Delirios
No es algo infrecuente en el plano mundial. A los dirigentes de partidos políticos decrépitos, periclitados y en descomposición, les provoca soñar con “los tiempos mejores del pasado”. De ahí que se hallen en negación ante las realidades que enfrentan y entren en toda clase de delirios sobre lo que podría salvarles de la debacle y la desaparición. Piensen por ejemplo en lo que le acaba de ocurrir al liderato de los partidos Socialista y Republicano —otrora fuertes partidos tradicionales de Francia— en las recientes elecciones en ese país. No hemos llegado a ese punto en Puerto Rico, pero la abstención masiva de 2016 es ave de muy mal agüero, tanto para el PPD como para el PNP.
En esta columna analizaré —con base en los datos de las entrevistas profundas de 2015— los delirios del PPD y su cúpula, y de algunos de sus seguidores. También voy a aludir al principio a datos relativos al PNP, a modo de conexión con el artículo anterior sobre “los estadistas en su laberinto” y para completar el cuadro del mal del delirio, pues les aqueja también a ellos. Inmediatamente después, procedo a narrar y analizar hallazgos en torno al PPD y a su ELA territorial.
El delirio de los estadistas
Este delirio político, el de la estadidad federada, es un arar en vano —de hecho, la palabra delirio viene del latín de-lirare que significa “arar la tierra fuera del surco”, fuera de lugar, es decir “en vano”, sin resultados. Lo es por la en extremo poca probabilidad de que Estados Unidos admita hoy día un nuevo estado que —además de estar en muy mala situación económica y haber sido depredador de “fondos federales” en la etapa territorial— tiene muy pocos estadounidenses “de verdad”, blancos anglosajones, residiendo en él. Es también un delirio porque la estadidad es el estatus más rechazado por la propia gente de Puerto Rico.
En las entrevistas profundas de 2015, cuando se le preguntó a los entrevistados cuál de las fórmulas de estatus estaba más lejana a su forma de pensar —y por lo tanto, no la apoyarían nunca— los 263 entrevistados respondieron proporcionalmente así: la estadidad federada, 38.4% (que fueron más específicamente: cerca del 30% de los Populares conservadores favorecedores del ELA territorial; 62% de los libre asociacionistas, 53% de los que favorecen una independencia con tratados especiales con EE. UU. y 50% de los independentistas “totales”); el ELA territorial, 31% (53% de los estadistas, 20% de los libre asociacionistas, 47% de los independentistas con tratados y 41% de los independentistas totales; la libre asociación, 4% (9% de los estadistas, 9% de los estadolibristas conservadores o tradicionales, 0% de los independentistas con tratados; 0% de los independentistas totales y una única persona que no admitió tener una primera preferencia de estatus); la independencia con tratados especiales con EE.UU., 2% (3% de los estadistas, 0% de los estadolibristas tradicionales, 3% de los libre asociacionistas, y 2% de los independentistas totales) y la independencia total, 22.4% (36% entre los estadistas, 60% de los populares conservadores del ELA como está, 15% de los libre asociacionistas, y 0% de los independentistas con tratados especiales con EE.UU.
Estos datos, tan recientes como de 2015, demuestran tendencias claras. A esas fechas la estadidad era el estatus más rechazado, el que jamás recibiría respaldo de cerca de un 39% de los entrevistados. Le siguió el estatus que apoya el otro partido tradicional, el ELA territorial o la colonia, con el 31% de ellos y ellas. La independencia total —que en otros tiempos pasados fue el estatus más rechazado por la mayoría— resultó ser el estatus más lejano a la manera de pensar de sólo el 23% del total de entrevistados. El único grupo cuyo estatus más lejano más frecuente, y que no apoyarían nunca, sería la independencia total fue el de los Populares conservadores (un 60% de ellos). Fíjense que aun los estadistas no tuvieron la independencia total como su estatus más lejano sino en un 36%, pero sí el 53% de ellos y ellas tuvieron como más lejano el ELA territorial del PPD.
Para los populares conservadores la estadidad fue el más lejano en solo el 30% de los casos. Eso no quiere decir, sin embargo, que el 70% votaría fácilmente por la estadidad, como creen algunos dirigentes del PPD que andan totalmente desenfocados, en la luna de Valencia, o peor, en la luna de alguno de esos exoplanetas que dicen los de la NASA que pudieran albergar algún tipo de vida. El segundo estatus en preferencia para los Populares conservadores —aún para ellos— lo fue la libre asociación, la soberanía (43% contra solo cerca de un 30% de ellos que señaló la estadidad como su segunda preferencia). Se ve claramente que los Populares conservadores, aunque son los más anti-independentistas de todos (60%) no son tan pro-estadidad (solo 30% de ellos) como lo son pro libre asociación (43%). Es por eso que Rosselló insiste en que la libre asociación es más o menos lo mismo que la independencia, a ver si los asusta y dejan de apoyar la libre asociación por miedo a la independencia. Busca ver también si aumenta la proporción de ellos que vota por la estadidad: otro delirio.
Como contraste, los estadistas del PNP son más anti-ELA territorial (53%) que anti-independentistas (36%). Y un 29% de los estadistas señaló como segunda opción la independencia con tratados especiales con EE.UU. mientras el 27% señaló la independencia total. Esto significa que el cambio de estadidad a independencia, por raro que le pueda parecer a algunos, fue mencionado como muy posible por el 56% de todos los estadistas entrevistados. Al mismo tiempo, solo el 22% de ellos preferirían el ELA como está, el territorio, si la estadidad no les fuera asequible. Esos últimos son los que he llamado “estadistas superficiales”, quienes en el fondo, están tan inclinados a aceptar la colonia como los “colonialistas felices” del PPD.
Estas tendencias muy reales se develaron en las entrevistas profundas de 2015. Jamás se habrían podido derivar de las encuestas superficiales que mandan a realizar los periódicos o los partidos, porque en ellas solo se pregunta por la primera preferencia de estatus: jamás por la segunda y mucho menos por la opción más lejana. Por supuesto, mientras menos información fidedigna tienen los ciudadanos sobre cómo piensan realmente los demás, más fácil es para los dirigentes del PPD, PNP o PIP confundir a la gente con suposiciones carentes de base científica. Ahora, con estos datos, sabemos que por lo menos para 2015 y con una muestra representativa de 263 puertorriqueños de todas las persuasiones de estatus, de diversas edades, de distintas ocupaciones y regiones del país, se observó claramente cómo los propios estadolibristas conservadores del PPD apoyaron más a menudo la libre asociación antes que la estadidad, siempre que la soberanía no llegue a una independencia total, que es lo que más rechazan. Y los estadistas del PNP rechazaron mucho menos la independencia que los populares y en menor proporción que lo que rechazan el estatus territorial vigente.
Sabemos además, que los más anti-estadistas de todos son precisamente el grupo que está en mayor crecimiento hoy: los que tienen como primera preferencia la libre asociación soberana. Tanto como el 62% de los libre asociacionistas señaló la estadidad federada como el estatus político que jamás apoyarían. Un 46.4% de los libre asociacionistas señaló la independencia con tratados especiales con EE.UU. como su segunda preferencia, contra solo 4% que tuvo como segunda preferencia la estadidad.
Todos estos datos dejan a los estadistas en una circunstancia laberíntica, ya que su opción de estatus es la más rechazada por sus propios compatriotas y, además, porque los rechazos fuertes son por razones de gran peso, algunas de ellas hasta muy viscerales y profundamente arraigadas, que no son fáciles de cambiar con una campaña del PNP en solitario para un plebiscito “de juguete”, como parece que será el ideado por Rosselló para 2017. ¿Cuáles fueron las razones concretas más mencionadas por las cuales las personas entrevistadas dijeron que la estadidad federada es la fórmula que jamás apoyarían? Las vemos resumidas en el Cuadro 1 que se presenta a continuación.
Razones por las cuales los entrevistados señalaron la estadidad como la opción de estatus que jamás apoyarían
Hubo en esta pregunta también algunas respuestas mencionadas por una sola persona y bastante sui generis. Veamos. “Nos dan ayudas como quiera, entonces, ¿para qué ser estado si hemos sobrevivido bien sin serlo”? dicho por un popular tradicional. “No, porque solo ofrece una soberanía residual”, esto dicho por un libre asociacionista. Otras respuestas individuales fueron “el Pueblo rechaza esta opción” y “la estadidad no depende de nosotros”, que fueron expresiones de un no-afiliado y de un independentista, respectivamente. También un independentista dijo que “es inaceptable porque todo pueblo tiene derecho a la libertad” y otro de ellos señaló: “no me siento americano y no me gusta eso de depender de otro país”. “Un pueblo sin historia es como un árbol sin raíces. Tenemos una nación que desarrollar”, fue una frase expresada por un Popular tradicional contrario a la estadidad. Otro popular, este más bien libre asociacionista, ofreció una razón que uno habría esperado de un independentista, pero no de un Popular: “EE.UU. le ha hecho mucho daño a Puerto Rico; la gente tiene que entender que podemos vivir sin EEUU”. Finalmente, otros rechazaron la estadidad “porque es un estatus sin vuelta atrás” y “porque perderíamos derechos en relación con los demás países”.
Cierro la lista de razones con algo que me sorprendió: entre las personas que dijeron que EE.UU. no merece a Puerto Rico por habernos rechazado tantas veces, estuvo una mujer popular mayor (66 años) que se expresó así: “¡Que se caguen en la madre los americanos!” “Nos van a discriminar si nos hacemos estado”. Se trata de una PPD tradicional, dueña de un centro de Cuidado de Niños en un pueblo pequeño, aunque nacida en San Juan.
Estos datos sobre las razones para rechazar fuertemente la estadidad federada muy a las claras demuestran el peso que tienen tanto las razones culturales y de identidad nacional —que son algo demasiado esencial como para abandonarlo y salir a apoyar esa opción— como también razones económicas de mucho peso, que obviamente adquieren mayor importancia en tiempos de crisis económica. Más aún, los diálogos con muchas de estas personas revelaron una clara conciencia del hecho de que los boricuas que viven en Estados Unidos, en su mayoría, viven discriminados, “pasan las de Caín” y el sueldo apenas les da para sobrevivir malamente porque todo es muy caro, sobre todo la vivienda. Algunos de los más fuertemente opuestos a la estadidad eran personas que residieron en Estados Unidos por un buen número de años pero luego se regresaron.
En fin, con un rechazo tan contundente de los no-estadistas —y con estadistas cuyas segundas preferencias de estatus son soberanistas— no parece haber terreno para llevar la estadidad federada de Puerto Rico al mundo de lo realmente lograble. Evidente: es un delirio político.
El delirio de los Populares conservadores con el ELA territorial y con el oximorón del “desarrollo orgánico del ELA”.
En las entrevistas profundas de 2015 aparecieron un total de 79 personas que admitieron ser seguidores por tradición del Partido Popular. Entre las 47 personas que mencionaron el ELA territorial actual como su primera preferencia de estatus hubo 4 de ellas no afiliadas a partido alguno. Esto deja el total de populares conservadores en 43. El número total de populares se elevó a 79 debido a que 35 personas entre las 69 que dijeron que su primera preferencia de estatus —ya para 2015— era el “ELA soberano” o libre asociación soberana, admitieron ser miembros, militantes o líderes del Partido Popular Democrático, y porque una persona adicional —un alcalde Popular de un municipio pequeño de la montaña (que no fue Comerío)— expresó sin ambages que su primera preferencia de estatus es “la independencia con tratados especiales con Estados Unidos”.
Vale la pena examinar, para empezar, las proporciones más pertinentes. Primero, entre los 79 afiliados o seguidores tradicionales del PPD de las entrevistas de 2015, el 54.4% de ellos tuvo como primera preferencia de estatus el ELA territorial tal y como está, sin cambios, o acaso con cambios menores, pero que no conllevarían una soberanía puertorriqueña. Esa fue la proporción observada de estadolibristas conservadores. La proporción del total de populares que ya habían hecho el tránsito a la libre asociación como primera preferencia de estatus en 2015 fue de 44%. Esto significa que —aunque todavía los estadolibristas conservadores eran mayoría— la proporción de libre asociacionistas probablemente había aumentado respecto del voto por el ELA soberano en el plebiscito de 2012, muy probablemente influidos por el porcentaje sorprendente de ese voto en dicha consulta. Y aquellos que defendieron la libre asociación —en lugar del ELA territorial— como preferencia de estatus fueron muy claros en sus diálogos. Demostraron apoyar esa posibilidad por creer que el ELA territorial “ya dio lo que iba a dar”, “está fracasando económicamente” o “no nos permite comerciar con otros países”, o porque “Estados Unidos últimamente interviene demasiado y nos quita autonomía”. De modo que aquella especie que regaron como pólvora en el espacio público ciertos líderes del PPD, en el sentido de que los populares que votaron por la libre asociación o “ELA Soberano” en 2012 lo hicieron confundidos porque leyeron la palabra “ELA”, pero sin ser auténticamente soberanistas, fue una falacia garrafal, un wishful thinking o un delirio político de esos dirigentes. Confundidos los hubo y siempre los hay —y lo vimos en el resultado de nuestras entrevistas— pero no fueron más de un 2% de los que votaron, siendo populares, por el ELA soberano en la segunda pregunta del plebiscito de 2012. Por supuesto, a los líderes del PPD no les gustó para nada admitir que tantos miembros de la base de su propio partido les desobedecieran y, en lugar de votar en blanco en la segunda pregunta, votaran por el “ELA Soberano”. Está comprobado que en la base verdadera del PPD hay muchos más libre asociacionistas convencidos que las meras “plumitas liberales” mencionadas por dirigentes de la derecha del PPD. Y como vimos en datos presentados anteriormente en este mismo artículo, también es falaz la idea de que la mayoría de los populares votaría por la estadidad con tal de no votar por la independencia. La verdad es que votarían —sino la mayoría, una minoría cercana a la mitad— por la libre asociación, si se la ponen en la papeleta. Si no, muchos se abstendrían de votar pues solo encontramos un popular entre las 59 personas que dijeron ser estadistas y, además, solo cerca de un 30% de los Populares tradicionales entrevistados optaría por la estadidad como segunda opción si no pudiera continuarse con el Estado Libre Asociado. Todo esto es congruente con el hallazgo en cuanto a que un 50.7% de los que en nuestras entrevistas mencionó la libre asociación como su primera preferencia de estatus —admitido con claridad por ellos mismos— eran en 2015 miembros, militantes o líderes del PPD. El resto de los libre asociacionistas fueron personas no afiliadas o provinieron del campo independentista. Algunos son independentistas que se han convencido que la libre asociación soberana es un estatus más viable que la independencia total para llegar lo más pronto posible a la soberanía y salir así del ELA territorial.
La insistencia de algunos líderes de la cúpula derechista del PPD en favorecer para Puerto Rico el ELA territorial, o lo que algunos de ellos llaman un “ELA mejorado”, o el “desarrollo orgánico del Estado Libre Asociado”, aun cuando tanto en la rama ejecutiva como en la legislativa del gobierno federal estadounidense se ha repetido en más de un cuatrienio que tal aspiración es anti constitucional, es una de las ejemplificaciones más claras de lo que es un delirio político. La evidencia empírica actual es muy clara: (1) Las autoridades de la metrópoli han tratado como territorio no incorporado sujeto a los poderes plenarios del Congreso al otrora llamado “Estado Libre Asociado”, no sólo en el decir oficial, sino en acciones legislativas muy concretas como la ley PROMESA que aprobó la Junta de Supervisión Fiscal y que ya ni se refiere al estatus de “Commonwealth” sino que llana y reiteradamente le denomina “territorio”; (2) Dichas autoridades estadounidenses han repetido recientemente la inviabilidad por inconstitucionalidad del “ELA mejorado”; (3) La realidad económica que vive nuestro país desde hace más de una década, demuestra que las limitaciones políticas del estatus territorial han sido en gran medida la causa primordial de la depresión económica y de la deuda extrema. Y además, los informes de Casa Blanca sobre Puerto Rico —de varias administraciones federales diferentes— han establecido las dificultades del estatus territorial, a lo que se añadió en 2015 el informe de la GAO; y (4) Hace ya años que uno de los fundadores del ELA y miembro de aquella Asamblea Constituyente, intelectual de prestigio y ex juez del Supremo, José Trías Monge, demostró en un libro seminal el carácter colonial y anti democrático del territorio no incorporado de Puerto Rico. Con todas estas evidencias más que respetables, decir que el territorio es el mejor estatus al que puede aspirar el Pueblo de Puerto Rico, o es un delirio político fenomenal, o un egoísmo extremo de personas que no piensan realmente en el país —ni en el mayor bienestar de su gente— sino en las ganancias y conveniencias para una elite económica y política local que ha hecho fortunas bajo el régimen de la ignominia.
La ideas peregrinas en torno a que los males que existen —o amenazan con llegar al país— bajo el régimen territorial se deben exclusivamente a los malos gobiernos del PNP, a la corrupción del PNP o a que el PNP cuando está en el gobierno actúa para destruir el ELA y traer la estadidad, difundidas entre los Populares conservadores, tuvo su principal desmentida con el desgobierno PPD dirigido por Alejandro García Padilla y por una legislatura de mayoría PPD que se distinguió por la ineficiencia y en muy pocas cosas puede decirse que se diferenció de la legislatura de mayoría PNP durante el cuatrienio que presidió Luis Fortuño. En lo que atañe a la corrupción, los escándalos que afectaron a dirigentes populares relacionados con el caso Anaudi acabaron de coronar la falacia de que nuestros males no tienen que ver con el estatus político territorial, sino con los “malos gobiernos” del PNP —como si el PPD le hubiera dado al país excelentes gobiernos y como si no hubiera gobernadores Populares en la lista terrible de los que nos metieron en la gran deuda y la crisis fiscal.
¿Cuáles fueron las principales razones que dieron los populares conservadores para —todavía a la altura de 2015— tener el ELA territorial como su primera preferencia de estatus? Al examinarlas y reflexionar sobre ellas, cobramos conciencia de la magnitud del delirio político de muchos de estos populares. Se presentan, para concluir este ensayo, en el Cuadro 2.
Razones por las cuales los entrevistados señalaron el ELA TERRITORIAL, tal como es hoy, como su primera preferencia de estatus

*Las no incluidas en el cuadro fueron respuestas singulares, de una sola persona, y con alguna peculiaridad que no les hacían apropiadas para sumar a ninguna de las categorías incluidas.
Nótese que la mayoría de estos respondientes concluían que lo mejor es no tocar el estatus, que no hay ningún problema que provenga de ese estatus del ELA territorial, sino que los problemas económicos y sociales del país deben atribuirse a otras causas, entre ellas, a los fallos en el gobierno. Con un buen gobierno efectivo, según la lógica del pensamiento y del discurso de estos entrevistados, Puerto Rico puede volver a los tiempos de crecimiento y desarrollo económico que se pudieron conquistar en otros tiempos “con el ELA y gracias al ELA”. Estos respondientes, por lo tanto, en sus respuestas a la entrevista, han hecho caso omiso de factores históricos de cambio. Piensan que si con el ELA se logró progreso económico en otro tiempo, pues pronto se podrá lograr otro tanto, “cuando salgamos de los malos gobiernos y de la crisis fiscal”. Tienen la misma fe de Ricardo Rosselló y de muchos estadistas, pero dicha fe no se ancla en la posibilidad de la estadidad, sino más bien en las bondades del ELA territorial que incluyen, por supuesto, los auxilios especiales provistos por Estados Unidos de América, que hoy disminuyen. Por lo tanto, deliran.
No consideran para nada la posibilidad de que los cambios económicos favorables coincidieran solo en la temporalidad con el establecimiento del ELA, pero se debieran a otros factores, más bien de carácter económico; ni consideran tampoco la idea de que tales condiciones —que permitieron el crecimiento y el desarrollo bajo el ELA de antaño— hayan CAMBIADO. Estas personas andan por el país con una mentalidad y unas consideraciones típicas de muchos puertorriqueños de otra época —de mediados del Siglo XX— a pesar de que vamos ya por la segunda década del siglo XXI. Han pasado más de 70 años, el mundo cambió, pero ellos viven, políticamente hablando, en la década del 1950 o en la del 1960. Incluso, muchos esperan comportamientos del Partido Popular Democrático que existieron en otros tiempos pero que ya hace más de una década que dicho partido ha demostrado que tiene comportamientos diferentes y, sobre todo, otras prioridades. Tómese por ejemplo el compromiso con la justicia social y el compromiso de procurar más libertades para el gobierno propio de Puerto Rico simbolizado con la palabra “libertad” en el ícono de la pava tradicional. Algunos de estos entrevistados posaron de “realistas”, solo porque consideran que la estadidad y la independencia no son reales ni posibles, sino que por muchos años ya, hemos vivido en el ELA que es lo único “real”. En diversos casos hay una conjunción aquí entre el argumento de la costumbre, “es lo que hemos estado acostumbrados a tener por décadas” y el del apoyo “by default”. Es decir, algunos de esos populares conservadores apoyan el ELA territorial porque consideran que es lo único posible. No solo demuestran ser víctimas de la más extrema indefensión aprendida, sino que no parecen ser capaces de concebir un horizonte diferente, y son el opuesto diametral al 44% de ellos que mencionó la libre asociación soberana como su segunda preferencia de estatus y como un estatus político con viabilidad real.
En mi próxima columna analizaré preponderantemente a los entrevistados cuyas primeras preferencias de estatus fueron la libre asociación soberana (soberanistas) o la independencia, pero con una gran cercanía a Estados Unidos mediante tratados especiales de ayuda y protección estadounidense. ¿Quiénes son y cómo piensan?