Del globalismo y los soberanistas
Aparte de reproducir la noción colonialista de los Estados Unidos como tutor benevolente de los puertorriqueños y su gobierno, Vega Ramos subrayó una contradicción que para él prescribe las acciones políticas de los puertorriqueños, la contradicción que surge de querer estar vinculados a los Estados Unidos sin negar la soberanía y la identidad nacional. Para él, ha sido el autonomismo el medio predilecto por los puertorriqueños para armonizar las tendencias contradictorias de su conducta política. Pero para él, y a pesar de que a principios del nuevo siglo la contradicción puertorriqueña se acentuaba, el autonomismo tradicional agotaba sus posibilidades. Al mismo tiempo, el mundo, notaba el hoy Representante, había cambiado considerablemente desde que se concretó el ELA: la Guerra Fría había terminado; el estado benefactor había sido liquidado; los beneficios económicos de las 936 habían finalizado y; la globalización, el regionalismo y los bloques económicos dominaban la economía internacional. Vega Ramos concluyó que ante esa nueva realidad los puertorriqueños precisaban una “nueva síntesis”: la “nación en asociación”.
La propuesta de Vega Ramos, así como la de otros soberanistas, demuestra que en Puerto Rico subsiste el nacionalismo, incluso en la noción de una soberanía encaminada a establecer una “nación en asociación”, una “libre asociación”, una “república asociada” o un “pacto de asociación” con Estados Unidos. De muchas formas, el debate político referente al estatus del país continúa agarrado a las alternativas tradicionales—independencia, autonomía y anexión—o a variedades de estas tres alternativas. Y, como explica Carlos Pabón (2003), estas son en última instancia variantes del soberanismo nacional. Pero las viejas alternativas de estatus, opciones anacrónicas para algunos, y cuyo umbral encontramos siglos atrás, han sido sacudidas por el globalismo. Hoy encontramos en las variedades de las tres alternativas de estatus tradicionales reacciones y respuestas a las disyuntivas sembradas por el globalismo. Los intelectuales autonomistas, anexionistas e independentistas de hoy han respondido de varias formas a los retos que envuelven el globalismo y la globalización. De hecho, muchos intelectuales tradicionales han recurrido al imaginario global para legitimar sus respectivos proyectos de estatus. La creciente conciencia global nutre directa o indirectamente sus proyectos políticos para Puerto Rico, proyectos que en muchos casos reafirman en vez de negar el soberanismo nacional, una negación que normalmente esperaríamos de los globalistas. En el caso de los intelectuales estadolibristas el globalismo los ha llevado a re-evaluar las condiciones actuales y las posibilidades de la soberanía en la configuración histórico-social global. Ese es indudablemente el caso de Vega Ramos.
Para el Representante estadolibrista los conflictos nacionalistas en las postrimerías del siglo 20 y comienzos del nuevo siglo demostraban la vitalidad del nacionalismo y la relevancia de la autodeterminación de los pueblos. Vega Ramos admitía que si para algunos intelectuales aquella pujanza nacionalista representaba una amenaza a la globalización para otros ese resurgimiento no era incompatible con ese proceso. Y esta última era también su posición. Vega Ramos, recurriendo al futurólogo y centrista John Naisbitt y su “paradoja global” (tribalismo versus universalismo), inspiración para su paradoja puertorriqueña, planteó que con la globalización aumentarían los estados-nación y el nacionalismo. Llegó incluso a afirmar, amparado en el mismo autor, que los estados y nacionalidades pequeñas serían más poderosas a medida que creciera la economía mundial. De hecho, Naisbitt afirma que la nueva economía, gracias a las telecomunicaciones, es una enorme red de información donde todo está conectado entre sí, en relaciones horizontales y no tan jerárquicas, lo que le permite a las partes pequeñas de esa red, ahora relativamente autónomas, empoderarse como nunca antes. Para Naisbitt los estados, aunque debilitados en algunos aspectos ante las fuerzas de la globalización han fortalecido sus identidades nacionales. Pero ese fortalecimiento, paradójico ante las fuerzas de la globalización, era para Naisbitt una herramienta fundamental para los estados nacionales. Como explica Vega Ramos:
La lógica detrás de esta aseveración es sencilla: es más fácil convocar a los ciudadanos de un estado hacia la productividad y las medidas necesarias para insertarse competitivamente en el nuevo escenario global si ese estado es uno compacto, unido por un lenguaje común, una historia y visión de mundo compartida y un deseo de buscar el bienestar de todo ese colectivo al cual los individuos que lo componen sienten una lealtad de afectos. (24)
Su explicación, esencialista, niega la diversidad de la sociedad y cultura puertorriqueña y recluta esa alegada homogeneidad como herramienta política y económica. Para Vega Ramos, como para Naisbitt, la nación, aparte de ser una entidad política y sociológica, se convertía además en una entidad económica, esencial según él para el desarrollo político y económico de un pueblo. El economismo de su propuesta es innegable, lo que es cierto también de otras propuestas soberanitas.
Naisbitt y Vega Ramos patrocinaban el nacionalismo en momentos en que era férreamente criticado en distintos espacios académicos y extra-académicos. Vega Ramos, ante esa crítica y amparado otra vez en Naisbitt, distinguió entre un nacionalismo liberal y uno conservador, esto para clasificar al ELA como un estado liberal, uno que precisamente por su carácter liberal no debía ser amenazante para Estados Unidos. Vega Ramos lo hacía para desradicalizar el nacionalismo puertorriqueño y afirmar que Estados Unidos no tenía razones para oponerse a un nacionalismo liberal, el que además era compatible con la globalización y las relaciones económicas y políticas internacionales, entendidas como relaciones entre naciones soberanas. En fin, para Vega Ramos el estado nacional era un elemento fundamental de la globalización, su unidad básica: “El concepto del Estado Nacional se encuentra hoy en plena evolución hacia un nuevo rol. Pero dentro de esa discusión inconclusa sobre la viabilidad, la deseabilidad y la naturaleza de una interdependencia económica a escala global, persiste con gran vigor el debate sobre cuál debe ser la unidad básica de dicha interdependencia”. (26) Para él, la nación, aún si se trataba de una “nación en asociación” era la unidad básica de la economía y política mundial. Los puertorriqueños debían entonces afirmar su soberanía a la vez que se integraban a la economía y política global: “La máxima del siglo XIX parece seguir vigente hoy. La llegada del siglo XXI trae consigo las condiciones que no solo hacen posibles sino también deseables los dos grandes objetivos de una nueva síntesis puertorriqueñista: la afirmación del ser propio a la par con una relación digna, estable y productiva con las potencias económicas y políticas del mundo”. (27)
La “nación en asociación” propuesta por Vega Ramos tenía tres características esenciales: la afirmación nacional de la soberanía puertorriqueña; la institución de relaciones bilaterales, democráticas y mutuamente beneficiosas entre Puerto Rico y Estados Unidos, y la inclusión del país en la economía mundial. Y estas características eran a su vez las bases de su invitación a que los autonomistas e independentistas constituyeran un “bloque puertorriqueñista” y concretaran un “nuevo Instrumento de asociación”.
Vega Ramos insistió además en que la soberanía de los puertorriqueños no podía limitarse al gobierno interno de la Isla sino que debía además reconocer la autoridad de estos para conducir relaciones internacionales. Para él, el reconocimiento de esa autoridad le permitiría a Puerto Rico aprovechar importantes oportunidades económicas. Admitía que al instituirse Mercosur y el Tratado de Libre Comercio entre México, Canadá y Estados Unidos, Puerto Rico perdía las ventajas comparativas que una vez tuvo como resultado de su relación con Estados Unidos. Ante esa pérdida Puerto Rico necesitaba, según Vega Ramos, herramientas y poderes para competir en la economía global. Pero afirmaba además que para beneficiarse del proceso de globalización Puerto Rico tenía que integrarse a la comunidad internacional como miembro en propiedad de esa comunidad, como una entidad soberana, y no como un agregado económico y político más de los Estados Unidos. En el 2010, el llamado Pacto de Asociación de la autoría de Antonio J. Fas Alzamora, Ramón Luis Nieves y José Ariel Nazario reafirmaría el llamado a que Puerto Rico tuviese “la capacidad plena para llevar a cabo sus relaciones exteriores”, Recordemos además que las administraciones populares del ELA, incluyendo la de Sila M. Calderón, han realizado esfuerzos para integrar a Puerto Rico a diversas organizaciones internacionales y han concretado acuerdos con otros países latinoamericanos.
Básicamente, el globalismo de Vega Ramos concibe el mundo como un ámbito adecuado para un Puerto Rico soberano pero sin que esto signifique una disociación extrema de Estados Unidos; ambas, la integración a la economía y política mundial y la asociación a Estados Unidos son desde su perspectiva importantes para el crecimiento y desarrollo económico del país. Su globalismo soberanista colinda con el globalismo neoliberal y ciertamente con el centrismo político, el mismo que asociamos con Naisbitt. En fin, la propuesta de Vega Ramos es soberanista y globalista simultáneamente.
El fin de la Segunda Guerra Mundial, y más tarde la caída del socialismo real, marcó el surgimiento de esa nueva conciencia política, social, cultural y económica que llamamos globalismo. El globalismo es, como afirma Octvio Ianni (1999) una realidad social, económica, política y cultural articulada en el ámbito propio de lo global, a pesar de sus connotaciones locales, nacionales, y regionales. Ese globalismo es para Ianni (2001) divisivo, conflictivo. Para este intelectual el globalismo envuelve relaciones, procesos y estructuras de poder y despojo que se desarrollan a escala global y que están polarizadas entre el acomodo y la integración, a un extremo, y el desacomodo y la desintegración, por el otro. El desarrollo de esas relaciones entre estos extremos involucra la evaluación de las circunstancias y posibilidades de la soberanía y la hegemonía. Se trata de un mundo paradójico. Es en ese contexto complejo, dinámico y contradictorio que debemos ubicar el autonomismo soberanista, el que como sugiere el propio Vega Ramos intenta desde el globalismo proveer una nueva alternativa a la paradoja de los autonomistas y soberanistas a su vaivén entre la unión y la separación a los Estados Unidos.
El globalismo es una configuración histórico-social muy amplia que convive con diversas formas sociales y que señala circunstancias y posibilidades, clausuras y puntos de vista, disyuntivas y varios nortes. Tan es así que en el ámbito del globalismo, afirmaba Ianni, “emergen o resurgen localismos, provincialismos, nacionalismos, regionalismos, colonialismos, imperialismos, etnicismos, racismos y fundamentalismos”. Y a estos resurgimientos también podemos añadirle el autonomismo, ahora más soberanista pero también más globalista.
El globalismo es también una realidad tanto material como cultural. De hecho, el globalismo, insiste Ianni, tiene consecuencias epistemológicas significativas, esto a medida que el globo—la escala global—se convierte, si no lo es ya, en uno de los referentes o marcos conceptuales más usados en nuestros días. Esas consecuencias epistemológicas han agitado drásticamente los marcos mentales y sociales de referencia de diversos actantes sociales, cuyas convicciones y opciones ideológicas enfrentan los dilemas suscitados por la globalización el globalismo, y los que otros también llaman transnacionalización, multinacionalización, planetarización, o mundialización. En gran parte, el soberanismo, como ideología de varios estadolibristas, ha sido ocasionado por el globalismo y sus contradicciones.
Referencias
Ianni, O. (1999). La Era del Globalismo. Ciudad de Mexico: Siglo XXI.
Ianni, O. (2001). Las Ciencias Sociales y la Modernidad-Mundo. En Desigualdad y Globalización (pp. 81-118). Buenos Aires: Manantial.
Naisbitt, J. (1994). Global Paradox. New York: Morrow.
Pabón, C. (2003). Nación Postmortem. San Juan: Ediciones Callejón.
Vega Ramos, L. (2000). La Nación en Asociación. San Juan: Luis Vega Ramos.