Desenjaular
Cuando analizamos los zoológicos, el significado que tienen estos lugares en nuestras sociedades, podemos entender su rol dentro de nuestro sistema racista, patriarcal y especista. Son lugares en donde se marca, con rejas, la división entre el yo y el otro. Lo exótico, que en nuestras sociedades nos han hecho creer que “existe” para un estudio o entretenimiento desde la distancia y siempre para el beneficio de ese yo, que está representado por un hombre blanco. Esos otros que se miran con recelo, que se “usan” para entretener o experimentar, esos otros que no siempre han sido animales aunque se les haya tratado como tal.
La historia de los zoológicos modernos está marcada por la conquista y colonización europea tanto de América como de África, por eso, no sorprende que el primer zoológico europeo, La Casa Imperial de Fieras, se abriera en Viena en plena época de la Ilustración. Sin embargo, en los primeros zoológicos europeos, y más tarde los estadounidenses, no solo enjaulaban animales sino que también se enjaulaban, para el estudio y entretenimiento de los europeos, poblaciones negras e indígenas. Poblaciones que por no ser blancas y occidentales no eran consideradas humanas, poblaciones de las que se escribieron largos artículos para tratar de demostrar que eran inferiores a las europeas y que, por lo tanto, no era pecado esclavizarlas, violarlas, enjaularlas. Alfredo César A. Dachary narra en su artículo “De los animales al hombre: la historia de los zoológicos”, que cuando en 1889 se organizó la Exposición Universal en París en donde secuestraron a 400 africanos para exponer una “aldea negra”, fueron más de 28 millones de visitantes. De hecho, el último caso de exposiciones de seres humanos que identifica Dachary se llevó a cabo en Bélgica en 1958, cuatro años después de la apertura del zoológico de Puerto Rico.
Al hablar del zoológico de Puerto Rico no lo podemos pensar fuera de esta cruenta historia de conquista y colonización, de supremacía blanca y especista, de sentido de superioridad frente al resto de los seres vivos. Un sentido de superioridad que no solo lo vemos en zoológicos y parques acuáticos sino también en nuestros propios hogares: peceras, pájaros enjaulados, tortugas restringidas en pequeños envases plásticos, gallos enjaulados entrenados para pelear, entre otros. Un sentido de superioridad que hemos aprendido en nuestras casas y escuelas y que nos ha llevado a pensar que visitar un zoológico es una actividad familiar y educativa.
Luchar contra nuestro sistema supone no solo movilizarnos y organizarnos políticamente sino también cuestionar nuestra vida como la conocemos hasta ahora, nuestras relaciones personales, nuestros trabajos, nuestra dieta y hasta nuestros gustos y pasatiempos. El feminismo interseccional nos enseña, por un lado, que mirarnos y reconocer nuestros propios privilegios nos ayuda a combatirlos, y por otro, que nuestra lucha tiene que erradicar todas las opresiones aunque no las sintamos en nuestros propios cuerpos. De la misma forma que reconocemos que el machismo, el racismo y la homofobia tienen que erradicarse de nuestra sociedad, urge que reconozcamos que el especismo existe y que también debe ser erradicado como parte de nuestro plan para lograr una sociedad más justa y digna para todos los seres vivos.
* Publicado originalmente en el blog Ahora La Turba.