Dolores de Caibarién
En estos días le he tenido que contar a mucha gente quién fue Dolores. Y es que en Puerto Rico la conocía solo un círculo de amigos íntimos. En Nueva York es otra cosa. Dolores Prida fue la Cuban Rican patente de El Barrio, la dramaturga par excellence de nuestra cultura caribeña emigrante, la Dear Abby de la revista Latina con su columna de sabiduría de mujer Dolores dice…, la columnista perspicaz y responsable de TheDaily News, en inglés, y de El Diario-La Prensa, en español. La feminista sin excusas, la humorista irreverente pero fina, la amiga incondicional y entrañable de voz suave y pausada, abrazos de oso y ternura por vanes.
Una biografía breve de Dolores nos dice que nació en Caibarién el 5 de septiembre de 1943 y llegó a Nueva York en 1961 con su mamá Lola y sus hermanas Lourdes y María a reunirse con su papá Manuel. Los recuerdo a ambos con gusto en los 80. Particularmente la tienda de don Manuel en Brooklyn a donde iba con Dolores a comprarnos pantaletas de algodón que nos encantaban. Recuerdo también la muerte de Lola como si fuera ayer.
Dolores estudio en Hunter College mientras trabajaba en una panadería a los 18 años. Pero ya escribía. Lo hacía desde Caibarién. Escribir fue su pasión de vida y lo hacía tan y tan bien.
De la poesía pasó al periodismo y la dramaturgia. Se hizo famosa en ambos. En periodismo, sus aportaciones más reconocidas fueron las columnas en español o inglés indistintamente, en diarios de circulación masiva como The Daily News y El Diaro/La Prensa, ambos de Nueva York, y su columna de consejos y reflexiones en la revista Latina. Pero eso no la privó de escribir y colaborar con cuanta publicación pequeña, en ciernes o en aprietos, cultural o sindical, de su comunidad latina.
En su capacidad de dramaturga, Dolores tuvo una buena racha de éxitos en escena con obras como Beautiful Señoritas, Cuatro hombres llamados José y una mujer llamada María, Botánica y Casa propia.
Fue también una gran animadora y promotora cultural desde varias organizaciones sin fines de lucro. Fue maestra en varias universidades y recibió un doctorado honoris causa de Mount Holyoke College.
Dolores vivía en la 116 en El Barrio. Tenía una casa con patio donde se celebraban las mejores veladas tranquilas y los mejores parrandones de verdad. Fue tradición ir a casa de Dolores los sábados previos al Desfile Puertorriqueño de Nueva York y encontrarse allí con periodistas, políticos, artistas, sindicalistas y líderes comunitarios tanto de Nueva York como de Puerto Rico. Porque en El Barrio, Dolores aprendió a ser y fue reconocida como Cuban Rican, lo que llevaba más que a orgullo, como un premio bien merecido atesorado en su alma. Se lo ganó.
Cuando hace 20 años conocí a Graciela Rodríguez Martinó en Nueva York, donde primero la invité con un grupo de periodistas de San Juan, fue a casa de Dolo para que conocieran a una colega periodista que era mi amiga del alma. Fue un espectáculo verlas intercambiar sus sentidos del humor, mordaz el de Graciela, pícaro y sagaz el de Dolo.
En Puerto Rico, su lugar preferido era Culebra. La última vez que hablamos me dijo que le hacía falta Culebra. Allí acudía Dolores, cuando podía, en excursiones anuales con un grupo de amigas y amigos que se desplazaban de Nueva York, San Juan y Madrid para pasar una semana de sol, mar, buen vino y buena comida. Porque encima, cocinaba como los ángeles.
80grados me pidió que escribiera esto para ustedes y lo hago a unas horas de montarme en un avión para ir a estar con mis amigos de Nueva York y sus hermanas Lourdes y María en la despedida a Dolores. Allí me espera mi hija, quien ha perdido su primera tía en Dolores. Juntas vamos a llorar y a reir recordando, por ejemplo, que la primera salida de bebé de Gabi fue precisamente a casa de Dolo. Con Dolo se enfrentó a su primera aguaviva en una playa de Florida y salió riéndose de la experiencia gracias a Dolo que se inventó una canción sobre Pompano Beach para Gabriela y la estuvieron cantando por meses. En el patio de Dolo celebramos todos sus triunfos de niña con el consabido BBQ a lo Dolo, hasta que nos mudamos para Puerto Rico. El domingo, Gabi me llamó para decirme que iba a rendirle tributo a Dolo viendo la película que siempre veían juntas, My Fair Lady, para reírse otra vez.
Todavía no estoy preparada para contarles todo lo que significó Dolo para mí. Me golpeó muy fuerte la noticia el domingo cuando me llamaron para decírmelo y me costó mucho llanto entender que era cierto. Una siempre habla de los seres que se van en función de una misma. Habla de lo que le duele a una y de lo que vivió una con el ser que se va. Es humano eso. Pero quiero terminar contándoles que mi amiga se fue de la manera que muchos quisiéramos irnos.
Venía de una fiesta. El aniversario de un grupo de mujeres maravillosas que se llama Latinas in Power…Sort of (LIPS). El sort of es, por supuesto, una coletilla nacida del humor de Dolores. Pero son realmente eso, Latinas poderosas. Periodistas y profesionales nuestras que hacen mella.
Esa noche celebraban su aniversario. Dolores hizo un pernil y se fueron a casa de una de ellas, la periodista Maite Junco, en el mismo Barrio. Allí bailaron, rieron, comieron y bebieron juntas. Cantaron con un trío, como debe ser.
Al final, Dolo se sintió indispuesta y decidió caminar a su casa. Pero no llegó. Un fuerte dolor de pecho hizo que llamara a su hermana Lourdes, que vive en la misma casa de cuatro pisos de Dolo. Llamaron la ambulancia y la llevaron de la esquina de su casa al Hospital Mount Sinai. Allí murió a las 2:30 de la mañana no sin antes hacerle saber a todo el mundo que venía de fiestar con sus amigas.
Dicen que si lo hubiese planificado no le habría quedado mejor porque ni siquiera interrumpió la fiesta para morirse. Pero yo conozco a Dolo. Yo creo que lo planificó hasta el último detalle. Las fotos que dejó esa noche para la posteridad son testigo de eso.