Disgustos imperiales y políticas aduaneras
Balbás (1910: 382) registró dudas y disgustos entre los estadounidenses con respecto a su política imperialista, que el escritor tildó de quijotesca: “Remedando una política quijotesca, el tío Sam se ve a veces puesto en caricatura por sus propios sobrinos, montado en una burra, lanza en ristre, camino derecho hacia las aspas de un molino, en busca de aventuras peligrosas, sin esperanzas de fruto”. Aquellas aventuras peligrosas incluían haberle arrebatado a España su pequeño imperio de Islas en el Caribe y Asia. De acuerdo con esa caricaturización el tío Sam, ahora un Don Quijote, cabalgaba, sin expectativas de beneficios, en busca de aventuras alrededor del mundo. Las andanzas y hazañas imperialistas del Quijote americano eran, afirmaba Balbás, demasiado onerosas. Para Balbás (1910: 383), hispanófilo, el triunfo estadounidense sobre España acabó siendo un oneroso fracaso que provocó toda una lista de disgustos:
Disgustos interiores
Disgustos exteriores
Disgustos en las islas.
Disgustos en el mar.
Disgustos en California.
Disgustos en el Imperio del sol naciente.
Disgustos en el Congreso.
Disgustos en el Senado.
Disgustos en Filipinas.
Disgustos en Cuba.
Disgustos en Puerto Rico.
Disgustos en todas partes
Las inquietudes respecto al proyecto imperialista también estuvieron presentes entre los republicanos, quienes eran esencialmente proteccionistas. Pese a ello, existían dentro del partido desacuerdos con respecto al futuro de las políticas proteccionistas. Muchos miembros del partido favorecían el aislamiento. Sin embargo, un grupo de los miembros del partido miraba más allá de las fronteras nacionales buscando nuevos mercados para el excedente de los bienes agrícolas e industriales del capital nacional. Estos apoyaban el expansionismo imperialista. Ante la oposición de los demócratas, muchos de los cuales favorecían el libre comercio, la de los anti-imperialistas y contra los republicanos aislacionistas ese grupo favoreció una política tarifaria que, aunque expansionista, también era proteccionista (Palen 2015).
Según Balbás la denuncia principal formulada contra la política imperialista estadounidense era su tremendo costo en relación a sus beneficios, las pocas “esperanzas de fruto” de la quijotesca aventura. Según Balbás (1910: 383): “Uno de los puntos vulnerables de la política imperialista es el de ser una política sumamente cara, por los armamentos de mar y tierra que impone y por los compromisos que apareja”. Neutralizar la denuncia de los antiimperialistas y otros opositores requería que los imperialistas justificaran los costos del imperialismo y mostraran sus beneficios; demandaba que encontraran nuevos medios para garantizar más frutos, acumular riqueza.
Según el director del Heraldo Español los imperialistas encontraron la respuesta, los medios para lograr más frutos, en la política aduanera de los Estados Unidos. Como explicó Balbás (1910: 384) mismo: “Y la compensación está en el aumento de la exportación de productos americanos a los países conquistados. La política aduanera de los Estados Unidos, consiste, pues, en aumentar las exportaciones de productos domésticos a estos países, y cerrar la puerta a los productos europeos”. Para él, eso era precisamente lo que ocurría en Puerto Rico, donde la cantidad de productos europeos importados había disminuido considerablemente en comparación a los productos enviados desde Estados Unidos. Este utilizó los datos publicados por el periódico El Tiempo para demostrarlo. Los imperialistas utilizaron el aumento en las exportaciones a las colonias y otros países, incluyendo a Puerto Rico, como la justificación del proyecto imperialista estadounidense. Para Balbás (1910: 385):
Puede el Presidente Roosevelt aducir esa prueba de su acierto ante la opinión americana, y ella causará un gran asombro entre los políticos, economistas y financieros, porque la aspiración de todos los pueblos es producir más para la exportación después de atendidas las necesidades del consumo doméstico, y limitar la importación a beneficio de la producción de artículos similares o de aquellos que, sin ser iguales, puedan sustituirlos.
Balbás advirtió sobre los efectos adversos de la política aduanera de los Estados Unidos en la economía local, subrayando los cambios en los patrones de consumo y el efecto sobre la producción local de varios bienes: aumento en el consumo de pan versus el consumo de plátanos, la desaparición del ganado ante la importación de carnes estadounidenses, la importación de hortalizas estadounidenses, etc. Se quejaba Balbás de que las deficiencias nativas en la producción eran ahora satisfechas por “el procedimiento fácil” de importar productos estadounidenses, bienes que podían y debían producirse en la Isla. Y denunció que esa práctica era celebrada y favorecida por los políticos y gobernantes locales quienes no hacían nada para contrarrestar la tendencia. Al contrario, celebraban el creciente consumo de productos estadounidenses, denunció Balbás.
Balbás también notó que la estrategia republicana-imperialista era, empero sus esfuerzos, limitada. La conquista estadounidense de América Latina era más lenta que el crecimiento de la producción industrial de la estadounidense, aumentando la necesidad de nuevos mercados para los productos estadounidenses. Era para ello necesario entonces intensificar la apertura de nuevos mercados, solución necesaria al problema de la sobreproducción. Según Balbás (1910: 386), Puerto Rico era en aquel contexto un laboratorio, ese lugar donde se realizaban experimentos con las políticas aduaneras de los Estados Unidos: “Hace falta demostrar a toda prisa que el imperialismo es el remedio, y para la experiencia está ahí Puerto Rico, el conejillo de indias eterno”.
La crítica de Balbás es notable porque niega que las políticas económicas e internacionales de los Estados Unidos estuvieran basadas en el concepto de las puertas abiertas, en la igualdad de oportunidades y condiciones para el comercio. El artículo de Balbás apunta más bien a que entre las postrimerías del siglo 19 y la primera década del siglo 20 la economía política estadounidenses, así como sus políticas internacionales, estuvo dominada por el nacionalismo económico. En efecto, así fue. Para los estudiosos del imperialismo el artículo cuestiona la historiografía estadounidense, donde predomina la narrativa del “imperialismo del libre comercio”, las interpretaciones fundamentadas en la idea de un Estados Unidos campeón de las políticas de las puertas abiertas (Palen 2015). Si bien varios historiadores estadounidenses han rechazado esa narrativa y hoy reconceptualizan el imperialismo estadounidense entre 1898 y 1913, el artículo de Balbás nos ofrece una muestra de las críticas antimperialistas subalternas. Pero, contrario a lo sugerido por Balbás la política aduanera no fue un acierto de Roosevelt, pues este simplemente prolongó las políticas iniciadas por McKinley. Después del Acta Tarifaria de 1890, también conocida como la Tarifa McKinley, el propio presidente William McKinley y sus sucesores, Theodore Roosevelt y William Howard Taft, implementaron políticas de mercados coloniales cerrados en Hawái, Filipinas, Puerto Rico y Cuba. A la larga esas políticas rindieron frutos al capital nacional estadounidense, aunque onerosas para el gobierno.
La crítica de Balbás es también importante puesto que en Puerto Rico el apoyo al libre comercio con Estados Unidos era considerable, particularmente entre los productores, los banqueros, comerciantes y políticos. Muchos de estos últimos le reclamaron el libre comercio a la administración colonial estadounidenses tan pronto como 1899. Pero, sus reclamos de libre comercio no fueron atendidos por el gobierno federal, esto a pesar de las recomendaciones de varios oficiales estadounidenses, incluyendo al Comisionado Henry K. Carroll. Y aunque McKinley lo apoyo inicialmente cambió de idea rápidamente, esto a favor de las tarifas. En Puerto Rico se impusieron tarifas, hasta la eventual implementación del libre comercio y el cabotaje.
Las políticas coloniales de Estados Unidos en Puerto Rico estuvieron dominadas por el nacionalismo económico, sujetas a los intereses del Partido Republicano y sus políticas económicas a nivel internacional, generalmente proteccionistas (Palen 2015). Sin embargo, y como mencioné antes, un ala de ese partido, preocupada por la necesidad de nuevos mercados para el excedente de la producción estadounidense y ante las críticas de la oposición antiimperialista y hasta contra las poderosas fuerzas aislacionistas de su partido, propuso una combinación de políticas de reciprocidad comercial restrictivas con diversas políticas proteccionistas (Palen 2015). No se trataba de una política de “puertas abiertas” sino de una habitación agrandada pero cerrada. La meta era extender el poder imperial estadounidense mediante las altas tarifas y aranceles proteccionistas, la regulación y control de los mercados estadounidenses, y una política expansionista y restrictiva, y hasta revanchista (Palen 2015). Aunque denunciada, condenada y criticada por muchos estadounidenses, incluyendo varios republicanos y diversos actores antiimperialistas, fue esa la política dominante con respecto al comercio transnacional en aquella época, en particular en lo referente al imperio directo estadounidense, que incluía, por supuesto a Porto Rico. Y lo hecho allí sirvió de modelo, como notó el propio Balbás, para las políticas tarifarias implementadas por el gobierno estadounidense en Filipinas y también en Cuba (Palen 2015).
Referencias
Balbás Capó, V. (1910). Puerto RIco a los Diez Años de Americanización. San Juan : Heraldo Español.
Palen, M.-W. (2015). The Imperialism of Economic Nationalism, 1890-1913. Diplomatic History, 39(1), pp. 157-185.