Cupey empleó por dos meses el ATH de la profesora Enid Álvarez para cobrarle sobre $800.00 por dos clases individuales en las cuales mi colega nunca se matriculó.
HCO Fitness Club tiene excelentes profesores de ejercicios y buenos equipos de gimnasio. Sin embargo, es un riesgo dejarlos realizar cobros empleando su ATH o el número de su cuenta del banco. No tengo pruebas de que hayan hecho lo mismo con tarjetas de crédito pero tampoco les recomiendo tal riesgo.
Tal trauma me ha alejado de cualquier gimnasio que no permita pagar en efectivo y darme un recibo de pago por escrito. Como esos gimnasios ya no existen, y debido a que durante la navidad estuve en terapia física de mi brazo izquierdo, he preferido estacionar en el Capitolio y caminar frente al mar desde el Viejo San Juan hasta el Condado. Mi vida depende del ejercicio diario. El gran cuadro del sol y la luna, rodeada del maravilloso olor del mar, son mi gran ejercicio físico: la naturaleza.